viernes, 23 de agosto de 2024

Políticas obreras del gobernador Manuel Fresco

 Aritz Recalde[1],   2024 

“Èsta es la democracia social que practica el Gobierno de Buenos Aires, ésta es la democracia social, que es anterior y superior a cualquier democracia política…porque el sufragio, cualquiera sea su forma o su extensión, no puede ser la razón última y suprema de la existencia de los pueblos. Será siempre inferior y posterior a la necesidad de vivir, a la de obtener el pan de cada día, el lecho para el enfermo pobre, la instrucción para el analfabeto, el salario más justo para las necesidades elementales de la vida y el goce de los bienes terrenales”. Manuel Fresco

 

El Departamento Provincial de Trabajo: alcances de la ley 4548

El gobernador Manuel Fresco promovió la intervención activa del Estado en los conflictos obreros y lo justificó en que era una manera de evitar el enfrentamiento violento de las clases sociales que ponía en riesgo la estabilidad política y el desarrollo armónico de la provincia. Sostuvo que “Mi gobierno sustentó, desde la hora primera, un criterio intervencionista, vale decir moderno, contrario al dogma liberal sintetizado en el “laissez faire, laissez passer”, porque el dejar hacer y el dejar pasar no es ni puede ser una norma de gobierno, sino una condición de anarquía, en cuanto se tolera que las fuerzas sociales en lucha por intereses económicos antagónicos impongan su ley con prescindencia de la justicia, del orden público y hasta del interés nacional” (Fresco 1940 b: III).

En base a estas ideas, en el mes de abril del año 1937 la legislatura aprobó la ley 4548. La norma retomaba las funciones de la 3650/16 sancionada en la gobernación de Marcelino Ugarte y que había creado el Departamento Provincial de Trabajo. Ésta última ley se componía solamente de 12 artículos y le otorgaba al flamante Departamento la función de preparar la reglamentación del trabajo, de efectuar inspecciones y de dar asesoría jurídica a los obreros. 

Según el titular del Departamento en la etapa de Manuel Fresco, Armando Spinelli, hasta el año 1935 la institución “daba la sensación de un organismo meramente burocrático que vivía encerrado en cuatro paredes, sin influjo ni prestigio en el conglomerado de las distintas actividades obreras. Su organización interna era impecable, pero su acción tan limitada que no intervenía, ni siquiera tomaba conocimiento de la existencia de los conflictos” (Fresco 1940 b: 11).

A diferencia de su antecesora, la ley 4548/37 era extensa y reglamentarista y tenía 153 artículos. La norma se estructuró en los 18 capítulos:

I-                Denominación y jurisdicción;

II-             Funciones positivas y de investigación de los problemas obreros;

III-          S/T. Estudio sobre cuestiones sociales y económicas;

IV-          De las penas;

V-             De las funciones de inspección y vigilancia;

VI-          Asociaciones profesionales;

VII-                     Conciliación y arbitraje;

VIII-                  Jurisdicción y procedimiento para la liquidación de accidentes de trabajo;

IX-            Disposiciones complementarias;

X-               Contralor de las empresas o entidades subrogadoras;

XI-            Higiene del trabajo y prevención de accidentes;

XII-                     Acción preventiva de despido emergente de la ley 11.729;

XIII-                  Cobro de salarios e indemnización por despidos;

XIV-                  Asistencia jurídica de los obreros;

XV-                     Procedimiento para la aplicación de las sanciones;

XVI-                  Dirección;

XVII-               Del Consejo del Trabajo;

XVIII-            De las Secciones.  

 

Armando Spinelli resumió la importancia de la ley 4548 en que “es el estatuto más moderno del país[2] en cuanto reglamenta el derecho a huelga, perfecciona el mecanismo legal para resolver las diferencias entre obreros y patronos, reglamenta el trabajo a domicilio por primera vez en la Provincia, establece un régimen legal pleno de garantía para la rápida satisfacción de los infortunios del trabajo, de las bases legales para la limitación del trabajo agobiador y la higiene de la vivienda ofrecida como complemento al salario”. El titular del organismo remarcó que la sanción de la norma fijó la obligatoriedad de cumplir los fallos del Departamento de Trabajo y auspició el reconocimiento a las asociaciones profesionales (Fresco 1940 b: 12-13).

 

Estructura y gobierno del Departamento Provincial de Trabajo

“Estamos celebrando la alborada de una nueva política social en el país; el éxito de la aplicación de una ley que reglamenta el trabajo y hace justicia al salario; el advenimiento de una nueva era de sindicalización cristiana y nacionalista. La realidad de una conciliación efectiva entre patronos y obreros, entre capitalistas y trabajadores (…) hemos avanzado pausadamente pero con firmeza en el campo de la legislación positiva y vamos abriendo en la selva oscura y casi virgen del derecho obrero una amplia brecha que será de positivos beneficios para las instituciones sociales”. Manuel Fresco

 

El Departamento Provincial de Trabajo mantenía dependencia funcional en el Ministerio de Gobierno entonces a cargo de Roberto Noble, quién fue uno de sus activos propulsores.

El ente se organizó a partir de las Secciones de Inspección, Accidentes, Estadística y legislación social, Conciliación y arbitraje, Asesoría Jurídica gratuita y de Bolsa de Trabajo, mutualidad y cooperativismo.

El organismo estaba a cargo de un Director y  Fresco designó al ya mencionado Armando Spinelli para el cumplimiento de la tarea.

La ley creó un Consejo del Trabajo. Éste último estaba integrado por nueve representantes a razón de tres por cada uno de los sectores de los obreros, de las patronales y del gobierno. Los delegados de los trabajadores y de las empresas eran designados por el director del Departamento a propuesta de las Asociaciones Profesionales. La norma puntualizó que se tenía que respetar la representación de la industria, del comercio y de la agricultura. La ley obligaba incluir, por lo menos, a una mujer en representación de los obreros. Entre las funciones fundamentales del Consejo estaban las de asesorar al Director del Departamento en la reglamentación de la legislación obrera, emitir dictámenes sobre cuestiones de conciliación y arbitraje y las de reclamar contra el proceder de los funcionarios del área. 


La conciliación de clases

Manuel Fresco remarcó que si bien nunca se negó el derecho a huelga a un trabajador o asociación, se consideraba al mismo como “última instancia, cuando fracasadas la conciliación y el arbitraje por la incomprensión o la ceguera de las partes, no les quede más camino que la ruta desesperada y sombría de la huelga” (Fresco 1940, T 2: 30).

El gobernador alertó a la opinión pública en el hecho de que en épocas anteriores a su gestión, las disputas de sectores terminaban violentamente. En sus palabras “¡Cuánta tragedia, cuánto crimen horrendo está registrado en los anales de la policía y los juzgados del crimen, desde los asesinatos de patrones y obreros, perpetrados por la suma de cincuenta pesos, porque así se los tasaba, hasta los incendios de las panaderías, que costaban cien!” (Fresco 1940 b: XI). 

La política pública de conciliación de clases se organizó reconociendo los orígenes sociales y políticos de cada uno de los grupos en pugna. En documentos de la provincia se podía leer que las “huelgas no estallan de pronto, porque sí. Media generalmente una causa y un período durante el cual se procura remover esa causa (…) los gremios más numerosos y más responsables, normalmente, no habían ido a la huelga inopinadamente; generalmente plantearon todas sus querellas con toda lealtad y el resultado no podía afirmarse que había sido lesivo”.

Para garantizar la paz social, Fresco hizo hincapié en la necesidad de distribuir las ganancias empresarias. También destacó que los trabajadores tenían que hacer esfuerzos en las épocas de crisis y “a mayor ganancia de patronos y capitalistas, cuanto más alto es el precio de los productos que elaboran, mayores deben ser lo jornales destinados a retribuir el trabajo del personal de obreros y empleadores (…)  Pero esta solidaridad, esta relación que debe existir siempre entre el beneficio y los salarios debe mantenerse en las horas del sacrificio, es decir, cuando los precios caigan, oportunidad en que ustedes deben corresponder a aquella actitud análoga nobleza e igual sentido humano” (Fresco 1940 b: XII).


La intervención del Estado en los temas obreros

“El trabajo es para el hombre un deber, en lo que respecta a su condición de unidad integrante de la colectividad. Pero es también un derecho, ante la sociedad y el Estado, que deben darle posibilidades para su subsistencia y la de los suyos. Cuando el régimen no proporciona trabajo al individuo, conspira contra su dignificación, la institución de la familia y la tranquilidad común, puesto que condena a mendigar, a robar o a morir de hambre”. Manuel Fresco

 

El Departamento de Trabajo tenía la función de controlar la correcta aplicación de las normas laborales. Con este fin se creó un servicio de inspección y se reglamentaron las penas por incumplimiento al accionar de las leyes.

El organismo registraba los contratos colectivos, intervenía de oficio en el pago de accidentes del trabajo y en reclamaciones por cobro de indemnizaciones y salarios. La norma reglamentó en detalle los mecanismos para liquidar accidentes y para recibir la atención médica.

Armando Spinelli sostuvo que previo a la tarea del Departamento, al momento de liquidar un infortunio del trabajo los obreros “quedaban enteramente al criterio patronal y solo aparecía como remedio lejano, en caso de duda, el pleito”. Además, si el trabajador no acordaba con la indemnización promovía una demanda y “no había, así, ni seguridad para unos, ni para otros y la llamada “industria del accidente” hacía su agosto (…) la consecuencia natural era el descredito de la acción oficial”.  El Departamento de Trabajo realizó una activa tarea y sus resoluciones fueron acatadas en un 97% por ciento. Spinelli destacó que al año 1940 de las 3651 sentencias definitivas no se había producido ninguna revocatoria judicial. 

La ley promovió el acuerdo entre las partes en conflicto y creó una instancia obligatoria de conciliación y de arbitraje. Entre los antecedentes de referencia para su organización, estuvieron los de Italia (1936), México (1931), Nueva Zelanda (1936) y Francia (1936). El Departamento intervenía con carácter preventivo en entredichos de obreros y patrones y también en huelgas y cierres. En esas intervenciones “se atendía a tres factores: el interés del capital, el interés del trabajo y el interés de la sociedad toda, interesada en conservar un equilibrio justo y la tranquilidad social” (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 147-148 y 190).

Los grupos en puga estaban obligados a cumplir los alcances del laudo. En palabras del gobernador Fresco “en todo los casos hemos establecido como regla invariable la instancia obligatoria de la conciliación y el arbitraje. Cada vez que un conflicto se promovía, el Gobierno, fiel a su política intervencionista, llamaba a las partes y desarrollaba un proceso en dos etapas: primero la conciliación, tratando de poner de acuerdo a patronos y obreros, y luego, fracasado aquel intento, el arbitraje en cuya oportunidad laudaba con imperio, exigiendo el cumplimiento estricto de su fallo” (Fresco 1940 b: X).

El organismo ofrecía sus servicios de abogados para el cobro de las indemnizaciones en caso de judicialización de los procesos y podía requerir inhibiciones y embargos preventivos contra los patrones. La norma incluyó un apartado completo sobre la “Asistencia Jurídica de los obreros” que sería gratuita y que estaría a cargo de abogados y de procuradores  costeados por la provincia.

En cuatro años llegaron al Departamento 108.791 denuncias por infortunios de trabajo. Alrededor de 100 mil de ellas requirieron realizar una investigación de oficio y aplicar la doctrina jurídica adecuada (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 147-148).

 

Políticas de prevención

La norma incluyó un apartado sobre higiene del trabajo y prevención de accidentes. Se estableció que los locales de trabajo tenían que ser amplios, higiénicos y aireados y se incluyeron especificaciones sobre la necesidad de evitar la exposición a materiales contaminantes y peligrosos para la salud. La ley exigía a los empresarios a proveer la seguridad de las máquinas y la confortabilidad e higiene de los alojamientos de los obreros.

Se declaró obligatoria por ley la reglamentación del ritmo, la celeridad e intensidad del trabajo. Para poder aplicar esta norma la gobernación impulsó diversos estudios de condiciones de trabajo y de producción en industrias y talleres.


El estudio del problema social

El Departamento creó una sección especial de estadística[3] destinada al estudio de temas sociales y económicos. Esta información sería útil para formular normativas, aplicar las leyes existentes, conocer lo problemas de los trabajadores, colaborar con institutos universitarios, promover la mutualidad, reunir información sobre costos de vida, accidentes y otras cuestiones vinculadas a la situación obrera. 

Durante la etapa, el Departamento realizó una investigación sobre el costo de vida en diez ciudades de la provincia incluyendo a 89.639 trabajadores industriales. Por primera vez, el Ministerio de Gobierno bonaerense tenía fuentes documentales sobre los ingresos por tipo de actividad, acerca de los costos de alimentación, vivienda, indumentaria, menaje y gastos generales del pueblo. El informe permitió relevar las especificidades del trabajo de varones, de mujeres y el infantil (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 203-228). 

El entonces Jefe Interno de Estadística, Héctor Zanetti, destacó que “esta investigación representa el primer esfuerzo orgánico realizado en la provincia para establecer el costo de vida obrera. Ha sido sincronizado en su método y en sus características concretas (tipo de matrimonio, sueldo, etc.-), con la realizada en el orden nacional por la Dirección de Estadística del Departamento Nacional de Trabajo, a fin de obtener cifras comparables” (Fresco 1940 b: 163-168).

Si bien los datos no eran exactamente iguales para todas las localidades y actividades, las conclusiones generales de la investigación dieron como resultado la existencia de una alta proporción de salarios convenidos bajos, de entradas mensuales bajas y de irregularidades en las jornadas de trabajo.

El Departamento realizó un estudio sobre la vivienda obrera. Las investigaciones dejaron como resultado que un 41% de los jefes de familia consultados vivían en casa propia y el 58,8% alquilaban. Tal cual comentamos, los informes dieron cuenta que los salarios obtenidos por los encuestados eran bajos. Ahora bien, el informe destacó que los alquileres que se pagaban eran sumamente altos y eso permitía que los inquilinos afronten una cuota de un potencial plan de vivienda propia (Fresco 1940 b: 253-284).

El Departamento otorgaba las Libretas de Trabajo para menores (aplicación de ley nacional 11.317/24). A partir de acá, se obtuvieron datos relevantes sobre la actividad de este sector. Entre los años 1936 y 1938 se entregaron 42.710 libretas siendo el 81,2% varones y el 18,8% mujeres. El 41% de los menores tenían 14 años, el 27% 15 años, el 20 % 16 años  y el 11% 17 años. El 0,8% de los menores era analfabeto y concurrían a la escuela solamente el 1% de ellos. El 90% eran argentinos, el 4% italianos y el 1,4% españoles. Al momento de pedir la libreta el 76% tenían vivos a sus padres. Las principales actividades que realizaban eran las metalúrgicas, las textiles, la alimentación, el comercio y las finanzas y la industria del vestido (Fresco 1940 b: 309-310).

El Departamento publicó una investigación sobre el cumplimiento de las leyes obreras y de los salarios en los frigoríficos de la provincia.

Se formularon informes sobre accidentes de trabajo que dieron cuenta de las mejoras que supuso la implementación de la ley 4548. El gobierno remarcó que la reforma institucional auspició el aumento importante del número de expedientes iniciados y de resoluciones consumadas por el Departamento de Trabajo. Subieron la cantidad de juntas médicas y la liquidación de indemnizaciones. El Departamento mejoró considerablemente la asistencia jurídica a los trabajadores (Fresco 1940 b, T II).


El reconocimiento de las Asociaciones Profesionales

“Ni el obrero es un sometido ni el patrón es un tirano. Ambos tienen que desempeñar papeles igualmente importantes e imprescindibles para la vida de la colectividad. Los habitantes de un Estado libre no deben verse obligados a soportar la subordinación mezquina de los más, por el poder económico de los menos”. Manuel Fresco

 

La ley reconoció a las Asociaciones Profesionales patronales y obreras. Para su inscripción formal en el Departamento se les requería estatuto social, una “finalidad socialmente útil”, la integración con autoridades representativas y la efectiva participación de los asociados. La participación en ellas era libre y para poder integrarlas se exigía desempeñar oficio, profesión o industria con antigüedad de un año y que sus miembros no hayan sufrido condena por delitos contra la propiedad o la seguridad individual y pública.

Era requisito para formar parte de una asociación acatar la prohibición de aplicar la acción directa y la de respetar los alcances de los acuerdos alcanzados.

A las asociaciones patronales se les exigía que sus estatutos reconozcan el derecho laboral de los obreros.

Según informes oficiales de la provincia, al año 1940 existían 81 entidades reconocidas con personería gremial. 74 eran obreras y 7 patronales. Otro importante número de entidades habían solicitado personería y esperaban informes de la inspección general  (Fresco 1940 b: 163-168) (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 195). 


Manuel Fresco y los sindicatos de trabajadores

A mi despacho han llegado los representantes genuinos y máximos de los trabajadores, como he tenido oportunidad de decirlo varias veces. La Confederación General del Trabajo ha expresado su adhesión a la política social del Gobierno, como lo ha hecho la Federación Agraria y también en repetidas oportunidades los asalariados del campo se han acercado para invitarme a participar en grandes asambleas gremiales”. Manuel Fresco

 

Con el reconocimiento a las Asociaciones Profesionales Fresco promovió la acción gremial. A partir de las tareas del Departamento de Trabajo y de otras políticas sociales, durante la gobernación el mandatario entabló fluidos vínculos con las organizaciones representantes de la pequeña producción y del trabajo.

El accionar de la repartición del trabajo fue valorado y acompañado por la Federación Agraria y por la CGT, tal cual lo menciona el gobernador en el epígrafe que inicia este apartado. Investigaciones sobre el tema dan cuenta del apoyo a la política laboral bonaerense dado por José Domenech de la CGT, por la Federación Obrera de la Construcción y por parte de otras importantes figuras y organizaciones gremiales (Barba 2020, Reitano 1992).

Sostuvo Fresco que “con respecto a la acción gremial, que interesa por igual a patronos y obreros, nuestro Gobierno no la perturba, ni la detiene, ni se opone a su pacífico y tranquilo desarrollo. Por el contrario, la auspicia, la estimula y ha llegado a legalizarla mediante la ley 4548 porque entiende que es beneficiosa y sana para los intereses de la colectividad. Entendemos que con el sindicalismo realizado con criterio nacionalista y cristiano, habrá de llegarse en breve y definitivamente a la conciliación de las clases, eliminando para siempre los peligros y la lucha que predica el marxismo disolvente y corruptor para lanzar a los trabajadores contra los capitalistas y sembrar la anarquía” (Fresco 1940 b: XI).

El adversario sindical de Fresco era el sindicalismo anarquista y comunista al que consideraba contrario al principio de conciliación de clases, base del programa de gobierno bonaerense. Es a partir de acá, que por una parte sostenía públicamente que “si los trabajadores quieren constituir más organizaciones de ese tipo en todos los rincones de la Provincia y multiplicarlas hasta el infinito, siempre bajo el régimen de nuestra Ley, declaramos que serán bienvenidas y desde ya les tendremos las manos para ayudarlos”. Tomando distancia del sindicalismo de izquierda y fijando el marco de la correcta actuación, declaraba que “no vamos a permitir agresiones contra el capital privado” (Fresco 1940 b: XVI).

 

Acciones particulares

En los cuatro años de gestión de Manuel Fresco el Departamento de Trabajo implementó una importante cantidad de intervenciones en distintos frentes. Entre ellas, hay algunas que se destacaron y que vamos a comentar a continuación.  

 

Normativa sobre Descanso Dominical y sábado ingles

Se aprobó un nuevo marco regulatorio para el Descanso Dominical (Decreto 79/37)  y el de sábado inglés (ley 4686/38) (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 199-202). 

Sobre la aplicación del sábado inglés Manuel Fresco sostuvo que “luego de reclamos reiterados en el transcurso de mucho tiempo por empleados y obreros, haciéndola extensiva a todo el territorio provincial y a todos los gremios, convencidos de que si nosotros, los representantes de la clase media, tenemos el derecho a descansar día y medio por semana, también deben tenerlo los que reparten pan y carne, por ejemplo. ¿Y por qué no habrían de disfrutarlo igualmente trabajadores del campo y los obreros de la industria?. ¿Por qué no habría de alcanzar el beneficio a los empleados y peones de los comercios mayoristas y minoristas”? (Fresco 1940 b: XIV).

 

Trabajo a Domicilio y surgimiento del sindicalismo femenino

“Es bueno considerar que el feminismo es ya un movimiento poderoso que no se detendrá (…) al feminismo se lo podrá encauzar, dirigir y contener dentro de los límites racionales; pero vano será todo esfuerzo que pretenda resistirlo. Y no serán las tradicionales señoras, ni las modernas doctoras las que ejercerán influencia honda y positiva entre las obreras, sino las mujeres profesionales (…) Y se aproxima el tiempo en que ellas mismas decidirán de los destinos del mundo. Unos tras otros los países se ven forzados a reconocer a la mujer la igualdad de los derechos civiles del hombre”. Monseñor De Andrea, año 1919

“Por aplicación de la ley 4548 rige en el territorio de la provincia la ley de trabajo a domicilio. Se satisface con ello una necesidad hondamente sentida porque constituye el amparo de sufridas trabajadoras de la aguja”. Armando Spinelli

 

Un capítulo especial de la etapa fue la relación de Manuel Fresco con la agrupación de las trabajadoras de la aguja, reunidas en la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas (FACE) impulsada en el año 1922 por el Monseñor De Andrea. En un acto en La Plata del mes de julio de 1938  el gobernador sostuvo “¡Cuánto dolor, cuánta tristeza, cuántos sacrificios y cuánta miseria traduce la situación de injusticia que se ha colocado a este gremio, tan castigado por el egoísmo y la mezquindad!. En Buenos Aires, un distinguido prelado argentino, Monseñor De Andrea, ha constituido los sindicatos de la obreras de la aguja y la acción desplegada por el bondadoso sacerdote ha traducido en grandes beneficios para esas mujeres admirables que se sacrifican en aras del trabajo (…) El Departamento de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires está trabajando con afán y empeño, indagando las condiciones de trabajo a domicilio, y yo prometo solemnemente, en nombre de mi Gobierno, que esos salarios han de ser mejorados en breve, como en justicia corresponde” (Fresco 1940, V 2: 40)

La FACE fue una de las primeras entidades gremiales de mujeres en la Argentina y ya al año 1932 reunía a 18 gremios y siete mil asociadas. En el año 1948 el número había aumentado a veintiséis asociaciones.

De Andrea, como también Fresco, difundió los principios doctrinarios del Papa León XIII y cuestionó tanto la explotación laboral capitalista, como la supuesta posible solución comunista. En el año 1937 De Andrea denunció la “exigüidad inverosímil de los salarios de las costureras a domicilio, y de la explotación todavía más inverosímil de ese indefenso trabajo a dominio”. En el mismo discurso remarcó que pese a las omisiones de la dirigencia de la derecha y de la izquierda, la FACE había obtenido la “primera victoria de la campaña emprendida: la de haber logrado la unanimidad en la comprobación el hecho consumado”. Propugnó la armonía de clases, la virtud del trabajo como un deber además de un derecho y la necesidad de “elevación moral y material del pueblo por medio de la organización” sindical” (De Andrea 1963: 181-209).

La ley 4548 incluyó entre las atribuciones del Departamento de Trabajo la de controlar el trabajo a domicilio, aplicando los alcances normados en la Ley Nacional 10.505. Esta agenda la había instalado anteriormente la militancia activa del Monseñor De Andrea y la FACE.

Para poder intervenir en la materia, el organismo realizó una investigación que concluyó que “los obreros sastres, como las costureras, por la naturaleza de su trabajo, perciben una remuneración que no se ajusta al costo de vida”.

El Departamento obligó a los industriales y talleristas a que cumplan la ley nacional y aprobó modelos de registro y de libretas de trabajo y otro conjunto de exigencias reglamentarias.

En la ciudad de La Plata se instituyó una comisión de salarios que fue solicitada por el Sindicato de Costureras y cuya labor derivó en un convenio acordado con las patronales. Firmaron el acuerdo la presidenta del mismo, Elena C. de Rivas y las delegadas Albina C. de Lahera y Águeda Blanco  (Fresco 1940 b: 209-221).

 

Estabilidad y escalafón del magisterio

“La Ley de Escalafón y Estabilidad que vosotros elogiáis, no sólo satisface viejos y legítimos anhelos del Magisterio, sino que ella fue concebida y estructurada para remediar males que de antiguo aquejaban a la escuela y que eran una consecuencia, directa e indirecta, de la inestabilidad, del precario estímulo y de la escasa remuneración en que vivían los maestros del primer Estado argentino”. Manuel Fresco

 

Con la ley 4675 se aprobó el Escalafón y la estabilidad del magisterio. El 28 de junio del año 1938 Fresco sancionó el decreto reglamentario, remarcando la finalidad del gobierno de “dignificar al maestro” asegurándole el máximo de “garantías para el cumplimiento regular de su carrera profesional y que tienda a colocarlo moral y materialmente en el lugar jerárquico que le corresponde conforme a la trascendencia de su misión”.

La norma tenía 57 artículos y se integró con los capítulos Grados jerárquicos, Escala de sueldos, Ingreso en la carrera docente, Promociones y ascensos, Junta superior de clasificaciones para docentes, Jurados para concursos por oposición, Estabilidad y disciplina, Tribunal de disciplina y Boletín oficial.

 

 El balance de la política social

“A Manuel Fresco le había escrito: “yo me propongo realizar en todo el ámbito del país la experiencia que usted propuso en la provincia de Buenos Aires”. Juan D. Perón.

 

Reducción del conflicto social

“Representáis la economía y la producción, que quiere decir Capital y Trabajo, fuerzas históricamente antagónicas y contrapuestas, fuentes máximas y únicas de la riqueza pública y privada, generadoras del engrandecimiento y el progreso de los pueblos, que conviven hoy en la paz social y en la tranquilidad de los espíritus”. Manuel Fresco

 

En varias oportunidades, el gobernador remarcó que el histórico resultado de su programa social y laboral fue la reducción de los conflictos violentos en la provincia. En un acto del día 2 de mayo en La Plata sostuvo que “gracias a la política de conciliación y pacificación social iniciada desde el primer momento, mi gobierno ha evitado el estallido de conflictos violentos entre capital y el trabajo, y ha resuelto, en paz y armonía, todas las diferencias surgidas de ese campo. En la provincia de Buenos Aires ya no se producen huelgas. Patrones y obreros confían por igual en la intervención conciliatoria e imparcial de la autoridad gubernativa, directa o por intermedio del Departamento de Trabajo”. Retomó el tema en un acto en Chacabuco el día 19 de junio de 1939 y allí aseveró que con anterioridad a la existencia de su programa laboral “se produjeron 50 huelgas que afectaron a 12.000 trabajadores” y luego de fortalecido el Departamento de Trabajo “se suscitaron ciento ochenta conflictos entre patrones y obreros, que afectaron a 50.000 trabajadores y hemos resuelto, señores, con las ampliaciones dadas, que importan gastos, pero que también traen beneficios, los 181 conflictos y se tranquilizaron 50.000 trabajadores ¡En Buenos Aires no existe la huelga!. (Fresco 1940, T 2: 149 y 210).

Según datos oficiales, las disposiciones sobre conflictos obreros de la ley 4548 “permiten ofrecer el panorama de una ausencia total de huelgas, que perjudicaban la economía y alteraban la tranquilidad pública. Han demostrado ellas la exactitud de una reflexión elemental que orienta toda su estructura, al establecer que la negociación debe ser previa al rompimiento y a la guerra enconada” (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 186-187). 


Mejoras de las condiciones de trabajo

Armando Spinelli sostuvo que al año 1940 al amparo de la ley 4548 se habían celebrado trecientos convenios que fijaban “minuciosamente las condiciones generales de trabajo y de salario a una masa de ciento quince mil obreros asalariados (…) cada uno de ellos evitó una situación de intranquilidad pública, de paralización de la actividad (…) trescientas gestiones que dejaban arregladas en equidad, con la supervisión de la autoridad del trabajo, la situación, la vida de trecientos conglomerados humanos” (Fresco 1940 b: 13).

En un acto frente a trabajadores y empresarios efectuado en el mes de julio del año 1938, Fresco puntualizó que “es conveniente repetir, aun cuando ustedes lo saben que el salario de la manufactura fabril, en líneas generales, se ha mejorado en un treinta por ciento y el del campo en un cuarenta” (Fresco 1940 b: XV).

Cada convenio implicaba realizar complejos estudios previos de las condiciones de trabajo y de producción de cada establecimiento y sector productivo. Según fuentes oficiales de la provincia, los 300 convenios redactados contemplaron la realidad de 115.000 trabajadores manuales y cada uno de ellos evitó una “situación de intranquilidad pública, de paralización de la actividad, de regresión social”. En 234 convenios se ajustaron al mismo tiempo las condiciones de trabajo y los salarios (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 138 y 166).

Los trabajadores del Campo

Fresco impulsó la apertura de una sección rural dentro del Departamento de Trabajo. En ella de realizaron estudios profundos de las condiciones técnicas y económicas del trabajo rural (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 141).

El tema era difícil de abordar en las más de 30.000 chacras bonaerenses. Asimismo, era complejo ya que no existía una entidad de trabajadores realmente representativa que los agrupara. La cuestión de la estacionalidad de muchas tareas suponía una ingeniería de negociación específica para cada actividad.

La provincia capacitó inspectores, detalló una lista de jornales y precios y sancionó una normativa especial que promovió el confort de los trabajadores y el incremento de los salarios. Entre otras acciones, se regularon las actividades de la recolección y desgrane de maíz y los salarios de la esquila. Las medidas tuvieron el apoyo de la Federación Agraria Argentina (Fresco 1940 b: 15-16) (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 170-176).

En un acto en Bahía Blanca del mes de junio del año 1939 Fresco sostuvo que “El gaucho, el peón de campaña que recoge el maíz o la cosecha, tiene hoy un salario humano, y no deja de exteriorizar la satisfacción de sentirse defendido, testimonio que he tenido oportunidad de comprobar cada vez que recorro las zonas agrícolas”  (Fresco 1940, T 2: 193).

 

Otras Actividades

Armando Spinelli presentó un resumen estadístico de su gestión en el Departamento de Trabajo. Incluyó bajo el título de “otras actividades” la realización de 14.073 informes médicos, 42.710 libretas de menores, 4057 sumarios por infracciones, 35.109 establecimientos inspeccionados, 10.453 libros rubricados, 182.394 planillas y fichas rubricadas, 16.629 consultas evacuadas, 278.055 notas y comunicaciones despachadas, 487.703 notas y comunicaciones recibidas,  252.000 resoluciones y dictámenes diversos(Fresco 1940 b: 18-19).

  

Los enemigos de la reforma laboral

“Señores patronos y obreros: señores trabajadores y capitalistas: Roguemos al Altísimo para que esta política se perpetúe en el tiempo y se extienda en el espacio, bajo una sola inspiración: la de la Patria; con un solo símbolo: la Bandera; al amparo de un solo sentimiento: el de la Equidad, y bajo una sola protección: la de Dios, fuente de toda razón y justicia”. Manuel Fresco

 

La ley 4584 encontró resistencia en algunos grupos empresarios que se presentaron a los tribunales para detener su aplicación. En algunos casos, los opositores utilizaban la Jurisprudencia Nacional que negaba a los gobiernos provinciales facultades directas para dictar normas sobre contratos de trabajo y salarios mínimos. En este marco, los grupos de poder “salieron a relucir, como es natural, las consabidas impugnaciones de inconstitucionalidad, porque como es tradicional en nuestro país cuando una innovación jurídica no es mala, es inconstitucional” (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 186).  

Un caso destacado fue un laudo con el frigorífico Swift en el puerto de La Plata. El Director del Departamento, Armando Spinelli, había aplicado una multa a la empresa por haber hecho trabajar a 113 mujeres antes de las 7 horas. Swift no quería acatar la normativa provincial argumentando que el puerto había sido vendido al Gobierno Nacional en el año 1904 y ello supondría la pérdida de la jurisdicción provincial.

La provincia fue a la Justicia Provincial y a la Federal y obtuvo dictámenes favorables y la empresa fue obligada a cumplir la ley (Fresco 1940 b: 147-162) (Cuatro Años de Gobierno 1940, VIII: 186 -189). 

  

Bibliografía citada

Barba Fernando E. (2010) “Manuel Fresco y el Departamento de Trabajo. Un intento de regular los conflictos sociales”, en Emir Reitano (compilador), El Gobierno de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires (1936-1940), Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires.

Cuatro Años de Gobierno (1940) Hacienda, leyes, Departamento de Trabajo, Provincia de Buenos Aires, volumen VIII.

De Andrea (1963) Pensamiento Cristiano y Democrático de Monseñor de Andrea, Homenaje del Congreso Nacional, Congreso de La Nación, Buenos Aires.

Fresco Manuel (1940-b) Cómo encaré la política obrera durante mi gobierno, Directivas del poder ejecutivo, nueva legislación del trabajo, acción del departamento del ramo, MIMEO, T I y II, Buenos Aires.

                        (1938 c) Habla el gobernador de Buenos Aires, MIMEO.

(1966) Mi verdad, Buenos Aires.

(1940) Conversando con el Pueblo, compilado por Luis Balesta, Buenos Aires. T 1 y 2. 

Pavón Pereyra (1978) Conversaciones con Juan D. Perón, Colihue-Hachete, Buenos Aires.

Reitano Emir (1992) Manuel A. Freso, antecedente del gremialismo peronista, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.

 



[1] El artículo forma parte del Proyecto de Investigación de la UNLa Amílcar Herrera “La Gobernación bonaerense de Manuel Fresco (1936-40): matriz de pensamiento y acción de gobierno”.

[2] Según fuentes oficiales de la provincia, en el mes de octubre del año 1938 el Gobierno Nacional dictó un decreto creando una comisión para formular un proyecto de estatuto gremial sobre bases idénticas a la ley 4548 (Cuatro años de Gobierno 1940, V VIII: 137).

[3] Con la voluntad de perfeccionar la estadística pública, la provincia sancionó la ley 4550 creando el Registro General y Censo Permanente de la Población, Inmuebles, Comercio e Industrias, dependiente del Ministerio de Gobierno.

 

sábado, 15 de junio de 2024

Arturo Jauretche, el pensador nacional

 Aritz Recalde, junio 2024

“Yo soy un hombre de trabajo

y muy tranquilo en la paz,

pero estimo el deber más

que la paz que a mí me gusta:

por eso a una causa justa

no le he fallado jamás”.

Arturo Jauretche

 

En su importante obra escrita en libros y textos periodísticos, Arturo Jauretche abordó una diversidad de temas económicos, sociológicos, culturales, geopolíticos e históricos.

En sus investigaciones y ensayos se propuso identificar el ser nacional con una finalidad eminentemente política. Su objetivo era el de conocer el ADN cultural e identitario del pueblo, con el fin de formular las bases de un programa de desarrollo nacional.     

En el presente texto vamos a resumir algunos de los temas y de las perspectivas de análisis de Jauretche, sin ánimo de agotar su obra e ideario que son sumamente extensos. Nos vamos a referir, centralmente, a aquellas cuestiones a las que consideró que eran fundamentales para construir la soberanía nacional.

El analista político: la elite argentina vista sociológicamente

En el libro El Medio Pelo en la sociedad argentina (1966) Arturo Jauretche realizó un análisis sociológico de las elites de nuestro país. Desarrolló la hipótesis de que el país carecía de un grupo directriz, ya que esa función no la cumplían los empresarios rurales e industriales y tampoco los sectores medios.

En el Medio Pelo describió la dinámica a partir de la que se organizó nuestra estratificación social. Analizó como en el siglo XIX surgió la nueva burguesía porteña dedicada al comercio y a las labores de la hacienda rural. Este proceso fue conformando una nueva clase alta que controló los factores económicos y que construyó un estatus cultural diferencial con el pueblo. Con este último objetivo, dichos grupos formaron una identidad a partir de adquirir una vivienda en la ciudad,  disponer de tierra y de copiar las costumbres europeas. Importaron un racismo de clave “civilización y barbarie” y con ese esquema mental construyeron un muro emocional e ideológico frente a los grupos subalternos.  Jauretche interpretó que la clase alta, paulatinamente, se desentendió de la vida cívica y delegó la tarea partidaria y política a los “rangos más bajos”. 

Luego de la Independencia la elite local practicó  una sumisión ideológica a Inglaterra (ideología de los negocios) y a Francia (ideología del arte y de las instituciones). El autor concluyó que la burguesía agropecuaria fracasó en su condición de elite directriz. Dicha incapacidad fue, en parte, el resultado de la asimilación acrítica de una ideología extranjera. Las elites importaron el liberalismo y no fueron capaces de formular un proyecto económico industrialista y de integración social, base de la soberanía en la era de las nacionalidades del siglo XX.   

La burguesía argentina no consolidó un proyecto nacional soberano con el porteño Bartolomé Mitre y tampoco con el sanjuanino Domingo F. Sarmiento.  Julio Argentino Roca, al que Jauretche caracterizó de ser el militar más federal y nacional de esa generación  liberal, tampoco fue capaz de consolidar una elite con visión de desarrollo integral.

Con las migraciones externas e internas de los siglos XIX y XX se produjeron cambios importantes en la composición demográfica del país. En esa misma época, el desarrollo económico se extendió con las actividades agropecuarias a las provincias de Santa Fe y a Córdoba. Jauretche puntualizó que en ese marco surgió “el gringo”, representante de un nuevo grupo económico y políticamente en ascenso. Se desarrolló además una flamante burguesía industrial, que asimiló las pautas de la vieja oligarquía terrateniente.

Los sectores populares se fusionaron con la inmigración, integrando en una misma Nación a distintas tradiciones étnico-culturales. Jauretche remarcó el hecho de que la inmigración fue habitualmente masculina. Esto favoreció que los migrantes se juntaran con las mujeres locales auspiciando la fusión cultural y conformando los rasgos particulares de la familia argentina. Los migrantes y los trabajadores nativos no desarrollaron una ideología de clase como creyó el socialismo, sino más bien compartieron un conjunto de intereses comunes propios de los gremios y un sentimiento de irritación contra los ricos que incitó en varios contextos a la protesta social.  

El proceso de industrialización, el aumento del comercio y la expansión del mercado interno permitieron que surja la clase media que encontrará en la UCR un canal de representación. La clase media en términos de ubicación productiva era parte del proletariado y de los pequeños comerciantes. Pese a eso, en términos culturales el grupo creyó formar parte de la clase alta. Estos sectores construyeron un estatus aspiracional ético, estético e ideológico orientado a parecerse a la clase alta. El “medio pelo” buscó prestigio a partir de los consumos culturales de música y literaturas europeas, en la participación en clubes y colegios de elites, en los viajes al extranjero y en la compra de autos de alta gama. El estatus aspiracional los llevó a buscar habitar los barrios distinguidos. Asimilando las pautas de la clase alta se volvió racista con los sectores trabajadores y no comprendió con facilidad los procesos políticos como el yrigoyenismo y el peronismo.

Como conclusión de su estudio, Jauretche remarcó el hecho de que la Argentina no tenía elites nacionales empresarias y políticas capaces de construir y de mantener en el tiempo la soberanía. El neocolonialismo había calado profundo en nuestros grupos dirigentes, que no pudieron refundar el país en la era de masas y del industrialismo del siglo XX. 

En el libro Ejército y Política (1958) Jauretche desarrolló la hipótesis acerca de que en algunas épocas históricas los sectores militares ocuparon el vacío de conducción que dejó la dirigencia política. En particular, el autor argumentó que existió un Ejército Nacional en la etapa de Juan Manuel de Rosas y que eso le permitió al mandatario promover el Sistema Americano y mantener la soberanía territorial frente a la agresión colonialista foránea. La línea nacional de los militares volvió a aparecer con Julio Argentino Roca, a quien Jauretche le atribuyó la capacidad de consolidar la integridad territorial del país y de fundar el Estado moderno. En el libro remarcó que a partir del año 1943 el ejército y los trabajadores fundaron un nuevo pacto histórico y protagonizaron el último gran proyecto modernizador y de construcción de una Patria Grande. 

 

El economista: la derrota de los sectores industriales y populares de 1955

En varias oportunidades Jauretche abordó el tema de la economía con la certeza de que es un elemento fundamental de la soberanía nacional.

Entre sus trabajos destacados sobre el tema no puede dejar de citarse El Plan Prebisch, retorno al coloniaje publicado en el año 1955. El libro fue escrito al poco tiempo de producirse el golpe de Estado y allí describió –y cuestionó- el paquete de reformas implementado por la dictadura en base a un diagnóstico del pensador de la CEPAL. 

En el trabajo hizo una defensa del programa económico justicialista por considerarlo una obra de defensa y de afirmación de la soberanía nacional. Analizó la política financiera y consideró que fue acertado el uso de las libras bloqueadas en las nacionalizaciones y caracterizó de positiva la repatriación de la deuda externa. Jauretche remarcó la importancia que adquirió para la soberanía la política energética de YPF, el uso del carbón y el gas y las obras eléctricas del período. Describió la importancia estratégica para la soberanía nacional que tuvieron las políticas de transporte y la de siderurgia. Remarcó el impulso que se le dio a la actividad agropecuaria con la fabricación nacional de tractores por I.A.M.E.

La contrarrevolución del año 1955 se propuso desarmar el programa económico industrial anterior. Buscó transferir riqueza y poder de decisión al sector agropecuario, acrecentar la participación del capital extranjero, eliminar acuerdos bilaterales de comercio y bajar el nivel de ocupación.

La reducción del poder adquisitivo de los trabajadores favoreció la quiebra de los industriales ligados al mercado interno. El abandono de la política multilateral de comercio significó una mayor dependencia a un grupo reducido de potencias extranjeras. Grandes corporaciones foráneas ocuparon nichos de mercado anteriormente en manos de grupos nacionales.  

Jauretche interpretó que todas esas medidas ponían en riesgo la soberanía nacional. En su punto de vista, la dictadura de 1955 estaba demoliendo el único programa de desarrollo moderno que podía darle a la Argentina las bases materiales para garantizar la soberanía y competir en la nueva etapa del comercio internacional.  Sostuvo que en “la reforma económica está el secreto de nuestro provenir libre o esclavo, del bienestar o de las penurias de los argentinos y del juicio definitivo que la historia formulará sobre los hombres y las instituciones”.

 

El sociólogo: definiendo los valores del hombre argentino

Arturo Jauretche escribió varios trabajos de sociología de los sectores populares. En el ya mencionado Medio pelo en la sociedad Argentina efectuó un estudio sociológico de los valores, prácticas y formas de vida de la burguesía, de los sectores medios y de los trabajadores.

En la primera parte de Los profetas del odio y la yapa (1957) introdujo un interesante estudio sobre  la organización social, laboral y cultural del campo argentino. Analizó, en debate con Ezequiel Martínez Estrada, la forma en la cual se efectuó la transición del trabajador rural hacia la labor industrial y hacia la vida en las grandes ciudades. A diferencia de los estudios sociológicos habituales de su época, Jauretche aplicó un método culturalista. Describió los procesos demográficos y migratorios a la luz de las principales medidas políticas y sociales de cada contexto.

Su libro De memoria, Pantalones cortos (1972) reunió testimonios autobiográficos. En línea con los trabajos anteriores, allí también detalló las costumbres, la cultura, la vida política, la economía y las prácticas sociales de su pueblo natal (Lincoln) y de la provincia de Buenos Aires.  En esta obra y siguiendo con el Medio pelo, le dedicó un tiempo al análisis crítico de las clases medias y de los grupos intelectuales.   

Sus análisis sobre las elites, sobre la vida rural, acerca de la identidad de los obreros industriales y centralmente los realizados sobre las clases medias, lo ubican como uno de los pensadores más profundos y originales de la sociología argentina.

Asimismo y cuestión importante a destacar, sus investigaciones fueron siempre a la misma vez teóricas e históricas situadas. Tal cuestión no es común en la sociología y en la ciencia política, más habituadas a la abstracción o al estudio de casos de otras latitudes sin posibilidad de constatación empírica. Esta particularidad lo convirtió en un autor sumamente influyente en los ámbitos partidarios, sindicales y políticos de su tiempo.

 El analista internacional: el ser sudamericano y la defensa nacional

En el libro Ejército y política Jauretche analizó la evolución histórica del territorio argentino y sudamericano. En el estudio introdujo las categorías de Patria Chicha y de Patria Grande. Vinculó estos conceptos con el rol de las fuerzas armadas y los contrastó a partir de un estudio de casos históricos de la Argentina y de Brasil.

Sostuvo, en un gran resumen, que a partir la Independencia las elites debatieron   los alcances geográficos y conceptuales del territorio nacional.  La dirigencia de la Patria Chica impulsó la formación de un territorio acotado a la actual Argentina, oponiéndose a la conformación de una Nación sobre  los márgenes del entonces Virreinato del Río de la Plata. Jauretche sostuvo que tal cuestión fue el resultado de que la dirigencia padecía un “reaccionarismo ideológico” y un “descastamiento”. Los impulsores de la Patria Chicasólo ven instituciones y gobiernos; la ordenación jurídica antes que la tierra y los hombres”. En este marco, los dirigentes políticos les exigieron a los militares que intervengan en los conflictos civiles internos, descuidando la guerra que se estaba llevando contra España. Estas órdenes no siempre fueron acatadas y condujeron, por ejemplo, a la “desobediencia histórica” de San Martín.  Los impulsores de la Patria Chica eran operados por las Cancillerías y por los funcionarios políticos de Inglaterra, protagonista fundamental de la creación del Uruguay como un Estado separado de la Confederación y de sus pares del Virreinato del Río de La Plata.

Los impulsores de la Patria Grande  actuaban a partir del mandato cultural del “pasado hispanoamericano”. En la interpretación de Jauretche, estos grupos tenían una visión más realista que ideológica del ejercicio del poder y eso llevó a los dirigentes a construir acuerdos políticos federales tendientes a la unidad nacional. La edificación del programa de la Patria Grande fue posible gracias a la existencia de un “Ejército Nacional”.

Jauretche interpretó que la victoria de la línea histórica de la Patria Chica no fue cultural, ni económica como afirman los historiadores liberales, sino más bien que fue militar.  Entre otros hechos importantes en la diputa, el autor identificó la batalla de Caseros, la guerra de Paraguay y las represiones en las provincias comandadas por los líderes unitarios.

Jauretche analizó la experiencia de desarrollo del Brasil a la que consideró exitosa y parte de una concepción soberna y estratégica nacional.

El país atravesó la independencia sin pasar por una guerra destructiva material y humana como fue el caso de las colonias hispánicas. Esta cuestión facilitó su desarrollo económico y evitó la muerte de miles de brasileños.

Dicha particularidad auspició la formación de una cultura nacional conformada por una continuidad con  la tradición portuguesa. La contracara de la elite del Brasil era la dirigencia unitaria o de Patria Chica argentina, que fue promotora de una negativa fobia a España y que fue proclive a una emulación y copia de las ideologías anglosajonas y afrancesadas. La identidad brasileña se conformó en un proceso similar al norteamericano, cuya independencia no los llevó a proponerse abandonar emocional, ética e ideológicamente el mundo anglosajón del cual se sienten orgullosamente parte.

Durante el siglo XIX Brasil expandió su territorio por intermedio de la guerra y de la diplomacia. Este proceso fue complementado en el siglo XX con la creación de la ciudad de Brasilia en el centro del país, integrando su territorio y orientando el eje de desarrollo hacia el proceso interno. Jauretche mencionó que esa política le otorgó “primacía continental y absorbe todas las posibilidades de desarrollo industrial”.  En el siglo XX sus elites civiles y militares empujaron el desenvolvimiento industrial, proyectando al país como una gran Nación moderna e influyente en el sistema internacional.  

Según Jauretche, la potencia lusitana tuvo a lo largo de su historia una política exterior favorable a su interés nacional. A diferencia del caso argentino, Brasil se alió con Inglaterra y con los EUA en más de un contexto histórico, sin por ello obstruir su propio desarrollo de mediano y largo plazo.

El tema del espacio y de la geografía nacional también fue tratado en el libro Manual de zonceras argentinas (1968) y en distintas notas periodísticas.

En este punto vale la pena destacar tres claves de análisis de Jauretche. La primera, es su interpretación de la unidad regional sudamericana como parte de un mandato cultural y como una forma de reencontramos con nuestro ser histórico. La segunda, es su opinión acerca de que una Política Nacional requiere de un Ejército Nacional y de un programa integral de defensa. La tercera, es la caracterización de Brasil como un modelo nacional exitoso que los argentinos tenemos que conocer y analizar en profundidad.

 

El crítico cultural: ser o no ser

Posiblemente, el aspecto más difundido del pensamiento de Arturo Jauretche fue el de crítico cultural.

En Los profetas del odio y la yapa ofreció una teoría sistemática para el estudio de las prácticas e instituciones culturales.  La llamó de la “colonización pedagógica” y tal denominación tuvo que ver con la función política que cumplió la cultura en nuestro país. La hipótesis que manejó el autor es que nuestra cultura es resultante de una imposición  política por parte de las potencias extranjeras y de grupos de poder internos vinculados.  La colonización pedagógica le permitió a los otros Estados apropiarse de nuestros recursos convenciendo a las elites locales, sin necesidad de hacer uso de las armas.

En Los Profetas del odio analizó las instituciones oficiales argentinas de la cultura y la educación. En este y otros trabajos estudió en profundidad el tema universitario y la modalidad de formación de los intelectuales. Polemizó sobre literatura, el arte e historia, entre otros diversos aspectos de la cultura en los cuales demostró originalidad de pensamiento y conocimiento profundo de las fuentes.  

En la Revista Qué de la etapa del presidente Frondizi y en el libro Los profetas del odio y la yapa analizó el funcionamiento y los roles de los medios de información y propagada. Allí cuestionó las categorías de prensa independiente y de prensa libre. Citando casos históricos y experiencias personales, demostró que en nombre de la libertad se aplicaban métodos de censura, de silenciamiento y de desinformación. Un tema importante, es la descripción que hizo  Jauretche del funcionamiento internacional del periodismo y de la forma a partir de la cual los Estados imponían su línea editorial defendiendo sus propios intereses.

A lo largo de sus obras introdujo varias categorías sumamente actuales como la ya mencionada “colonización pedagógica”, la de “intelligentzia” y la de “estatus” utilizada en el Medio Pelo.

En sus trabajos buscó definir los marcos de un pensamiento y una cultura nacional y con este objetivo estudió los aportes históricos de las ideologías de derecha y de izquierda y describió y polemizó sobre los procesos de formación de nuestros hombres de cultura.

 

El historiador: la verdad nos hará libres

Tal cual venimos comentando, el sistema de pensamiento teórico y analítico de Jauretche tiene una fuerte impronta historicista. Las distintas categorías que formuló y que utilizó fueron siempre contrastadas con procesos políticos y sociales. 

En su libro Política Nacional y revisionismo histórico (1959) sistematizó su punto de vista sobre el tema. Allí hizo hincapié en la necesidad de descubrir la verdad de los hechos de nuestro pasado reciente. En su punto de vista, la historia cumplía un rol fundamental en la construcción política, al punto que consideró al “revisionismo” como un elemento estratégico para poder construir una política nacional. 

Sostuvo que la historia oficial del país era parte de una falsificación. Tal situación no era el resultado de la mera maldad o de la decisión personal de algún historiador, sino más bien que fue el resultado de una política diagramada desde el poder. En sus palabras, lo que “se nos has presentado como historia es una política de la historia” con fines neocolonialistas y oligárquicos. El relato oficial fue favorable a aquellas figuras y procesos de nuestra historia política que se propusieron desmembrar el continente y enfrentar a las naciones sudamericanas entre sí. Esos mismos gobiernos permitieron transferir nuestra riqueza al extranjero y justificaron la condición de postración de los sectores populares. 

La historia oficial se difundió a partir de las instituciones educativas del Estado. La misma además fue establecida en los nombres de pueblos, monumentos y ferrocarriles en una operación cultural que borró la tradición del lugar y que poco a poco fue olvidando la tradición oral. 

Jauretche se consideró parte del “revisionismo”, corriente intelectual surgida a partir de las obras de Saldías y Quesada y que luego fue ampliamente popularizada por José María Rosa o Juan José Hernandez Arregui, entre otros pensadores que él mismo solía citar.

En Política Nacional y revisionismo histórico introdujo una hipótesis que fue reiterada en otros de sus libros y que  sostiene la existencia de dos corrientes históricas enfrentadas. Una, identificada en Rivadavia, los unitarios y los impulsores de la Patria Chica. La otra corriente se referenció con San Martin, los caudillos federales y fundamentalmente con la doctrina de la Patria Grande. Esta última tradición histórica nacional encontró en Juan Manuel de Rosas su arquetipo más destacado.

 Vigencia de Arturo Jauretche

La diversidad de temas que trató, su agudo sentido de la observación, su eclético marco conceptual y teórico y su vocación política e historicista lo hacen un pensador original, polémico y no fácilmente encasillable en una escuela intelectual. Siempre que se lea y se relea su obra, se van a encontrar ideas nuevas, reflexiones agudas y pensamientos novedosos sobre diversos temas de la realidad pasada y contemporánea.

En este artículo trabajamos de manera sucinta solamente algunas ideas del Jauretche analista político, sociólogo, economista, analista internacional, el crítico de la cultura y el historiador.  Podríamos haber hecho lo mismo con el crítico de literatura, con el periodista, con el dirigente de partido, con el universitario o con el poeta. Sin duda alguna, también en estos terrenos vamos a descubrir un pensador agudo y un polemista de ideas nacionales único e irrepetible.

Si bien los contextos históricos cambiaron, las bases de sus puntos de vista siguen vigentes. La Argentina carece de elite nacional, como lo anunció en el Medio Pelo.  El mal augurio anunciado en el libro el Plan Prebisch,  lamentablemente, se viene cumpliendo a rajatabla.  Desde el año 1955 y con más claridad desde 1976  carecemos de rumbo económico estable y el país acrecienta, año a año, la deuda externa, la fuga de capitales y la pobreza. Las nuevas tecnologías y la revolución comunicacional direccionada por los norteamericanos, acrecentaron la dependencia cultural que Jauretche teorizó en los Profetas del Odio. 

 

En estos tiempos aciagos de confusión y de desesperanza es fundamental volver a Jauretche. Don Arturo nos va a acompañar en la impostergable tarea de rediscutir el ser nacional, de entender y de sentir nuestro modelo argentino. El paso siguiente al que la historia nos convoca, es el de formular y de forjar un proyecto de país que garantice la dignidad del pueblo y la grandeza de nacional. 

Políticas obreras del gobernador Manuel Fresco

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