domingo, 17 de abril de 2016

La patria del dinero PRO


Aritz Recalde, abril 2016

El gobierno de CAMBIEMOS está aplicando el mismo patrón de desarrollo neoliberal, con el cual se gobernó al país en las presidencias de Carlos Menem y de Fernando De La Rúa. No es casualidad por eso, que varios miembros del actual gabinete nacional integraron los viejos equipos liberales de los años noventa. La Argentina está gobernada por un programa reaccionario, que quiere retrotraer el país al siglo XX y que atenta contra la sustentabilidad de las políticas de Estado. CAMBIEMOS no viene a construir sobre lo realizado, sino a destruir con la finalidad de refundar una Argentina dependiente de los Estados Unidos.

El proyecto económico y social de CAMBIEMOS consiste en lo siguiente:
-          Argentina abandona su reciente e incompleto programa industrial, para ser un paraíso financiero y una fuente de alimentos proveedora de las potencias extranjeras. Poco a poco, se están abriendo las importaciones, está debilitándose el mercado interno consumidor y los empresarios locales pierden competitividad. Mientras tanto, el Banco Central con el supuesto objetivo de mantener el tipo de cambio, aumenta las tasas de interés, realiza negocios con bancos extranjeros a modo de blindaje de reservas y multiplica los bonos. En algunos años, las grandes cerealeras prácticamente no pagaran retenciones. Como resultado de estas políticas, actualmente en la Argentina no es negocio producir manufacturas, sino que es más rentable especular con bonos y con bancos.
-          El Estado transferirá sus empresas y sus funciones reguladoras a los grupos privados oligopólicos y trasnacionales. Poco a poco, las empresas públicas pasarán al capital privado y el país aplicará el “libre mercado” y la Argentina será controlada por el capital foráneo y las potencias occidentales. La actual recesión económica y la inflación y la profunda crisis que se desatará por los costos de la deuda externa, exigirán “mayores esfuerzos” al país para “obtener apoyo internacional”. Es de esperar como en la etapa menemista, que se emprendan las “privatizaciones” como el “único camino al desarrollo y la salida de la crisis”.
-          El productor nacional perderá lugar frente al capital extranjero. Actualmente, no pocas áreas de la economía del país están en manos foráneas, cuestión que se profundizará en las actividades energéticas, los recursos naturales, los servicios públicos y financieros y en la distribución y comercialización de productos. Las fuentes de riqueza y de divisas argentinas, quedarán en manos extranjeras permitiendo que fuguen masivamente nuestro capital.  
-          El trabajador va a ganar mucho menos, aumentando la tasa de ganancia del capital. De manera similar a lo ocurrido luego de 1955 y 1976, el obrero va a bajar su nivel de empleo y de consumo, para transferir su sacrificio laboral a las arcas del capital concentrado y de los especuladores del extranjero.

El gobierno nacional obliga al trabajador a asumir todos los esfuerzos y sacrificios del país, mientras que los grupos concentrados son eximidos de cualquier responsabilidad. El primero y más cruel de las exigencias contra el obrero, es empujarlo al desempleo y ya expulsaron más de 120.000 trabajadores de los sectores público y privado. Resultado de esta inmoral política, dejan fuera del consumo a casi 500.000 argentinos. El obrero y sus familias tienen que soportar la inflación de los productos de la canasta de consumo y los  aumentos exorbitantes de los servicios y del transporte. La meta no declarada de CAMBIEMOS, es llevar el desempleo a más de 15 o 20 %, de manera tal de evitar las paritarias y los reclamos sindicales.
El trabajador y sus hijos padecen las carencias que son resultantes de la pobreza y el subdesarrollo al cual someten al país. En paralelo, se bajan las retenciones a los grupos concentrados del campo y a la minería, se favorece la especulación financiera y se premian con más de 12.000 millones de dólares a los fondos buitres extranjeros. Estos últimos fondos de inversión, lejos están de ser un motor de crecimiento económico y por el contrario, son los protagonistas del desastre del sistema financiero en los EUA o en Europa. La Argentina de Cristina Kirchner consiguió apoyo en la ONU para negociar con los fondos buitres y su sistema de opresión y de dependencia económica. Sin retomar ni un punto de las propuestas de negociación anterior, Mauricio Macri recuperó las iniciativas de Domingo Felipe Cavallo y le entregó nuevamente la riqueza de la Argentina al sistema financiero internacional. A lo largo de la historia del hombre, la usura que CAMBIEMOS pone en el centro del modelo de desarrollo, incluso a costa de la pobreza general del pueblo, fue cuestionada por diversas tradiciones políticas o ideológicas. No es casualidad que la usura fuera atacada por las diversas religiones por considerarla una actividad contraria a la moral y a los valores humanos. Se puede leer en el Viejo Testamento que estableció que “si dieres á mi pueblo dinero emprestado, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura”. También en el Corán hay menciones explicitas al tema y se lee que “Dios ha permitido la venta y prohibido la usura (…) los que vuelvan a la usura serán entregados al fuego”.
Las empresas de servicios de luz, gas o peaje están recibiendo una ganancia excepcional y lo mismo ocurre con los operadores bursátiles al cual el Banco Central premia con altísimas tasas de interés y con negocios de bonos. El trabajador hace todos los sacrificios y los especuladores y grupos económicos  extranjeros aumentan su rentabilidad y cuestión no menor, crece su poder condicionando políticamente aún más a los gobiernos. El sistema de desarrollo es inmoral y mientras la familiar argentina sufre, la clase dirigente aparece denunciada internacionalmente por sus exultantes negocios de los paraísos fiscales de Panamá. Si es que CAMBIEMOS heredó una crisis, ¿no sería justo repartir los esfuerzos entre los débiles y los fuertes de la Argentina?. Nada de eso ocurre y solamente el trabajador o las PYMES asumen los sacrificios.
CAMBIEMOS asegura que al final del camino y luego de padecer muchos males, llegará la solución para el país con el “capital” y con la “inversión extranjera”. Como se demostró en Iberoamérica durante las décadas del ochenta y del noventa, ese postulado no se cumple. ¿Se le pide al obrero ser desempleado por un par de años, para ser nuevamente contratado por un extranjero en el futuro?. ¿No sería mejor cuidar el empleo actual?. Además, actualmente es dudoso que alguien invierta en la Argentina en una actividad productiva, debido a la recesión económica: la actual fuga de capitales que se está generando lo evidencia. Ahora bien y suponiendo que lleguen inversiones como en los años noventa, lo harán en las áreas energéticas y de los recursos naturales, saqueando nuestro patrimonio económico y destruyendo la sustentabilidad ecológica como es el caso de la minería. La otra posibilidad de los “inversores”, será la adquisición a bajo costos de las empresas estatales y de servicios recuperadas y capitalizadas en la última década con el ahorro de todos los argentinos.   

Menem aplicó el programa neoliberal con el Partido Justicialista y con un sector de la CGT. El radicalismo transitó la última etapa del desastre nacional del 2001, con un frente electoral (ALIANZA). Macri se propone aplicar  el desigual sistema social, con el apoyo de los medios de comunicación, de sectores de la justicia y con un subordinado y postergado radicalismo. En los tres casos históricos, existieron aliados circunstanciales y tal cual hoy lo ejercen Massa, Stolbizer, Urtubey o sectores minoritarios del sindicalismo. El intento de reemplazar la militancia partidaria por los medios de comunicación, está siendo erosionado por la cruda realidad social. Se puede hablar de cambio, de alegría y del pesado “legado del gobierno anterior”, pero la tenebrosa estadística del desempleo, la violencia e indigencia en aumento, le ponen límites claros a la ficción de Jaime Durán Barba.
La acción claramente partidaria que hoy realizan figuras como el juez Claudio Bonadio, tiene sus límites y además y cuestión a resaltar, es sumamente peligrosa para el sistema democrático argentino. Primero fue detenida Milagro Salas y actualmente, se persigue a Cristina Fernández y a miembros del gabinete nacional anterior. Si la disputa política se desplaza de los partidos hacia una corporación externa al sistema de elección popular, la sociedad dejará de creer en la Justicia y también en los gobernantes y buscará “otros canales” de representación. Esa operación judicial es riesgosa y puede derivar en conflictos callejeros y estallidos sociales potencialmente violentos y con final incierto.  



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