viernes, 22 de junio de 2018

La Segunda Reforma Universitaria



Aritz Recalde - Leonardo Moyano
Junio de 2018
El legado de los reformistas del año 1918
Hace un siglo se produjo la Reforma Universitaria del año 1918, conformando uno de los sucesos políticos y culturales sudamericanos más importantes del siglo XX. Con justeza, el peruano Raúl Haya de La Torre lo caracterizó como el “más trascendente movimiento de renovación intelectual acaecido en Indoamerica desde la Independencia”.
Europa se encontraba sumergida en una cruenta guerra y en una decadencia política, económica y cultural. Frente a ese panorama, la juventud iberoamericana elevó la esperanza de un nuevo mundo. Los universitarios promovieron activamente la edificación de una cultura humanista, que iba a funcionar como marco para construir una sociedad justa, libre y solidaria.
La Reforma retomó el legado de los pensadores, artistas, dirigentes políticos y trabajadores de nuestra región. Las jornadas reflejan los aires libertarios de la revolución mexicana y el legado intelectual de José Vasconcelos. La iniciativa afirmó los ideales americanistas de la Magna Patria del uruguayo Enrique Rodó y también la causa democrática y social del presidente José Batlle y Ordóñez. El proceso luego se irradió por las diversas universidades sudamericanas, templando la política regional con nuevas consignas y con renovadas banderas emancipadoras.    
La Reforma Universitaria fue pluripartidista y diversa en el plano ideológico. El movimiento expresó los anhelos de cambio social y de democratización electoral, en línea con la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Los reformistas bregaron por una universidad comprometida con su tiempo, que garantizara la participación activa de los jóvenes y que estuviera consustanciada con el cambio social y político de los pueblos. La institución tenía que ser forjadora de la conciencia nacional independiente y antiimperialista, contribuyendo a la unidad sudamericana y a un nuevo orden regional y mundial de paz y de fraternidad.
La Universidad de la Segunda Reforma Universitaria
En el contexto de surgimiento y de desenvolvimiento de la Reforma, los trabajadores carecían de derechos sociales y laborales, y en muchos casos las organizaciones sindicales no eran reconocidas institucionalmente. Las represiones de los Talleres Vassena y de la Patagonia son expresiones trágicas de esa realidad. Las mujeres no votaban y tenían cercenadas las posibilidades de estudiar en la universidad. Los modelos productivos del país y de la región eran dependientes y atrasados y se caracterizaban por la escasa industrialización y por la mera exportación de recursos naturales.
Con posterioridad al año 1918, surgieron en todo el Continente diversos movimientos nacionales que intentaron superar el subdesarrollo y emancipar socialmente al pueblo. En ese marco, se conformó una nueva agenda universitaria, científica, cultural y social y eso supuso cambios y actualizaciones a la Reforma.
Los obreros exigieron el derecho a estudiar y a participar activamente de la vida académica. Cumpliendo este anhelo, Juan Perón sancionó la gratuidad de los estudios en el año 1949 y sostuvo que “yo no quiero una universidad para el privilegiado: yo quiero la universidad para el Pueblo (…) hemos de llevar a las universidades profesionales a nuestros muchachos pobres, porque entre ellos, estoy persuadido, hay más inteligencia y más corazón que en los otros”.  La Revolución Justicialista creó comedores estudiantiles subsidiados, horarios nocturnos y promovió becas para jóvenes de bajos recursos y derechos laborales para docentes y nodocentes. El gobierno inauguró la Universidad Obrera Nacional (UON), con carreras de ingeniería orientadas a alcanzar la independencia económica.
En las décadas del cuarenta al setenta, los sindicatos de trabajadores ocuparon un lugar fundamental en la vida nacional y en su origen la Universidad Obrera designó un rector proveniente de la Confederación General del Trabajo. Con justeza, Ernesto “semilla” Ramírez afirmó que “en la universidad no puede lograr hacerse otra cosa que lo que sucede en el país; en este momento el pueblo y su columna vertebral, los trabajadores, asumen el gobierno y también lo tenemos que asumir en la Universidad”. Los universitarios argentinos lucharon por alcanzar los derechos laborales de estabilidad, salario digno, capacitación y carrera académica y administrativa. Con estos antecedentes y por primera vez en la historia, en los años 2006 y 2015 se sancionaron los Convenios Colectivos de trabajo nodocente y docente, respectivamente.
Abandonando posiciones elitistas, las Casas de Altos estudios fueron reconociendo la importancia de incluir en los órganos de gobierno a los docentes (1918), los estudiantes (1918), a los graduados (1956), a los nodocentes (1974) y a miembros de la producción y del trabajo que intervienen en consejos sociales y comunitarios en diversas universidades argentinas.

Ciencia para la emancipación
Los académicos no pueden ser ajenos al acontecer nacional. Los universitarios no nos podremos realizar plenamente en una comunidad que no se realiza. La autonomía no puede convertirse en la justificación de una universidad isla, distante de la realidad nacional y social. Ernesto “semilla” Ramírez lo manifestó con lucidez: “nosotros decimos que vamos a crear una universidad para la liberación (…) lo que no vamos a tolerar es que en nombre de la libertad de cátedra o en nombre de la autonomía universitaria venga a trabajarse en contra del país”. Con esta misma finalidad, entendemos que las instituciones deben orientar sus funciones de docencia, transferencia, cooperación e investigación, para acompañar el desarrollo nacional y la soberanía cultural y tecnológica de los países.
A cien años de las históricas jornadas de Córdoba, seguiremos bregando por edificar:
-       Una cultura y una ciencia nacional y antiimperialista, reconociendo la diversidad histórica, étnica y regional, promoviendo el dialogo interdisciplinario y orientando la actividad académica hacia la solución de los problemas argentinos, sudamericanos y universales;
-       Una universidad abierta al pueblo y en la cual la educación sea un derecho social universal y no un privilegio de elite o de clase;
-       Una comunidad colegiada y democrática de trabajo, en la cual intervengan los cuatro claustros con voz y voto, en dialogo directo y permanente con consejos sociales compuestos con organizaciones de la producción y del trabajo de cada región;
-       Una institución cogobernada, con participación protagónica de los sindicatos y en la cual se reconozcan, garanticen y profundicen los derechos laborales de sus trabajadores docentes y nodocentes;
-       Una conciencia sudamericana que contribuya a la efectiva integración cultural, social, productiva y tecnológica de nuestros pueblos, gobiernos y Estados;
-       Una agenda de investigación, de docencia y de transferencia que contribuya a la formación de cadenas de valor, a la innovación y a la soberanía industrial y tecnológica sudamericana;
-       Una cultura humanista y democrática, que reconozca y que promueva el pleno ejercicio de los derechos humanos, repudiando las dictaduras y la violación del orden constitucional.

Como bien dijo Arturo Jauretche, “el remedio no es menos Reforma, si no más Reforma, es decir más politización (…) entendiendo por politización aproximar más la Universidad al país”.

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