Aritz Recalde, octubre de 2010
“La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación. (…) La opción es de hierro. Nación o Factoría. No hay una tercera alternativa”. Juan José Hernández Arregui
La despedida del pueblo argentino al ex presidente fue masiva y se derramó inagotable en una procesión acongojada por el vacio que causó la muerte del líder, sentida como la despedida del amigo y del compañero de ruta. Además, la marea humana que bañó las calles del país se vertió esperanzada, de a ratos apasionada y demostró que Kirchner no va a morir fácilmente en el acervo cultural del pueblo: quedó comprobado que Néstor vuelve. La manifestación popular evidenció la profundidad del cambio que se está produciendo en la sociedad argentina y afirmó la continuidad histórica en el proceso de formación de la conciencia nacional. En las jornadas de despedida se movilizó el capital cultural del pueblo que se transmite de una generación a otra, como conciencia histórica. En los trapos pintados por los pibes y las organizaciones, regresaron las montoneras y los caudillos federales, los anarquistas y los socialistas, las masas que caminaron con el peludo Yrigoyen, el arcoíris de razas que realizó el 17 de octubre, la juventud maravillosa de los setenta, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los piqueteros de los años noventa. En las banderas y en los canticos, entre el humo del choripan y el paty, la música del bombo y el ritual callejero, bien argentino y plebeyo, desfilaron los próceres que y para pesadilla de la oligarquía y los escribas del monopolio, regresaron desde la alegría y la movilización política de miles de argentinos y latinoamericanos. En los trapos y banderas se reflejó la conciencia nacional e histórica del pueblo que se pintó en las imágenes de Carpani, de San Martín, de Martín Fierro, de Túpac Amaru, de la CGT, de Cámpora, de Perón, de Evita, de Múgica, de Malvinas, del Eternauta, del Che, de Cooke, de Rosas, de Paco Urondo, de Discepolo, de Rodolfo Walsh o de la JP. Bajo estas banderas se movilizaron los jóvenes y los jubilados, las organizaciones sociales, las cooperativas, los sindicatos, las universidades o los profesionales. Las clases sociales se reunieron unidas en un mismo pueblo, reconociéndose en la identidad “yo soy argentino, soy soldado del pingüino”. La nación encarnada en el político popular y como tantas veces en la historia, demostró que Néstor vuelve.
La voluntad popular plebiscitó el programa inaugurado por Kirchner y pese a la feroz ofensiva política y mediática desarrollada contra su figura, no se puede esconder el reconocimiento masivo al cambio de política. El año 2003 cortó en muchos aspectos con el programa neoliberal y reafirmó la voluntad nacional en el único sentido posible de la palabra en América Latina: industrialización, soberanía política, justicia social e integración regional. El pueblo y con distintos niveles de conciencia y de comprensión, plebiscitó a Néstor que es el símbolo de la reconstrucción nacional. El programa económico del año 2003 impidió que seamos una factoría de servicios, una colonia agroexportadora o un mero banco para servir a las especulaciones bursátiles de los poderosos. En su lugar, inició un proceso de desarrollo industrial que hoy y pese a lo mucho que falta, ya esta pariendo a sus hijos y a sus nietos en los obreros afiliados a la CGT, en los jubilados que reciben haberes o en las miles de organizaciones sociales, juveniles, culturales y sindicales que germinan y que florecen en todo el país.
Juan José Hernández Arregui estableció que “toda lucha por la liberación contiene en su seno la emancipación cultural”. Consciente o inconscientemente, fuimos participes desde el año 2003 del derrumbe de los símbolos de la tiranía neoliberal. Con la crítica de Néstor al FMI o con Fidel Castro en la escalinata de Derecho, regresaron los grandes relatos a la arena política nacional que estuvo adormecida con el discurso único. Kirchner se reconoció en la militancia de los años setenta y bajó el cuadro de los milicos y dio por tierra las leyes de perdón a los asesinos y a los entregadores del patrimonio nacional. El presidente recibió a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y con esa actitud señaló a los criminales de la aplicación de un modelo que destruyó al país y que había que dejar atrás con justicia y con culpables presos. Luego y para sorpresa de muchos, incluyó a la gestión de gobierno a las organizaciones sociales que habían combatido a la dictadura y el neoliberalismo. Los escribas del odio iniciaron los ataques contra los “piqueteros en el gobierno”, contra la política de “derechos humanos”, que eran y en su ladina opinión, el resultado del resentimiento “montonero”. A partir de aquí, nuevamente discutimos los años setenta, los montoneros, la militancia, la política, la derecha y la izquierda, los muertos y los vivillos de la historia.
Con Kirchner se volvió a hablar de imperialismo en vez de “globalización”, reapareció la palabra América Latina y soberanía en la política exterior en vez del término “relaciones carnales con Estados Unidos”. En la política exterior recuperamos lo mejor de nuestra historia. Juan Manuel de Rosas movilizó al pueblo y cruzó las cadenas al Paraná para detener al imperio anglo francés y fue Néstor quien en pleno siglo XXI, derrotó al imperio norteamericano, no con cadenas y con cañones, sino con una masiva manifestación que reventó el estadio en Mar del Plata y le dijo no al ALCA junto a Chávez y a Evo Morales. Kirchner y cuestión que explica el porqué la juventud lo sigue fervientemente, fue el dirigente que se animó a decir las cosas por su nombre y que realizó grandes proezas. Fue quien le dijo a Bush que “no lo patotee”. Es quien se subió a un avión para ir a la selva en el rescate de Ingrid Betancourt. Fue el político que desde la UNASUR puso el cuerpo para garantizar la continuidad en la presidencia de Evo y de Correa. Néstor es quien le dijo a cara destapa y en plena luz del día a la oligarquía, que actuaba como “comandos civiles” y fue el dirigente que convoco al pueblo a las calles a enfrentar al enemigo histórico de la nación. Fue Kirchner quien enfrentó al monopolio mediático que pone y que derriba gobernantes, y nos dejó frases como “estas nervioso… que te pasa Clarín”.
Con Néstor y con Cristina Argentina se está reconstruyendo el Estado que edifica las cientos de miles de casas de los trabajadores, las rutas, las represas eléctricas, los gasoductos, las escuelas, las universidades o los satélites. Es el Estado que financia y como no ocurría hace décadas, la ciencia y la técnica nacional y que repatría científicos. Es el gobierno que reivindica la defensa de Malvinas y que dignifica a los combatientes. Es el gobierno que cambió la Corte y que intervino las mafias de la policía federal. Es la gestión que recuperó el dinero de los trabajadores en manos de los especuladores extranjeros y que lo puso en los estómagos de los hijos de la patria con el subsidio universal. Es el proyecto que redujo la pobreza, la indigencia, el desempleo y la deuda externa. Néstor expresa además, la alegría de los argentinos que se evidenció en la fiesta del bicentenario y en el futbol para todos.
Este gladiador como lo definió Maradona, tuvo aciertos y limitaciones, pero lo que es seguro, es que puso sus convicciones en juego hasta las últimas circunstancias. Fue un dirigente que se metió al barro, a la realidad de la política con sus blancos y sus negros, con los idealistas y con los tahúres, con los justicialistas o con los izquierdistas. Pese a que no lo entienda el progresismo argentino de modelitos socialdemócratas de buenos modales o de revoluciones socialistas impolutas, Néstor fue un verdadero peronista que lucho por su país y que mejoró la vida de la mayoría de los argentinos como nadie lo hacía desde la muerte de Juan Domingo.
Los desafíos que se abren al país, a las organizaciones libres del pueblo y a Cristina no son pocos. Los oligopolios mediáticos y económicos conspiran junto al imperialismo. La comadreja Cobos y su clase política derechista y decadente, verdaderos emblemas neoliberales de la traición, están al acecho. Pese a eso, confiamos plenamente en Cristina y no vamos a dar ni un paso atrás. La acción política, la militancia y la unidad del kirchnerismo con el conjunto de las organizaciones populares, van a ser la garantía del triunfo en el año 2011 y del cumplimiento de todo lo que falta por hacer en el proyecto nacional. Y como dijo Perón “pretender retroceder sobre nuestros pasos, es imposible para la comunidad argentina del presente. (…) Su empeño es tan vano como nadar contra la corriente. En la lucha entre el nadador y la corriente, a la larga, ganará siempre la corriente”.
“La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación. (…) La opción es de hierro. Nación o Factoría. No hay una tercera alternativa”. Juan José Hernández Arregui
La despedida del pueblo argentino al ex presidente fue masiva y se derramó inagotable en una procesión acongojada por el vacio que causó la muerte del líder, sentida como la despedida del amigo y del compañero de ruta. Además, la marea humana que bañó las calles del país se vertió esperanzada, de a ratos apasionada y demostró que Kirchner no va a morir fácilmente en el acervo cultural del pueblo: quedó comprobado que Néstor vuelve. La manifestación popular evidenció la profundidad del cambio que se está produciendo en la sociedad argentina y afirmó la continuidad histórica en el proceso de formación de la conciencia nacional. En las jornadas de despedida se movilizó el capital cultural del pueblo que se transmite de una generación a otra, como conciencia histórica. En los trapos pintados por los pibes y las organizaciones, regresaron las montoneras y los caudillos federales, los anarquistas y los socialistas, las masas que caminaron con el peludo Yrigoyen, el arcoíris de razas que realizó el 17 de octubre, la juventud maravillosa de los setenta, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los piqueteros de los años noventa. En las banderas y en los canticos, entre el humo del choripan y el paty, la música del bombo y el ritual callejero, bien argentino y plebeyo, desfilaron los próceres que y para pesadilla de la oligarquía y los escribas del monopolio, regresaron desde la alegría y la movilización política de miles de argentinos y latinoamericanos. En los trapos y banderas se reflejó la conciencia nacional e histórica del pueblo que se pintó en las imágenes de Carpani, de San Martín, de Martín Fierro, de Túpac Amaru, de la CGT, de Cámpora, de Perón, de Evita, de Múgica, de Malvinas, del Eternauta, del Che, de Cooke, de Rosas, de Paco Urondo, de Discepolo, de Rodolfo Walsh o de la JP. Bajo estas banderas se movilizaron los jóvenes y los jubilados, las organizaciones sociales, las cooperativas, los sindicatos, las universidades o los profesionales. Las clases sociales se reunieron unidas en un mismo pueblo, reconociéndose en la identidad “yo soy argentino, soy soldado del pingüino”. La nación encarnada en el político popular y como tantas veces en la historia, demostró que Néstor vuelve.
La voluntad popular plebiscitó el programa inaugurado por Kirchner y pese a la feroz ofensiva política y mediática desarrollada contra su figura, no se puede esconder el reconocimiento masivo al cambio de política. El año 2003 cortó en muchos aspectos con el programa neoliberal y reafirmó la voluntad nacional en el único sentido posible de la palabra en América Latina: industrialización, soberanía política, justicia social e integración regional. El pueblo y con distintos niveles de conciencia y de comprensión, plebiscitó a Néstor que es el símbolo de la reconstrucción nacional. El programa económico del año 2003 impidió que seamos una factoría de servicios, una colonia agroexportadora o un mero banco para servir a las especulaciones bursátiles de los poderosos. En su lugar, inició un proceso de desarrollo industrial que hoy y pese a lo mucho que falta, ya esta pariendo a sus hijos y a sus nietos en los obreros afiliados a la CGT, en los jubilados que reciben haberes o en las miles de organizaciones sociales, juveniles, culturales y sindicales que germinan y que florecen en todo el país.
Juan José Hernández Arregui estableció que “toda lucha por la liberación contiene en su seno la emancipación cultural”. Consciente o inconscientemente, fuimos participes desde el año 2003 del derrumbe de los símbolos de la tiranía neoliberal. Con la crítica de Néstor al FMI o con Fidel Castro en la escalinata de Derecho, regresaron los grandes relatos a la arena política nacional que estuvo adormecida con el discurso único. Kirchner se reconoció en la militancia de los años setenta y bajó el cuadro de los milicos y dio por tierra las leyes de perdón a los asesinos y a los entregadores del patrimonio nacional. El presidente recibió a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y con esa actitud señaló a los criminales de la aplicación de un modelo que destruyó al país y que había que dejar atrás con justicia y con culpables presos. Luego y para sorpresa de muchos, incluyó a la gestión de gobierno a las organizaciones sociales que habían combatido a la dictadura y el neoliberalismo. Los escribas del odio iniciaron los ataques contra los “piqueteros en el gobierno”, contra la política de “derechos humanos”, que eran y en su ladina opinión, el resultado del resentimiento “montonero”. A partir de aquí, nuevamente discutimos los años setenta, los montoneros, la militancia, la política, la derecha y la izquierda, los muertos y los vivillos de la historia.
Con Kirchner se volvió a hablar de imperialismo en vez de “globalización”, reapareció la palabra América Latina y soberanía en la política exterior en vez del término “relaciones carnales con Estados Unidos”. En la política exterior recuperamos lo mejor de nuestra historia. Juan Manuel de Rosas movilizó al pueblo y cruzó las cadenas al Paraná para detener al imperio anglo francés y fue Néstor quien en pleno siglo XXI, derrotó al imperio norteamericano, no con cadenas y con cañones, sino con una masiva manifestación que reventó el estadio en Mar del Plata y le dijo no al ALCA junto a Chávez y a Evo Morales. Kirchner y cuestión que explica el porqué la juventud lo sigue fervientemente, fue el dirigente que se animó a decir las cosas por su nombre y que realizó grandes proezas. Fue quien le dijo a Bush que “no lo patotee”. Es quien se subió a un avión para ir a la selva en el rescate de Ingrid Betancourt. Fue el político que desde la UNASUR puso el cuerpo para garantizar la continuidad en la presidencia de Evo y de Correa. Néstor es quien le dijo a cara destapa y en plena luz del día a la oligarquía, que actuaba como “comandos civiles” y fue el dirigente que convoco al pueblo a las calles a enfrentar al enemigo histórico de la nación. Fue Kirchner quien enfrentó al monopolio mediático que pone y que derriba gobernantes, y nos dejó frases como “estas nervioso… que te pasa Clarín”.
Con Néstor y con Cristina Argentina se está reconstruyendo el Estado que edifica las cientos de miles de casas de los trabajadores, las rutas, las represas eléctricas, los gasoductos, las escuelas, las universidades o los satélites. Es el Estado que financia y como no ocurría hace décadas, la ciencia y la técnica nacional y que repatría científicos. Es el gobierno que reivindica la defensa de Malvinas y que dignifica a los combatientes. Es el gobierno que cambió la Corte y que intervino las mafias de la policía federal. Es la gestión que recuperó el dinero de los trabajadores en manos de los especuladores extranjeros y que lo puso en los estómagos de los hijos de la patria con el subsidio universal. Es el proyecto que redujo la pobreza, la indigencia, el desempleo y la deuda externa. Néstor expresa además, la alegría de los argentinos que se evidenció en la fiesta del bicentenario y en el futbol para todos.
Este gladiador como lo definió Maradona, tuvo aciertos y limitaciones, pero lo que es seguro, es que puso sus convicciones en juego hasta las últimas circunstancias. Fue un dirigente que se metió al barro, a la realidad de la política con sus blancos y sus negros, con los idealistas y con los tahúres, con los justicialistas o con los izquierdistas. Pese a que no lo entienda el progresismo argentino de modelitos socialdemócratas de buenos modales o de revoluciones socialistas impolutas, Néstor fue un verdadero peronista que lucho por su país y que mejoró la vida de la mayoría de los argentinos como nadie lo hacía desde la muerte de Juan Domingo.
Los desafíos que se abren al país, a las organizaciones libres del pueblo y a Cristina no son pocos. Los oligopolios mediáticos y económicos conspiran junto al imperialismo. La comadreja Cobos y su clase política derechista y decadente, verdaderos emblemas neoliberales de la traición, están al acecho. Pese a eso, confiamos plenamente en Cristina y no vamos a dar ni un paso atrás. La acción política, la militancia y la unidad del kirchnerismo con el conjunto de las organizaciones populares, van a ser la garantía del triunfo en el año 2011 y del cumplimiento de todo lo que falta por hacer en el proyecto nacional. Y como dijo Perón “pretender retroceder sobre nuestros pasos, es imposible para la comunidad argentina del presente. (…) Su empeño es tan vano como nadar contra la corriente. En la lucha entre el nadador y la corriente, a la larga, ganará siempre la corriente”.
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