miércoles, 30 de noviembre de 2016

Fidel Castro y su legado

Aritz Recalde, noviembre 2016

El mundo despide a una de las figuras políticas más importantes del siglo XX. Junto a Juan Domingo Perón, Fidel Castro (1926-2016) fue el dirigente quien más profundamente influyó en los debates políticos de Iberoamérica del último siglo. En muchos aspectos su figura es única y es la resultante de fusionar diversas tradiciones ideológicas y políticas que fueron variando en la vertiginosa, extensa y convulsionada historia personal y regional que le tocó vivir.  
Siendo hijo de un terrateniente, Fidel estudió en el colegio La Salle y luego con los jesuitas en un país de raigambre cultural religiosa. En su paso por la Universidad de La Habana, obtuvo el título de abogado y profundizó su conocimiento de la historia y de la literatura marxista.
En su juventud militó en la universidad y en el Partido Ortodoxo, donde hizo campaña contra la injusticia social y para terminar con la corrupción política. Su agitada biografía lo encontró actuando en la academia, asaltando el cuartel Moncada (1953) o realizando su propia defensa letrada frente a un tribunal donde anunció que “la historia me absolverá”. Beneficiado por una amnistía viajó a México y se abocó a retomar la lucha contra la dictadura y organizó el Movimiento 26 de Julio, consolidó una milicia y desembarcó en su país con un grupo de activistas en el yate Granma (1956). Ésta última acción recibió una estrepitosa derrota y ello no impidió que la decena de sobrevivientes organice una guerrilla en la Sierra Maestra y que en el año 1959 derriben a Fulgencio Batista. En la última ofensiva militar rebelde, 300 milicianos derrotaron a un ejército profesional de 10.000 soldados. Tenía tan sólo 33 años y en su corta vida había redactado volantes estudiantiles, organizado un movimiento político de masas, impulsado Radio Rebelde para comunicarse con el pueblo y combatido en la guerrilla.
Siendo una de las grandes celebridades políticas mundiales, entabló relaciones con los principales líderes sociales y religiosos del planeta. Polémico y frontal, desenvolvió diversas relaciones y acalorados debates con figuras encumbradas de la cultura y del deporte como Jean Paul Sartre, Julio Cortázar o Diego armando Maradona. Posiblemente, sea la polémica acerca de la detención del escritor Heberto Padilla, el momento más álgido de una relación entre Fidel y los intelectuales de su país y del mundo. La Revolución Cubana, críticas y debates de por medio, fue un laboratorio cultural y afloraron emblemáticos espacios de producción y de divulgación literaria y artística, como la Casa de las Américas o los ámbitos periodísticos como Prensa Latina en el cual participaron los argentinos Rodolfo Walsh, Ricardo Masetti y Rogelio García Lupo.
Fidel Castro y el conjunto del pueblo cubano atravesaron todo tipo de dificultades en un siglo de guerras mundiales y de revoluciones anticoloniales. A la independencia de España del año 1898 le siguió una administración con tutela norteamericana, que incluyó la sanción de una Constitución que le daba intervención a EUA en los asuntos internos cubanos. En las primeras décadas del siglo XX la política del país fue inestable y transcurrió entre conflictos sociales, huelgas como la del año 1933 que contribuyeron a la caída de Gerardo Machado, levantamientos militares o conspiraciones civiles. Los enfrentamientos políticos derivaron en la represión y en el asesinato de dirigentes como fue el caso de Antonio Guiteras (1935) o del estudiante Rubén Batista (1953).
Ya producida la Revolución y bajo una fuerte presión norteamericana, Cuba entabló una alianza geopolítica con la Unión Soviética que le permitió colocar sus productos de exportación (azúcar) y recibir petróleo y maquinaria industrial y agrícola. El pequeño país cuya dimensión es la de una provincia argentina y que los EUA consideraban su patio trasero y su plataforma para el turismo sexual, tomó una decisión soberana. John William Cooke mencionó que “lo que estaba en discusión para los pueblos latinoamericanos no era el comunismo, o si el gobierno de Castro era comunista, filocumunista, pseudocomunista, sino el principio de autodeterminación de los países del continente para hacer lo que se les dé la gana y buscar la solución que mejor les parezca”. A partir de dicha decisión, tanto los Republicanos (Eisenhower) como los Demócratas (Kennedy) y sin excepciones, ni contemplaciones, impulsaron embargos comerciales y agresiones armadas como la producida en Playa Girón (1961). No es casualidad por ello, que en pleno siglo XXI George Bush acusó a Cuba de formar parte del “eje del mal” junto a Irak, Libia o Siria y financió la “Comisión de Asistencia a una Cuba Libre” que apoyó grupos opositores y reforzó el bloqueo. Una década después y con tropas norteamericanas mediante, Irak, Libia, Siria fueron destruidos por una salvaje guerra.
La desarticulación de la Unión Soviética a fines de los años ochenta, obligó a Cuba a ingresar a los mercados mundiales en el marco de un bloqueo económico y político norteamericano. El país se vio inmiscuido en una etapa dramática en temimos sociales recordada como el “periodo especial”. A partir de acá, el país impulsó el turismo que le originó divisas y también nuevos desafíos culturales y políticos que a la fecha siguen sin resolverse. 
El ascenso presidencial de Hugo Chávez (1998) y de los nacionalismos regionales le dio oxígeno al proceso cubano, que encontró nuevos aliados políticos, económicos y sociales.  Durante la última década el Partido Comunista Cubano impulsó reformas en el marco de los “Lineamientos de la Política Económica y Social”, que favorecen la creación de un mercado y de una actividad económica privada y mixta.

El legado de Fidel
Fidel fue un nacionalista que siempre exigió el efectivo cumplimiento del derecho a la autodeterminación política y cultural de Cuba. Durante sus gestiones la isla construyó una identidad propia y diferenciable, como parte de una simbiosis de las tradiciones hispánicas, afroamericanas, norteamericanas y soviéticas. Cuba ejerció el derecho a la identidad e impulsó activamente su música, su literatura y su deporte como parte de los rasgos centrales de su ser nacional. Tanto la influencia liberal de los EUA, como la impronta soviética cristalizada en leyes, regulaciones o en tecnología, nunca borraron la originalidad cultural del país. Su registro historiográfico oficial articuló las tradiciones nacionales de José Martí y de la idiosincrasia de origen hispánica, con los aportes del marxismo.  
En el plano político Castro gobernó ejerciendo un carisma y una personalidad excepcionales. En este terreno, como en el cultural y pese a aplicar un sistema de Partido Único similar al soviético, no fueron eliminados los rasgos nacionales. En Cuba hay elecciones periódicas en todos los niveles de gobierno y sin desconocer que existe un control estatal central de muchas actividades, la sociedad civil conserva vitalidad y las organizaciones libres del pueblo participan de la vida política. Actualmente Cuba es gobernada por una nueva generación que remplazó a los titulares de la revolución del año 1959 y que aplica los principios de la Constitución de 1976 y de la Ley electoral de 1992. El proceso político fue institucionalizando un sistema para la organización popular del gobierno y la administración de los asuntos públicos. La Revolución Cubana sancionó la división de poderes legislativos (Asambleas), ejecutivos (Consejo de Estado) y judiciales (Tribunal Supremo Popular).
Sin estas particularidades de Fidel y de la Revolución, posiblemente, el proceso político iniciado hace décadas habría fracasado como ocurrió en buena parte de los regímenes comunistas europeos. Es el pueblo cubano quien derribó la dictadura de Batista y quién tomó la decisión de practicar dicho sistema político y difícilmente pueda ser evaluado fácilmente en torno de las críticas de los titulares de países europeos que aún tienen monarquías vitalicias (España), reelecciones indefinidas (Alemania) o de Estados que actúan en un “bipartidismo de formas” que responde más al poder económico que a la voluntad popular (EUA). Este sistema político que tiene aciertos y limitaciones, promotores y opositores, le otorgó estabilidad al régimen de gobierno en un contexto iberoamericano caracterizado por los frecuentes golpes de Estado, las ejecuciones masivas de dirigentes sociales, las crisis de gobernabilidad y los innumerables levantamientos populares seguidos de violentas represiones.   

Fidel Castro fue un dirigente antiimperialista y si bien entabló una alianza estratégica con la Unión Soviética, ello no impidió que el país desarrolle una línea de política internacional propia en diversos aspectos. Su ideología lo condujo a combatir la injerencia norteamericana y europea en su país y también en Iberoamérica, en África o en Asia.
Siendo un joven miembro de la Federación de Estudiantes Universitarios, viajó a la Argentina para contactarse con miembros de la Revolución Justicialista y conseguir apoyo para la creación de la antiimperialista Confederación Latinoamericana de Estudiantes. Con sostén financiero del peronismo, Castro estuvo en Colombia en el año 1948 en el contexto de la creación de la Organización de Estados Americanos. En la patria de Bolívar denunció la ocupación ilegal británica de las Islas Malvinas. Los vínculos entre el peronismo y Cuba se mantuvieron y en junio del año 1960 Juan Perón sostuvo proféticamente que ambas revoluciones antimperialistas luchaban “por idénticas causas” y “a nosotros nos llamaron fascistas en 1943, nazis en 1946 y comunistas en 1955, sin que fuéramos otra cosa que buenos argentinos deseosos de liberar a nuestro país (…) no escapa al menos advertido que el noventa por ciento de los pueblos latinoamericanos están con Cuba y con Fidel, no sólo porque tiene razón, sino también porque enfrenta valientemente a los eternos enemigos de sus pueblos.” En esta misma tesitura, en el año 1974 el gobierno de Héctor Cámpora suspendió el bloqueo comercial a la Isla.
Luego del triunfo de la Revolución en el año 1959, Cuba se tornó en un ámbito de reunión, de capacitación y de apoyo a las acciones de resistencia al imperialismo mundial. Fidel promovió activamente las acciones del Movimiento de Países No alineados y del Grupo de los 77. Desde mediados de los años sesenta el país recibió contingentes políticos de todos los continentes, ya que según palabras de John William Cooke emitidas desde la Habana, “esta es la Meca revolucionaria y todos vienen a beber en el manantial”.
Como parte de su lucha anticolonial, Fidel envió apoyo al África y soldados cubanos combatieron o capacitaron milicianos en Angola y en el Congo.  
Durante los años noventa Castro impulsó en soledad una prédica contraria al neoliberalismo, mientras que en paralelo Cuba exigió la democratización de la Organización de las Naciones Unidas.

Fidel fue un impulsor permanente de la unidad iberoamericana. Tal cual adelantamos, ya desde joven estuvo abocado a la consolidación de federaciones universitarias regionales. Durante los años sesenta Cuba apoyó a diversas organizaciones políticas del continente, muchas de ellas de carácter guerrillero. En los años setenta acompañó la asunción del gobierno de Salvador Allende y el ascenso del sandinismo en Nicaragua. Su intervención fue fundamental en la Revolución Bolivariana que comandó Hugo Chávez y Fidel contribuyó al ascenso de los nacionalismos boliviano y ecuatoriano y a la apertura de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA). La ALBA impulsó intercambios de profesionales y de recursos humanos y materiales que derivaron en programas de alfabetización, de atención de la salud o de intercambio científico.

Fidel Castro fue un humanista y trabajó por la emancipación social de los trabajadores y de sus familias. La tarea no fue fácil en un país pobre y dependiente que debió suplir su atraso económico y la inexistencia de grandes recursos naturales, con el desarrollo del capital humano y la ciencia. Ya desde su formación cristiana juvenil, el líder cubano desarrolló un profundo sentido social de la política que reforzó a partir de su conocimiento de la sufriente realidad del país. Los importantes avances cubanos en la lucha contra la mortalidad infantil, en la democratización de la educación, en el acceso masivo al deporte o a la salud, son reconocidos por sus admiradores y también por sus detractores. 

Es innegable que Fidel, como todos los líderes políticos, tuvo aciertos y cometió errores. En una etapa violenta del continente caracterizada por golpes de Estado y dictaduras, los cubanos impulsaron los métodos de la lucha armada y en la mayoría de los casos el saldo político para la región fue negativo. Si bien en una etapa Castro abogó por la formación de guerrillas, ello no impidió que en los últimos años La Habana sea el marco para la firma de los Tratados de Paz de Colombia.

Los norteamericanos intentaron matarlo en decenas de atentados dentro y fuera de Cuba y no pudieron amedrentar su voluntad. Le impusieron al país bloqueos económicos, prohibiciones políticas y agresiones comerciales de todo tipo, sin por ello conseguir que el pueblo abandone a su líder. Muchas veces barajaron los precios del azúcar o del níquel y los flujos del turismo fluctuaron y pese a eso, Fidel y su sueño siguieron firmes. La política cubana fue difamada mediáticamente por las grandes cadenas de noticias mundiales y pese a las oposiciones internas y externas que existen, el régimen siguió contando con el apoyo mayoritario su pueblo. Éste último y desde ahora en adelante, será el protagonista de decidir qué hacer del presente y del futuro de la Revolución. Fidel ya dejó su legado.  


martes, 22 de noviembre de 2016

El sujeto social del peronismo


Aritz Recalde, noviembre 2017


“Cuando Perón no esté, ¿qué significará ser peronista? Cada uno dará su respuesta propia, y esas respuestas no nos unirán sino que nos separarán.”  John William Cooke

Desde su origen el peronismo fue un espacio político plural y frentista y reflejó en buena medida, las contradicciones de la sociedad argentina. Dicha complejidad se estructuró en torno de un vértice representado por Juan Perón, quién trabajó por conformar un Movimiento político más que un Partido electoral. El Movimiento funcionó como una federación de organizaciones libres del pueblo (OLP), que construían un programa de recuperación nacional y de emancipación social compartido.  Las OLP funcionaban de manera autónoma y cada una de ellas tenía funciones y dinámicas propias.
Con la finalidad de traducir fuerza social en representación institucional, la Revolución creó una herramienta electoral de base sindical: el Partido Laborista. A dicha organización se sumaron fuerzas partidarias aliadas y dirigentes de diversas extracciones ideológicas. Con éstos últimos en el año 1947 Perón fundó el Partido Unido de la Revolución Nacional, herramienta electoral que siempre mantuvo la centralidad de los trabajadores propia del laborismo.
El mandatario distribuyó los roles y los espacios de poder dentro del Movimiento a partir de diferenciaciones de clase, de género, etaria y funcional.

Peronismo y clases sociales
El peronismo fue un Movimiento pluriclasista y le otorgó lugares de representación institucional y política al empresariado nacional y a los sindicatos de trabajadores. Estos últimos eran considerados la “columna vertebral” siendo el objeto y el sujeto de las políticas de la Revolución. Perón les asignó a los representantes del sindicalismo la Cancillería (Atilio Bramuglia), el Ministerio de Interior (Ángel Borlenghi), el Ministerio de Trabajo y Previsión (José Freire), lugares en todas las embajadas y un tercio de los cargos legislativos, entre otros ámbitos. El empresariado nacional manejó la cartera de Hacienda (Miguel Miranda) y obtuvo importantes beneficios financieros (Banco Industrial), comerciales (IAPI) y de impulso de la actividad productiva.  
Perón al momento de distribuir el poder interno del Movimiento, consideró que el centro de las decisiones tenían que estar en manos de la clase obrera. El mandatario tuvo como un interlocutor permanente a la CGT y abogó por la participación directa del obrero en la actividad política. Con la finalidad de garantizar su pleno poder, impulsó activamente la unidad del sindicalismo y si bien tuvo internas coyunturales con algún dirigente (Luis Gay o Augusto Vandor) se cuidó de no debilitar la Central gremial y en sus tres gobiernos la CGT estuvo unificada.
Durante los años ochenta y noventa, el sindicalismo perdió poder de decisión dentro del peronismo y fue erosionada su influencia en la política de la Argentina. La desindustrialización del país mermó el número de afiliados sindicales y debilitó su capacidad de negociación. Por otro lado, el espacio político de la Renovación Peronista cuestionó y eliminó la asignación del “tercio” sindical en el reparto de cargos de listas internas. En este contexto, la rama política del Movimiento adquirió mayor protagonismo en relación a la rama sindical. En la provincia de Buenos Aires el gremialismo fue desplazado por una nueva red de trabajo social barrial dependiente de intendentes o del gobernador: las “manzaneras”. Los cambios económicos del país y aquellos derivados del propio peronismo, le modificaron el perfil social y organizativo a un espacio político de origen industrial y sindical.
El menemismo cambió radicalmente la composición social del peronismo, al transferirle las decisiones fundamentales del país al capital extranjero y a la oligarquía interna. Durante su mandato existió un sindicalismo oficialista que justificó las privatizaciones de empresas, a cambio de acciones y participación en las nuevas administraciones. Además, un sector importante de los trabajadores resistió al neoliberalismo en expresiones de la economía formal (CGT- MTA o CTA) y de la informal (organizaciones sociales).
Desde el año 2003 en adelante el importante proceso de crecimiento del PBI (se duplicó en una década), el fortalecimiento del mercado interno de consumo, la intervención económica estatal y el paulatino proceso de sustitución de importaciones, favorecieron la creación de nuevos empleos. Resultado del patrón de desarrollo, aumentó exponencialmente el número de trabajadores y de afiliados de varios sindicatos.  Si bien el proyecto de país fue positivo para un sector importante de la clase obrera, el gobierno nacional no consideró al sindicalismo como un interlocutor directo o privilegiado y menos aún como parte central del reparto de espacios de poder. En particular durante los últimos años, Cristina Fernández apostó a conformar una herramienta política sustentada en la dimensión etaria (juventud) y no necesariamente de clase.
Las organizaciones sociales (trabajo informal) fueron un actor central de la resistencia al neoliberalismo de los años noventa. Buena parte de ellas, acompañaron la convocatoria del Frente Para la Victoria en el año 2003 y Néstor Kirchner fue el articulador de la diversidad de actores y de dirigentes sociales. Buena parte de estas organizaciones consiguieron mejorar sus condiciones de ingreso con medidas como la AUH o las cooperativas. En este caso, como con la CGT, los dirigentes sociales no se conformaron como un articulador político central del gobierno, que siguió apoyado en la rama política o en la rama juvenil del Movimiento.
La relación entre la conducción política nacional, la CGT y las organizaciones sociales no estuvo exenta de dificultades durante el último mandato presidencial. En general, Cristina Fernández no reconoce como interlocutores a las construcciones políticas existentes y no se apoya en las OLP para la construcción de poder, sino que apuesta a consolidar lo que considera es una “fuerza propia”. Dicha cuestión hoy está reflejada en que el sector mayoritario de la CGT y de las organizaciones sociales como la CTEP, no están encuadradas bajo la conducción de la ex Presidenta. 

Peronismo y género
Durante la Revolución Justicialista las mujeres alcanzaron representatividad institucional con la ley de voto femenino del año 1947. Además, la mujer ocupó lugares de protagonismo político al punto de que Eva Duarte ofició como la representante del gobierno frente a la CGT. Fue tal su importancia, que la central sindical la impulsó como vicepresidenta de los argentinos. Dicho protagonismo político concreto de la mujer en la Revolución, allanó el camino para las asunciones presidenciales posteriores de Isabel Martínez y de Cristina Kirchner. Ambas fueron las primeras mandatarias de la historia argentina y no es casualidad que las dos salieron del peronismo.
La Revolución Justicialista impulsó que un tercio de los cargos legislativos del Movimiento fueran para la mujer, adelantándose a la legislación actual que impulsa pisos mínimos de participación femenina y que avanza hacia la igualdad de representación.  
Durante la última década, el peronismo kirchnerista avanzó en el reconocimiento de derechos de una minoría sexual con la sanción de la igualdad de género y con el matrimonio igualitario. Como parte de la mutación cultural del peronismo, actualmente hay sectores kirchneristas que se identifican más con las políticas de género o de derechos humanos, que con los históricos aspectos de reforma social y de participación sindical de los trabajadores.

Peronismo y juventud
En los años cincuenta la Revolución impulsó la organización masiva de la juventud. Con esta finalidad, creó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la Confederación General Universitaria (CGU), antecedentes de otras decenas de agrupaciones que proliferarían en los sesenta y setenta como la JUP, ANDE o las juventudes sindicales. Si bien en los años cincuenta la UES y la CGU aplicaban programas sociales del Estado y participaban de la política nacional, será en el tercer gobierno justicialista cuando ingresan orgánicamente al Movimiento. Su nueva participación dentro del peronismo incluyó la asignación de cargos públicos y desde el año 1973 al clásico reparto de lugares en el Estado entre clases sociales (rama sindical), genero (rama femenina) y por función (rama partidaria), se le agregaría la rama juvenil.
Con activa participación en la resistencia peronista desde fines de los años setenta, la juventud ocupó un lugar importante en el debate público. Sectores de su conducción se propusieron disputar espacios de poder con el conjunto del Justicialismo, incluyendo debates con los sindicatos, con Perón y con su vicepresidenta. Las tensiones entre los sectores internos del Movimiento, derivaron en rupturas como la producida en el acto del 1 de mayo del año 1974 o con el pase a la clandestinidad de un sector de la juventud durante el mandato presidencial de Isabel Martínez.         
Desde el año 2003 la juventud adquirió mayor protagonismo y dentro de los municipios o en los diversos espacios partidarios empezaron a crearse áreas para su inclusión formal. A partir del año 2011 Cristina Fernandez consideró que el peronismo tenía que organizarse, primordialmente, en torno de la cuestión etaria y la juventud ocupó lugares centrales del dispositivo político. La conducción inició una estrategia de construcción de poder centrada en la inclusión masiva de la juventud de clase media en el gobierno. La reciente inserción al peronismo de la militancia juvenil se realizó desde un encuadramiento mayoritariamente estatal, a diferencia de los años setenta cuando su participación era fundamentalmente social y de base. 

El peronismo y su rama política
La Revolución consideró como interlocutores y otorgó representatividad institucional a diversos actores con poder social. Principalmente, les concedió responsabilidades y funciones políticas y de gestión a la iglesia y a los militares. Además y cuestión central, el Justicialismo le otorgó un tercio de los lugares de gobierno a la rama política compuesta por dirigentes de procedencia en la UCR, conservadores, socialistas, comunistas o socialcristianos. Sin negar la diversidad social de orígenes, la herramienta electoral del peronismo nació, fundamentalmente, desde los sindicatos y no es casualidad por eso que en el año 1973 el líder del Movimiento les concedió varias vice gobernaciones a la CGT, además de lugares en las legislaturas y ministerios.  
Desde el origen del peronismo existieron tensiones entre la rama política y la sindical y muchas de ellas afloraron públicamente en los años setenta. John William Cooke lo teorizó con lucidez y postuló una crítica al accionar de la rama política luego del golpe del año 1955.
Como adelantamos, la rama política adquirió mayor preponderancia desde los años ochenta y noventa y actualmente reúne a un importante número de legisladores, intendentes y gobernadores.

¿Qué es el peronismo, a quién representa y quién lo conduce?
El peronismo clásico era un Movimiento pluriclasista, pero buena parte de sus decisiones estaban en manos de la rama sindical (CGT). La Revolución trabajó incansablemente por la unidad de los trabajadores y por la formación doctrinaria de sus cuadros. Durante los años ochenta y los noventa el peronismo se apoyó, fundamentalmente, en la rama política.
El kirchnerismo es un espacio originado, fundamentalmente, en la rama política del peronismo y evolucionó hacia la juventud. Al momento del último armado electoral, Cristina Fernandez subordinó a un segundo plano al sindicalismo y a la mayoría de la rama política del Movimiento. El balance electoral de la estrategia fue magro para el peronismo, que perdió intendencias, provincias y el gobierno nacional a manos de CAMBIEMOS. La dinámica de construcción política actual de Cristina Fernández parece acentuar la tendencia de los últimos cuatros años y se apoya en la rama juvenil, en resabios de la experiencia de “Unidos y Organizados” y en sectores de gremios principalmente estatales (CTA). La realización de actos políticos en las universidades es expresivo de la mutación social e ideológica del kirchnerismo, que elige como interlocutor privilegiado a la clase media. En los años cincuenta el teatro de la política eran los sindicatos y las organizaciones libres del pueblo propias de la clase trabajadora y en menor medida, los actos de Perón o Eva eran efectuados en instituciones típicamente de clase media.
Actualmente el peronismo enfrenta una crisis de conducción política, originada en buena medida, en una dificultad para definir cuál el sujeto social que lo compone. Si éste último aspecto fuera aclarado, posiblemente sería más simple determinar cuáles son los objetivos del Movimiento para los próximos años. ¿El peronismo debería reconstruir su estrategia sindical o tiene que evolucionar en un partido socialdemócrata?, ¿el Justicialismo tiene que hacer eje en su composición de clase o debe privilegiar la condición etaria de sus miembros?, ¿el Movimiento retomará el concepto de federación de organizaciones libres del pueblo (comunidad organizada) o derivará en un partido tradicional?.


Juan Perón ofreció un modelo de Movimiento Nacional. Actualmente y dentro de la diversidad política de la región, la revolución boliviana que conduce Evo Morales impulsa una herramienta política similar al peronismo histórico. El MAS representa a las organizaciones libres del pueblo sobre las cuales recaen las principales decisiones políticas del país. Las OLP tienen autonomía funcional y le otorgan a la masa social soluciones diarias y al gobierno nacional le marcan una agenda política. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Alternativas a la crisis de la economía iberoamericana


Aritz Recalde, noviembre 2016
Sociólogo y docente universitario

La crisis económica norteamericana internacionalizada desde el año 2008, el deterioro de los precios de producto de exportación de Iberoamérica (soja, hidrocarburos o hierro) y la caída del crecimiento chino, produjeron serias dificultades productivas, sociales y políticas en la región. Frente al adverso contexto internacional, los gobiernos aplicaron diversas propuestas de política económica. En el texto vamos a mencionar de manera sucinta, dos programas de desarrollo para superar la crisis. 

El neoliberalismo argentino
El gobierno de Mauricio Macri propone resolver los problemas de la economía con medidas de corte liberal y en pleno siglo XXI se reiteran recetas ya implementadas en el siglo XIX. Los conceptos de libre mercado, apertura comercial, vuelta a los mercados, confianza inversora, desregulación financiera o reducción de costo del trabajo, ocupan un lugar fundamental del programa de CAMBIEMOS. El nuevo patrón de acumulación iniciado desde fines del año 2015 está centrado en dos estrategias:
PRIMERO: crecer con inversiones extranjeras. Para garantizar esta propuesta se bajan salarios, se permite la libre movilidad de capitales especulativos y se flexibiliza la potencial repatriación de ganancias a las casas matrices (“confianza inversora”). Resultado de estas y otras medidas, en lo que va del año ya salieron de la economía local más de 20.000 millones de dólares.  
SEGUNDO: potenciar tres áreas de la economía interna garantizando ganancias extraordinarias a un grupo pequeño de actores concentrados. El gobierno postula que el excedente acumulado por el sector financiero, las exportadoras de recursos naturales y las empresas de servicios, serán un incentivo para la reinversión y el aumento de la producción.

SECTOR
MEDIDAS
RESULTADOS PARA EL SECTOR
DERIVACIÓN PARA EL CONJUNTO DE LA ECONOMÍA


Sector financiero
Pago de los bonos en default sin quita. Emisión de LEBAC. Toma de deuda en moneda extranjera.

Alta rentabilidad en dólares para bancos y organismos financieros.  Formación de un negocio de deuda superior a los 45.000 millones de dólares en 2016.
Incentivos a la especulación financiera y deterioro de la actividad productiva. Altos costos de los préstamos productivos internos. Ajuste de cuentas públicas como resultado del pago de deuda.


Grupos agroexportadores y mineros concentrados
Devaluación. Eliminación paulatina de retenciones a las exportaciones de empresas mineras y sojeras. Reducción de impuestos a los bienes personales. Liberalización de operaciones de exportación.
Ganancia extraordinaria para las exportadoras y los productores superior a los 90.000 millones de pesos en 2016.
Ganancias extraordinarias para las mineras de 3000 millones de pesos en 2016.
Aumento del precio de los alimentos.  Deterioro de las cuentas públicas. Ingreso de divisas por exportaciones de alimentos y fuga vía ganancias y giros al extranjero. Empobrecimiento de la familia argentina y consumo suntuoso de una minoría.
Empresas de servicios públicos
Aumentos  iniciales del 1000 %. Ajustes entre 200 y 400% en 2016 y 2017.

Aumento sideral de la rentabilidad.
Pérdida de competitividad de la empresa argentina. Crisis social de las familias. Reducción del gasto público (baja de subsidios).

Con la finalidad de aumentar ganancias del sector exportador y deprimir el costo del salario en dólares, se impulsó una fuerte devaluación. Ésta última se trasladó a precios agudizando un proceso inflacionario inducido por una estructura económica oligopólica con poderosos formadores de precios, con la eliminación de controles internos y a las exportaciones y con  el alza desmesurada de las tarifas de servicios. Las paritarias de los trabajadores, las jubilaciones y la AUH cerraron por debajo de una inflación que se estima, será entre el 40 y el 45% anual.
Como resultado del programa económico se deterioró la capacidad de consumo del MERCADO INTERNO (60% de la economía). A diferencia del postulado de campaña electoral de CAMBIEMOS, cayó la INVERSIÓN nacional y es escasa la extranjera (ambas son el 20 % de la economía). En el plano de las EXPORTACIONES (15% de la economía) y exceptuando algunos rubros como la soja, hay una importante caída de los volúmenes. La recesión de Brasil y la baja del crecimiento chino mantendrían esta situación en el corto y mediano plazo. La decisión de reorientar la economía hacia los EUA, acarrea la dificultad de un marcado déficit comercial a favor de los norteamericanos.
Los datos de la macroeconomía del país son elocuentes y hay una recesión y una caída del PBI de 1,5 % (frente a un crecimiento cercano al 2 % del año 2015). La inflación es la más alta de los últimos años y existe un aumento preocupante de los déficits comercial y fiscal (para el 2017 éste último está calculado en 480.801 millones de pesos). Resultado del cierre de empresas se calculan que se perdieron más de 150.000 empleos. Para enfrentar este preocupante estado de situación, la cartera económica nacional barajó tres alternativas:
a-     Llegada de inversiones extranjeras: no se produjo la lluvia de inversiones esperada, más allá del ingreso fondos especulativos con altos costos para el conjunto de la economía y la sociedad.
b-    Endeudamiento en moneda extranjera: en lo que va del año se acumuló una deuda cercana a los 45.000 millones de dólares. En el año 2017 se calcula sumar otros 25.000 millones cuyo destino sería un 80 % a cubrir  gastos corrientes. Los servicios de la deuda aumentarán de 186.900 millones de pesos en 2016 a 247.328 millones en 2017.
c-     Recorte de gasto público -exceptuando el especulativo financiero-: en términos reales el presupuesto 2017 incluyó recortes en las carteras de producción (-15%), agroindustria (-14%) o salud (-12%). Se produjeron reducciones en ciencia y técnica y en las universidades nacionales la inversión en infraestructura bajó un 70% y hay ajustes en la asignación de las becas de bajos recursos, para carreras prioritarias o las destinadas a las ingenierías. El presupuesto 2017 contempló una paritaria salarial del 17 %, cuando se calcula una inflación del mismo monto y una devaluación del 19 %. Con estas cifras no se recuperará la capacidad de compra del salario de año 2015 y podría empeorarse de cumplirse los guarismos de organismo como el FMI que vaticinan una inflación superior a dos dígitos. 

El nacionalismo boliviano
Según datos publicados recientemente por la CEPAL, Bolivia crecerá en el año 2016 un 4,5%. A diferencia del modelo argentino, la gestión de Evo Morales apuesta a crecer con recursos propios y a mantener la capacidad de consumo del mercado interno. El gobierno sostiene una alta inversión pública que deriva en obras de infraestructura, en el control de áreas productivas estrategias por parte del Estado y en el desenvolvimiento de políticas sociales. Para garantizar el proyecto, el MAS reformó la Constitución en el año 2009 y nacionalizó los hidrocarburos en 2006, en el marco de un paquete de reformas que incluyó la democratización de varias áreas económicas.
Las cifras son elocuentes y la renta petrolera que quedaba en Bolivia en el año 2005 era de 300 millones de dólares y en 2014 alcanzó la cifra de 5.330 millones de dólares. El PBI de Bolivia se triplicó entre 2005 y 2014 y lo mismo ocurrió con el salario mínimo que aumentó en ese valor, en paralelo a que bajaron las tasas de pobreza y de indigencia.
El gobierno aumentó las transferencias a gobernaciones, municipios y universidades que pasaron de 6.669 millones de bolivianos en 2006, a 29.221 millones en 2014. Según fuentes oficiales, la inversión estatal boliviana subió un 795% entre 2006 y 2014, frente al escaso crecimiento del 15% registrado entre 1997 y 2005.
En un momento en el cual el principal producto de exportación del país (gas y petróleo) está a la baja y que su vital destinatario Brasil se encuentra en recesión, el país no detiene su desarrollo y mantiene un crecimiento con justicia social. Entre las causas del éxito, se encuentra en que Bolivia recuperó los principales resortes de su economía y destina los excedentes económicos al desarrollo nacional y social.

Pese a evidentes diferencias de escalas y de perfiles productivos y sociales entre Argentina y Bolivia, la comparación de modelos económicos puede ser efectuada. El MAS se opone a aplicar una apertura liberal indiscriminada de la economía y continúa la línea nacionalista de la economía peronista de los años cincuenta. La decisión de Morales parece coincidir con la tendencia internacional,  reflejada en la decisión del pueblo ingles de salir de la Comunidad Económica Europea y de evitar los resultados de la apertura comercial y financiera. Algo similar ocurre con la elección del presidente Trump en los EUA, quien anunció en campaña electoral una mayor protección económica para su país.  A diferencia de la tendencia internacional, Mauricio Macri aplica un programa liberal que ya fue practicado hasta el año 2003 y que derivó en la mayor crisis económica y social de la historia en el 2001. 


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