sábado, 9 de julio de 2011

Arturo Jauretche y el periodismo

Aritz Recalde, julio de 2011.

“En esta serie de artículos sólo me propongo consolidar esa saludable desconfianza popular a la letra impresa y a la voz de la radio, que salva a nuestro pueblo en las grandes circunstancias históricas. Ya he dicho en otra ocasión que esa desconfianza y el buen sentido que apareja deben ser hijos del hábito del mate, y de esa pausa entre mate y mate, que abre un interrogante humorístico, mientras se leen los diarios mañaneros, y por donde se desliza esta preguntita socarrona: ¿Qué hay detrás de esto, qué finalidad persiguen, qué interés se mueve?. Conviene que los hombres que han llegado al gobierno tomen mate” (…) O cumplen el programa nacional y popular que nos han prometido, y entonces los van a pintar como si fueran el diablo, o no lo cumplen, y entonces los van a pintar como angelitos de cielorraso”. Arturo Jauretche[1]

“Unificaron todo el periodismo, la radiofonía y la televisión. Volcaron sobre papel y sobre los oídos toneladas - ¿cómo se mide esto?- de injuria y difamación. Convirtieron en traidores a la patria a los que la habían redimido de las viejas coyunturas a que ellos sirven; presentaron como tiranos a los libertadores, y no hubo basura del rincón o de retrete que no se arrojaran sobre los hombres, sobre las ideas y sobre la fe de pueblo argentino. Llamaron patriotismo, esquizofrenia; demagogia, al amor al pueblo; paralelo 42, a la organización sistemática del contrabando; libre empresa, a la destrucción del capital argentino para subordinarlo al extranjero; y la libertad de trabajo y de asociación, a la destrucción de los organismos sindicales y patronales de defensa de los intereses nacionales. Llamaron jueces a los sicarios; policías, a los matones; virtud, al entreguismo; desfiguraron todo, anatematizaron lo argentino, exaltaron lo extranjero, llamaron valentía al asesinato impune, y cobardía a la resistencia popular. Volvieron a desfigurar la historia, exaltando al cipayo y al vendepatria y denostando al patriota de verdad. Y eso lo dieron por el periódico, por la radio, por el libro, por la universidad, por la escuela. Y lo dieron en dosis masivas, en dosis para adultos, se dormían oyendo la palabra mentirosa del locutor y despertaron oyendo la palabra mentirosa del locutor”. Arturo Jauretche [2]


A continuación, vamos a entregarle al lector algunas claves de lectura para interpretar la visión de Arturo Jauretche sobre los objetivos y las formas de funcionamiento del periodismo argentino. Las opiniones del autor se hacen con un profundo conocimiento del tema, ya que Jauretche desarrolló una importante tarea periodística en la prensa gráfica que se vio reflejada en artículos publicados, entre otros, en Marcha de Montevideo, Forjando, La Hipotenusa, Petróleo Argentino, Imagen del País, Comunidad Nacional, El Mundo, Ultima Hora, Palabra Argentina, Santo y Seña, Democracia, La Tarde, Confirmado, Todo, Cuadernillo de Cultura, El Nacional, Reconquista, Que sucedió en 7 días, El Líder, El 45, Primera Plana, Confirmado o Señales.
El autor promovió un marco teórico para comprender los procesos de formación de la cultura en los países dependientes y en el cual se inscribía la actividad periodística argentina. En este marco, estableció que los diarios y la radio[3] formaban parte de un conjunto de instituciones forjadoras de cultura que denominó aparatos de la colonización pedagógica.
El rol de la colonización pedagógica y de sectores importantes del periodismo, era el de hacer de la Argentina una “semicolonia” en la cual el trabajo y la riqueza interna del país puedan ser exportados a las metrópolis. En este sentido, es que Jauretche estableció que “A la dictadura de los cabos y sargentos de la gran guerra reemplaza, en los países llamados democráticos, la dictadura de los grupos financieros. Los efectos son los mismos aunque el modus operandi de las imposiciones sea otro más sutil, menos perceptible pero no menos eficaz. Va de unos a otros la diferencia que media entre el asalto a mano armada y la estafa. Mientras los totalitarios reprimen toda formación y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios de formación de las ideas, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses. Grupos capitalistas tienen en sus manos la universidad, la escuela, el libro, el periodismo y la radiotelefonía. No necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes.[4]
Con el objetivo de profundizar la apropiación de los recursos del país, los factores de poder económicos internacionales y la oligarquía interna, organizaban el aparato de la colonización que se caracteriza por su manejo monopólico de los medios de comunicación. En su opinión “Un director del trust eléctrico, o de cualquier otro trust, tiene hoy en sus manos el control de todas las noticias, de todos los editoriales, de todos los comentarios periodísticos. Desde sus despachos sale debidamente controlado el material informativo con que ha de nutrirse el ciudadano. De su visto bueno depende el buen nombre de un candidato, de un partido, de una acción cualquiera”.[5]
Los intelectuales, profesionales o periodistas eran permeables a la colonización cultural y “como se ha explicado con la alucinación de los intelectuales, se constituyó un sistema, en la misma relación en que se consolidaban y agrandaban los instrumentos materiales de la influencia exterior que constituían factores de poder mucho más poderosos que el mismo Estado o que la conjunción de intereses nacionales. Así, el error de la “intelligentzia” revertió sobre ella misma, y ya no pudo salir de él, porque todo el aparato a través del cuál podía expresarse y a través del cual se elaboraba el “intelectual”, se fue conformando a la política dominante cuya proyección se dirigía a estabilizar el país en las condiciones más óptimas para su aprovechamiento que, desde luego, no podía trascender los fines para los cuales fue “civilizado”. De tal manera la “intelligentzia” quedó prisionera de lo que había promovido, y se tuvo que conformar definitivamente como instrumento colonial. Así, los que habían sido apóstoles de un error doctrinario se vieron convertidos en simples instrumentos divulgadores, cumpliendo en el campo de la cultura la función que el poder material cumplía en el campo de los intereses materiales”[6].
Tal cual se puede deducir con estas citas mencionadas, se observa que los medios de comunicación eran parte del aparato de la colonización cultural y de la disputa por el poder político del país. Asimismo, Jauretche muestra como las prácticas de los profesionales e intelectuales vinculados al periodismo, estaban inmersas en lógicas de producción y de reproducción de modelos, visiones e ideologías de la colonización pedagógica. Las instituciones periodísticas iban formando y reproduciendo “estereotipos” que favorecían la perpetuación de la “intelligentzia” y la educación distorsionada de nuestros periodistas.
Sobre este principio general de la “colonización pedagógica”, se organiza el artículo que presenta de manera sintética cuatro ejes que y según se puede deducir del planteo de Jauretche, son elementos fundamentales del funcionamiento del periodismo argentino. Estos son “¿libertad de prensa o de empresa?”; “el periodismo y la política”; “las técnicas del ocultamiento” y el “rol del periodista”. El texto realiza una mención breve a las claves de interpretación del periodismo en la óptica de Jaureche e introduce citas y comentarios realizados por el autor a lo largo de sus obras.


[1] Arturo Jauretche (1958), “Aprendamos a leer los diarios”, Revista Qué, extraído de Jauretche (1986) Mano a mano entre nosotros, Peña Lillo editor, Buenos Aires. P 179.
[2] Arturo Jauretche (1958 –b) “La mentira de la prensa libre”, Revista Qué, N 173. Extraído de Arturo Jauretche (2007) Forjando una nación, Scalabrini Ortiz y Jauretche en la revista Qué sucedió en siete días, EDUNLA, Buenos Aires. P 192.
[3] La Televisión fue creada por el Estado en el año 1951 y tenía poco desarrollo en el país en relación a la prensa gráfica o la radio y se puede deducir que es por eso, que ocupa poco lugar en la crítica cultural efectuada por Arturo Jauretche.
[4] Arturo Jauretche (1941) “Opinión Pública y democracia”, Forjando. Extraído de Arturo Jauretche (2002) Escritos inéditos, Ed. Corregidor, Buenos Aires. P 211.
[5] Arturo Jauretche (1941). P 212.
[6] Arturo Jauretche (2004) “Los profetas del odio y la yapa”, Ed. Corregidor, Buenos Aires. P 103.

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