Aritz Recalde,
Director del Departamento de Humanidades y
Artes de la UNLa
Abril, 2023
El
Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa
El Departamento
de Humanidades y Artes (en adelante DHyA) es una comunidad organizada de
trabajo, ciencia y arte. Tiene dos grandes finalidades que son las de transmitir
cultura y la de formar profesionales. Sus finalidades se desenvuelven a partir
de las actividades de docencia, investigación, cooperación y trasferencia.
Con
estos fines el DHyA organizó la función docente en cinco licenciaturas que son Diseño
y Comunicación Visual, Diseño Industrial, Audiovisión, Música de Cámara y
Sinfónica y el Traductorado Público en Idioma Ingles. Además, ofrece las cuatro
Carreras de Posgrado de Especialización
y de Maestría en Metodología de la Investigación Científica, de Especialización
en Tecnologías en Fabricación Digital y el Doctorado en Filosofía.
La
función de investigación se desenvuelve en los Institutos de la Universidad y
en los cinco Centros dependientes del Departamento. Estos últimos son los Centros
de “Investigaciones Éticas”, de “Investigaciones Históricas”, de “Teorías y Prácticas
Científicas”, el de “Producción Sonora y Audiovisual” y el de “Estudios
Musicales”.
Del DHyA
dependen el Estudio de Grabación “Santos Dicepolo”, el Sello “Discográfica del
Sur”, el Laboratorio de Diseño Industrial y los Talleres de Diseño Industrial.
Allí se realizan tareas de apoyo a la docencia, de investigación, de cooperación
y de transferencia.
Nuestros
músicos participan de las orquestas de la UNLa de Cámara y la Académica.
De las dos grandes finalidades de la
universidad
Primera finalidad del DHyA: la producción
de cultura
La
cultura es el conjunto de bienes materiales y simbólicos a partir de los cuales
los seres humanos construyen su identidad y edifican sus relaciones sociales y
sus formas de vida. Nos referimos por expresión simbólica de la cultura a
cuestiones no tangibles físicamente como el lenguaje, la religión, los conceptos
artísticos, etc. Los bienes materiales de la cultura son el resultado de los
bienes simbólicos como es el caso de un instrumento musical, de un desarrollo
tecnológico aplicado a la industria o de una obra arquitectónica.
El DHyA
es un ámbito de producción y de divulgación de la cultura en sentido amplio.
Todas nuestras carreras e investigaciones integran y articulan bienes
simbólicos y materiales aplicados al diseño, la música, el sonido, la imagen,
el lenguaje, la filosofía, la historia, la epistemología y otras humanidades.
La labor cultural: pasado, presente y
futuro
Cultura,
pasado y tradición
El DHyA
tiene la irrenunciable función de transmitir el acervo cultural, tecnológico y
artístico acumulado a lo largo del tiempo. Esto implica recuperar y difundir la
tradición pasada.
Cada
generación nunca empieza de cero su vida en comunidad, sino que retoma el
legado y el mandato de sus antecesores. Los artistas y pensadores son seres
sociales y sus obras contienen la cultura de un tiempo histórico.
Cultura
e invención permanente
Los
académicos tenemos la función de producir y de renovar permanentemente la
cultura. Dicha cuestión requiere de la invención personal y colectiva presente.
Cultura
y futuro
Entre nuestras
tareas se destaca la de proyectar la organización de la obra cultural y las
universidades son instituciones forjadoras de utopía y de futuro.
El DHyA
tiene que contribuir a la organización de una cultura nacional que incluye una
conciencia histórica, un principio de solidaridad social y una unidad de
destino de un pueblo.
La
regionalización de la cultura
A las
tres tareas mencionadas le sumamos una cuarta que las atraviesa y que tiene que
ver con la condición histórica nacional y regional de la cultura. Nuestra labor
tiene que tener una perspectiva situada temporal, social y geográficamente poniendo
en valor, difundiendo y reactualizando el conocimiento universal a la luz de
nuestra particularidad cultural local, provincial, nacional y suramericana.
Las cuatro dimensiones del proceso de
producción de la cultura
La
cultura universal
La
cultura tiene, potencialmente, una dimensión universal. Si bien originariamente
los desarrollos culturales tienen un origen especifico, estos pueden ser
utilizados en distintas comunidades, ecúmenes y momentos de la historia.
Las
instituciones educativas tenemos que conocer y transmitir los desarrollos y las
producciones de la técnica, la tecnología, de las ciencias humanas y del arte
que fueron y que son el resultante de actividades sociales y colectivas en
diversas latitudes y épocas.
Por
ejemplo, una partitura es un recurso tecnológico que permite la conservación,
la lectura y la interpretación musical de un artista en cualquier lugar del
planeta. Un instrumento como un violín o una guitarra si bien tienen un origen
histórico particular, su proyección y utilización los hacen potencialmente
universales para toda la humanidad. Lo mismo podemos decir de un desarrollo de
tecnología aplicable al diseño, a la comunicación, al idioma o al video.
Las
instituciones tenemos que tener la capacidad de recuperar y de difundir aquellas
dimensiones culturales que la humanidad fue produciendo y que son capaces de
elevar nuestra forma de vida y de contribuir al desarrollo de la persona humana.
En este
punto hay que ser conscientes de dos cuestiones. La primera, es importante
remarcar que las humanidades y las artes no nacieron en la universidad y la institución
lejos está de ser el único y menos aún el principal ámbito de producción
cultural. Además y cuestión fundamental, somos conscientes que detrás de la
producción y de la divulgación de la cultura hay disputas de poder entre
Estados, comunidades, clases y factores de presión. Es a partir de acá, que
generalmente lo que llamamos cultura universal es en realidad parte de la
expansión de los valores de occidente.
Los
ámbitos de producción cultural históricos y geográficos
“Nuestra
cultura, es de raíz hispánica pero la construcción de nuestro destino es
americana”. J. J.
Hernández Arregui
La vivencia,
la creación y la transmisión de la cultura son particulares en cada época
histórica y en las diferentes geografías en las que producen los hombres. Los
contextos de aplicación temporal y regional inducen, moldean e incluso
condicionan las expresiones culturales. En cada lugar y tiempo histórico existen
actores de poder e instituciones que influyen en la fisonomía cultural
otorgándole formas particulares.
Con el
fin de interpretar el funcionamiento del sistema mundo, Samuel Huntington
recuperó y resignificó el concepto de “civilización” que fue formulado por
pensadores franceses en contraposición a la cultura de los otros pueblos a la
que caracterizaban de “barbarie”. El autor remarcó el hecho de que las
sociedades se ordenan en torno de grandes
civilizaciones o “grandes culturas” como lo planteó anteriormente Oswald
Spengler. Las civilizaciones son entidades culturales compuestas por la lengua,
la historia, la religión, las costumbres, etc. Todo este conjunto activo y
dinámico forma la “auto identificación
subjetiva” de un pueblo, que lo lleva a comportarse de una manera
particular a lo largo del tiempo. Una de las características fundamentales de
la civilización es su “larga continuidad
histórica” y su vocación por transmitirse de generación a generación como un
mandato cultural que se refleja en obras de arte, en el pensamiento filosófico
y político y en las tradiciones y formas de vida que dan fisonomía a un pueblo.
Es bueno remarcar, que el autor caracterizó a Latinoamérica como una civilización
propia y diferenciada de las otras.
En el
campo de la pintura se puede ver claramente esta característica condicionante
y/o estimulante de un tipo particular de expresión cultural. Si bien una
diversidad de artistas puede compartir una misma técnica potencialmente universal,
las obras van a variar según sus contextos civilizatorios, institucionales,
políticos, sociales e ideológicos de producción.
Benito
Quinquela Martín (1890-1977) pintó el paisaje natural, urbano y social de la
localidad de la Boca mostrando el cauce del Riachueleo, los astilleros y su
contexto cultural. Su obra resalta la actividad de los trabajadores portuarios
y el esfuerzo diario que lo caracteriza. Quinquela retracta el contexto social
que conoció, destacando el sacrificio obrero en la construcción de la sociedad.
Ricardo
Carpani (1930-1997) orientó su obra pictórica al contexto argentino y
suramericano. El autor propugnó el compromiso político del artista y trabajó
por forjar lo que consideró era un “arte revolucionario”. Retrató a figuras de
nuestra historia como el Chaco Peñaloza o el mártir dirigente gremial Felipe
Vallese. Su pintura recorre los conflictos de la etapa en la que vivió y son
frecuentes los retratos de los trabajadores argentinos y los de sus organizaciones.
Florencio
Molina Campos (1891-1959) pintó al gaucho y a su medio rural. Sus cuadros
retractan el hogar popular y sus costumbres argentinas y rioplatenses como el
horno a leña, el mate, la danza, la guitarra, el caballo y la vestimenta. Todas
estas imágenes son bien características de la pampa bonaerense.
Podríamos
seguir citando ejemplos de la importancia y del significado que adquiere el
contexto histórico natural y cultural de producción de los artistas y de los pensadores
de las humanidades.
Juan
José Hernández Arregui sostiene que existe una cultura latinoamericana. Para el
autor, la uniformidad no proviene de un determinismo geográfico de la
naturaleza, sino más bien por el hecho de que los pueblos compartieron una
historia y un devenir político y social en común. De Europa provinieron las
practicas artísticas y un sistema de valores para interpretarlas, una religión,
un lenguaje, un concepto jurídico y estatal, un sistema de instituciones educativas
y sociales. Se produjo un encuentro único entre el habitante europeo, el mundo
precolombino y la influencia étnica de la población afrodescendiente. Al
componente cultural se le sumó una geografía de inmensidades y de naturalezas de
fuerte carácter que motivaron a los artistas y a los pensadores. A partir de
acá dice Arregui que “el folclore
hispanoamericano se asienta sobre los diversos grupos étnicos y lingüísticos.
La influencia indígena y negra, a través de los contactos culturales y del
mestizaje sexual, marca la estratigrafía espiritual del continente (…) la
fusión de civilizaciones y razas es el fenómeno normal de la historia (…) Hay
en nosotros algo nuevo (…) nos reconocemos sin esfuerzo hispanoamericanos y
sólo por abstracción mental –o por inferioridad emocional- europeos”.
La
individualidad del artista y del hombre de pensamiento
Si bien
hay elementos universales y otros que son históricos y contextuales, es
innegable que cada artista y pensador desarrolla su labor con márgenes de
libertad poniendo en acción sentimientos, temperamentos y medios de expresión e
inspiración que le son propios. Los artistas y pensadores son individualidades movidas
por factores racionales y también inconscientes, por instintos y por emociones.
Por
ejemplo y si tomamos la música, la guitarra suena y transmite emociones de
manera diferente en el español Andrés Segovia (1893-1987) y en el bonaerense
Atahualpa Yupanqui (1908-1992). Esos artistas son únicos ya desde el recorte
del canon que interpretan, en el modo de transmitir los sentimientos y en la
forma de aplicar la técnica instrumental.
La guitarra
eléctrica no suena igual, no comunica el mismo mensaje artístico en los músicos
y compositores contemporáneos bonaerenses vinculados a la música popular y
particularmente al rock como Luis Salinas (1957-), Ricardo Mollo (1957-) o Claudio
Marciello (1963-). Todos ellos nacieron en la misma provincia, son
contemporáneos y posiblemente tuvieron acceso a un mismo repertorio de músicos
nacionales e internacionales, pero cada uno forjó su estilo que es propio de su
personalidad y de sus aptitudes.
Astor Piazzolla
(1921-1992) sintetiza en buena medida lo que venimos explicando. Es, sin ánimo
a equivocarnos, uno de los compositores y músicos de tango más importantes del
siglo pasado. Adquirió una formación académica clásica con docentes y con artistas
de renombre internacional. Se destacó en el bandoneón, instrumento cuyo origen
es alemán y que fue argentinizado en el tango y en el folclore de las
provincias. El tango es una expresión musical rioplatense que fusionó la
diversidad étnica de la inmigración, principalmente europea, con las
expresiones y modos culturales hispanoamericanos. Con la técnica académica
universal, con un instrumento de origen europeo argentinizado y con el tango
local y rioplatense, Piazzolla hizo un producto nuevo, único, original y de
vanguardia. En su disco Libertango (1974) el artista y el compositor
pusieron en desenvolvimiento su capacidad original creadora y su ideario sobre
la libertad expresiva. Piazzolla interpretó
el tango con sonidos clásicos y modernos. Organizó un grupo conformado con
músicos de bajo, guitarra y órgano eléctricos. El piano y la flauta traversa le
dieron el tono e influencia de la música académica. El bandoneón le otorgó al
grupo el tono del tango de Buenos Aires que caracterizó a Piazzolla a lo largo
de su vida artística. Pocas formaciones
musicales son emocionalmente hablando tan argentinas y tan porteñas y a su vez
tan universales en su proyección técnica, artística y emocional.
Las
dimensiones políticas de la producción cultural
La
cultura es un terreno de la disputa de poder entre las naciones y entre los
grupos políticos y sociales internos de cada país.
Cada
diseñador, cada filósofo, cada artista tiene su tono, su temperamento y su
individualidad proyectada en un estilo y en una obra. Ahora bien y tal cual sostiene Juan José
Hernández Arregui, el artista y el pensador obtienen sus reconocimientos y
cumplen sus deseos narcisistas a partir de parámetros impuestos por las
instituciones sociales. Para explicar este proceso Arregui desarrolló el
concepto de “circulo literario”. Este se estructura a partir de la acción de
críticos, de periodistas, de premios y de opiniones de grupos de poder que
imponen “valoraciones rígidas”, “modas” y criterios de prestigio y legitimidad en
torno de los cuales se produce la cultura.
Una
persona, un grupo o un proyecto político y civilizacional pueden promover un
tipo específico de arte y de humanidades con fines de cambio o de conservación
del poder. El ya mencionado Ricardo Carpani o los pintores y muralistas
mexicanos Rivera y Siqueiros se proponían conscientemente hacer un arte
revolucionario con fines de cambio social. Los Estados Nacionales modernos
dedicaron recursos a la función cultural en la educación pública, en escuelas de
música, danza o pintura. Todas las comunidades políticas destinan recursos a
mantener vigentes y a promover sus valores, su lenguaje y tradiciones religiosas y étnicas
que hacen a su identidad.
Lo
mismo ocurre con los bienes materiales de la cultura y muchos de las
aplicaciones tecnológicas actuales fueron precedidos por políticas de impulso y
de protección pública y privada.
Un
Estado puede imponer a otras naciones sus intereses civilizacionales por
intermedio de la fuerza y también a partir de la persuasión o acción cultural.
Esta última modalidad se denomina neocolonialismo.
Para explicar
este proceso, Arturo Jauretche desarrolló la noción de “Aparato de la Colonización Pedagógica” que junto al concepto de “círculos literarios” de Hernández
Arregui, condensan los principios teóricos rectores para entender la modalidad
de funcionamiento de la producción cultural en los países dependientes. Jauretche
y Arregui consideraban que los Estados latinoamericanos eran sometidos política
y económicamente a partir del neocolonialismo, que era asimilado acriticamente
por los sectores medios y altos.
Segunda finalidad del DHyA: formar
profesionales comprometidos
“Se trata de indagar el camino del logaritmo
nacional, o dicho de otra forma descubrir cuál es el camino que nos lleve a
encontrar y realizar nuestro destino como nación partiendo de nuestra realidad
nacional”. Ana Jaramillo
La
segunda gran misión del DHyA y de las universidades es la de formar
profesionales con excelencia académica, comprometidos con su tiempo histórico y
útiles a la comunidad nacional.
Las
elites, mayoritariamente, se educan en las universidades. Las instituciones
académicas tienen la tarea de capacitar técnica y valorativamente a la
generación política conductora de un tiempo histórico. De nuestras aulas
egresan los futuros conductores o responsables de empresas, de las organizaciones
libres del pueblo, partidos políticos y gobiernos.
A
partir de acá, no podemos descuidar la importancia de formar a los egresados en
valores. Tal cual destaca Ana Jaramillo, tenemos la responsabilidad de “educar
en la solidaridad y la
retribución a la sociedad por los
esfuerzos que realiza para sostener la prestación de la educación superior
gratuita”.
No se
trata de educar ni en el mero idealismo, ni tampoco en el materialismo y el
egoísmo. En su lugar, propugnamos forjar una perspectiva valorativa nacional y
social en la cual el individuo tenga la certeza de que solamente se puede
realizar en una comunidad libre y emancipada. En nuestras aulas transmitimos la
técnica, la ciencia y el arte con un sentido moral fomentando una conducta
anclada en los valores del bien común y del compromiso con el desarrollo
integral del pueblo y de la Nación.
Desde
la universidad reivindicamos la importancia que supone fomentar entre nuestra
comunidad académica el valor del compromiso con tres grandes cuestiones:
1- Con
el mandato que emana de las generaciones anteriores y con la agenda de
problemas de nuestro tiempo. Con este fin, el profesional debe adquirir conciencia nacional e histórica.
2- Con
la defensa de los bienes materiales y culturales de nuestro territorio. Este
sentimiento se denomina patriotismo.
3- Con
el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo que les financió los
estudios y con el cual construye su destino en el teatro de las naciones. Este
sentimiento de solidaridad social es
fundamental para mantener unida a la comunidad y para que el país adquiera
entidad política y civilizacional en el orden internacional.
Profesionales
técnica y científicamente útiles a La Nación
“Nuestra universidad urbana comprometida ha
decidido que es la comunidad con sus problemas la que define su currícula (…)
nuestra función hoy debe ser textualizar los problemas, más que problematizar
los textos”. Ana Jaramillo
El DHyA
nació y se desarrolló a partir de la noción de Universidad Urbana Comprometida que fue impulsada por la rectora
fundadora de nuestra Casa de Altos Estudios, la Dra. Ana Jaramillo. En esta
tradición intelectual los egresados de las carreras y los resultados de
nuestras investigaciones e iniciativas deben ser útiles a la comunidad local, regional
y nacional.
Este
punto de partida guía los procesos de organización académica. A partir de acá, se
planifican las carreras, las investigaciones y los perfiles profesionales. Atendiendo la realidad cambiante, somos
conscientes de la importancia de actualizar permanentemente la oferta académica
y la formación de nuestros profesionales para que tengan el conocimiento necesario
para interpretar, actuar y transforma su medio.
Los
profesionales son agentes del desarrollo integral de la Nación y como sostiene
Ana Jaramillo, nuestros egresados deben ser “gestores sociales” con “vocación
de liderazgo, conocimientos y
formación en el
área en que
se desenvuelva y
capacidad técnica y administrativa”.
Profesionales
que se realicen individualmente y en comunidad
Somos
conscientes en la importancia que supone que nuestra formación favorezca el
mejoramiento material, cultural y espiritual de los profesionales y de sus
familias. A partir de acá es que defendemos tres principios:
1- La
universidad tiene que ser un medio de ascenso e igualación social y no una
institución que profundice las desigualdades de origen económico y político de
nuestros estudiantes.
2-
Nuestros profesionales tienen que poder insertarse laboralmente en la sociedad.
Lo peor que puede ocurrirle a una institución académica es convertirse en una
fábrica de desempleados.
3- El
conocimiento tiene que elevar culturalmente a los estudiantes, a sus familias y
a su medio, favoreciendo la construcción de la personalidad libre espiritual e
intelectualmente.
La universidad: proyecto colectivo
La
universidad es una comunidad de trabajo de docentes, nodocentes, graduados y
estudiantes. Todos y cada uno de nosotros no podemos olvidar que tenemos
derechos y también obligaciones y deberes que cumplir muchos de los cuales ya fueron
aquí enumerados.
A los
jóvenes los invito a desarrollar su vocación intelectual con compromiso social
y nacional y a poner todo su esfuerzo en el estudio. A partir de acá, es que estarán honrando el
lugar que el pueblo les dio al momento de financiarles los estudios.
Finalmente
y para cerrar, quiero compartir una propuesta de Alfredo Calcagno y de Luis
Dellepiane del año 1947 que condensa mucho de lo dicho anteriormente. Ambos siendo
entonces diputados nacionales, presentaron una iniciativa de ley universitaria
y entre otras cuestiones allí propusieron convertir a nuestras instituciones en
institutos de “alta cultura” que
trabajen “por la Ciencia, por la Patria,
por la Libertad y por América”. Que así sea.
[1]
Presentación realizada en el mes de febrero de 2023 a los estudiantes del Curso
de Ingreso del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa. Intervinieron en
la actividad el Vicerrector, Daniel Bozzani y la Secretaria Académica Valeria
Suarez.