lunes, 21 de junio de 2021

Alexandr Dugin y el continentalismo iberoamericano

 Aritz Recalde,  Junio de 2021


“Creo que la forma más importante de soberanía es la soberanía del espíritu: la soberanía intelectual”. Alexandr Dugin

“América Hispánica existe. Una serie de atributos congenitales tipifican la comunidad cultural iberoamericana (…) descansa sobre un sistema homogéneo de símbolos artísticos, idiomáticos, religiosos, míticos, étnicos, que le dan coherencia cultural”. Juan José Hernández Arregui

“El Justicialismo es el resultado de un conjunto de ideas y valores que no se postulan; se deducen y se obtienen del ser de nuestro propio pueblo. Es como el pueblo: nacional, social y cristiano”. Juan D. Perón

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Alexandr Dugin (Moscú 1962) es uno de los escasos  intelectuales contemporáneos que tiene un pensamiento original y profundo. No fue asimilado por la mediocridad y por el conformismo que es propio de la ideología del pensamiento único de origen anglosajón, en sus vertientes liberales de izquierda y liberales de derecha. Dugin dispone de una formación universitaria en filosofía y se doctoró en sociología y ciencia política, cuestión que le aporta un conocimiento integral de los debates académicos contemporáneos. A su formación básica general o universal, siguiendo una simplificación impuesta por el Occidente europeo, el pensador ruso le suma un heterodoxo bagaje de lecturas distantes del canon cientificista y una original perspectiva euroasiática. 

Sostenemos que es un pensador nacional por dos cuestiones. Por un lado, su tarea intelectual se orienta a la praxis[1] y su obra contribuye a la emancipación política, social, cultural y de la ecúmene euroasiática. Su perspectiva brega por el derecho a la autodeterminación de la comunidad rusa y dicho posicionamiento conlleva una lucha contra el orden capitalista, imperialista y liberal anglosajón. En segundo lugar, sostenemos que es un intelectual nacional ya que su obra conforma una perspectiva original que es propia de su tiempo y de su espacio y que no se subordina al pensamiento único vigente. Dugin reflexiona, siente y actúa con el mandato de su tierra, de su historia y de su tradición, elevándose desde lo nacional hacia lo universal situado.   


Las Relaciones Internacionales y la Geopolítica de las civilizaciones enfrentadas

“La historia universal es la historia de la lucha entre las potencias marítimas contra las terrestres y las terrestres contra las marítimas”. Carl Schmitt

“Es necesario desarrollar la escuela geopolítica suramericana con visión continental”. Alexandr Dugin

 

Recuperando las categorías de Carl Schmitt Dugin definió a la Geopolítica como la “teoría que mira la estrategia mundial como la concurrencia de dos civilizaciones o de dos grandes espacios: el espacio atlantista y el espacio continental o euroasista”. Puntualizó que Halford Mackinder fue el primer geopolítico europeo y fundó la disciplina como ciencia o “método epistemológico” (Dugin 2018: 25). Dugin destacó que esta conceptualización sigue estando vigente en la actualidad y que Zbigniew Brezinski es uno de sus difusores más prominentes dentro del establishment norteamericano.

Dugin recalca que debate de la Geopolítica y de las Relaciones Internacionales adquirió cada día mayor importancia en el mundo académico y científico. Puntualizó que si bien hay varios paradigmas en las Relaciones Internacionales, las escuelas de los realistas y de los liberales son las hegemónicas en las universidades. Los primeros, consideran que la soberanía es vital y que no deben existir instancias supranacionales que limiten la capacidad del Estado nacional. Con estos principios, el realismo auspició las políticas de desarrollo económico y de defensa nacional de los Estados modernos (Dugin 2018 b: 69). El liberalismo tiende a limitar la soberanía y a fomentar instancias legales supranacionales y en palabras de Dugin “este paradigma, consiste en que la soberanía no es el último valor, sino algo transitorio (…) y por eso no es necesario un ejército soberano (…) La idea de Gobierno mundial[2] no es ningún complot, es el término que encontramos en los manuales de teoría de las Relaciones Internacionales” (Dugin 2018: 33-34).

La Geopolítica y las Relaciones Internacionales ordenan la acción política, cultural y militar de los Estados. Es en este sentido que Dugin impulsó su estudio y la institucionalización de la disciplina en las universidades y en el Estado Mayor Ruso sobre el supuesto de que “sin Geopolítica y sin teoría de las Relaciones Internacionales no es posible ser militar, militar consciente, militar digno de profesión” (Dugin 2018: 24).


La civilización del mar

 “Los modernos han considerado como una conquista el tránsito de una “civilización del ser” a una “civilización del devenir” (…) Distanciado de los orígenes, el movimiento indefinido, insensato y acelerado de esto que se ha llamado justamente “fuga hacia adelante”, se convirtió el tema dominante de la civilización moderna, a menudo bajo la etiqueta del evolucionismo y del progresismo”. Julius Evola

“El liberalismo es la forma ideológica de la civilización del mar. Liberalismo y civilización del mar son lo mismo”. Alexander Dugin 

 

Dugin recuperó las nociones de la obra de Carl Schmitt “Tierra y mar”. Mencionó que la civilización del mar se corresponde con la acción expansiva colonialista y militarista de Inglaterra en el sistema mundo. Esta civilización impuso el liberalismo que junto al marxismo y a los diversos nacionalismos de derecha (fascismo, nacionalsocialismo etc.-), guiaron el desarrollo político y social del siglo XX.

La civilización del mar será retomada por los EUA y con el presidente Wilson (1913-21) se consolidó la hegemonía internacional del país y se expandió el imperialismo norteamericano que fue justificado en nombre de la “democracia” y del derecho universal al “intervencionismo”.

La civilización del mar fomenta el cambio y el movimiento permanente en las identidades humanas y eso supone el borramiento de las fronteras étnicas, culturales y políticas de las naciones. El mar no tiene márgenes concretos y conduce al mundo al autoritarismo de la universalidad y del sistema único que niega la diversidad humana. El mar funciona como una “metáfora del tiempo” en devenir, como una especie de andar permanente y dinámico que disuelve la identidad y el ser de las personas, de los pueblos y de las naciones. En palabras de Duguin “el mar es universal, está desencarnado. El mar es cambio, es una metáfora del tiempo; el tiempo, el devenir, no es eternidad, no es algo constante (…) el mar es otra manera de escoger, escoger el tiempo en lugar de la eternidad, de escoger la igualdad en lugar de la jerarquía, de escoger el progreso en lugar de la tradición, de escoger la ausencia de jerarquía en contra de esta idea de la verticalidad de la sociedad” (Dugin 2018: 45).

El comerciante contemporáneo es el estereotipo de la civilización del mar. El capitalista no tiene raíces culturales, ni patria, ni religión y busca la liquidación de las fronteras, de los Estados y de las diferencias históricas e identitarias entre las personas y los pueblos. Dugin remarcó que “el capitalista financiero ya es un subhumano, el pico de la deshumanización. Es un parásito que explota todos los bienes naturales reales del hombre y la naturaleza. El capitalista es el anticristo social” (Dugin 2018 b: 122).

Occidente asumió el mar como destino a partir de la modernidad y propagó esa civilización por intermedio de la guerra y del comercio que fueron justificados con la racionalidad liberal y materialista. La expansión de la “metafísica moderna” se presentó a partir del discurso de la ciencia y de la técnica que se autodefinen neutrales y universales, cuando en realidad son la justificación de una civilización colonialista, imperialista y decadente.

Para imponer el capitalismo liberal occidente difundió el mito del progreso, propagando la falaz idea de que existe una única marcha inevitable y universal del devenir humano. Dugin mencionó que Demócrito, Epicúreo y Marx representan los valores de la modernidad y “toda esta idea de una inmanencia total, naturalista y materialista existía en la antigüedad. Nada es nuevo en la modernidad. La modernidad existió siempre como civilización del mar” (Dugin 2018: 46).    

La civilización de la tierra

Dugin puntualizó que la tierra como categoría geopolítica “no es materia (…) es un cierto tipo de sociedad que se basa sobre la idea de lo eterno, sobre una ontología y una axiología de la eternidad”. Los valores de la tierra se afirman y se desenvuelven como mandato histórico de un pueblo que mantiene vigentes su forma de vida y su tradición cultural (religión, lenguaje y valores). Al momento de actuar en el presente y de proyectar el futuro los miembros de la comunidad cargan con esa tradición y con esos valores que se vuelven perpetuos y “la eternidad vive y la eternidad es siempre nueva, como la tierra”. La tradición “es la idea no de hacer presente algo que pertenece al pasado, sino de hacer presente el acceso a lo eterno, de llevar desde el pasado hacia el futuro esa posibilidad” (Dugin 2018 b: 107)[3].

La civilización de la tierra tiene jerarquías y afirma un orden de valores y de prácticas organizadas y transmitidas de una generación a otra por la familia, por las instituciones del Estado y por las organizaciones de la comunidad. Las jerarquías permiten mantener vigentes los principios fundantes y fundamentales de la civilización.

Dugin entiende que hay tres importantes jerarquías en la civilización de la tierra. La primera, es la del sabio, el filósofo y el santo que son arquetipos fundamentales en la medida que afirman y que sostienen la fidelidad de los valores trascendentales. Luego de los filósofos, vienen los guerreros que están dispuestos a enfrentar a la muerte por amor a la patria y por la defensa de la eternidad del ser. Dugin consideró que los campesinos pertenecen a la civilización de la tierra y la liturgia del trabajo y su cercanía con la naturaleza los dotan de una forma de vivir y de sentir firme y estable y poco permeable a la cultura anglosajona (Dugin 2018: 42-45).   

Estos tres grupos o estamentos (filósofos, guerreros y campesinos) son los grandes defensores de la tradición del pueblo Euroasiático y en ellos no hay lugar para que ingresen el capitalismo liberal y el materialismo anglosajón. Son los guardianes de la eternidad del ser y los defensores del derecho a la autodeterminación política y cultural de su comunidad.

La tierra vive en la tradición y el mar se desenvuelve como ideología del progreso. La tierra afirma las jerarquías y el mar contrapone el igualitarismo y el cosmopolitismo. La tierra reivindica el principio de la soberanía colectiva del pueblo y el mar postula el individualismo.

La civilización de la tierra es la base del continentalismo. Dugin menciona que las naciones  son construcciones burguesas de la modernidad y que surgieron destruyendo los vínculos tradicionales.  Actualmente, las naciones están siendo demolidas por los capitalistas para fundar el orden de la dictadura liberal y la globalización. Aunque suene paradójico, la creación y la destrucción de las naciones es un hecho del capitalista anglosajón (Dugin 2018 b: 46).

Frente a la civilización del mar, Dugin reivindica el derecho a existir de la civilización de la tierra y de una diversidad de realidades históricas, culturales y políticas.

 

La dictadura liberal  contemporánea

“Comparado con los totalitarismo antiguos, el liberalismo no es totalitarismo, pero comparado consigo mismo lo es, porque su corrección política está contra todas las formas de identidad colectiva”. Alexander Dugin

“La globalización también entraña una distribución cada vez más desigual de las oportunidades de vida (…) Las conquistas sociales penosamente adquiridas a través de continuas luchas se ven hoy cuestionadas, una tras otra (…) El desempleo ya no es un fenómeno coyuntural, sino estructural (…) La vieja clase obrera, que peleaba en una sociedad donde todavía se hallaba integrada en su nivel, ha sido remplazada por la clase de los desempleados, que queda simplemente excluida”. Alain de Benoist

 

El mar y la tierra se enfrentaron a lo largo de los siglos por intermedio de la política, de la cultura y de las armas. Dugin destaca que la Guerra Fría fue una manifestación de esta contienda entre el atlantismo y el eurasianismo o en categorías de Mackinder entre el “land power (poder de la tierra) y el “sea power” (poder del mar). Con el derrumbe de la Unión Soviética y del comunismo, no desapareció la disputa ya que el origen del enfrentamiento no es el régimen de gobierno, sino más bien una lucha histórica de civilizaciones. Detrás de la ideología oficial soviética materialista y marxista se encontraba latente la identidad de la civilización de la tierra, que renacería luego del derrumbe de la URSS con la voluntad histórica del presidente Vladimir Putin (Dugin 2018: 48). 

Tras el derrumbe de la Unión Soviética el mundo se volvió unipolar y se expandió la globalización que destruyó las culturas para imponer “una sola cultura” que es la liberal anglosajona. Para Dugin el mundo unipolar y la globalización “son lo mismo, porque la globalización es unipolar, porque el proceso se desarrolla desde un solo centro que proyecta los así llamados valores de esta forma de civilización sobre todo el mundo sin preguntar si están de acuerdo con esto los otros pueblos, las otras culturas, las civilizaciones” (Dugin 2018: 49).

En el terreno económico se instaló el capitalismo globalizado financiero y el sistema de intereses de las corporaciones y de las empresas multinacionales que destruyeron la producción y la soberanía nacional. Dice Dugin que “La liquidación de la soberanía es la idea del liberalismo desde Adam Smith, que criticaba al Estado nacional como regulador del comercio internacional” (Dugin 2018 b: 34).

Dugin destacó que el mundo unipolar inauguró la democracia de las minorías y el gobierno de las élites que dirigen la “dictadura liberal”. Mencionó que tuvo un encuentro personal con Francis Fukuyama y que éste intelectual le manifestó que “la democracia de nuestro tiempo es el poder de las minorías dirigido contra las mayorías, porque según él, las mayorías son populistas y fascistas” (Dugin 2018: 50 y 57). En la dictadura liberal “estar del lado del pueblo es un crimen y defender la identidad racismo. Estar a favor del Estado nacional es también un crimen” (Dugin 2018 b: 50).

El nuevo orden mundial iniciado tras el derrumbe soviético no trajo bienestar para las naciones, sino que condujo a la mayoría de los Estados a situaciones de crisis frecuentes, al desmembramiento territorial y a la inestabilidad social, emocional y política. El globalismo liberal justificó como un hecho natural el deterioro y el empobrecimiento de las condiciones de vida de gran parte de los pueblos del planeta. En los países oprimidos se formó  una dirigencia que vive del relato anglosajón, de la ficción ideológica y que impulsa agendas gubernamentales totalmente distantes de la realidad de las mayorías. El resultado del liberalismo en nuestros Estados es la escisión entre la política y los intereses nacionales y eso lleva a las permanentes crisis cíclicas del sistema político y económico. Dugin remarcó enfáticamente que la democracia liberal anglosajona es una nueva forma de dictadura con manto progresista y “el poder está entre las manos del capital global, de las élites políticas capitalistas que imponen las normas, lo valores que, declaran, son valores universales” (Dugin 2018: 57). 

 

Los valores universales de occidente anglosajón

“La globalización empieza con la destrucción de la soberanía espiritual e intelectual, afirmando que existen valores universales”. Alexander Dugin

“El pensamiento único es cada vez más único y cada vez menos pensamiento”. Alain de Benoist

 

Dugin mencionó que el libro más importante del liberalismo del siglo XX fue el de Karl Popper, “La sociedad abierta y sus enemigos” y que le sirvió a George Soros para redactar su plan de dominio mundial. En este trabajo los “enemigos” de la sociedad abierta son todos los pueblos o identidades que “son no liberales” y que por eso deben ser aniquilados (Dugin 2018: 51) (Dugin 2018 b: 40).

Dugin interpreta que si bien los comunicadores hablan de la existencia de libertades, el régimen mundial es totalitario y no reconoce el derecho a la autodeterminación cultural y política de las personas, de las naciones y de las diversas civilizaciones. En el actual sistema mundo se puede ser liberal de izquierda y ser liberal de derecha, pero nunca una persona o un gobierno podrán definirse como “no liberales”. Dice Dugin que “somos libres de ser liberales, pero no somos libres de no serlos, porque si no somos un peligro” (Dugin 2018: 58) (Dugin 2018 b: 110). Las civilizaciones o los regímenes políticos que no adhieren al liberalismo son acusados de autoritarios, de fascistas, de populistas, de comunistas o de depositarios de una forma de vida a-histórica que tiene que desaparecer frente a la modernidad y el progreso.

Actualmente y con los fines de imponer esta ideología, el imperio anglosajón aplica la Guerra de Redes[4] que le permite obtener triunfos políticos sobre otros Estados sin necesidad de involucrar a las Fuerzas Armadas. En Palabras de Dugin “se puede vencer a un país sin disparar, sin utilizar hardware, sin utilizar el ejército en el sentido clásico, podemos desinformar, podemos crear económicamente o en el nivel informático algunas situaciones que serían totalmente destructivas para el enemigo. Podemos vencer al enemigo sin disparar” (Dugin 2018: 35).   


La guerra al pasado y a los valores de la colectividad

“Es el individualismo la causa determinante de la actual decadencia de Occidente (…) Vale más, para el renombre de un filósofo, inventar un error nuevo, que repetir una verdad que ya ha sido expresada por otros”. René Guénon

“Al ser la religión propiamente una forma de la tradición, el espíritu antitradicional no tiene más remedio que ser antirreligioso”. René Guénon

“Pensamos que en la comunidad, el Pueblo y los individuos pueden, discutir y disentir en todos los problemas menos en uno, que es fijar el destino que le es común y asegurar la realización de la comunidad”. Juan D. Perón


El globalismo liberal quiere monopolizar el presente y el futuro y para eso debe negar el derecho de los pueblos a afirmar su pasado y su tradición. Con este fin se instala la idea de “derechos del hombre” o de “derechos humanos” buscando homogeneizar a los pueblos desconociendo las diferencias étnicas, nacionales y religiosas históricas (Dugin 2018: 58). Dugin puntualizó que ideológicamente la unipolaridad "se basa en valores modernos y posmodernos, que son abiertamente anti-tradicionales. Comparto la opinión de René Guénon y de Julius Evola, que consideraban la modernidad y su base ideológica (el individualismo, la democracia liberal, el capitalismo, el conformismo, etc.-) como las causas de la futura catástrofe de la humanidad” (Dugin 2018 b: 23).

Dugin indicó que los liberales instalaron en nuestras sociedades los valores del nihilismo, el individualismo y el materialismo.  Dicha ideología desliga a la persona del colectivo y le quita responsabilidades con su pueblo, con su patria y con su historia. El sujeto se atomiza y pierde el principio ético de solidaridad social con sus pares, para entablar una fría y distante relación de lucha y competencia comercial. El liberalismo destruye los valores tradicionales de la comunidad que se desintegra en nombre del progreso capitalista y de una supuesta evolución humana que nunca llega. El liberalismo quiere desligar “al individuo más y más de todos los vínculos colectivos, lo que acabará lógicamente por destruir y por liquidar al hombre” (Dugin 2018: 51). 

 

La Cuarta Teoría Política

“Evola y Heidegger son dos precursores de la Cuarta Teoría Política. No eran nacionalistas limitados como los burgueses afirman”. Alexander Dugin

“La Cuarta Teoría política no es ni comunismo ni fascismo ni su síntesis (…) no se trata de una nueva doctrina, no es un dogma, no es una nueva construcción ideal para la sociedad del futuro. Es la idea de salvar al ser humano del futuro”. Alexander Dugin

 

Dugin mencionó que el siglo XX estuvo atravesado por las Teorías Políticas del liberalismo, el marxismo y el fascismo/nazismo. Luego de la Segunda Guerra éste último sistema desapareció auspiciando el enfrentamiento de los dos triunfadores de la contienda, que fueron los EUA y la Unión Soviética.

En el año 1991 cayó el muro de Berlín y la Teoría Liberal ocupó todo el espacio y el marxismo y el fascismo quedaron como una mera “moda cultural”. Dugin remarcó que actualmente el neofascismo está en la marginalidad de los skinheards y los comunistas hoy “son los freaks que lucha por valores secundarios (…) Los comunistas de hoy sólo trabajan para los capitalistas. La mayoría está apoyada por las redes de George Soros, que paga a la juventud de extrema izquierda y por las revoluciones de color que impulsa el gran capital globalista” (Dugin 2018: 57). Dugin reconoce que el marxismo puede servir como una teoría para describir el statu quo (Dugin 2018 b: 83).

De manera similar al planteo de René Guénon y de Julius Evola[5], Dugin destacó que la modernidad liberal tiene orígenes en el Protestantismo que fragmentó a la Iglesia Católica difundiendo la “fe individual” en Cristo, desligando al individuo del colectivo institucional. Dugin puntualizó que “el liberalismo históricamente empieza con el anti catolicismo” y siguió con la destrucción de los Imperios y de las monarquías fundando en su lugar nuevos Estados nacionales (Dugin 2018 b: 43).

La lucha contra el comunismo entablada durante la Guerra Fría se propuso destruir la identidad colectiva de clase, cuestión que fue consagrada con el derrumbe soviético del año 1991. Luego de ello el capital avanzó, prácticamente sin límites, en la explotación y el empobrecimiento del pueblo euroasiático.

Este proceso de desarraigo hoy se completa con lo que Dugin denominó ideología de género. Dicha ideología interpreta como “coercitivo y violento” la condición morfológica y social de hombre y de mujer. Para Dugin el género es una forma de “identidad colectiva” y no es un tema meramente subjetivo e individual (Dugin 2018 b: 99).

Los hombres están abandonando los anclajes y puntos de referencia existenciales al liberarse de la Iglesia, de la nación, de la tradición, del Estado y del género. La negación de todo tipo de mandato histórico y cultural lleva a la deshumanización definitiva y en esta evolución las personas podrán optar si quieren seguir siendo humanos o transformarse en “poshumanos”, por intermedio del uso de la robótica y de la inteligencia artificial. De no ponerles límites, el liberalismo y la civilización del mar conducirán a la humanidad a un catastrófico fin (Dugin 2018 b: 105-106).

Dugin mencionó que el liberalismo y el capitalismo deben ser combatidos. Con ese objetivo,  impulsa la construcción de la Cuarta Teoría Política que se basa sobre el respeto de la multipolaridad y de la coexistencia armónica entre comunidades políticas y culturalmente diferentes. El autor destacó que “cuando una sociedad trata de juzgar a otra, aplica sus propios criterios y comete, por lo tanto, una violencia intelectual. Esta misma actitud es precisamente el crimen de la globalización y de la occidentalización, así como del imperialismo norteamericano” (Dugin 2018 b: 25).

Para construir este nuevo sistema mundo no servirá el comunismo (segunda Teoría Política), que es moderno, ateo, materialista y cosmopolita y “por el contrario, la solidaridad social, la justicia social, el socialismo y una actitud holista hacia la sociedad son buenos en sí mismos” (Dugin 2018 b: 24). Tampoco debe aplicarse la tercera Teoría Política nacionalsocialista o fascista ya que contiene los aspectos negativos de xenofobia, de racismo y de chauvinismo.

La Cuarta Teoría Política reconoce la importancia de trabajar por la edificación de un Mundo Multipolar[6], actualmente impedido por el imperialismo anglosajón de la civilización del mar. La diversidad de las tradiciones es una riqueza a conservar y “no la razón de un conflicto inevitable: muchas civilizaciones, muchos polos, muchos centros, muchos conjuntos de valores”. Dugun considera que deben coexistir las religiones y no tienen que imponerse unas sobre otras (Dugun 2018 b: 28 y 94).

El intelectual ruso impulsa la formación de un frente anti-globalista y anti-imperialista y para eso hay que identificar al enemigo común, “elemento necesario para cualquier tipo de alianza” (Dugin 2018 b: 23). Dugin propone fusionar las tradiciones políticas de izquierda, de derecha y a los actores sociales de las distintas naciones que tienen un mismo enemigo. Reconoció que la izquierda suele levantar las banderas de la justicia social y que el populismo reivindica los valores propios de la derecha de la defensa de la tradición y de la identidad. Esas corrientes ideológicas tienen diferencias, pero también pueden y deben forjar alianzas a partir de las banderas de la “justicia social, la soberanía nacional y los valores tradiciones”. Estos tres pilares pueden ser las bases del frente antiglobalista (Dugin 2018 b: 26 y 55). Luego cada pueblo y cada civilización, organizarán su propio sistema de vida y ello será el resultado del ser y de la autenticidad de la existencia.

 

La revolución conservadora

“Una comunidad que posea una doctrina, que alcanza una ética y tenga un real sentido de la jerarquía, está en condiciones de comenzar a organizarse”. Juan D. Perón

 

Dugin impulsó una “revolución conservadora  que es algo muy diferente al conservadurismo. La revolución conservadora tiene una visión cíclica de la historia, no una visión lineal. Revolución, etimológicamente significa “vuelta”, es un concepto cíclico. La revolución conservadora es una vuelta y un retorno a la eternidad, no al pasado”. La revolución conservadora es una invitación a reformular el sistema de vida creado por la modernidad e incluye la posibilidad de promover nuevos valores, pero siempre que pertenezcan a la eternidad y a los valores sagrados de la propia civilización (Duguin 2018 b: 103).

El autor consideró que el nuevo orden multipolar va a conformarse en base a comunidades organizadas, fundadas en principios de tradición, cultura y religión. Mencionó que “La vida del hombre tiene sentido: el sentido de la vida es volver a la unidad. Y política, religión, cultura, nuestra vida organizada dentro de la comunidad es la forma de volver, es el camino para la unidad que ésta precede, que precede nuestra existencia en el mundo” (Dugin 2020: 11-12) (Dugin 2020: 22). Se debe derrotar a la civilización del mar y la civilización de la tierra será la norma del nuevo mundo y cada colectividad histórica afirmará su ser autentico.

Dugin consideró que la religión es esencial para la construcción de la civilización y en “ella está contenida la idea de la creación eterna, de la comunicación eterna, de la experiencia de Dios”. Puntualizó que la decadencia actual de las religiones no se origina en los errores de la Iglesia, sino en el “hombre que ha negado su propio origen sagrado y eterno” (Dugin 2018 b: 107).

La revolución conservadora y Eurasia

Dugin  brega por la reorganización de las fronteras nacionales con la finalidad de que se ajusten  a la realidad del ser, que es propio de la historia y del desarrollo de las civilizaciones pre-modernas. En este marco, reivindicó la existencia de Eurasia como una expresión de la civilización de la tierra con características definidas que deben restaurarse. Su lenguaje es parte del legado griego, su religión es mayoritariamente la cristiana ortodoxa y Dugin consideró que si bien “Somos europeos, no nos reconocemos en la Europa actual, no nos reconocemos en el occidente norteamericanizado”. Puntualizó que la “idea de Eurasia, de Rusia como Eurasia, postula una identidad geopolítica. El eurasismo representa a Rusia no como país, Estado nacional, pueblo, etnia o religión, sino a Rusia como civilización de la tierra. Civilización que quiere conservar sus formas tradicionales contra la civilización del mar” (Dugin 2018: 51). El pensador ruso remarcó que Eurasia es fundamentalmente eslava y cristiana ortodoxa y que convive y que respeta la existencia en su seno de cientos de etnias diferentes, forjando una forma del ser que es única.

Dugin entiende que Vladimir Putin aplica el realismo en las Relaciones Internacionales. Eso permite poner límites a la intromisión norteamericana de la OTAN en Rusia y en Eurasia. Interpretó que el mandatario ruso no es imperialista, sino que retoma aspectos de la tradición Imperial rusa cuyo ámbito de influencia histórica excede los marcos del Estado nacional actual. El Imperio reconoce la existencia federal de entidades políticas y culturales y en su seno había “muchos centros diferentes y muchos grupos heterogéneos unidos en esta civilización y unidos en la expresión política” (Dugin 2018 b: 91). Alberto Buela remarcó que en Dugin “el imperio exige un estricto centralismo administrativo y una amplia autonomía regional: El imperio es la mayor forma de humanidad y su mayor manifestación” (Buela 2013). Aspectos de la política internacional de Putin, tienden a reconstruir Eurasia como una federación y como una entidad histórica antiliberal y anti-anglosajona (Dugin 2018 b: 68 y 77) (Dugin 2020: 18).

 

Civilizaciones en los márgenes de la dictadura liberal

“La unión euroasiática, el gran espacio chino, el gran espacio de la civilización islámica, son realidades. Europa podría ser un gran espacio, África, América del Norte y América del Sur. Es interesante que hoy podamos ver estos grandes espacios, estas civilizaciones que se manifiestan más y más”. Alexandr Dugin

 

Dugin destacó que entre las civilizaciones de la tierra y del mar hay un territorio medio ubicado entre ambos polos y en disputa permanente a lo largo de la historia.

En la actualidad, Europa oriental recibe la negativa influencia ideológica de occidente globalista y la agresión militar de la OTAN. Pese a eso, esos territorios no han sido asimilados por el liberalismo y siguen manteniendo aspectos tradicionales y culturales propios. Dugin consideró que Vladimir Putin lucha por mantener vigentes los valores eslavos en esos Estados y que con ese fin promueve la unidad de dichas regiones con Rusia.

India y China fueron colonias británicas, sin por ello haberse occidentalizado totalmente. En ambos Estados sigue vigente una tradición y una forma de vida propia que la civilización del mar no pudo borrar.

Oriente Medio es un terreno de lucha entre las potencias mundiales. Los territorios de Siria, Irán, Afganistán e Irak habían caído en los años noventa bajo la esfera de los atlantistas, hasta que Putin “empezó a volver a la geopolítica y a oponerse activamente a esta presión  (Dugin 2018: 29). Sostiene Dugin que “La acción de Rusia en Siria, de Irán, de Turquía, entre otros, denota que cada vez más gente responde a civilizaciones, religiones y sociedades todavía tradicionales, que no son pre-modernas. No están destinadas a ser modernizadas por el sólo hecho de que escogen no ser modernas” (Dugin 2018 b: 99).

El autor caracterizó a Turquía y a la “civilización turco-otomana” como parte de la diversa tradición euroasiática, que es más continental que anglosajona y atlantista (Dugin 2018: 30). 

 

Iberoamérica y la civilización de la tierra

 “Toda la historia argentina es una guerra euroasiática en algún sentido. Hasta la disputa por las Malvinas es una guerra continental”. Alexander Dugin

“Iberoamérica reúne las condiciones de una nación integral. Y el falaz nacionalismo de la repúblicas sin existencia propia, auspiciado desde afuera, será sustituido por la conciencia histórica de la nación iberoamericana”. Juan J. Hernández Arregui

 

Dugin consideró que “América del Sur representa una civilización propia, una civilización distinta con sus propios intereses estratégicos. Esto es soberanía geopolítica en potencia” (Dugin 2018: 31). Sudamérica comparte idioma (portugués y español) y su población es mayoritariamente católica y coexisten en armonía diversas tradiciones étnicas. El autor destacó que nuestra región “no es la civilización europea, sino la sudamericana” (Dugin 2018 b: 91).

De manera similar a su opinión acerca de la historia de Rusia, Dugin interpretó que la tradición hispánica fue Imperial y no imperialista[7]. España fundó un nuevo mundo como continuación de su propia civilización y no como en mero hecho colonial de explotación y de saqueo. Los territorios anexados se desenvolvieron “como provincias españolas. Tal como existe una Córdoba argentina y otra española. Esta forma de ser  se manifestó, además, en la conservación de la tradición católica, del catolicismo de las provincias ibéricas en el nuevo mundo; en la forma de la conservación de los aspectos de la sociedad tradicional, no mercantiles sino productivos, con su propia nobleza como aristocracia en el nuevo mundo; con sus sacerdotes, con los jesuitas y otras órdenes espirituales y con los campesinos, no esclavos, como la fuerza de trabajo más importante de la civilización” (Dugin 2018: 47) (Dugin 2020: 19). La condición de Imperio favoreció la existencia de una diversidad de realidades políticas, sociales, culturales y territoriales con autonomía relativa (Dugin 2018 b: 51 y 91). El continente iberoamericano  está enraizado por una cultura, por un idioma y por una religión y conforma como plantea Alberto Buela, una “ecúmene”  (Dugin 2020: 16).

Dugin incluye a Iberoamérica como parte de la civilización de la tierra y como un continente con identidad propia, con un ser histórico definido. Las guerras de la Independencia auspiciaron la fragmentación nacional y la creación de distintos Estados sin por eso borrar la “base metafísica del continentalismo”, actualmente existente. La región reúne las condiciones civilizatorias para la reunificación y la formación de los Estados Unidos de América del Sur y Dugin remarcó que “Sudamérica es soberana” como lo es Eurasia (Dugin 2018 b: 82). Iberoamérica es eternidad y es pasado, es presente y es futuro.

 

La civilización de la tierra y el continentalismo de la Revolución Justicialista

 “Podemos considerar entonces a Perón como un profeta, como un hombre genial que pensaba más allá de su época y de las condiciones y circunstancias históricas concretas de su tiempo”. Alexandr Dugin

 “El hombre no es un ser angélico y abstracto. En la constitución de su esencia está implícita su situación, su conexión con una tierra determinada, su inserción en un proceso histórico concreto. Ser argentino significa también esto: saber, o al menos intuir, que ser lúcido y activo habitante de su peculiar situación histórica forma parte de la plena realización de su existencia. (…) Su pertenencia a esta historia y no a otra, su habitar en esta situación y no en otra, su apertura a un destino irreductiblemente propio, bastan para que aquellos principios esenciales que todo hombre atesora se concreten de una manera única e irrepetible, configurando la esencia del hombre argentino y conquistando para él un tiempo singular y definitivo en la historia del mundo”. Juan D. Perón

 

Dugin mencionó que la “Argentina es el centro intelectual de América Latina” y destacó la vitalidad de la filosofía del país que tiene referentes como Alberto Buela y Carlos Astrada que recuperó la tradición gauchesca y “esa identidad profunda se siente en Argentina a pesar de la modernización” (Duguin 2018: 23)  

Dugin entiende que “Perón sobrevive a su muerte porque ha creado el peronismo. No sólo sus escritos, su vida, su política, su ideología era el peronismo”. El líder de la revolución forjó una doctrina y una organización que le dio realidad, vitalidad y capacidad de realización histórica. 

Juan Perón construyó al sujeto histórico pueblo, que se integró con otros grupos en una Comunidad Organizada asentada en valores. El pueblo justicialista no era una imitación del “proletario” materialista que propugnó el marxismo y tampoco del ciudadano o “clase media” del liberalismo. Como sostiene Alberto Buela, el Justicialismo propugnó la formación de una comunidad reunida por un principio de solidaridad social y por valores y no meramente por un pacto electoral, institucional y de mercado.

Dugin interpretó que el ideario y la práctica del líder justicialista se relacionan a la Cuarta Teoría Política. Puntualizó que “Perón insistió en la combinación de la moral conservadora tradicional, la religiosidad y la ética, con la justicia social, y el apoyo al trabajo honesto”. Remarcó que en el Justicialismo estaba ausente el “chauvinismo y cualquier indicio de racismo”. Perón “no era liberal, sino anti-liberal; no era comunista, sino anti-comunista, y tampoco era fascista  (Dugin 2018 b: 52 y 84).

Dugin mencionó que el justicialismo en Relaciones Internacionales fue realista y que la Tercera Posición suponía una inscripción internacional por fuera de la subordinación a las potencias liberales y comunistas. Además y tema fundamental, Perón era continentalista  y eso quedó bien expresado en la alianza del ABC (Argentina, Brasil y Chile). Dugin puntualizó que el “continentalismo de Juan Perón debe ser comprendido como la forma iberoamericana de la civilización de la tierra, porque esta es la esencia del Justicialismo que está contra el materialismo comunista y contra el liberalismo capitalista por la tercera posición, que está con las raíces del pueblo, del trabajo noble. Por eso existe la CGT” (Dugin 2018: 51).

El autor subraya que Perón intentó unir al continente a partir de un pacto estratégico con el Brasil, “porque dónde están los ibéricos, portugueses, españoles, indígenas que han entrado en este contexto criollo; donde está el catolicismo, dónde está el idioma castellano o portugués; allí está la civilización de la tierra, de la identidad, está la ontología de la eternidad: el ser que prevalece sobre el mar, el tiempo y su dictadura”. Dugin destacó que la potencialidad de la unidad de Argentina y Brasil puede ser comparada con el pacto entre Francia y Alemania para fundar la Unión Europea; y también es analogable con la articulación entre Rusia, Turquía e Irán para resolver la situación política actual en Medio Oriente (Dugin 2018: 51 y 80) (Dugin 2018 b: 81).

 

Textos citados

Buela Alberto (2013) Dugin, profeta de Eurasia, en línea https://paginatransversal.wordpress.com/2013/08/22/duguin-profeta-de-eurasia/

Dugin Alexsandr (2018) Geopolítica Existencial, Conferencias en Argentina, V 1, Nomos, CABA.

                                               (2018 b) Identidad y soberanía: contra el mundo posmoderno, Conferencias en Argentina, V 2, Nomos, CABA.

De Benoist Alain (2018) Rebelión en la Aldea Global, ensayos escogidos, NOMOS, CABA.

Dugin A. y Buela Alberto (2020) A 70 años de la vigencia de una idea: la Comunidad Organizada, CEES, CABA.

Evola Julius (S/F) Rebelión contra el Mundo Moderno.

Guénon René (2015) La crisis del mundo moderno, Ediciones Sieghels, CABA.

Hernández Arregui Juan José (2002) ¿Qué es el ser nacional?, Catálogos, CABA.

Perón Juan Domingo (2006) El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, INJDP, CABA.

Schmitt Carl  (1942) “Tierra y mar, consideraciones sobre la historia universal”, en C. Schmitt (2004) Teólogo de la política, Fondo de Cultura Económica, México. 

 



[1] Alexandr Dugin dispone de una larga militancia política y cultural. Fue miembro fundador del Partido Nacional Bolchevique (1992) y luego del Movimiento Euroasiático (2001). Tiene una importante influencia en la política rusa y en diversos movimientos culturales y partidos políticos de Europa y de Asia.

[2] Dugin considera que podrían existir gobiernos supranacionales en la medida que se correspondan a cada una de las diferentes civilizaciones. De ningún modo cree positivo y necesario que se forme un único “gobierno mundial” (Dugin 2018 b: 83).

[3] Alberto Buela comenta que en este punto Dugin aplicó la teoría del Dasein de Martín Heidegger, presentada en el Ser y el Tiempo (1927). Buela puntualizó que el filósofo alemán postuló que el tiempo debe interpretarse como “un advenir presentante que va siendo sido” y “Tenemos que entenderlo a través de lo constante, de lo valioso, de lo permanente. Y esto es lo que hace el pensamiento conservador, rescata lo que dura en el tiempo, lo permanente, lo constante, lo valioso. La tradición no es conservar cosas viejas por ser viejas sino cosas pasadas que conservan su valor, que siguen siendo valiosas” (Buela 2013).

[4] Para contrarrestar la guerra de redes Dugin impulsa una “revolución conservadora en los medios” tendiente a que cada civilización tenga su instrumento de comunicación propio. Esta condición permitiría que se mantengan firmes los valores propios de cada comunidad y que dialoguen entre sí las civilizaciones. A partir de acá, es que Dugin considera positivo la existencia diferentes perspectivas de medios de prensa como es el caso de Russia Today (rusa), de Press TV (iraní), de Al Jazeera (árabes), etc. (Dugin 2018 b: 105).

[5] Guénon interpreta que el Protestantismo fue el “individualismo” aplicado a la religión y que favoreció el “libre examen” de la Biblia que disolvió la autoridad y auspició la “moral laica” (Guénon 2015: 99-100). Evola sostiene que la tarea del protestante Lutero legitimó  la “revuelta contra el principio imperial de autoridad” (Evola S/F: 569).

[6] Dugin reivindicó como un hecho positivo y auspicioso para el necesario orden pluriversal a construir, a la unión de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS). Estos países son asimétricos y a su vez complementarios y disponen de recursos y de capacidades que pueden ser integradas, demostrando que es viable una alianza estratégica internacional sin hegemonismos (Dugin 2018 b: 78-79 y 116).

[7] Juan José Hernández Arregui alcanzó la misma conclusión y destacó que para la “corona, estas tierras eran provincias del reino, y así se las definía (…) el sistema virreinal, fue la transfusión a América del régimen federativo de las provincias españolas, independientes entre sí, aunque unidas por la corona de Castilla”. Si bien este posicionamiento no evitó la explotación del aborigen, tampoco son reales la “leyenda negra” y el anti-hispanismo impuestos por el imperio británico.  Puntualizó que “junto a la acometida sobre la raza de bronce subyugada, España trajo a estas tierras una de sus virtudes más grandes, el espíritu de independencia y las instituciones que lo resguardaron” (Hernández Arregui 2002: 43 y 57).

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