viernes, 8 de junio de 2012

La revolución de mayo y el neocolonialismo

Aritz Recalde, junio de 2012
Durante el año 1810 recorrió la extensa América del sur, un fuerte reclamo por el derecho a la afirmación política de los pueblos. En dicho proceso revolucionario, coexistieron diversas corrientes políticas e ideológicas que se van a enfrentar a lo largo del tiempo. Una de las manifestaciones del enfrentamiento entre los proyectos revolucionarios, tuvo que ver con la interpretación misma de los procesos políticos.
En este marco, la interpretación historiográfica de las jornadas de mayo no fue neutral y objetiva. Una de las manifestaciones de la parcialidad en la interpretación historiográfica, la realizó la llamada historia oficial. Dicha corriente intelectual, tiene entre sus plumas a Bartolomé Mitre, que estableció que la revolución de mayo se produjo con un sentido anti español, separatista y favorable al libre comercio. Relativizando ésta lectura de la revolución, el revisionismo histórico argumentó que el libre comercio se sancionó anteriormente a la revolución (1809) y que durante las jornadas de mayo se produjeron manifestaciones públicas y documentadas de apoyo al monarca Fernando VII. En ésta misma línea, el revisionismo demostró que buena parte del partido criollo, promovió la revolución democrática con el objetivo de modificar la arquitectura de poder monárquica que cercenaba la participación política de los criollos. No existía en ellos, el sentimiento anti español y el racismo contra nuestra condición hispánica mencionado por Mitre. Por el contrario, había en el primer gobierno patrio y en los ejércitos de liberación, representantes españoles (Chilavert). Asimismo y en sentido inverso, en el frente monárquico contrario al gobierno cabildante, se ubicaban individuos nacidos en América (Goyeneche).  La revolución separatista fue declarada recién en el año 1816 y se produjo debido a la restauración monárquica de Fernando VII y a su negativa a reconocer derechos  políticos a los territorios americanos.
Tal cual adelantamos, la operación historiográfica de Mitre no fue objetiva y por el contrario, Bartolomé desvirtuó la historia para justificar que la ruptura con España derivara en un neocolonialismo con Inglaterra. Mitre hizo escuela en su apología británica y tal es así y por tomar un ejemplo, que contrariando el sentimiento independentista y revolucionario de mayo de 1810, el 10 de febrero de 1933 el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (H) sostuvo que la Republica Argentinapor su interdependencia reciproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del imperio británico”. Tomando distancia al proyecto neocolonial mitrista, en el año 1846 San Martín le escribió a Rosas rechazando la agresión inglesa en el país y sostuvo que “A su recibo ya sabía la acción de Obligado (…) A un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción, no sería un momento dudosa en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en esta contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España”. Contra la opinión de San Martín, luego de la batalla de Caseros que derrocó a Rosas, nuestra política exterior se articuló de manera subordinada a los agresores ingleses de 1806 y 1845 y que ocupaban Malvinas desde 1833. El vaticinio neocolonial de Mitre se cumplía para desgracia del país y del continente.
El neocolonialismo de los sectores liberales que sostenían que la revolución de mayo se realizó para acercar el país a Inglaterra o Francia, tuvo otras importantes consecuencias. El proceso de mayo de 1810 se produjo en el contexto de las invasiones napoleónicas en España. Gran parte del pueblo ocupado y referentes como José de San Martín, habían enfrentado al agresor francés. En esta batalla, se movilizaron desde el año 1808 los liberales españoles promotores de las juntas populares y de la acción antiimperialista. Pocos años después de las guerras desatadas contra Francia, Bernardino Rivadavia era nombrado Secretario del Primer Triunvirato. Rivadavia y paradójicamente, fue denominado por nuestra historia oficial - con marcada admiración-, como “afrancesado”. Continuando los ideales de Bernardino en el año 1838, frente a la agresión Europea contra la Argentina el también afrancesado Esteban Echeverría, se puso a favor del ocupante, ya que en su opinión “el género humano es una sola familia y que nadie es extranjero en la patria universal (…) Hay alianza virtual entre todos los pueblos cristianos tratándose de propagar y defender los principios civilizadores que los emigrados argentinos debían considerarse, por lo mismo, aliados naturales de Francia o de cualquier otro pueblo (…) por parte de la Francia estaba el derecho y la justicia; tuvieron el coraje de alzar solos la voz para abogar por la Francia y contra Rosas”.
Por otro lado y tomado distancia de la perspectiva liberal dependiente, estaban los dirigentes de la revolución de mayo como Cornelio Saavedra, Mariano Moreno o posteriormente, los patriotas de la estirpe de José de San Marín. Estos sectores promovían la revolución democrática anti absolutista y la independencia frente a todo tipo de colonialismo sin bandería alguna.  El pueblo de las orillas se había hecho milicia en las invasiones inglesas de 1806 y en 1810 se dirigió a los cuarteles y a los regimientos de Patricios al mando del teniente coronel Cornelio Saavedra. En las jornadas de mayo, también se movilizaron la pequeña burguesía y los intelectuales como Moreno, Castelli o Belgrano. Entre ambos sectores, existieron fuertes y acalorados debates. Para Saavedra, Moreno postulaba metodologías extremas inaplicables en el contexto de la época. Para algunos morenistas, Saavedra era un moderado y un retardatario. Ahora y pese a sus diferencias, ambos acompañaban el proceso de revolución democrática anti absolutista iniciada con la Junta de Mayo y negaron cualquier posibilidad de que nuestro país sea dominado por Inglaterra, por Francia o por cualquier otra potencia extranjera.

Tal cual comentamos, distantes de la actitud revolucionaria de Moreno o de Saavedra, estarían los liberales porteños como Rivadavia o Mitre.  El sector liberal abogó por la soberanía política, para poner al país bajo la tutela económica y cultural extranjera.
Actualmente, la segunda independencia nacional que es la de nuestro desarrollo económico, cultural y social, sigue vigente. En este marco, la emancipación definitiva del país y el continente, va a ir sepultando al neocolonialismo y a sus historiadores. Seremos argentinos y latinoamericanos o no seremos nada.






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