Aritz Recalde, abril 2017
Los días 2 de abril conmemoramos la
recuperación –temporaria- de las islas Malvinas, Geogias y Sandwich del Sur. La
sociedad argentina está dividida en la apreciación del suceso y hay opiniones disímiles
acerca de las causas que la originaron, del desenvolvimiento de los combates y del
tipo de acciones implementadas en la posguerra.
Los gobiernos inglés y argentino tenían
objetivos políticos que excedían las Malvinas. Leopoldo Galtieri buscó
legitimar y perpetuar la dictadura criminal iniciada en el año 1976 como
respuesta al nacionalismo revolucionario surgido luego del 17 de octubre de
1945. Margaret Thatcher intentó conseguir apoyo para profundizar el programa
conservador, contrario a los intereses de los trabajadores. Ambos actores buscaron
acrecentar el poder de las elites en base al deterioro social de los pueblos.
La dictadura argentina, los EUA e Inglaterra contribuyeron
a implantar en la región el sistema económico neoliberal. El gobierno de Videla
se integró al Plan Cóndor norteamericano ejecutando acciones terroristas y de
capacitación militar en países de Centroamérica. En diversas ocasiones Inglaterra
participó en guerras o apoyó dictaduras en distintos continentes con el
objetivo de apropiarse de recursos naturales y económicos. La guerra de Libia de
año 2011 fue una de sus últimas expresiones belicistas y el país agredido está
en ruinas por la acción criminal conjunta del Reino Unido, Francia y los EUA.
En el año 1982 los británicos sostuvieron que
Galtieri fue el causante principal del conflicto y que la Primer Ministro
aplicó un correctivo político justo que garantizó los derechos a la libre
determinación de los kelpers. No es nueva esta justificación colonialista y
Europa históricamente realizó propaganda política con el asesinato de extranjeros.
Desde la época de Grecia en adelante bautizaron a los “otros pueblos saqueados”
como barbaros y luego como infieles. Hoy manifiestan que los gobiernos
populares o nacionalistas de Sudamérica son terroristas o populistas. Uno de
los más sinceros intérpretes del colonialismo británico fue Herbert Spencer,
quien sostuvo con entusiasmo que el “soterramiento
de los débiles por los fuertes obedece a los decretos de una benevolencia
inmensa y previsora”. La ideología de Spencer y de otros intelectuales británicos
sirvió para destruir Estado de Bienestar en los años ochenta y también justificó
el colonialismo ingles en el siglo XIX en la China, la India, Egipto o en la Argentina
a la cual agredieron militarmente en 1806-8, 1833 y 1845.
Algunos argentinos también consideran que el
causante del enfrentamiento y de la muerte de soldados en combate fue meramente
Galtieri, que envió “chicos a la guerra”.
No es casualidad por eso, que piensan que la decisión de muchos argentinos de
defender con las armas las Malvinas fue un absurdo o meramente el resultado de un
hábil artilugio de medios de comunicación. Habría sido un engaño la masiva
manifestación de apoyo a la recuperación de las islas o el acompañamiento de
civiles a la asunción del gobernador Benjamín Menéndez en el archipiélago. Esta
última delegación que viajó a Malvinas se compuso de sindicalistas (Saúl
Ubaldini), de dirigentes del Justicialismo (Deolindo Bittel), de la UCR (Carlos
Contin), de la Izquierda Nacional (Abelardo Ramos) o del médico René Favaloro.
En nuestra óptica, la movilización de apoyo a
la recuperación expresó un sentimiento de soberanía y de hostilidad al ocupante
extranjero que es legítimo, necesario y propio de todas las Naciones del
planeta. La defensa del territorio es un valor fundante de la Nación, sin el
cual la población está condenada a desaparecer frente la ocupación de otra Potencia
extranjera o de una empresa multinacional. Es en este sentido que al referirse
a Malvinas José Hernández destacó que “si
la indiferencia del pueblo agravado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién
le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo, o de usurpación?”.
Sin esta vocación de dominio territorial y de voluntad de defensa, no
existirían los países iberoamericanos independientes y tampoco varios otros del
planeta que serían anexados por Inglaterra, Alemania, Francia o los Estados
Unidos.
El negativo registro histórico argentino acerca
de la guerra de Malvinas, no es habitual en otros países de la región. Por
ejemplo, la opinión pública de los bolivianos tras la derrota y las decenas de miles
de muertos de la Guerra del Pacifico (1979-83) y del Chaco (1932-35), no los
llevó a negar u ocultar la voluntad de lucha y de patriotismo de sus soldados.
Los ciudadanos que fueron a combatir contra Chile o Paraguay son considerados
héroes y no meramente “chicos víctimas de
malos militares”. La conducción política y castrense de ambas
conflagraciones –de manera similar a lo ocurrido en 1982-, fue considerada
deficiente por su pueblo y sus titulares fueron acusados de ser los
responsables de la derrota. Atendiendo esa cuestión, los bolivianos repudiaron
a los jefes castrenses y no acusaron a los soldados y civiles de ser “inconscientes” o “estúpidos que se dejan llevar por tiranos”. El
pueblo reivindica la vocación de defensa nacional, incluso al punto de poner en
juego la vida para mantener la integridad territorial. Luego de la derrota de la
Guerra del Chaco, los grupos nacionalistas del ejército comandados por Germán
Busch y David Toro impulsaron una revolución que expropió las empresas petroleras
que estaban empujando a la guerra e implementaron reformas sociales a favor de
sus habitantes.
Thatcher se alió al imperio norteamericano,
consolidó el apoyo de la ONU y en la Comunidad Europea y sobornó al dictador
Pinochet para sumar al país trasandino en un acto de piratería a 12.000
kilómetros de Londres. Los sectores medios de la Argentina prácticamente no
cuestionan la decisión de Thatcher del año 1982, caracterizada por impedir
cualquier mediación que evite el enfrentamiento. La recuperación argentina de
las islas se hizo sin matar ingleses (los argentinos si tuvieron bajas) con la
decisión consciente y pública de obligar a negociar al colonialista. Thatcher por
el contrario, evitó las mediaciones y utilizó a Malvinas y a los muertos de su
país y del nuestro como un acto de publicidad política interna. A partir de
acá, es que mandó a asesinar argentinos y cometió el Crimen de Guerra del
hundimiento del Crucero General Belgrano fuera del teatro de operaciones (323
caídos sobre 649 del total). De manera similar a las agresiones de los años 1808
o 1845, los ingleses actuaron con el lema que el mejor argentino es el
“argentino muerto”.
En no pocos casos, la guerra desató en los sectores
medios locales un sentimiento contradictorio. Argentina agredía al país que
admiraban y al cual querían emular siguiendo los mandatos de Alberdi,
Sarmiento, Mitre o Julio argentino Roca. Todavía se escucha en las mesas de los
domingos, el mito de que si “triunfaban
las invasiones inglesas de 1808 ahora seríamos una potencia como los
norteamericanos”. Alberdi manifestó que “civilizar es poblar” y Sarmiento
convocó al exterminio militar de las razas que consideró débiles para
remplazarlas por las anglosajonas. Una solución de salida honrosa al “humillante
desacato nacional” contra el país que supusieron la “madre patria” y el ejemplo
de “civilización”, consistió en subestimar y deslegitimar la tarea de los
civiles y soldados argentinos. Los caídos bajo las balas inglesas dejaron de
ser víctimas del Imperio Británico, para convertirse en los idiotas útiles de
Galtieri o en los bobos “chicos de la
guerra”.
Pese a los problemas estratégicos de
planificación y de desenvolvimiento de la conflagración que quedaron
referenciados en el Informe Rattenbach, la actitud de la mayoría de nuestras
tropas fue de heroísmo y de coraje. Martín Balza que participó de las acciones
bélicas en las islas, las caracterizó como parte de una “gesta e incompetencia”. Luego del triunfo militar, los ingleses
armaron un guión cultural de posguerra que buscó negar la lucha argentina y que
presentó a nuestras tropas como “chicos” y no como soldados. A partir de acá,
es frecuente escuchar que los ingleses fueron solidarios y alimentaban a
nuestros “pibes” a diferencia de los argentinos crueles, dictadores y egoístas.
El ocupante colonialista que cometió crímenes de guerra, se presenta como como
una víctima que venía a liberar a los “chicos de su infame dictadura”.
Poco se dice del reclutamiento voluntario de
civiles en la Argentina e Iberoamérica, de la férrea resistencia militar al
invasor durante semanas y de la heroicidad de muchos actos de guerra. Los
argentinos se comportaron como soldados y la acción militar del país se vio
reflejada en los considerables daños materiales y bajas humanas del enemigo. La
lucha contra la OTAN de 1982 fue dispar en recursos y pese a eso sin el apoyo
norteamericano, chileno y europeo el triunfo británico no estaba garantizado
fácilmente. Como sostuvo José de San Martín, “los interventores habrán visto por este “hechantillón” que los
argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la
boca”.
Nadie quiere negar el dolor o el sufrimiento
de muchos ex combatientes que denunciaron maltratos y serios problemas
logísticos. Sin desconocer estos aspectos, sería justo también relatar en la
prensa, en el teatro o en el cine los actos heroicos, ejemplares y los valores
de las tropas argentinas que dieron la vida por el país.
Si la historia de la Independencia y de la
formación del Estado Nacional se contara describiendo meramente el dolor y los
errores propios del combate, no habría símbolos patrios, ni himnos, ni
monumentos, ni recordatorios a batallas, sino meramente relatos de padecimientos
civiles y de soldados que sufren y que mueren. De aplicarse esta perspectiva,
tampoco existirían el cine Hollywood que propagandiza las acciones militares
norteamericanas y desaparecerían los relatos fundadores de todos los Estados del
planeta.
Juzguemos
con la misma vara
En otras circunstancias históricas la clase
media argentina no aplicó la misma severidad para juzgar los hechos políticos -
militares y los abusos de poder. En los años sesenta el Ejército Guerrillero
del Pueblo (EGP), fusiló a miembros de su propia organización -cuestión repudiable
en nuestro punto de vista-. Pese a ello, a partir de acá no se puede decir que
toda las agrupaciones de izquierda guevarista fueron criminales y que solamente
se dedicaron a matar a sus correligionarios.
La teoría de los “chicos de la guerra” hace
hincapié en la ineptitud de la conducción militar y en la absurdidad de la
ocupación frente a la evidente diferencia tecnológica de los adversarios. Extrañamente,
no son pocos los que niegan la guerra de Malvinas por la incapacidad de los
jefes y en paralelo elogian el coraje, los valores o ideales de Santucho (ERP)
o del Che Guevara cuyas direcciones políticas guerrilleras fracasaron
rotundamente y culminaron con la muerte de miles de jóvenes. ¿La ideología
marxista justifica el fallecimiento de activistas y la defensa del territorio
es un absurdo?.
Los mismos que dicen que es inadmisible que
un argentino fuera a Malvinas, participan de partidos políticos que reivindican
los escuadrones de voluntarios de la Guerra Civil Española o los de la Segunda
Guerra Mundial. ¿Los anarquistas, socialistas, comunistas o radicales creen “racional”
morir en la defensa territorial de Europa y cuando se refieren a Malvinas lo
consideran ilógico?. Con la finalidad de movilizar a los jóvenes a participar
en guerras en otros continentes, estas agrupaciones políticas realizaron
movilizaciones, publicaciones y colectas de recursos.
Malvinas desató un sentimiento pacifista que
si bien puede ser legítimo, no suele ser aplicado a la hora de analizar otras
circunstancias de la historia nacional. Algunos sectores afirman que el deseo
de combatir a Inglaterra fue alocado, mientras consideran honroso y
reivindicable la acción de la guerrilla contra el Ejército Argentino durante los
años setenta o la intervención de éste último en la represión interior. Derecha
e izquierda coinciden en legitimar la muerte de jóvenes en conflictos internos
y se escandalizan por combatir al Imperio Británico.
No son pocas las personas que creen negativa
la guerra por el hecho de que hubo 649 caídos, cuando en paralelo reconocen
como libertadores a Bartolomé Mitre que metió al país en la Guerra del Paraguay
o a Justo José de Urquiza que fusiló cientos de adversarios luego de la Batalla
de Caseros. Estos mismos pacifistas admiran a Domingo Faustino Sarmiento, quien
comandó personalmente el exterminio de decenas adversarios políticos en las
guerras civiles. Los sucesos en el país y el Paraguay causaron decenas de miles
de compatriotas argentinos muertos, en su mayoría civiles y milicias que fueron
perseguidos, torturados y asesinados.
Grupos de activistas socialistas y radicales
siguen reivindicando el golpe castrense del año 1955 y el apoyo personal de Miguel
Ángel Zabala Ortiz al bombardeo y el ametrallamiento de civiles que dejó más
víctimas indefensas en la calle que los ataques ingleses en suelo malvinense.
Perspectivas
actuales
La dependencia cultural del siglo XIX fue la
garantía para que los británicos manejen por décadas los ferrocarriles, puertos
o bancos.
Los ingleses triunfaron militarmente en el
año 1982 y se propusieron borrar el sentimiento nacionalista local. Por mandato
neocolonial, Argentina tiene que abandonar su voluntad de defensa del
territorio que caracteriza a todos los nacionalismos en el mundo. La decadencia
de la conciencia nacional permitió que Carlos Menem firme los tratados de Madrid (1990), otorgando deshonrosas concesiones económicas al colonialista.
Para reparar en parte este daño se sancionó en el año 2011 la ley 26.659 “condiciones para la exploración y
explotación de hidrocarburos en la Plataforma Continental Argentina”.
Recientemente, Mauricio Macri se reunió con
sus pares británicos David Cameron y Theresa May para promover “negocios” de
pesca o de hidrocarburos. Por el contrario, CAMBIEMOS no entabló diálogos con
el Partido Laborista de Irlanda que acompaña nuestra causa soberana en el Reino
Unido. Poco tiempo después del encuentro de mandatarios, el Reino Unido realizó
ejercicios militares en las islas en un acto de provocación.
En el Ministerio de Energía Macri designó a
un representante de la empresa anglo – holandesa Shell, favoreciendo que hagan
grandes negocios los representantes directos de la Nación colonialista que
asesinó nuestros soldados y que deshonra la patria con la ocupación ilegal de
las islas.
Los ex combatientes no recibieron el mismo
trato que los ingleses y el Presidente derogó parcialmente el Régimen Previsional Especial de los ex
soldados de Malvinas, con el objetivo de evitar que se les pague al menos “dos
jubilaciones mínimas”.
La aristocracia del dinero de CAMBIEMOS
entiende que los negocios empresarios están por delante de la soberanía y del
reconocimiento a los soldados que combatieron en defensa de la patria.
Reivindicamos el hecho de que la Argentina es
una tierra de paz y que somos un país pacífico.
Los kelpers son ocupantes ilegales
representantes de una potencia colonial y no un pueblo con derechos a la
autodeterminación.
La recuperación de Malvinas es una causa nacional
y latinoamericana. Éste último aspecto quedó manifestado en los apoyos otorgados
por el MERCOSUR, la UNASUR, el ALBA y la CELAC. La Argentina obtuvo importantes
acompañamientos internacionales como los manifestados en las cumbres de los
Países No Alineados, por China (Hu Jintao en 2010 y Xi Jinping en 2014) o los
conseguidos en la OEA (2010).
Recordemos y honremos a nuestros soldados que
elevaron la bandera de la soberanía frente a un Imperio que sigue plagando el
mundo de guerras y de inequidades.
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