están incorporadas al margen de mi voluntad, al proceso ideológico de la liberación nacional. Y a las ideas, señor, no se las encarcela”. Juan José Hernández Arregui al salir de la prisión en 1962“La opinión pública es una de las caras del poder social. La estabilidad misma del Estado depende de ella. De acuerdo a lo que el Estado representa frente a las relaciones de poder, así será la propaganda periodística, radial o cinematográfica”[1]. Juan José Hernández Arregui
“En los países coloniales las grandes palabras deben entenderse al revés. Es la “democracia” y la “libertad” de la oligarquía, que a través de La Nación pone ante sí, en el mencionado editorial, la imagen de la “patria grande” contra las “patrias chicas”. Es la patria de Caseros. Y sobre todo de Pavón. Que ganó Mitre”[2].
Juan José Hernández Arregui“El silencio de los intelectuales se llama traición al país (…) En un país colonizado la labor del escritor es militancia política”[3]. Juan José Hernández Arregui
“Me bastaría conservar dos o tres libros. Entre las plumas argentinas, los de Scalabrini Ortiz, la fundamental Caída de Rosas de Pepe Rosa, y este último que Hernández Arregui acaba de enviarme sobre el ser nacional”[4]. Juan Domingo Perón
En el Cuaderno vamos a mencionar la opinión del filósofo argentino Juan José Hernández Arregui (1912-74), acerca del rol cumplido por el periodismo en el país. En particular, nos interesa recuperar su visión de la relación entre el desarrollo nacional y el periodismo.
Cabe destacar, que Arregui fue protagonista de una importante tarea periodística[5] a partir de la cual, se organizaron sus opiniones sobre el particular.
Previamente a recuperar su análisis del periodismo, vamos a referirnos a las definiciones de nación y de conciencia nacional del autor.
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I- La conciencia nacional
“La conciencia nacional de los pueblos jóvenes no es colonizadora sino reflejo defensivo provocado por el imperialismo (…) La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación”[6]. Juan José Hernández Arregui
La obra de Hernández Arregui está centrada en la crítica cultural y política. En particular, su preocupación se refiere al tema de la nación y de la formación de la conciencia nacional. Ésta última definición y en su opinión, tiene connotaciones claramente políticas y se refiere a la capacidad de autodeterminación de los pueblos en el marco de la geopolítica mundial. En sus palabras: “Ante esa democracia embustera, disoluta, irrealizable, se yergue el nacionalismo como un derecho de los pueblos en la común voluntad de defenderse frente a otras naciones más fuertes y en la decisión multitudinaria de edificar el Estado soberano, entendiendo como tal, la manumisión de todo poder exterior. Y esto no se logrará por conductos “democráticos” sino mediante una Revolución Nacional que ordene a todas las instituciones dentro del Estado – Nación autárquico”[7].
La nación se realiza por intermedio de la afirmación del derecho a la autodeterminación política de las organizaciones libres del pueblo y los Estados. Dicha enunciación, implica el enfrentamiento a los intereses de las potencias y por eso, la conciencia nacional encarna un contenido claramente antiimperialista: “Y si el “ser nacional”, ahora despojado de sus velos abstractos, es afirmación y no negación, simultáneamente es conciencia antiimperialista, voluntad de construir una nación (…) En este plano de la consideración histórica del asunto, el “ser nacional”, desmontado de su cáscara ideal, no es otra cosa que el enfrentamiento de la América Latina con Inglaterra y Estados Unidos, la conciencia revolucionaria de las masas frente a la cuestión nacional e iberoamericana”[8].
En opinión del Hernández Arregui, para fundar la nación las organizaciones libres del pueblo tenían que consolidar cuatro elementos fundamentales. Ellos eran la independencia económica, la conciencia histórica, la soberanía científica y tecnológica y la unidad iberoamericana.La independencia económica
“Una nación que acepta la teoría librecambista de otra no es una nación, pues está favoreciendo, al desguarnecer su propio mercado, a la industria extranjera, y en consecuencia, frenando su propio desarrollo industrial, base de toda independencia nacional”[9]. Juan José Hernández Arregui
En la visión de Arregui, una nación no se organizaba de manera soberana sin alcanzar la independencia económica. Para alcanzar ésta última condición, el país tenía que industrializarse. El autor se refirió a ello cuando sostuvo que “Sin industrialización no hay independencia económica base de la soberanía nacional. Y sin soberanía nacional no hay autonomía cultural. Tal tarea sólo puede cumplirla el Estado Nacional” (…) Toda industrialización es un intento consciente del país que ejecuta para alcanzar la plena soberanía”[10].
La independencia económica se iba a alcanzar siempre y cuando, los Estados de Iberoamérica articularan las acciones de manera mancomunada detrás del objetivo en común y “La nacionalización de la economía no basta mientras se produzca en países aislados. Esta tarea debe combinarse entonces con la unificación aduanera, política y cultural de todo el continente. Y sólo de esta unión material puede tornarse homogénea la Cultura de América Latina”[11].
La conciencia histórica
“Cuando un pueblo ha alcanzado tan alto grado de su conciencia histórica, podrán discutirse los plazos que la misión histórica demanda, no puede dudarse que la edificación de la nación argentina, la Confederación Iberoamericana, la liberación nacional y la construcción del socialismo están en nuestras manos. Sólo el hombre es capaz de mirar lejos, sólo el hombre es capaz de lograr lo grandioso”[12]. J. J. Hernández Arregui
Arregui entiende que los actores sociales desenvuelven su práctica política, a partir de sus concepciones culturales e ideológicas previas. En este marco, la disputa por la interpretación de la historia de las luchas populares, formaba parte de la construcción de la conciencia nacional “Y como la historiografía en letras de molde es siempre la de una clase social – en el caso argentino de la oligarquía terrateniente -, la revisión de la historia es de vital relevancia en su articulación con la liberación nacional. O lo que es lo mismo, en su conexión intrínseca con las masas argentinas. Ya que sólo una revisión de la historia que muestre el meollo, la esencia de clase de esa historia oficial, puede darle al pensamiento nacional un instrumento crítico de primer orden para elevarse racionalmente a la conciencia histórica del papel de las masas como protagonistas de la historia (…) A la historia oficial de la oligarquía hay que oponerle la revisión revolucionaria que desvista el contenido clasista de esa fábula canonizada de nuestro pasado”[13].
Soberanía cultural y científica
“El capitalismo monopólico, es acompañado, como la sombra al cuerpo, por el imperialismo cultural. Los medios de producción – la tecnología en su conjunto- pertenecen a una exigua pero minoría de grandes empresas”[14]. Juan José Hernández Arregui
En la medida que la nación se industrializaba, las demandas hacia el sistema científico tenían que actualizarse. Frente a dicho desafío y por el contrario, las potencias promovían el subdesarrollo tecnológico del país. En ese marco, se había consolidado una ciencia dependiente y atrasada, concentrada en pocos monopolios y tendiente a perpetuar el esquema del sistema económico agroexportador. En sus palabras: “El atraso científico, desde el punto de vista de la investigación, debe explicarse no como una incapacidad de los argentinos para la ciencia, sino como el remate cultural de una oligarquía colocada encima de las masas y adversa por destino sociológico a la Cultura del pueblo (…) De este modo, el conocimiento científico impartido en la Universidad liberal con criterio escolástico en el estricto sentido del término se imponía a millares de argentinos (…) la imagen de una argentina ganadera servida por una tecnología limitada convenía a las naciones extranjeras inversoras de capital (…) El país ganadero no necesitaba de la ciencia, pues la filosofía del monocultivo rechaza por definición el despliegue del espíritu colectivo” [15].
Los instrumentos aptos para alcanzar el desarrollo tecnológico y la industrialización, eran cercenados a los argentinos y en particular, a los sectores populares. En este cuadro, la emancipación política del país tenía que conducir a la refundación del sistema científico y “La ley del cambio cultural y de movilidad de las culturas responde al avance o estancamiento tecnológico, con lo que la entrada de las masas a la civilización depende de las técnicas aplicadas a sus necesidades sociales, lo cual exige una revolución que transforme las relaciones de la economía nacional”[16].
La unidad Iberoamericana
“En definitiva, nuestra Cultura, es de raíz hispánica pero la construcción de nuestro destino es americana”[17]. Juan José Hernández Arregui
Arregui a lo largo de sus libros mostró la fuerte ligazón existente entre los diversos procesos políticos emancipadores del continente. En ésta línea, reconstruyó las similitudes culturales expresadas en la lengua, la literatura o la pintura, entre los Estados y los pueblos. Por historia y por cultura en común, teníamos fuertes lazos de unidad continentales. Además y cuestión fundamental, Hernández Arregui remarcó el hecho de que todos los Estados, gobiernos y pueblos, teníamos un mismo enemigo imperialista. Frente a ello, consideró que la unidad de Iberoamérica era el elemento central para alcanzar la nacionalidad plena del país. En dicha línea, estableció que “América Hispánica es una Cultura. Sólo falta saber si la conciencia de su destino futuro – es decir, la capacidad de trascender fuera de sí – está también presente (…) La fuerza del continente ha sido su unidad espiritual en medio del formidable desplazamiento del equilibrio mundial de la era imperialista. Pero esa defensa no ha sido suficiente. Hoy, en otra etapa histórica, debemos concebir nuestro destino en términos de política intercontinental”[18].
II- El periodismo y la conciencia nacional
“El editorial de La Nación no es anecdótico. Es un documento histórico, pues el periodismo es también fuente historiográfica”[19]. Juan José Hernández Arregui
Arregui estudió el rol del periodismo en relación a la conciencia nacional. La prensa en un país dependiente, se tornaba un instrumento neocolonial al servicio del imperialismo, cumpliendo la función de impedir la formación de la conciencia nacional. Con esa finalidad, el periodismo enfrentaba la posibilidad de que se consoliden los cuatro aspectos fundamentales de la nación mencionados en el punto anterior.
A continuación, vamos a mencionar algunos de los aspectos de dicho punto de vista.
El periodismo y la extranjerización del país
El periodismo en manos de los monopolios foráneos o de la oligarquía interna, tienen como objetivo fundamental contribuir a las transferencia de nuestro patrimonio al extranjero, ya que y por tomar un ejemplo, “La CADE, como lo ha señalado José Luis Torres, controlaba la Editorial Sudamericana, de la cual era accionista Victoria Ocampo, que a su vez, surtía de intelectuales a La Prensa y La Nación (…) Desacreditar y aislar todo pensamiento argentino era la misión combinada de la prensa, la radio, el cine, al servicio de los centros organizados del poder mundial”[20].
El periodismo, la libertad de prensa y la libertad de empresa
El hecho de que el periodismo sea una empresa comercial, imposibilitaba el pleno ejercicio del supuesto de la libertad de prensa. En realidad, Arregui entendía que los dueños de medios definían las líneas editoriales ya que “No pueden hablar de libertad aquellos que dependen de diarios, revistas, cátedras, pagadas directa o indirectamente por el colonialismo, y por ende, controlados por la censura oficial”[21].
El periodismo y el neocolonialismo cultural
“La propaganda es la segunda naturaleza del colonizado armado por las vías entrelazadas del cine, la T.V., la radio, los avisos comerciales, etc. En las colonias, la realidad social está maquillada. Se imita a las metrópolis productoras de venenos subculturales, tanto como de artículos de mercado, se calcan las modas extranjeras, se leen autores extranjeros”[22]. Juan José Hernández Arregui
“Ahora, en el siglo XX, como la pedagogía también progresa, nos mandan sus historietas en colores, series embrutecedoras de TV, y al gran maestro de los niños James Bond”[23]. J. J. Hernández Arregui
Tal cual se lee en el epígrafe, el autor entiende que el aparato de prensa era utilizado por las dirigencias de las potencias, para perpetuar su dominio sobre los Estados dependientes. Con dicha finalidad, los medios periodísticos eran instrumentados para promover sus modelos culturales.
A lo largo de su obra, Arregui muestra como la organización y la distribución de la cultura, eran controlados por los representantes de las potencias y en sus palabras “Las metrópolis que centralizan y controlan mundialmente los medios de difusión cultural masiva apuntan con especial e insistente coordinación a esta congelación mental de las capas intelectuales de los países atrasados”. Dicho manejo centralizado de los medios, les permitía difundir concepciones negadoras de nuestra condición cultural y en sus palabras “Al mismo tiempo se incentiva el sentimiento de que la Argentina pertenece a Europa y no a Iberoamérica”[24].
El periodismo y la participación del pueblo en política
La prensa en manos de la oligarquía era un instrumento para enfrentar a las organizaciones libres del pueblo. En este sentido, Arregui menciona que frente a la aparición de los sectores populares, el diario La Nación pierde la cabeza. Un estremecimiento de horror sagrado recorre las páginas del elefante culto (…) El odio al pasado se mantiene encendido en el presente. La oligarquía portuaria sigue viendo en las provincia la imagen de la barbarie”[25].
En ésta misma línea, sostiene que “Toda la prensa de Buenos Aires – la gran prensa – está hoy contra el pueblo. Esta prensa, poderosa, “democrática” y ruin, tiene por objeto enviciar la verdad, despistar la opinión pública, denigrar a las masas. Lo mismo aconteció en el pasado (…) La historia de Mitre tiene su tribuna perpetua en un diario de Buenos Aires: La Nación, dirigido por sus herederos vitalicios. Este diario es el portador de los intereses y la mentalidad política de la clase ganadera argentina y sus foráneos. El lenguaje del gran rotativo es magistral, esmerilado, monjeril, ultrapúdico. Es el gorro frigio colonial de la civilización de Occidente, el altar de la cultura europea, el ideal democrático, tal cual lo entiende la oligarquía, en toda su virginidad rota”[26].
El periodismo y la literatura
En su obra Imperialismo y Cultura, Arregui desarrolla una tarea de crítica y de reflexión sobre un conjunto de autores e instituciones del campo de la literatura. En este marco, trabaja la hipótesis de que el periodismo concentrado tiene como tarea fundamental, la de construir gustos literarios y rescatar u ocultar intelectuales, atendiendo su comportamiento y su ubicación política. Lejos de cualquier autonomía o juicio objetivo, el periodismo y las instituciones culturales de la oligarquía, tenían como función enfrentar a los escritores e intelectuales comprometidos con procesos políticos nacionalistas y populares. En sus palabras: “La Revista Sur, como el mitológico Jano, tiene dos caras. A.S.C.U.A. – Asociación Cultural Argentina para la Defensa y la Superación de Mayo – es el “otro rostro” de la Revista Sur. Ambos grupos, integrados por los mismos intelectuales, productores y distribuidores de ideas, ejercen un verdadero monopolio literario. A.S.C.U.A. es la faz contable de la literatura pura. (…) El ideal de Mayo, aunque abstracto, era progresista. En tanto sus herederos son reaccionarios aunque se tilde de progresista. (…) Los intelectuales de A.S.C.U.A. son reaccionarios contra el pueblo”[27]. El periodismo y los sectores medios
Hernández Arregui menciona el comportamiento de los sectores medios en el proceso de formación de la conciencia nacional. Desde su punto de vista, “La clase media (…) ubicada en el centro de las relaciones sociológicas de tensión, oscila indecisa entre el conservadurismo político y un reformismo de base ética. Si alguna vez aparece radical en política, esta actitud individualista no dura más que los ciclos de perturbación económica que lo originan. Pero al mismo tiempo, los sectores menos favorecidos de la pequeño – burguesía, amenazados de pauperización real, se incorporan a la lucha del proletariado”[28]. Dicho posicionamiento ambivalente de los sectores medios, era explotado por el periodismo al servicio del neocolonialismo, ya que “la propaganda del imperialismo apunta particularmente a aquellas clases sociales que temen al cambio”[29].están incorporadas al margen de mi voluntad, al proceso ideológico de la liberación nacional. Y a las ideas, señor, no se las encarcela”. Juan José Hernández Arregui al salir de la prisión en 1962
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Bibliografía citada
Hernández Arregui, Juan José (1957). Imperialismo y Cultura, Ed. Amerindia, Buenos Aires. (2004 - b). La Formación de la Conciencia nacional, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires.
(2002). ¿Qué es el Ser nacional?. Ed. Catálogos, Buenos Aires.
(2004). Nacionalismo y Liberación. Ed. Peña Lillo, Buenos Aires.
(1972). Peronismo y Socialismo. Ed. Hachea, Buenos Aires.
Galasso, Norberto (1986). Juan José Hernández Arregui, del peronismo al socialismo. Ed. Del Pensamiento Nacional, Buenos Aires.
Iñiguez Piñeiro, Carlos (2007). Hernández Arregui Intelectual peronista. Pensar el Nacionalismo Popular desde el marxismo, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires.
Recalde, Aritz (2010) Hernández Arregui y la sociología Argentina, Ed. CEHA, La Plata.
[1] J. J. Hernández Arregui (1957). Imperialismo y Cultura, Ed. Amerindia, Buenos Aires. P. 270.
[2] J. J. Hernández Arregui (2004). Nacionalismo y Liberación. Ed. Peña Lillo, Buenos Aires. P 119
[3] J. J. Hernández Arregui (1972). Peronismo y Socialismo. Ed. Hachea, Buenos Aires. Pp. 162 y 164.
[4] La mención de Juan Perón es del año 1973 y se refería al libro de Arregui ¿Qué es el ser nacional?. La cita fue extraída de Piñeiro Iñiguez (2007). Hernández Arregui Intelectual peronista. Pensar el Nacionalismo Popular desde el marxismo, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires. P 222.
[5] Hernández Arregui desarrolló una importante tarea en el periodismo gráfico y en menor medida en radio. En el año 1935 los diarios La Nación y La Vanguardia realizaron comentarios a su libro de relatos Siete notas extrañas. Arregui se inicia en la radiodifusión en Córdoba en el año 1943. Durante 1951, produce un programa en la Radio del Estado de la provincia de Buenos Aires denominado Vida Artística, en donde comenta cuestiones de literatura, de psicología y de filosofía. Su participación en la prensa gráfica se vinculó a los siguientes periódicos y semanarios: Nueva Generación (1940); Debate (1940 - 41); Intransigencia (1944-45); El 45 (1955-56); Qué paso en siete días (1958); Santo y Seña (1959); El Popular (1960); Soluciones (1960); La Montonera (1962); entrevista en Primera Plana (1972); Peronismo y socialismo (1973) - luego se denominó Peronismo y Liberación-. Los datos fueron extraídos de Norberto Galasso (1986) y de Carlos Piñeiro Iñiguez (2007).
[6] J. J. Hernández Arregui (2004 - b). La Formación de la Conciencia nacional, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires. Pp. 41 y 43.
[7] J. J. Hernández Arregui (2004). P 253.
[8] J. J. Hernández Arregui (2002). ¿Qué es el Ser nacional?. Ed. Catálogos, Buenos Aires. P 29.
[9] J. J. Hernández Arregui (2004). P 64.
[10] J. J. Hernández Arregui (1957). P 326.
[11] J. J. Hernández Arregui (1957). P 328.
[12] J. J. Hernández Arregui (1972). 268.
[13] J. J. Hernández Arregui (2004). P 15.
[14] J. J. Hernández Arregui (1972). P 32.
[15] J. J. Hernández Arregui (2004 - b). Pp. 73 y 75.
[16] J. J. Hernández Arregui (2002). P 170.
[17] J. J. Hernández Arregui (1957). P 329.
[18] J. J. Hernández Arregui (1957). P 330.
[19] J. J. Hernández Arregui (2004). P 119.
[20] J. J. Hernández Arregui (2004 - b). p 219.
[21] J. J. Hernández Arregui (1972). P 162.
[22] J. J. Hernández Arregui (1972). P 13.
[23] J. J. Hernández Arregui (2004). P 117.
[24] J. J. Hernández Arregui (2004). P 140.
[25] J. J. Hernández Arregui (2004). P 116.
[26] J. J. Hernández Arregui (2004). p 115.
[27] J. J. Hernández Arregui (1957). P 262.
[28] J. J. Hernández Arregui (1957). P 274.
[29] J. J. Hernández Arregui (1957). 271.
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