Aritz Recalde, abril 2016
El gobierno de CAMBIEMOS está aplicando el
mismo patrón de desarrollo neoliberal, con el cual se gobernó al país en las
presidencias de Carlos Menem y de Fernando De La Rúa. No es casualidad por eso,
que varios miembros del actual gabinete nacional integraron los viejos equipos
liberales de los años noventa. La Argentina está gobernada por un programa reaccionario,
que quiere retrotraer el país al siglo XX y que atenta contra la
sustentabilidad de las políticas de Estado. CAMBIEMOS no viene a construir
sobre lo realizado, sino a destruir con la finalidad de refundar una Argentina
dependiente de los Estados Unidos.
El proyecto económico
y social de CAMBIEMOS consiste en lo siguiente:
-
Argentina abandona su
reciente e incompleto programa industrial, para ser un paraíso financiero y una
fuente de alimentos proveedora de las potencias extranjeras. Poco a poco, se
están abriendo las importaciones, está debilitándose el mercado interno
consumidor y los empresarios locales pierden competitividad. Mientras tanto, el
Banco Central con el supuesto objetivo de mantener el tipo de cambio, aumenta las
tasas de interés, realiza negocios con bancos extranjeros a modo de blindaje de
reservas y multiplica los bonos. En algunos años, las grandes cerealeras prácticamente
no pagaran retenciones. Como resultado de estas políticas, actualmente en la
Argentina no es negocio producir manufacturas, sino que es más rentable especular
con bonos y con bancos.
-
El Estado transferirá
sus empresas y sus funciones reguladoras a los grupos privados oligopólicos y
trasnacionales.
Poco a poco, las empresas públicas pasarán al capital privado y el país
aplicará el “libre mercado” y la Argentina será controlada por el capital foráneo
y las potencias occidentales. La actual recesión económica y la inflación y la
profunda crisis que se desatará por los costos de la deuda externa, exigirán “mayores
esfuerzos” al país para “obtener apoyo internacional”. Es de esperar como en la
etapa menemista, que se emprendan las “privatizaciones” como el “único camino
al desarrollo y la salida de la crisis”.
-
El productor nacional
perderá lugar frente al capital extranjero. Actualmente, no pocas áreas de la
economía del país están en manos foráneas, cuestión que se profundizará en las actividades
energéticas, los recursos naturales, los servicios públicos y financieros y en la
distribución y comercialización de productos. Las fuentes de riqueza y de divisas
argentinas, quedarán en manos extranjeras permitiendo que fuguen masivamente nuestro
capital.
-
El trabajador va a
ganar mucho menos, aumentando la tasa de ganancia del capital. De manera similar a
lo ocurrido luego de 1955 y 1976, el obrero va a bajar su nivel de empleo y de
consumo, para transferir su sacrificio laboral a las arcas del capital
concentrado y de los especuladores del extranjero.
El
gobierno nacional obliga al trabajador a asumir todos los esfuerzos y
sacrificios del país, mientras que los grupos concentrados son eximidos de
cualquier responsabilidad. El primero y más cruel de las exigencias contra el
obrero, es empujarlo al desempleo y ya expulsaron más de 120.000 trabajadores
de los sectores público y privado. Resultado de esta inmoral política, dejan fuera
del consumo a casi 500.000 argentinos. El obrero y sus familias tienen que
soportar la inflación de los productos de la canasta de consumo y los aumentos exorbitantes de los servicios y del transporte.
La meta no declarada de CAMBIEMOS, es llevar el desempleo a más de 15 o 20 %,
de manera tal de evitar las paritarias y los reclamos sindicales.
El trabajador y sus hijos padecen las
carencias que son resultantes de la pobreza y el subdesarrollo al cual someten
al país. En paralelo, se bajan las retenciones a los grupos concentrados del
campo y a la minería, se favorece la especulación financiera y se premian con más
de 12.000 millones de dólares a los fondos buitres extranjeros. Estos últimos
fondos de inversión, lejos están de ser un motor de crecimiento económico y por
el contrario, son los protagonistas del desastre del sistema financiero en los
EUA o en Europa. La Argentina de Cristina Kirchner consiguió apoyo en la ONU para
negociar con los fondos buitres y su sistema de opresión y de dependencia económica.
Sin retomar ni un punto de las propuestas de negociación anterior, Mauricio Macri
recuperó las iniciativas de Domingo Felipe Cavallo y le entregó nuevamente la
riqueza de la Argentina al sistema financiero internacional. A lo largo de la
historia del hombre, la usura que CAMBIEMOS pone en el centro del modelo de
desarrollo, incluso a costa de la pobreza general del pueblo, fue cuestionada por
diversas tradiciones políticas o ideológicas. No es casualidad que la usura
fuera atacada por las diversas religiones por considerarla una actividad
contraria a la moral y a los valores humanos. Se puede leer en el Viejo Testamento que estableció que “si dieres á mi pueblo
dinero emprestado, al pobre que está contigo, no te portarás con él como
logrero, ni le impondrás usura”. También en el Corán hay menciones explicitas
al tema y se lee que “Dios ha permitido la venta y prohibido la usura (…) los
que vuelvan a la usura serán entregados al fuego”.
Las empresas de servicios de luz, gas o peaje
están recibiendo una ganancia excepcional y lo mismo ocurre con los operadores bursátiles
al cual el Banco Central premia con altísimas tasas de interés y con negocios de
bonos. El trabajador hace todos los
sacrificios y los especuladores y grupos económicos extranjeros aumentan su rentabilidad y cuestión
no menor, crece su poder condicionando políticamente aún más a los gobiernos.
El sistema de desarrollo es inmoral y mientras la familiar argentina sufre, la
clase dirigente aparece denunciada internacionalmente por sus exultantes
negocios de los paraísos fiscales de Panamá. Si es que CAMBIEMOS heredó una crisis, ¿no sería justo repartir los
esfuerzos entre los débiles y los fuertes de la Argentina?. Nada de eso
ocurre y solamente el trabajador o las PYMES asumen los sacrificios.
CAMBIEMOS asegura que al final del camino y
luego de padecer muchos males, llegará la solución para el país con el “capital”
y con la “inversión extranjera”. Como se demostró en Iberoamérica durante las décadas
del ochenta y del noventa, ese postulado no se cumple. ¿Se le pide al obrero ser desempleado por un par de años, para ser
nuevamente contratado por un extranjero en el futuro?. ¿No sería mejor
cuidar el empleo actual?. Además, actualmente es dudoso que alguien invierta en
la Argentina en una actividad productiva, debido a la recesión económica: la actual
fuga de capitales que se está generando lo evidencia. Ahora bien y suponiendo
que lleguen inversiones como en los años noventa, lo harán en las áreas energéticas
y de los recursos naturales, saqueando nuestro patrimonio económico y
destruyendo la sustentabilidad ecológica como es el caso de la minería. La otra
posibilidad de los “inversores”, será la adquisición a bajo costos de las
empresas estatales y de servicios recuperadas y capitalizadas en la última década
con el ahorro de todos los argentinos.
Menem
aplicó el programa neoliberal con el Partido Justicialista y con un sector de
la CGT. El radicalismo transitó la última etapa del desastre nacional del 2001,
con un frente electoral (ALIANZA). Macri se propone aplicar el desigual sistema social, con el apoyo de
los medios de comunicación, de sectores de la justicia y con un subordinado y
postergado radicalismo. En los tres casos históricos, existieron aliados circunstanciales
y tal cual hoy lo ejercen Massa, Stolbizer, Urtubey o sectores minoritarios del
sindicalismo. El intento de reemplazar
la militancia partidaria por los medios de comunicación, está siendo
erosionado por la cruda realidad social. Se puede hablar de cambio, de alegría
y del pesado “legado del gobierno anterior”, pero la tenebrosa estadística del
desempleo, la violencia e indigencia en aumento, le ponen límites claros a la
ficción de Jaime Durán Barba.
La acción
claramente partidaria que hoy realizan figuras como el juez Claudio Bonadio, tiene
sus límites y además y cuestión a resaltar, es sumamente peligrosa para el
sistema democrático argentino. Primero fue detenida Milagro Salas y
actualmente, se persigue a Cristina Fernández y a miembros del gabinete
nacional anterior. Si la disputa política se desplaza de los partidos hacia una
corporación externa al sistema de elección popular, la sociedad dejará de creer
en la Justicia y también en los gobernantes y buscará “otros canales” de
representación. Esa operación judicial es
riesgosa y puede derivar en conflictos callejeros y estallidos sociales
potencialmente violentos y con final incierto.
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