martes, 25 de abril de 2023

La universidad y la cultura[1]

 Aritz Recalde, 


Director del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa

Abril, 2023

El Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa

El Departamento de Humanidades y Artes (en adelante DHyA) es una comunidad organizada de trabajo, ciencia y arte. Tiene dos grandes finalidades que son las de transmitir cultura y la de formar profesionales. Sus finalidades se desenvuelven a partir de las actividades de docencia, investigación, cooperación y trasferencia.

Con estos fines el DHyA organizó la función docente en cinco licenciaturas que son Diseño y Comunicación Visual, Diseño Industrial, Audiovisión, Música de Cámara y Sinfónica y el Traductorado Público en Idioma Ingles. Además, ofrece las cuatro Carreras de Posgrado de Especialización y de Maestría en Metodología de la Investigación Científica, de Especialización en Tecnologías en Fabricación Digital y el Doctorado en Filosofía.

La función de investigación se desenvuelve en los Institutos de la Universidad y en los cinco Centros dependientes del Departamento. Estos últimos son los Centros de “Investigaciones Éticas”, de “Investigaciones Históricas”, de “Teorías y Prácticas Científicas”, el de “Producción Sonora y Audiovisual” y el de “Estudios Musicales”.

Del DHyA dependen el Estudio de Grabación “Santos Dicepolo”, el Sello “Discográfica del Sur”, el Laboratorio de Diseño Industrial y los Talleres de Diseño Industrial. Allí se realizan tareas de apoyo a la docencia, de investigación, de cooperación y de transferencia.

Nuestros músicos participan de las orquestas de la UNLa de Cámara y la Académica.


De las dos grandes finalidades de la universidad

Primera finalidad del DHyA: la producción de cultura

La cultura es el conjunto de bienes materiales y simbólicos a partir de los cuales los seres humanos construyen su identidad y edifican sus relaciones sociales y sus formas de vida. Nos referimos por expresión simbólica de la cultura a cuestiones no tangibles físicamente como el lenguaje, la religión, los conceptos artísticos, etc. Los bienes materiales de la cultura son el resultado de los bienes simbólicos como es el caso de un instrumento musical, de un desarrollo tecnológico aplicado a la industria o de una obra arquitectónica.

El DHyA es un ámbito de producción y de divulgación de la cultura en sentido amplio. Todas nuestras carreras e investigaciones integran y articulan bienes simbólicos y materiales aplicados al diseño, la música, el sonido, la imagen, el lenguaje, la filosofía, la historia, la epistemología y otras humanidades.

 

La labor cultural: pasado, presente y futuro

Cultura, pasado y tradición

El DHyA tiene la irrenunciable función de transmitir el acervo cultural, tecnológico y artístico acumulado a lo largo del tiempo. Esto implica recuperar y difundir la tradición pasada.

Cada generación nunca empieza de cero su vida en comunidad, sino que retoma el legado y el mandato de sus antecesores. Los artistas y pensadores son seres sociales y sus obras contienen la cultura de un tiempo histórico.

Cultura e invención permanente

Los académicos tenemos la función de producir y de renovar permanentemente la cultura. Dicha cuestión requiere de la invención personal y colectiva presente.

Cultura y futuro

Entre nuestras tareas se destaca la de proyectar la organización de la obra cultural y las universidades son instituciones forjadoras de utopía y de futuro.

El DHyA tiene que contribuir a la organización de una cultura nacional que incluye una conciencia histórica, un principio de solidaridad social y una unidad de destino de un pueblo.  

La regionalización de la cultura

A las tres tareas mencionadas le sumamos una cuarta que las atraviesa y que tiene que ver con la condición histórica nacional y regional de la cultura. Nuestra labor tiene que tener una perspectiva situada temporal, social y geográficamente poniendo en valor, difundiendo y reactualizando el conocimiento universal a la luz de nuestra particularidad cultural local, provincial, nacional y suramericana.

 

Las cuatro dimensiones del proceso de producción de la cultura

La cultura universal

La cultura tiene, potencialmente, una dimensión universal. Si bien originariamente los desarrollos culturales tienen un origen especifico, estos pueden ser utilizados en distintas comunidades, ecúmenes y momentos de la historia.

Las instituciones educativas tenemos que conocer y transmitir los desarrollos y las producciones de la técnica, la tecnología, de las ciencias humanas y del arte que fueron y que son el resultante de actividades sociales y colectivas en diversas latitudes y épocas.

Por ejemplo, una partitura es un recurso tecnológico que permite la conservación, la lectura y la interpretación musical de un artista en cualquier lugar del planeta. Un instrumento como un violín o una guitarra si bien tienen un origen histórico particular, su proyección y utilización los hacen potencialmente universales para toda la humanidad. Lo mismo podemos decir de un desarrollo de tecnología aplicable al diseño, a la comunicación, al idioma o al video.

Las instituciones tenemos que tener la capacidad de recuperar y de difundir aquellas dimensiones culturales que la humanidad fue produciendo y que son capaces de elevar nuestra forma de vida y de contribuir al desarrollo de la persona humana.

En este punto hay que ser conscientes de dos cuestiones. La primera, es importante remarcar que las humanidades y las artes no nacieron en la universidad y la institución lejos está de ser el único y menos aún el principal ámbito de producción cultural. Además y cuestión fundamental, somos conscientes que detrás de la producción y de la divulgación de la cultura hay disputas de poder entre Estados, comunidades, clases y factores de presión. Es a partir de acá, que generalmente lo que llamamos cultura universal es en realidad parte de la expansión de los valores de occidente.

 

Los ámbitos de producción cultural históricos y geográficos

“Nuestra cultura, es de raíz hispánica pero la construcción de nuestro destino es americana”. J. J. Hernández Arregui

 

La vivencia, la creación y la transmisión de la cultura son particulares en cada época histórica y en las diferentes geografías en las que producen los hombres. Los contextos de aplicación temporal y regional inducen, moldean e incluso condicionan las expresiones culturales. En cada lugar y tiempo histórico existen actores de poder e instituciones que influyen en la fisonomía cultural otorgándole formas particulares.

Con el fin de interpretar el funcionamiento del sistema mundo, Samuel Huntington recuperó y resignificó el concepto de “civilización” que fue formulado por pensadores franceses en contraposición a la cultura de los otros pueblos a la que caracterizaban de “barbarie”. El autor remarcó el hecho de que las sociedades se ordenan en torno de grandes  civilizaciones o “grandes culturas” como lo planteó anteriormente Oswald Spengler. Las civilizaciones son entidades culturales compuestas por la lengua, la historia, la religión, las costumbres, etc. Todo este conjunto activo y dinámico forma la “auto identificación subjetiva” de un pueblo, que lo lleva a comportarse de una manera particular a lo largo del tiempo. Una de las características fundamentales de la civilización es su “larga continuidad histórica” y su vocación por transmitirse de generación a generación como un mandato cultural que se refleja en obras de arte, en el pensamiento filosófico y político y en las tradiciones y formas de vida que dan fisonomía a un pueblo. Es bueno remarcar, que el autor caracterizó a Latinoamérica como una civilización propia y diferenciada de las otras.

En el campo de la pintura se puede ver claramente esta característica condicionante y/o estimulante de un tipo particular de expresión cultural. Si bien una diversidad de artistas puede compartir una misma técnica potencialmente universal, las obras van a variar según sus contextos civilizatorios, institucionales, políticos, sociales e ideológicos de producción.

Benito Quinquela Martín (1890-1977) pintó el paisaje natural, urbano y social de la localidad de la Boca mostrando el cauce del Riachueleo, los astilleros y su contexto cultural. Su obra resalta la actividad de los trabajadores portuarios y el esfuerzo diario que lo caracteriza. Quinquela retracta el contexto social que conoció, destacando el sacrificio obrero en la construcción de la sociedad.  

Ricardo Carpani (1930-1997) orientó su obra pictórica al contexto argentino y suramericano. El autor propugnó el compromiso político del artista y trabajó por forjar lo que consideró era un “arte revolucionario”. Retrató a figuras de nuestra historia como el Chaco Peñaloza o el mártir dirigente gremial Felipe Vallese. Su pintura recorre los conflictos de la etapa en la que vivió y son frecuentes los retratos de los trabajadores argentinos y los de sus organizaciones.

Florencio Molina Campos (1891-1959) pintó al gaucho y a su medio rural. Sus cuadros retractan el hogar popular y sus costumbres argentinas y rioplatenses como el horno a leña, el mate, la danza, la guitarra, el caballo y la vestimenta. Todas estas imágenes son bien características de la pampa bonaerense. 

Podríamos seguir citando ejemplos de la importancia y del significado que adquiere el contexto histórico natural y cultural de producción de los artistas y de los pensadores de las humanidades.

Juan José Hernández Arregui sostiene que existe una cultura latinoamericana. Para el autor, la uniformidad no proviene de un determinismo geográfico de la naturaleza, sino más bien por el hecho de que los pueblos compartieron una historia y un devenir político y social en común. De Europa provinieron las practicas artísticas y un sistema de valores para interpretarlas, una religión, un lenguaje, un concepto jurídico y estatal, un sistema de instituciones educativas y sociales. Se produjo un encuentro único entre el habitante europeo, el mundo precolombino y la influencia étnica de la población afrodescendiente. Al componente cultural se le sumó una geografía de inmensidades y de naturalezas de fuerte carácter que motivaron a los artistas y a los pensadores. A partir de acá dice Arregui que “el folclore hispanoamericano se asienta sobre los diversos grupos étnicos y lingüísticos. La influencia indígena y negra, a través de los contactos culturales y del mestizaje sexual, marca la estratigrafía espiritual del continente (…) la fusión de civilizaciones y razas es el fenómeno normal de la historia (…) Hay en nosotros algo nuevo (…) nos reconocemos sin esfuerzo hispanoamericanos y sólo por abstracción mental –o por inferioridad emocional- europeos”.   


La individualidad del artista y del hombre de pensamiento

Si bien hay elementos universales y otros que son históricos y contextuales, es innegable que cada artista y pensador desarrolla su labor con márgenes de libertad poniendo en acción sentimientos, temperamentos y medios de expresión e inspiración que le son propios. Los artistas y pensadores son individualidades movidas por factores racionales y también inconscientes, por instintos y por emociones.

Por ejemplo y si tomamos la música, la guitarra suena y transmite emociones de manera diferente en el español Andrés Segovia (1893-1987) y en el bonaerense Atahualpa Yupanqui (1908-1992). Esos artistas son únicos ya desde el recorte del canon que interpretan, en el modo de transmitir los sentimientos y en la forma de aplicar la técnica instrumental.

La guitarra eléctrica no suena igual, no comunica el mismo mensaje artístico en los músicos y compositores contemporáneos bonaerenses vinculados a la música popular y particularmente al rock como Luis Salinas (1957-), Ricardo Mollo (1957-) o Claudio Marciello (1963-). Todos ellos nacieron en la misma provincia, son contemporáneos y posiblemente tuvieron acceso a un mismo repertorio de músicos nacionales e internacionales, pero cada uno forjó su estilo que es propio de su personalidad y de sus aptitudes.

Astor Piazzolla (1921-1992) sintetiza en buena medida lo que venimos explicando. Es, sin ánimo a equivocarnos, uno de los compositores y músicos de tango más importantes del siglo pasado. Adquirió una formación académica clásica con docentes y con artistas de renombre internacional. Se destacó en el bandoneón, instrumento cuyo origen es alemán y que fue argentinizado en el tango y en el folclore de las provincias. El tango es una expresión musical rioplatense que fusionó la diversidad étnica de la inmigración, principalmente europea, con las expresiones y modos culturales hispanoamericanos. Con la técnica académica universal, con un instrumento de origen europeo argentinizado y con el tango local y rioplatense, Piazzolla hizo un producto nuevo, único, original y de vanguardia. En su disco Libertango (1974) el artista y el compositor pusieron en desenvolvimiento su capacidad original creadora y su ideario sobre la libertad expresiva. Piazzolla interpretó el tango con sonidos clásicos y modernos. Organizó un grupo conformado con músicos de bajo, guitarra y órgano eléctricos. El piano y la flauta traversa le dieron el tono e influencia de la música académica. El bandoneón le otorgó al grupo el tono del tango de Buenos Aires que caracterizó a Piazzolla a lo largo de su vida artística. Pocas formaciones musicales son emocionalmente hablando tan argentinas y tan porteñas y a su vez tan universales en su proyección técnica, artística y emocional.


Las dimensiones políticas de la producción cultural

La cultura es un terreno de la disputa de poder entre las naciones y entre los grupos políticos y sociales internos de cada país.

Cada diseñador, cada filósofo, cada artista tiene su tono, su temperamento y su individualidad proyectada en un estilo y en una obra.  Ahora bien y tal cual sostiene Juan José Hernández Arregui, el artista y el pensador obtienen sus reconocimientos y cumplen sus deseos narcisistas a partir de parámetros impuestos por las instituciones sociales. Para explicar este proceso Arregui desarrolló el concepto de “circulo literario”. Este se estructura a partir de la acción de críticos, de periodistas, de premios y de opiniones de grupos de poder que imponen “valoraciones rígidas”, “modas” y criterios de prestigio y legitimidad en torno de los cuales se produce la cultura.     

Una persona, un grupo o un proyecto político y civilizacional pueden promover un tipo específico de arte y de humanidades con fines de cambio o de conservación del poder. El ya mencionado Ricardo Carpani o los pintores y muralistas mexicanos Rivera y Siqueiros se proponían conscientemente hacer un arte revolucionario con fines de cambio social. Los Estados Nacionales modernos dedicaron recursos a la función cultural en la educación pública, en escuelas de música, danza o pintura. Todas las comunidades políticas destinan recursos a mantener vigentes y a promover sus valores,  su lenguaje y tradiciones religiosas y étnicas que hacen a su identidad.

Lo mismo ocurre con los bienes materiales de la cultura y muchos de las aplicaciones tecnológicas actuales fueron precedidos por políticas de impulso y de protección pública y privada.  

Un Estado puede imponer a otras naciones sus intereses civilizacionales por intermedio de la fuerza y también a partir de la persuasión o acción cultural. Esta última modalidad se denomina neocolonialismo.

Para explicar este proceso, Arturo Jauretche desarrolló la noción de “Aparato de la Colonización Pedagógica” que junto al concepto de “círculos literarios” de Hernández Arregui, condensan los principios teóricos rectores para entender la modalidad de funcionamiento de la producción cultural en los países dependientes. Jauretche y Arregui consideraban que los Estados latinoamericanos eran sometidos política y económicamente a partir del neocolonialismo, que era asimilado acriticamente por los sectores medios y altos.

 

Segunda finalidad del DHyA: formar profesionales comprometidos

Se trata de indagar el camino del logaritmo nacional, o dicho de otra forma descubrir cuál es el camino que nos lleve a encontrar y realizar nuestro destino como nación partiendo de nuestra realidad nacional”. Ana Jaramillo

 

La segunda gran misión del DHyA y de las universidades es la de formar profesionales con excelencia académica, comprometidos con su tiempo histórico y útiles a la comunidad nacional.

Las elites, mayoritariamente, se educan en las universidades. Las instituciones académicas tienen la tarea de capacitar técnica y valorativamente a la generación política conductora de un tiempo histórico. De nuestras aulas egresan los futuros conductores o responsables de empresas, de las organizaciones libres del pueblo, partidos políticos y gobiernos.

A partir de acá, no podemos descuidar la importancia de formar a los egresados en valores. Tal cual destaca Ana Jaramillo, tenemos la responsabilidad de “educar  en  la solidaridad y la retribución a la sociedad por los  esfuerzos que realiza para sostener la prestación de la educación superior gratuita”.

No se trata de educar ni en el mero idealismo, ni tampoco en el materialismo y el egoísmo. En su lugar, propugnamos forjar una perspectiva valorativa nacional y social en la cual el individuo tenga la certeza de que solamente se puede realizar en una comunidad libre y emancipada. En nuestras aulas transmitimos la técnica, la ciencia y el arte con un sentido moral fomentando una conducta anclada en los valores del bien común y del compromiso con el desarrollo integral del pueblo y de la Nación.

Desde la universidad reivindicamos la importancia que supone fomentar entre nuestra comunidad académica el valor del compromiso con tres grandes cuestiones:

1- Con el mandato que emana de las generaciones anteriores y con la agenda de problemas de nuestro tiempo. Con este fin, el profesional debe adquirir  conciencia nacional e histórica.

2- Con la defensa de los bienes materiales y culturales de nuestro territorio. Este sentimiento se denomina patriotismo.

3- Con el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo que les financió los estudios y con el cual construye su destino en el teatro de las naciones. Este sentimiento de  solidaridad social es fundamental para mantener unida a la comunidad y para que el país adquiera entidad política y civilizacional en el orden internacional.

 

Profesionales técnica y científicamente útiles a La Nación

“Nuestra universidad urbana comprometida ha decidido que es la comunidad con sus problemas la que define su currícula (…) nuestra función hoy debe ser textualizar los problemas, más que problematizar los textos”. Ana Jaramillo

 

El DHyA nació y se desarrolló a partir de la noción de Universidad Urbana Comprometida que fue impulsada por la rectora fundadora de nuestra Casa de Altos Estudios, la Dra. Ana Jaramillo. En esta tradición intelectual los egresados de las carreras y los resultados de nuestras investigaciones e iniciativas deben ser útiles a la comunidad local, regional y nacional.  

Este punto de partida guía los procesos de organización académica. A partir de acá, se planifican las carreras, las investigaciones y los perfiles profesionales.  Atendiendo la realidad cambiante, somos conscientes de la importancia de actualizar permanentemente la oferta académica y la formación de nuestros profesionales para que tengan el conocimiento necesario para interpretar, actuar y transforma su medio.

Los profesionales son agentes del desarrollo integral de la Nación y como sostiene Ana Jaramillo, nuestros egresados deben ser “gestores sociales” con “vocación  de  liderazgo, conocimientos  y  formación  en  el  área  en  que  se  desenvuelva  y  capacidad  técnica  y administrativa”.

 

Profesionales que se realicen individualmente y en comunidad

Somos conscientes en la importancia que supone que nuestra formación favorezca el mejoramiento material, cultural y espiritual de los profesionales y de sus familias. A partir de acá es que defendemos tres principios:

1- La universidad tiene que ser un medio de ascenso e igualación social y no una institución que profundice las desigualdades de origen económico y político de nuestros estudiantes. 

2- Nuestros profesionales tienen que poder insertarse laboralmente en la sociedad. Lo peor que puede ocurrirle a una institución académica es convertirse en una fábrica de desempleados.

3- El conocimiento tiene que elevar culturalmente a los estudiantes, a sus familias y a su medio, favoreciendo la construcción de la personalidad libre espiritual e intelectualmente.

La universidad: proyecto colectivo

La universidad es una comunidad de trabajo de docentes, nodocentes, graduados y estudiantes. Todos y cada uno de nosotros no podemos olvidar que tenemos derechos y también obligaciones y deberes que cumplir muchos de los cuales ya fueron aquí enumerados.

A los jóvenes los invito a desarrollar su vocación intelectual con compromiso social y nacional y a poner todo su esfuerzo en el estudio.  A partir de acá, es que estarán honrando el lugar que el pueblo les dio al momento de financiarles los estudios.

Finalmente y para cerrar, quiero compartir una propuesta de Alfredo Calcagno y de Luis Dellepiane del año 1947 que condensa mucho de lo dicho anteriormente. Ambos siendo entonces diputados nacionales, presentaron una iniciativa de ley universitaria y entre otras cuestiones allí propusieron convertir a nuestras instituciones en institutos de “alta cultura” que trabajen “por la Ciencia, por la Patria, por la Libertad y por América”. Que así sea.



[1] Presentación realizada en el mes de febrero de 2023 a los estudiantes del Curso de Ingreso del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa. Intervinieron en la actividad el Vicerrector, Daniel Bozzani y la Secretaria Académica Valeria Suarez.

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