Aritz Recalde, otubre
2012
La “sociedad del
conocimiento”
En los años noventa se difundió masivamente la noción de
la “sociedad de conocimiento”. El concepto se vinculó estrechamente a dos
fenómenos:
-
a la
dinámica política y cultural resultante de las nuevas tecnologías en
comunicaciones.
-
al proceso de expansión del modelo económico y
social neoliberal.
Los promotores de esta categoría, consideraban que a
partir del desarrollo de las comunicaciones el neoliberalismo sería un sistema político
de alcance universal e irreversible. Es por eso, que desaparecían los Estados
nacionales para dar lugar a la conformación de una inmensa “aldea global”. El postulado daba por hecho que no había futuro
para los nacionalismos y que las viejas fronteras económicas, políticas y
culturales, serían derribadas.
En este marco, la noción sociedad del conocimiento
postulaba que la riqueza y el poder social de los Estados, iban a ser el resultante
de la apropiación de los flujos de información producidos en la “aldea”.
En torno de estas
ideas, se justificaron gran parte de las reconversiones de los aparatos
productivos del continente. Comenzó a
difundirse el supuesto de que los gobiernos podían desligarse de los recursos
naturales. Lo mismo ocurrió con las políticas proteccionistas e industrialistas
que fueron abandonadas. La necesidad de defender una cultura y una ciencia
nacional, era tachada como parte de la agenda de los “temas del pasado”.
En su lugar, había que formar a los jóvenes para un
futuro donde el verdadero poder sería el conocimiento y no la producción. En
lugar de una fabrica y una escuela técnica, el país abría un gabinete de computación. En vez de
promover ciencia aplicada a la industria, se generaban cursos de idioma inglés. Los
recursos naturales fueron entregados al extranjero, ya que la verdadera riqueza
era el conocimiento.
Conocimiento para
la sociedad
Los proyectos nacionales de América Latina están rediscutiendo
los supuestos de la “sociedad del conocimiento” y de la “aldea global”. Las organizaciones libres del pueblo están
sosteniendo:
-
que la “aldea global”, implicó la justificación
ideológica del expansionismo imperialista de las potencias sobre el resto del
mundo.
-
la vigencia del debate sobre el derecho pleno a la autodeterminación nacional.
- que el verdadero poder social de los pueblos,
implica recuperar los recursos naturales y la perspectiva industrialista.
-
que la noción de la “sociedad del conocimiento”,
forma parte de las categorías del neocolonialismo al impedir el debate sobre la dependencia científica
estructural y la extranjerización de la economía de los países.
-
que la ciencia y la tecnología, deben organizarse
a partir de identificar su potencial aporte al proyecto nacional.
En la actualidad, el debate sobre los proyectos científicos y culturales se modifica radicalmente en relación a los
años noventa. Cada país elabora su modelo de desarrollo autónomo y a partir de
él, genera las políticas científicas y culturales. Hoy aparece claramente que no hay “una”
sociedad, sino varias y que no existe una “aldea”, sino Estados nacionales en
conflictos geopolíticos permanentes por la apropiación de los recursos
materiales y los mercados. Tomando distancia del supuesto de que el poder en América
Latina es un tema meramente de “conocimiento”, los gobiernos latinoamericanos están:
-
recuperando sus recursos naturales.
-
promoviendo modelos de desarrollo productivos e
industrialistas.
A partir de acá, el gran desafío para los pueblos de América es el de acompañar desde el conocimiento los diversos proyectos nacionales. El desafío
implica:
-
la formulación de una crítica a los postulados
del neocolonialismo, que reproducen la condición dependiente de los países y
que impiden la defensa de su patrimonio económico y tecnológico.
-
la elaboración de una teoría nacional para el
desarrollo sustentable, en los planos social y económico. En este cuadro, cada país
tendrá sus particularidades propias de su tiempo y de su espacio.
-
la organización de una ciencia y de una
tecnología, aplicadas a la industrialización
y a la elevación social de los pueblos.
Las naciones del sur están entablando importantes luchas
nacionales por el derecho a la autodeterminación económica y social, sin la
cual su independencia política es mera declamación. En este marco, la suerte de
los programas nacionales y populares, va a estar atada a su capacidad de aumentar
las cadenas de valor de los recursos y las riquezas naturales que poseen, dando
fortaleza y sustentabilidad tecnológica, económica y social, a los Estados.
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