lunes, 21 de marzo de 2016

Néstor Kirchner, el keynes de la clase política argentina


Aritz Recalde, marzo de 2016

Néstor Kirchner fue en la política argentina, el equivalente al keynesianismo para el capitalismo liberal.
El intelectual británico John Maynard Keynes (1883 -1946) criticó a la “economía clásica”, demostrando que era una explicación deficiente del comportamiento económico del capitalismo liberal. Esa teoría ofrecía una batería de medidas que no podían revertir la tendencia permanente a la crisis del capitalismo, expresada en fenómenos como el deterioro de la producción, la pérdida del empleo y la inestabilidad e incertidumbre constantes. Keynes no proponía derribar el sistema capitalista, sino que consideró necesario introducir nuevas regulaciones con la finalidad de salvarlo. Ligado a estas ideas, no pocos gobiernos capitalistas occidentales impulsaron medidas tendientes a elevar la demanda, favoreciendo la inversión privada, el gasto público o amparando el consumo manteniendo el valor de los salarios.  

Néstor Kirchner, como Keynes, se propuso preservar al sistema político argentino que estaba inmerso en una profunda crisis de representación. En el año 2003 no había que optar meramente entre Néstor Kirchner o el socialismo nacional, sino entre el “capitalismo serio” como lo llamó el Presidente y la profundización del coloniaje. La Argentina del año 2001/3 estaba quebrada y su PBI caía, el desempleo superó el 25% y en paralelo, aumentó la pobreza a una cifra cercana al 50 %. En este contexto, el Presidente convocó a “salir del infierno”. Kirchner nunca se propuso consolidar una fuerza “anti capitalista”, sino que le otorgó un salvavidas a un modelo de desarrollo que ponía en severo riesgo a la dirigencia política y a la viabilidad del conjunto de los argentinos. A cambio, les requirió al empresariado, a los sindicatos, a los organismos internacionales y a los dirigentes políticos, moderar sus ambiciones y apoyar medidas de reconstrucción productiva y de mejora social. Kirchner conformó un sujeto histórico que transitó un contexto social dramático, sin enfrentamientos violentos de clases, coaligando en un mismo programa a piqueteros, sindicalistas, grupos económicos locales o a empresas trasnacionales.

La dirigencia política que acompañó el neocolonialismo iniciado a la muerte del general Juan Domingo Perón en 1974, tenía grandes posibilidades de perder su función histórica y de ser desplazada por la representación directa de las potencias mundiales y de los capitales extranjeros. La aparición del nuevo modelo de acumulación social, económico y político de 2003 permitió:
-          que la dirigencia política local no sea remplazada por los representantes directos de los empresarios extranjeros o del crimen organizado internacional y por sus aliados de los medios de comunicación de masas.
-          que la Argentina no delegue su soberanía política y económica a los organismos financieros como el FMI o el Banco Mundial.
-          conformar un Estado ampliado en su estructura y funciones que generó condiciones de sustentabilidad del aparato político en el corto y en el mediano plazo.

Con un contexto internacional propicio a nuestras exportaciones, el país protagonizó un ciclo de crecimiento y contrariando la tendencia histórica anterior, permitió una mejora social trascendente. Argentina creó nuevos empleos e institucionalizó una cobertura social universal por parte del Estado. Durante la etapa, el kirchnerismo aplicó una mediación favorable al obrero en los conflictos sindicales. El proyecto nacional no impidió las abultadas ganancias de los especuladores financieros y los bancos, la altísima rentabilidad de la oligarquía terrateniente o la inmensa capacidad de acumulación de los grandes grupos económicos concentrados. Exceptuando medidas como la estatización de las AFJP, las reformas a la Carta Orgánica del Banco Central o la recuperación de algunas empresas de servicios en crisis, no se realizaron cambios sustanciales de la estructura de propiedad o del poco progresista régimen tributario.
La negociación de la deuda externa fue un caso ejemplificador de keynesianismo kirchnerista. Néstor nunca postuló no asumir la deuda, sino que le aclaró a los especuladores que los “muertos no pagan”. No instó realizar investigaciones de fondo y tampoco propuso salir radicalmente del sistema financiero internacional. Ambas cuestiones hubieren derivado en una ruptura frontal con los bancos extranjeros y además y tema importante, era una forma de enfrentar a los grupos económicos concentrados internos. Kirchner negoció una quita del capital a los bonistas, que fue atenuada por la inclusión de otros aportes resultantes de variables de crecimiento económico. La negociación  permitió a la Argentina y al sistema financiero, transitar la severa crisis económica de carácter internacional. En poco más de una década el gobierno pagó y según declaraciones del mismo oficialismo, una suma cercana a los 200.000 millones de dólares.
Cuando el contexto internacional se modificó en detrimento de la producción argentina, había al menos, tres alternativas posibles. La primera, era impulsar acciones políticas contra los titulares de la gran propiedad oligopólica, cuestión que el gobierno claramente no hizo. La segunda alternativa, fue el ajuste social a los más humildes que tampoco fue aplicado. La tercera posibilidad que finalmente se empleó, fue gobernar con déficit y con una baja tasa de crecimiento, aumentando la deuda pública a la espera que cambien las condiciones económicas mundiales.

Actualmente, CAMBIEMOS puso a cargo de los equipos de gestión a dirigentes provenientes de las corporaciones. Se trata, como en los años noventa, de:
-          transferir la soberanía política y los recursos de los argentinos al capital financiero trasnacional y a los grupos económicos oligopólicos.
-          reducir el Estado cualitativa  y cuantitativamente. El Estado está perdiendo capacidad de regulación de la economía y de la sociedad y fueron expulsados más de 20.000 agentes.

La negociación de la deuda externa que realiza CAMBIEMOS, es un ejemplo de su concepción política e ideológica. Le van a pagar lo que requieren el 7 % de los fondos especuladores que no aceptaron la propuesta de quita kirchnerista. Decidieron desconocer las negociaciones de 2005 y 2010, aumentando aún más las exorbitantes ganancias del sistema financiero y poniendo en juego la política de Estado post 2001. Un sector importante de la dirigencia  política que incluyó a diputados peronistas, votó en el Congreso para que se les pague a los Fondos Buitres. Como moneda de cambio de tal onerosa medida, obtienen recursos nacionales para ejecutar obras y para afrontar el pago de salarios. Con esa decisión, los legisladores están entregando la soberanía nacional, a cambio de recursos para gobernar en el corto plazo.
Con la finalidad de aumentar aún más la rentabilidad del capital concentrado extranjero, el gobierno nacional eliminó retenciones al agro y a la minería, excluyó regulaciones a la especulación financiera, expulsó trabajadores del sector público y permitió las decenas de miles de desocupados de la actividad privada. A diferencia de Kirchner que se preocupó por no matar la “gallina de los huevos de oro” del capitalismo dependiente argentino, CAMBIEMOS pone el país al borde de abismo, profundizando el endeudamiento e imposibilitando la capacidad de pago a menos que se profundicen los ajustes estructurales en marcha.

Con sus logros y con sus limitaciones, el kirchnerismo fue una especie de keynesianismo político, que reguló el sistema con la finalidad de darle sustentabilidad en el tiempo. Actualmente, el Frente Para la Victoria y los aliados tienen, al menos, tres alternativas:
-          UNO. Apoyar el programa de CAMBIEMOS. Esta decisión en el mediano y largo plazo puede destruir el Estado y la economía y va a debilitar la participación de la dirigencia política como en 2001.   
-          DOS. Defender el keynesianismo kirchnerista y sus logros como un “piso y techo” político y económico. Con el deterioro de la economía regional y debido la baja de nuestras exportaciones, se hace más difícil que coexistan en armonía la altísima ganancia empresaria y el mantenimiento de los salarios y el nivel de vida del pueblo. 

-          TRES. Diagramar una alternativa política radical de transformaciones, que en línea con la Revolución Justicialista de 1946 o de 1973, implica recuperar con control nacional el comercio exterior, los bancos, los recursos naturales y las empresas estratégicas. 

martes, 15 de marzo de 2016

La “grieta” de las universidades argentinas

Aritz Recalde, marzo 2016

Transcurridos apenas tres meses  de la asunción de un nuevo gabinete nacional, se hace difícil alcanzar una conclusión acabada de cuáles serán los lineamientos de la política educativa. A continuación, meramente vamos a exponer algunas unas reflexiones iniciales.
Inicialmente, Cambiemos intentó ubicar a las universidades públicas como parte del diagnóstico de la existencia de un Estado “politizado” y caracterizado por el “despilfarro y la corrupción”. Con ese cuestionable y dudoso diagnóstico, en otras dependencias públicas ya aplicaron más de 25.000 despidos.
Los despidos directos en universidades están imposibilitados por la autonomía y la autarquía que gozan las Casas de Altos estudios. Pese a ello, se sancionó el decreto 336/16 que dejó sin efecto los convenios entre las universidades y otras reparticiones del Estado, posibilitando despidos “indirectos” de profesionales que estaban desempeñando actividades académicas y de investigación. El decreto obliga a que los nuevos acuerdos entre instituciones sean ratificados por el Ministerio de Modernización macrista.
Compartiendo esta definición política, el Ministro de Educación de La Nación Esteban Bullrich designó originariamente en la Secretaría de Políticas Universitarias, al productor televisivo de Animales Sueltos, Juan Cruz Ávila. Esta persona no tenía trayectoria académica, ni tampoco en gestión universitaria. Según le comentó el Ministro de Educación al Diario La Nación el 1/12/15, Ávila venía a saldar una “grieta” entre las universidades peronistas y radicales. Paradójicamente y pese a enarbolar la “neutralidad valorativa”, Bullrich reconoció que solamente había conversado la designación del Secretario con los rectores radicales. El Ministro también  aseveró que existe un conglomerado de “universidades nuevas, del conurbano”, que profundizaron la “grieta” y que obligaron a tal desafortunada designación. El nombramiento de Ávila fue rechazado de plano por la comunidad académica y el Presidente de La Nación designó en su remplazo a Albor Cantard, dirigente con trayectoria académica y de extracción radical. Este nombramiento parece más lógico por el hecho de la UCR integró el frente Cambiemos y tiene dirigentes con trayectoria en universidades nacionales, a diferencia de los funcionarios del PRO de origen educativo en el sector privado y extranjero.
La caracterización de la actualidad universitaria como parte de una “grieta” es tendenciosa, inexacta y cuestión fundamental, es peligrosa para la sustentabilidad de las políticas científicas del país. Durante la gestión universitaria iniciada en 2003 existió una excelente articulación entre las diversas corrientes ideológicas y políticas universitarias, al punto de que el Secretario de Políticas Universitarias fue durante mucho tiempo un ex rector de la UNLP de origen UCR (Alberto Dibbern).
Todas las universidades argentinas, sin banderías, fueron parte de un programa de gobierno de reparación histórica en los temas concernientes a la universidad. En el año 2002 el presupuesto universitario era de 1900 millones y en 2016 superó los 40.000 millones anuales. Por primera vez en toda la historia, los docentes y los no docentes poseen su propio Convenio Colectivo de Trabajo y tuvieron paritarias todos los años. El periodo 2003/15 fue la etapa de mayor apertura universitaria de la argentina y las 15 nuevas instituciones completaron la federalización de la Educación Superior en lugares tan disimiles como Tierra del Fuego, San Luis, Misiones, Florencio Varela o Avellaneda. Todas las universidades de beneficiaron del plan de infraestructura más ambicioso que se haya conocido en décadas y que permitió construir aulas, laboratorios,  playones deportivos, nuevas sedes o modernizar tecnológicamente las instalaciones académicas y deportivas. En 2002 había 5000 becas universitarias y hoy ascienden a 50.000. Ésta larga lista de realizaciones a lo largo y ancho del país, podría continuar con lo realizado en el CONICET, con la repatriación de científicos del Programa RAICES o con el plan de promoción de carreras prioritarias e ingenierías, etc.-
La opinión de Esteban Bullrich sobre la “grieta” coincidió con la de Mauricio Macri, quien viene reiterando que las nuevas universidades son “políticas” y no “académicas”.  La descalificación realizada sobre las universidades como “políticas” es peligrosa y nos retrotrae al año 1955 cuando el golpe de Estado cerró la Universidad Obrera, solamente por el hecho de haberla creado el peronismo. Es como si Néstor Kirchner hubiera amenazado cerrar las más de diez universidades nacionales que impulsó Carlos Menem. Imagínense qué ocurriría si Juan Perón en 1946 clausuraba la Universidad Nacional de Cuyo por que se abrió en la década infame (1939) o si a la vuelta de la democracia Ricardo Alfonsín cerraba la Universidad de Rosario por surgir en pleno gobierno de Juan Carlos Onganía (1968).
El comentario del Presidente y de su Ministro de Educación estigmatiza a instituciones, docentes e investigadores sumamente prestigiosos y es, cuanto menos, desafortunado. Lo primero que hay que decir es que todas las universidades nacen de un acto político como es la sanción de una ley. Asimismo, se debe destacar que las instituciones se administran de manera cogobernada desde la recuperación de la democracia y ello implica una actividad política permanente e indelegable. Por otro lado, toda práctica científica conlleva valores e ideologías, sean los neoliberales de Macri o los desarrollistas de Cristina Kirchner y eso está lejos de ser un defecto de las nuevas o las viejas universidades.
Hoy los universitarios están sintiendo el impacto económico de las últimas medidas de gobierno. El contexto socioeconómico del país y la región no son alentadores, atendiendo la recesión de Brasil (primer aliado comercial argentino), la baja del precio de la soja y de otros productos exportables y la caída del crecimiento de China o Europa. Argentina que venía creciendo a tasas bajas en los últimos dos años, está entrando en recesión. La situación de estancamiento económico está siendo profundizada por el aumento del desempleo, resultante de los despidos de los sectores público y privado. El país tiene una excesiva inflación que es consecuencia de una devaluación que nació, principalmente, para otorgarles una rentabilidad extraordinaria a los exportadores de cereales. Los anuncios de apertura de las importaciones para bajar la inflación, genera el riesgo ya conocido de los años noventa, de cerrar fábricas y de primarizar la economía, perdiendo valor agregado y fuentes de empleo calificadas. En el plano estrictamente de los trabajadores universitarios, se está produciendo un elevado desempleo, revirtiendo la tendencia a la recuperación de las condiciones laborales de la última década.

Los diversos gobiernos tienen que construir sobre los aciertos del anterior, conformando  políticas de Estado. El caso universitario no es la excepción. Construir y consolidar una universidad conlleva varias décadas y no involucra a la gestión de una sola persona o fuerza política. Si no se cumplen estos principios elementales de la nación, el país puede retroceder décadas en sus planes científicos y culturales y conjuntamente vamos a deteriorar el desarrollo productivo y social del país.

martes, 1 de marzo de 2016

Juan Bautista Alberdi y el Brasil


Juan Bautista Alberdi y el Brasil
Aritz Recalde, Febrero 2016
Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño”,
UNAJ – Secretaría de Política Universitaria.


Juan Bautista Alberdi (Tucumán 1810 – Francia 1884) desarrolló una extensa obra sobre temas institucionales, políticos, filosóficos o históricos. Lejos de ser un analista imparcial de los sucesos acaecidos en su época, el autor se involucró activamente en el devenir político de su tiempo desde su condición de periodista, ensayista, encargado de negocios de la Confederación en Inglaterra y Francia o de diputado. Su obra está estrechamente relacionada con su trayectoria política y no en pocas cuestiones, Alberdi modificó sustancialmente sus puntos de vista en los disímiles contextos en los cuales interactuó y tal cual manifestó Juan José Hernández Arregui, el pensamiento de Alberdi “es dispar según las etapas de su vida” (Arregui 2004: 102).

La geopolítica de la Cuenca del Plata ocupó un espacio importante de sus investigaciones. En este contexto, no fueron pocos los artículos, libros y opiniones en los cuales estudió las relaciones históricas, actuales y futuras con el Imperio del Brasil. Tal cual vamos a analizar en el texto, Alberdi describió el comportamiento político del Brasil en relación a las siguientes variables:
-       Composición racial de su población y clima.
-       Ampliación de su superficie territorial y control de vías navegables de la Cuenca del Plata.
-       Injerencia política y militar en Uruguay y el Paraguay.
-       Relaciones con los Estados Unidos y las Potencias europeas.    

Los Alberdi/s, Las Bases y el colonialismo europeo
La diversidad de su producción tanto durante su vida y principalmente luego de su deceso, fue parte de apropiaciones y de reinterpretaciones parciales e interesadas. Inmediatamente a la batalla de Pavón del año 1861, las clases dominantes porteñas ejercieron un predominio fundamental sobre el conjunto del país y cuestión importante, fueron las encargadas de fundar los principales rasgos de la cultura oficial de la República Argentina. Para el caso de Alberdi, ésta última operación implicó la canonización de algunas de sus obras como son Las Bases, en relación a textos como “Grandes y pequeños hombres del plata” o “Fragmento preliminar al estudio del Derecho”.
No por casualidad, su trabajo más difundido fueron Las Bases. Este texto fue escrito desde Valparaíso, Chile, luego de salir del país en el año 1838 con destino a Montevideo[1]. Su extensa pasadía por el exterior del país, incluyó la ciudad de Montevideo, Europa, Estados Unidos, Rio de Janeiro o Chile. En el año 1837 poco tiempo antes de viajar al extranjero, publicó Fragmento preliminar al Estudio del derecho, realizando varias loas a Juan Manuel Rosas[2] a quien caracterizó como “representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo. Y por pueblo no entendemos aquí a la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino también la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe (…) no sería el despotismo de un hombre, sino el despotismo de un pueblo” (Alberdi 1920: 36-37).
Pese a las opiniones del Fragmento preliminar, el autor destacó que prefirió salir del país ya que con Juan Manuel de Rosas no hubiera “podido publicar las Bases, en que propuse dar a los extranjeros todos los derechos civiles y sociales del ciudadano extranjero” (Alberdi 1953: 55). El antiimperialismo de Rosas expresado en su negativa a entregar la economía y la administración a las potencias extranjeras, estuvo entre sus motivos principales para autoexiliarse.
Alberdi acompañó las agresiones militares de Francia contra el país de 1838 y según se destacó en los “Apuntes Biográficos” introductorios a la edición de sus Obras Completas, el General Lavalle lo designó secretario de campaña y lo tuvo a su lado “en las entrevistas que diariamente tenía con los marinos franceses” (Alberdi 1886: XXI). Lo mismo haría en el conflicto con Brasil en 1852 y con la contienda frente la escuadra anglo francesa de 1845 y en ambos casos apoyó a al ocupante foráneo. El autor reconoce que en el año 1852 en la antesala de la batalla de Caseros, “Francia iba a abandonar toda esperanza de libertad fluvial en los afluentes del Plata (tratado Lepredour) cuando las provincias argentinas vencieron el americanismo de Buenos Aires (…) las provincias abrieron sus ríos para recibir en su seno la civilización de la Europa” (Alberdi 1964: 56). Bartolomé Mitre, Justo José de Urquiza y el Imperio del Brasil iban a derribar el programa americanista, para entregar la economía argentina a Inglaterra y a Francia.
En el año 1845 Alberdi publicó en el diario El Mercurio un texto a favor de la ocupación anglo francesa. Entre las justificaciones que dio para apoyar al agresor foráneo, estuvo que los ocupantes garantizarían el remplazo de las razas barbarás que seguían a Juan Manuel de Rosas. Manifestó con un dejo de ironía que Buenos Aires y Montevideo “van a tener paz y progreso, al favor de auxilios prestados por ingleses, franceses y brasileiros, en lugar del glorioso apoyo que los hermanos pehuenches, prestan al actual Gobierno de Buenos Aires! (…) gloria eterna al general Rosas, que nunca quiso tratos con ingleses ni franceses; y que siempre que necesitó aliados para apoyar su americano y glorioso sistema, los buscó en las nobilísimas razas que moran en los desiertos más meridionales de América”. Alberdi insistió a lo largo de su obra, en la necesidad de se produzca la ocupación militar a favor de Inglaterra, de Francia o incluso del Imperio Brasileiro, con la finalidad de “ligarse a los pueblos más civilizados de la tierra, para asuntos de civilización y no a los indígenas, como el General Rosas” (Alberdi 1953: 109-110).
Inicialmente, se podría suponer que la notoriedad de Las Bases tuvo que ver con el hecho de que  algunas de sus propuestas integraron la Constitución Nacional de 1853[3]. El argumento es discutible ya que y por ejemplo, en el contexto de su promulgación Buenos Aires desconoció al gobierno nacional de Justo José de Urquiza e inició una etapa secesionista que incluyó la sanción de una constitución propia en 1854. Sin negar la importancia institucional que adquirió con el transcurso del tiempo éste documento, consideramos que hay otras causas más importantes por las cuales una extensa, diversa y polémica producción como la de Alberdi, se presentó ligada meramente a uno de sus trabajos, desconociendo o al menos subestimando a otros.
El texto de Las Bases fue formulado por Alberdi en su estadía en Valparaíso. Durante buena parte del gobierno de Juan Manuel de Rosas, Chile ofició como un ámbito de articulación de la oposición al gobierno argentino. El país trasandino cobijó además de Alberdi, a Domingo Faustino Sarmiento quién publicó El Facundo en el año 1845 con la decisión manifiesta de apoyar a los franceses e ingleses, en la invasión militar a Buenos Aires en las costas del Paraná. En carta a Alberdi del 16 de septiembre de 1852, Sarmiento caracterizó a Las Bases como “la bandera de todos los hombres de corazón”.
Poco tiempo después, ambos intelectuales iniciaron caminos políticos diferentes y enfrentados. El tucumano apoyó a Urquiza y a la Confederación reunida en Santa Fe y Sarmiento estrechó sus vínculos a Bartolomé Mitre y a los unitarios porteños. Si las agresiones militares de Francia o de Inglaterra contra el país en época de Juan Manuel de Rosas los mantuvo unidos, el reparto de poder político interno a la caída del Restaurador de Leyes los distanció crudamente. Entre sus diversas publicaciones acusatorias, Alberdi atribuyó a Sarmiento hacer del “terror” un medio de gobierno y de haber escrito la “teoría del despotismo argentino y del crimen político” (Alberdi 1964: 20 y 24). Su antiguo aliado para derrotar al “tirano Rosas” en alianza con Francia en 1838 o con Brasil en 1852, se había vuelto el representante despótico de la economía porteña y un teórico carente de realidad. Alberdi le cuestionó que había caracterizado como “barbarie” a los obreros rurales o gauchos de la campaña, que eran los legítimos productores de la “riqueza rural, que es toda la riqueza del país” y con la cual se “paga la riqueza manufacturada que la Europa le vende para llevar la vida civilizada y europea” (Alberdi 1964: 26 y 77). El tucumano destacó como una cualidad de las poblaciones rurales y de los “barbaros de las provincias”, la apertura comercial frente a Europa y su vocación de forjar una alianza militar con el extranjero para derribar a Rosas (Alberdi 1964: 56).

Más allá de sus luchas y enfrentamientos, Sarmiento y el Alberdi de Las Bases, conformaron la matriz ideológica oficial del país a la caída de Juan Manuel de Rosas. De manera resumida, a la salida de la batalla de Caseros Alberdi postuló para la organización del país:

·         Un programa liberal en lo económico.
“El liberalismo inglés no impidió el progreso material de Inglaterra y EEUU; y al mismo tiempo cadaveró al León Hispánico (…) lo atrasó; o subdesarrolló como ahora se dice”. Leonardo Castellani

En su estadía en Valparaíso Alberdi ejerció el bufete de abogados, representando a sectores económicos locales y extranjeros. Según un estudio de Juan Pablo Oliver, el texto de Las Bases reunía una serie de editoriales periodísticas de defensa de intereses mercantiles y estaba dirigido a “asegurar a algunos de sus clientes ingleses que alentaban extender sus empresas allende los Andes, determinadas bases o garantías económico - comerciales que les evitaran las obligaciones, cargas, impedimentos estatales” (Oliver 1970: 16).
En el preámbulo a Las Bases de 1852 insistió en su obstinada posición librecambista, al punto de criticar el proteccionismo inicial de los Estados Unidos y de la Francia napoleónica. El autor reconoce que la revolución francesa “desconoció y persiguió la libertad de comercio (…) la convención hizo de las aduanas un arma de guerra, dirigida especialmente contra Inglaterra (…) la industria europea se acostumbró a vivir de protección, de tarifas y prohibiciones” (Alberdi 1928: 41). En relación a los norteamericanos mencionó que habían impulsado la defensa del país contra los extranjeros  adoptando una “política destinada a proteger su industria y su marina contra la concurrencia exterior, por medio de exclusiones y tarifas” (Alberdi 1928: 42). Alberdi destacó que ambos esquemas proteccionistas eran meramente coyunturales y que los países americanos que los habían reproducido cometieron un grave error, que tenía que ser modificado de raíz.
El país debía importar la manufactura extranjera, exportando los productos agropecuarios que demandaba Europa. Además y tema central, la economía de libre mercado era el instrumento ideal para la importación de hombres blancos y anglosajones (inmigración). Alberdi subrayó que si la organización de la población es una ciencia “no es otra cosa que la economía política” (Alberdi 1928: 19).

·         Un proyecto racista y represivo en el plano político.
“En el Plata, como en el resto de América, no hay más que una división del hombre americano: el indígena, es decir salvaje y el europeo de raza y de extracción, que representa la civilización cristiana”. Juan B. Alberdi (1964: 54)

En la edición de Las Bases del año 1873 Alberdi introdujo unas “páginas explicativas” escritas desde París. Allí destacó que “civilizar es poblar” en la medida de que se importen (inmigración) representantes de la “Europa más adelantada en libertad y en industria”. Había que evitar el ingreso de chinos, indios asiáticos, africanos y otomanos ya que “el buen trigo puede nacer del mal trigo, pero no de la cebada (…) poblar puede ser apestar, embrutecer, esclavizar, según que la población trasplantada o inmigrada, en vez de ser civilizada, sea atrasada, pobre, corrompida” (Alberdi 1928: 15). Su descrédito acerca de las posibilidades de desarrollo de los asiáticos, africanos u otomanos, lejos de ser una invención de Alberdi, era una reproducción lineal del neocolonialismo francés y británico. Ambas potencias estaban ocupando militarmente diversas posiciones a lo largo y ancho del planeta y en paralelo a la guerra y el saqueo colonial, fueron organizando una justificación que presentaron como “científica” y “racional”.
Alberdi mencionó que las “coyunturas” proteccionistas de Francia o Estados Unidos,  influyeron en nuestros países y ello conllevó un pernicioso sistema de prohibiciones y de cercenamiento de los derechos a la ciudadanía plena y al comercio sin límites de los extranjeros. En su análisis de las Constituciones de Chile, Perú, Colombia, Méjico o Uruguay mencionó negativamente que no garantizaban el pleno acceso al poder político y económico a los ciudadanos extranjeros. Alberdi reconoció el acierto de Bernardino Rivadavia de no participar del Congreso de Panamá convocado por Bolívar, ya “que favoreciéndolo aniquilaba desde el origen sus miras de inmigración europea y de estrechamiento de este continente con el antiguo”  (Alberdi 1928: 57-58).
Su descreimiento de las capacidades del pueblo americano para alcanzar la civilización, lo condujo a proponer restricciones políticas según origen de clase y de etnia. En “Derecho público Provincial” propuso quelas constituciones que busquen la paz deben encerrar el poder electoral en el pueblo inteligente. El hombre de pueblo ínfimo vende su voto a la demagogia, y sin saber elegir sólo sirve de máquina electoral y de instrumento automático de desorden. Los sectores populares iban intervenir meramente en cuestiones de gestión administrativa, dejando los aspectos políticos restringidos a “condiciones de moralidad, de fortuna y de aptitud, que garanticen pureza”. El voto universal podría ser aplicado meramente a nivel municipal y en ámbitos políticos superiores era necesario elvoto indirectoy calificado (Alberdi 1917: 109-110).

·         Una ideología europeísta y neocolonial en el aspecto cultural.
 Las Bases contienen y difunden una ideología neocolonial, que es la resultante del expansionismo británico y francés a nivel planetario. Como resultado de esta ideología, se organizó un sistema político, económico e institucional favorable a la oligarquía argentina y a las potencias en ascenso en la nueva división mundial del trabajo.
Para Alberdi el camino hacia la civilización tenía que organizarse importando de Europa los hombres que iban a reproducir las leyes, las costumbres o las teorías económicas[4]. Había que suprimir las diversas etnias indígenas y el bagaje de la cultura hispánica criolla, para importar en su lugar la tradición inglesa y francesa civilizada.

Brasil: un gobierno europeo y monárquico administrando directamente la política americana.
En su libro “La monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica” publicado en 1867, Alberdi argumentó que Brasil disponía de dos características fundamentales del buen gobierno, que eran tener una dirigencia con tradición étnica y racial europea y el hecho de organizarse bajo la forma monárquica. En esa obra destacó que “El Rey de Portugal se trasladó al Brasil y gracias á la actitud que allí tomó, consiguió dejar un trono que salvó la libertad, la independencia y el orden de esa parte del nuevo mundo, con gran ventaja del Portugal mismo que lo ocupó con unos de sus príncipes, se evitó una guerra (…) El Portugal tuvo la sensatez de poner en obra el consejo que el Conde de Aranda diera en vano à Carlos III en un tiempo que América no era todavía responsable de su conducta” (Alberdi 1970: 158).
Según se lee en la cita, Alberdi reivindicó las propuestas del Conde de Aranda que fueron realizadas a Carlos III. El autor destacó que en el año 1783 Aranda le propuso al monarca impulsar la fórmula de “príncipes regentes”, que favorecieran “la independencia completa de América, y su distribución entre los príncipes erigidos en Reyes, con ciertas condiciones remunerativas, compatibles con la independencia entera”. Estos gobernantes tenían que reconocer como emperador y jefe supremo a Carlos III y debían casarse con princesas españolas (Alberdi 1970: 94 y 270).
Según Alberdi, la Argentina había iniciado antes que Brasil la propuesta de formar protectorados europeos de corte monárquico y la proposición del Conde Aranda había sido “aclimatada en Buenos Aires, más temprano que en Brasil (…) En 1814, Belgrano y Rivadavia trajeron por misión à Europa, la negociación del concurso de España è Inglaterra para el establecimiento de una monarquía constitucional en el Plata. El Congreso de Tucumán, tuvo en 1816, la misma idea. La tuvieron los hombres de Buenos Aires en 1819. La tuvo San Martín en 1821 y 1822 en Lima” (Alberdi 1970: 227). La conceptualización que hace Alberdi de José de San Martín[5] a quien define por tener ideas monárquicas, puede ser aceptada. Por el contrario, lejos estuvo el eminente militar de compartir las actitudes políticas del tucumano referidas a la agresión francesa del país. El General héroe de la Independencia nunca apoyó la ocupación militar extranjera, sea de la bandera que fuera. Mientras Alberdi impulsaba entusiastamente a Francia, San Martín le escribió a Rosas desde Grand Bourg el 5 de agosto de 1838, mencionando que estaba al tanto del bloqueo y que era su “deber de americano” defender a la Confederación. El General se ponía voluntariamente a las órdenes del Restaurador de Leyes. Poco tiempo después, San Martín retomaba su correspondencia con Rosas y en el mes de junio del año 1839 le escribió irritado que “lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de dominación española”. Oponiéndose a la nueva agresión inglesa y francesa de 1845, carteó al mandatario argentino en enero de 1846 sosteniendo que pese a su mal estado de salud, “me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecer mis servicios (como lo hice a usted en el primer bloqueo por la Francia) servicios que aunque conozco sería inútiles, sin embargo demostrarías que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra y su independencia” (Chávez 1991).   

La monarquía en Sudamérica
En “La monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica”, el autor se propuso reivindicar ese sistema sobre otras experiencias como eran la república y el federalismo. Tal cual manifestó Juan Pablo Oliver en el Estudio Preliminar a ese trabajo, Alberdi estaba influenciado por el drama que conllevaron los enfrentamientos anárquicos producidos en Argentina, en Colombia, en Chile o también aquel desatado como producto de la guerra civil de los Estados Unidos.
Al descreimiento de las capacidades de la republica de garantizar el orden, Alberdi le sumó una potencial “ayuda” e intervención de las monarquías extranjeras. Oliver destacó que el tucumano viajó por Europa entre 1855 y 1864 entablando relaciones con las Cortes y fue “recibido por Napoleón III, la Reina Victoria de Inglaterra, Isabel II de España, S. S. Pío Nono, soberanos que constituían “la Civilización” por antonomasia” (Oliver 1970: 28). Alberdi argumentó que la monarquía europea iba a generar condiciones para el orden y la estabilidad, cuestiones necesarias para construir la “civilización” en América.  
Alberdi sostiene que la instalación de la Corona Portuguesa en Sudamérica había evitado la guerra que caracterizó a las independencias españolas y consolidó un sistema de gobierno estable y “El Brasil ha debido á la monarquía lo que nosotros no hemos podido obtener de la república (…) el Paraguay, como el Brasil, completó su independencia sin revolución, ni guerra” (Alberdi 1970: 193 y 508).
El tucumano citó como antecedentes americanos de monarquías a México, a Brasil, a Cuba, a Puerto Rico, a las Antillas o la Guayana (francesa, inglesa y holandesa). Un caso particular, es la inclusión que hizo el autor de las islas Malvinas como “países monárquicos”, dando por hecho la ilegal ocupación colonial británica (Alberdi 1970: 261).
La mención a México como un antecedente monárquico a tener en cuenta, es emblemática de la ideología geopolítica del autor. Aduciendo una deuda impaga, México había sido agredido militarmente en el año 1862 por una alianza entre Inglaterra, España y Francia. En dicho contexto, Napoleón III coronó a Maximiliano de Habsburgo como monarca del país y según Alberdi “la campaña de la Francia en Méjico, puede merecer todos los reproches; pero es justo que reconozcan que no es guerra de conquista por la Europa, no es una lucha de independencia por parte de América, como se pretende por un sofisma natural (…) una intervención de la Europa que tuviera por resultado fortificar los gobiernos de América y poner fin á la vida de revoluciones, que lleva ya cincuenta años continuos, no podrá dejar de ser un beneficio (…) Méjico recibe su regeneración de un poder europeo” (Alberdi 1970: 129, 405 y 508).
Según argumenta Juan Pablo Oliver, en los años sesenta al momento de publicar esta obra, Alberdi tenía la intención de coronar un emperador francés en la Argentina. Su férrea defensa de la monarquía a la que inscribió como parte de los programas de San Martín, Bolívar o Manuel Belgrano, tenía que servir como punta de lanza para iniciar un protectorado extranjero, ya que el tucumano sostuvo que si “Napoleón I libró á Sud América de su antiguo gobierno: á Napoleón III toca ayudarle á darse el gobierno independiente”  (Alberdi 1970: 263).
A diferencia del tratamiento favorable del colonialismo de Inglaterra y Francia, en 1867 definió a la actitud expansiva de Portugal como “enfermiza”, cuestión que también aplicó a su réplica brasileña. Las agresiones del Imperio a sus vecinos los desacreditaban y ello implicó debilitar la posibilidad de replicar las monarquías en toda América. Brasil contribuía “como la antigua monarquía española á desacreditar la buena monarquía constitucional. Los brasileros son los yankees negros de la República Argentina; un amago á su integridad, como los Estados Unidos a Méjico” (Alberdi 1970: 238-239).

La expansión territorial del Brasil
“El Brasil es y será para los Estados de origen español, en América, lo que fue la corona de Portugal para con la corona de España, cuando los dividía, no el principio político, sino la aspiración á extender los límites de su imperio respectivo en el suelo americano”. J. B. Alberdi (1970: 481).

Alberdi destacó que la relación entre Brasil y nuestro país había sido de rivalidad e incluyó disputas políticas, diplomáticas y enfrentamientos militares. El autor mencionó que “el Virreinato de Buenos Aires fue constituido por España para contener las usurpaciones portuguesas” (Alberdi 1946: 40). Buena parte de estas contiendas, habían consolidando un sentimiento que Alberdi denominó una “antipatía tradicional, entre las familias española y portuguesa” (Alberdi 1970: 238).
Alberdi analizó la geopolítica de Brasil en la Cuenca del Plata con mayor objetividad y menor parcialidad que lo realizado sobre los intereses ingleses y franceses. En “El Brasil ante la democracia de América”, el autor argumentó que ese país mantuvo siempre vivo su intento de extender las fronteras por la vía militar o diplomática. El Imperio del Brasil luchaba por apropiarse de la tierra, los ríos navegables, los bienes materiales y los hombres blancos de las ex colonias españolas.


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