domingo, 16 de mayo de 2010

Universidad y violencia política: un debate pendiente.


Aritz Recalde - mayo 2010


La historia de la relación entre la universidad y la violencia política en el país es compleja y contradictoria. Lo mismo se puede decir de los vínculos existentes entre el movimiento estudiantil y la violación del orden institucional. El caso más paradigmático de las tensiones existentes entre ellos lo expresó el comportamiento de la juventud reformista (FUA o FUBA) que apoyó los golpes militares de 1930 o de 1955. Lo contradictorio del tema y entre otras cuestiones, es que el golpe del año 1930 implicó la destitución violenta del líder popular radical que fuera impulsor de la reforma de 1918: Hipólito Yrigoyen. Un caso similar ocurrió en el año 1955 cuando las federaciones estudiantiles por intermedio de la juventud socialista y radical apoyaron el terrorismo de Estado y la imposición de un régimen de fuerza asentado en la violencia. Dicha actitud implicó la derogación de la ley universitaria 14.297 de 1954 y la expulsión ilegal de la universidad de todos los docentes y profesionales que obtuvieron sus cargos en la democracia. La juventud universitaria reformista aprobó o en otros casos implementó una preocupante omisión, a la agravante situación política de los años 1955 a 1973 y que se caracterizó por las proscripciones y la violencia ejercida por el Estado y las corporaciones sobre las mayorías populares y el orden constitucional. El gobierno popular de 1973 intentó recuperar la legalidad institucional y reincorporó a los cesanteados políticos expulsados de la universidad luego de 1955 y sancionó una ley universitaria por intermedio del congreso democrático (20.654 de 1974). La muerte de Perón y el terror generado dentro de su propio partido por agrupaciones como las AAA o CNU, retrotrajeron la violencia dentro de la universidad. El golpe del año 1976 retomó los asaltos a la democracia profundizando y exacerbando las modalidades golpistas de 1955, de 1962 y de 1966. Frente a la asonada militar dirigentes radicales, demoprogresistas y del mismo peronismo, actuaron en complicidad con el terrorismo de Estado. La experiencia universitaria durante 1976 fue la de una brutal represión sobre el estudiantado y el profesorado. En este marco y de manera similar al año 1955, la FUA siguió actuando y eligiendo a sus autoridades, que no por casualidad para la época, fueron de la agrupación Franja Morada (UCR): Federico Storani (1974-77), Marcelo Marcó (1978-80) y Roberto Vázquez (1980-83). La UCR manejó gran parte de las universidades y tomó las decisiones de la cartera educativa nacional al regreso de la democracia. Sin desconocer la importancia de muchas de las medidas democratizadoras tomadas, el radicalismo no retomó la ley 20.654 y no reincorporó a todos los cesanteados políticos luego de 1976.Frente a dicha compleja realidad, la historia de la universidad y del movimiento estudiantil se debe una profunda autocrítica para no repetir los errores. Luego de las asonadas militares, quedaron inconclusos los planes y los programas educativos de los gobiernos populares y ello hoy se refleja en las dificultades de los universitarios para proponer un proyecto de ciencia y tecnología que acompañe el desarrollo nacional.

domingo, 2 de mayo de 2010

Obra y legado de Juan Manuel de Rosas en el Bicentenario



Aritz Recalde - CEHA
Abril de 2010

Rosas y su contexto histórico.
Rosas y el frente político interno. El contexto de asunción de los dos gobiernos de Rosas está estrechamente ligado a los conflictos políticos internos entre unitarios y federales: ocupó el primer gobierno en el año 1829 luego del asesinato de Manuel Dorrego y en el año 1835 lo hizo tras la ejecución de Facundo Quiroga. La acción disgregadora y violenta de los unitarios, que no por casualidad fueron tildados de “salvajes unitarios”, operó como un fuerte escollo para la unidad e integración nacional. A dicho conflicto, se le sumó la existencia de divisiones en el frente político federal entre figuras disimiles como eran Estanislao López en Santa Fe, Juan B. Bustos en Córdoba, Gervasio Artigas en la Banda Oriental o Manuel Dorrego[1]. El gobierno de Bernardino Rivadavia (1826-27) exacerbó el enfrentamiento interno del país a partir de sus iniciativas de crear un Banco privado (Banco Nacional), de contraer empréstitos onerosos con Inglaterra, de hacer negocios mineros con la Mining en La Rioja, de promover la Constitución unitaria de 1826 o permitiendo que Uruguay se separe del país pese al triunfo militar argentino. La gestión unitaria colocó en pie de guerra a las provincias frente a Buenos Aires poniendo en peligro la unidad territorial. Otro conflicto que enfrentó Rosas fue la compleja relación existente entre los pueblos originarios y la forma de vida de los criollos americanos. La economía. Las guerras de la independencia y el libre cambio comercial inaugurado en 1809 y ratificado en 1811 y 1813 (Primer Triunvirato) deterioraron la estructura productiva del país. Los costos humanos y económicos de la independencia implicaban la necesidad de aunar voluntades para reconstruir el continente. Por el contrario, los proyectos unitarios se abocaron a profundizar los conflictos políticos internos, priorizando sus intereses de clase sobre los del país. Estas acciones incluyeron la negativa de Buenos Aires de financiar a San Martin en la guerra contra los realistas del Perú o la acción del Banco rivadaviano que no apoyó a Dorrego en la guerra contra el Brasil. Asimismo, el librecambio impulsado por los unitarios fue un medio de destrucción de las economías artesanales del interior del país. Rosas y el frente político externo. Rosas asumió su primer gobierno en el marco de una profunda crisis política del continente. El resultado de las guerras de la independencia y de la gestión del gobierno de Rivadavia, fueron perjudiciales para el funcionamiento del país y la región. El antiguo Virreinato del Rio de La Plata creado en el año 1776 para detener el avance portugués, se fragmentó y lejos de contener la acción del imperio lusitano, se encontraba debilitado frente a sus operaciones en la cuenca del Plata. La guerra con Brasil del año 1827 ocasionada por la ocupación del Uruguay o la participación lusitana y británica en la Batalla de Caseros de 1852, son elementos fundamentales a tener en cuenta para comprender el proceso rosista. Del antiguo Virreinato se produjeron las escisiones del Paraguay, del Alto Perú, el Uruguay y de las Provincias Unidas. Asimismo, Rosas debió enfrentar una guerra contra el mariscal Santa Cruz de la confederación peru – boliviana, que intentó apoderarse los territorios de Jujuy y de Salta. A dicha complejidad, se le sumó la acción de los imperialismos Europeos que en la misma época ocuparon territorios en Asia y África y los mantuvieron hasta entrado el siglo XX[2].
Rosas y sus acciones de gobierno.
Rosas y el frente político interno. La primer tarea que desarrolló Rosas fue la de promover la unidad de los federales. Lo rubricó con la firma del Pacto Federal de 1831[3] entre Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, a la cual se sumo Corrientes y el conjunto de las provincias argentinas. Unificado el frente político, Rosas y los federales enfrentaron y derrotaron militarmente a los Unitarios expresados en José María Paz. Estas acciones oficiaron como un elemento de unidad nacional y permitieron la reconciliación entre Buenos Aires, el litoral y el interior. A partir de aquí, Rosas inició una acción política con los pueblos originarios que se caracterizó por la negociación y el enfrentamiento[4]. La primera modalidad implicó el reconocimiento de las comunidades, su integración a las tareas de las estancias, la entrega de bienes materiales –cabezas de ganado, etc.- o la vacunación de sus miembros. Con otro grupo de indígenas ligados al tráfico comercial con Chile, desarrolló una tarea de hostigamiento y persecución (campañas de 1833). Para alcanzar su finalidad Rosas motorizó a los sectores populares, cuestión que le valió duras imputaciones de Alberdi que lo acusó críticamente en la obra Derecho Publico Provincial Argentino de aplicar el sufragio universal y de apoyarse en el “populacho”. La economía. En su primer gobierno (1829-32) Rosas no innovó demasiado. Es a partir del año 1835 con la sanción de la Ley de Aduanas, cuando Rosas inició una nueva etapa en la política del país caracterizada por proteger y promover la industria artesanal y la estancia capitalista. Asimismo, Rosas incautó el Banco Nacional de Rivadavia y creo la Casa de la Moneda que dio credibilidad a nuestro patrón monetario. Cancelo la hipoteca de nuestro suelo realizada por Rivadavia e intentó cobrar el canon de enfiteusis, lo cual lo enfrentó a los grandes terratenientes (“Libres del Sur”). Derrotados los latifundistas Rosas desarrolló una política de entrega de tierras a colonos y a militares que fueron apoyados con créditos de la Casa de la moneda. En el año 1837 prohibió la salida de oro y plata para frenar su fuga al extranjero y el defalco del país. La aplicación de la Ley de Aduanas se vio obstruida en parte por las agresiones imperialistas inglesas y francesas. Rosas y el frente político externo. Una vez que Rosas consiguió la unidad de los federales y de las provincias, inició las acciones para organizar el Sistema Americano que consistió en reunir en un régimen federal al antiguo Virreinato. En este marco, se enfrentó y derrotó al imperialismo francés que protagonizó el bloqueo de 1838 y al anglo francés de 1845. La acción antiimperialista de Rosas fue reconocida por José de San Martín que se ofreció a combatir a Inglaterra y a Francia y le entregó su sable utilizado en la Independencia de Chile, Argentina y Perú a modo de reconocimiento[5]. El paso siguiente era vencer al imperio portugués y por eso se le declaró la guerra en 1851. Con estas y otras finalidades, mantuvo el control de la Aduana desde Buenos Aires, cuestión que lo enfrentó a otras provincias. Las acciones ideológicas[6], comerciales y políticas de los unitarios, la derrota de Oribe en Uruguay, el imperialismo británico y los errores y traiciones políticas de Urquiza y el Ejercito Grande, le impidieron culminar su obra que se vio interrumpida en la batalla de Caseros. Lo que vino después es conocido por todos: los países del Virreinato separados[7] y sumergidos en el subdesarrollo y la violencia en las batallas de Pavón, en la Guerra de la Triple Alianza y en las políticas de la presidencia de Bartolomé Mitre.

Batallar por la unidad nacional y la del continente, promover la lucha anti imperialista por todos los medios y defender nuestras industrias movilizando a los pueblos, es parte del legado de Juan Manuel de Rosas en el bicentenario.


[1] No fue fácil ni lineal la relación entre los dirigentes políticos federales que Rosas reunió para organizar el país. Por ejemplo, Bustos desde el Ejército del Norte se enfrentó a López y éste último había combatido contra Artigas luego del Tratado de Pilar.
[2] Las potencias expandieron sus territorios coloniales en paralelo a su agresión al continente americano y a Rosas. Francia y por citar un caso, ocupó Argelia desde 1830 e Inglaterra tomó posesiones en Egipto (1882) o en China tras la Guerra del Opio de 1839 obteniendo el libre comercio con ese país y la posesión Hong Kong. El protectorado sobre la India ejercido por los británicos se expandió considerablemente en la misma época que se agredía a Rosas. La diferencia sustancial entre estos y los otros casos, es que Rosas y la Confederación derrotaron al imperialismo.
[3] Uno de los puntos del acuerdo rubricados en el Pacto era la futura organización de una asamblea para sancionar una Constitución. En la opinión de Rosas que se puede rastrear en la Carta a Facundo Quiroga de la Hacienda de Figueroa de 1834, la Constitución debía ser el fin de un proceso de acuerdos mínimos para la organización nacional y nunca su inverso. Si no se garantizaba el orden interno y externo del país y si no se acordaba previamente su forma de gobierno, el texto caería en desgracia. Esta y otras causas, demoraron la sanción del texto constitucional hasta 1853. El documento sancionado en 1853 fue redactado en gran parte por Juan B. Alberdi en base a copiar otros marcos normativos (principalmente en modelo de Filadelfia en EUA). Tal cual lo adelantó Rosas, dicho texto no era una política en si mismo y no fue reconocido por Buenos Aires que sancionó su Constitución centralista en 1854 separándose de la Confederación. Asimismo, la Constitución de 1853 rubricó la dependencia al extranjero y el sistema agroexportador liberal del país. Tal fue la suerte de las leyes sancionadas por los abogados liberales.
[4] La relación entre los criollos y su sistema de vida y producción con los proyectos indígenas fue complejo. La política colonial española había establecido la ocupación durante siglos y habitaban America en la época de Rosas diversas razas. Frente a dicha realidad, existieron distintas propuestas de articulación. Los unitarios ejecutaron el exterminio del indio como método. Rosas promovió la negociación y la integración al mundo de la estancia de los pueblos originarios. La posibilidad de que Rosas revertiera la ocupación devolviendo los territorios al indígena y migrando al europeo, no era una posibilidad aplicable. Es interesante observar que dirigentes populares como José Hernández mantuvieron reparos y prejuicios sobre el indígena y ellos se pueden leer en el Martín Fierro. Esta cultura de época debe ser atendida para comprender las posibilidades, límites y alcances del modelo propuesto por Rosas.
[5] Rosas legó en testamento el sable al Mariscal paraguayo Francisco Solano López, al cual le reconoció su lucha patriótica en la Guerra de la Triple Alianza contra los mismos enemigos que tuviera Juan Manuel.
[6] Uruguay y Chile oficiaron durante Rosas como un lugar de encuentro y de trabajo de los intelectuales al servicio del imperialismo que promovieron el bloqueo francés y británico contra el país. Posteriormente, apoyaron la intervención brasilera en Caseros que incluyó el ingreso militar de sus tropas a Buenos Aires. Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre o Juan B. Alberdi, formaron parte de la tarea. Pedro de Angelis y el Archivo Americano desarrollaron acciones periodistas para detener la acción cultural de los intelectuales cipayos.
[7] Luego de la Batalla de Caseros Justo J. de Urquiza reconoció la independencia de Paraguay y promovió la libre navegación de los ríos y el libre comercio con Europa.

Aritz Recalde: “El peronismo tiene que darle un nuevo mito movilizador a la militancia"

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