Aritz Recalde, marzo 2017
El 7 de marzo se produjo la movilización obrera
más importante de los últimos años. La convocatoria fue contundente y se
calculan que se desplazaron por la Avenida Belgrano varios cientos de miles de
trabajadores. En diversas localidades del país también se produjeron actos.
El Triunvirato de la CGT convocó el encuentro y
tuvo la capacidad de reunir un conglomerado diverso socialmente (trabajadores
sindicalizados y desempleados), políticamente (PJ, Frente Renovador, izquierda
o kirchnerismo), sindicalmente (CGT y CTA) e ideológicamente (moderados,
combativos o independientes).
·
Operaciones mediáticas
y políticas: “destruyan a la burocrática CGT”.
Los medios de comunicación se dedicaron a
repetir que la movilización tuvo diversos disturbios y que los organizadores salieron debilitados del
acto. El falaz argumento está centrado:
-
Conflictos
del final de la movilización que darían cuenta del masivo “repudio al Triunvirato”,
por parte unas “bases combativas” que “piden su cabeza”.
-
Reclamos
de una huelga general que no fue declarada por los oradores y que evidenciaría la “traición” del Triunvirato.
-
La
existencia de grietas entre un grupo combativo (kirchnerismo e izquierda) y una
“burocracia sindical negociadora” que busca detener el avance popular y respaldar
a CAMBIEMOS.
Los tres argumentos son erróneos y solamente
dan cuenta de algunos aspectos de la cuestión e impiden una lectura más
objetiva de la dinámica del conflicto sindical y político en el país. Esa
interpretación tendenciosa fortalece a CAMBIEMOS y al poder económico
trasnacional:
-
Separa
-aún más- a la organización política kirchnerista (clase media), de la CGT
(trabajadores sindicalizados de la producción y la industria).
-
Debilita
la reciente unidad entre la CGT, los Movimientos Populares y la CTA.
-
Dificulta
la unidad política anti-macrista en un año electoral.
·
¿Muestra de repudio a
las políticas de CAMBIEMOS o rechazo al Triunvirato?.
La magra situación económica actual no explica
la movilización del 7 y pese a que la potenció y radicalizó. Las crisis por sí
mismas no organizan los hechos colectivos de masas, sino que es la actividad
política el ordenador.
Los conflictos de la marcha fueron
insignificantes y todos los que movilizamos ese día podemos afirmar esta
realidad sin ánimo de equivocarnos. Sin negar que hay disputas (como en todas
las organizaciones), la inmensa masa del pueblo se movilizó bajo el paraguas de
la convocatoria, pacíficamente y sin repudiar a nadie exceptuando a Mauricio
Macri y sus políticas. La enorme y
heterogénea marcha reconoció la legitimidad del Triunvirato que lo llamó a
movilizarse. Si la CGT y el Triunvirato son débiles y carentes de
representatividad como dice la prensa, ya existiría otra conducción y la marcha
hubiere sido escueta y anárquica.
Al día de
la fecha nadie puede convocar y movilizar un acto similar al 7 de marzo y no
hay que olvidar las palabras de Perón acerca de que el “mundo no vive de buenas ideas; vive de buenas realizaciones”. Cristina Fernández conduce a los “propios” que son una
parcialidad y si bien la ex mandataria tiene un capital electoral que no
detenta la CGT, hoy ese hecho no la hace “conducción natural”. Un sector del
peronismo directamente cogobierna con CAMBIEMOS como es el caso de Juan Manuel Urtubey.
El PJ tiene dificultades para ofrecerse a la sociedad como una alternativa unificada
de resistencia al neoliberalismo. Los Movimientos Populares también son una parcialidad y si bien
consolidaron un importante frente en la movilización de San Cayetano y en la
sanción de la Ley de Emergencia Social, no condensan una mayoría política y
menos una alternativa electoral. La CGT
consiguió movilizar un frente opositor que ningún otro actor político y social
había hecho y eso hay que reconocerlo y potenciarlo.
Los reclamos de los participantes son diversos
y si bien se habló de paritarias, de poner un freno a las importaciones y a los
despidos, allí no se agotaron las demandas. Las PYMES argentinas piden
protección arancelaria, créditos o mejora del mercado interno. Los asalariados
formales reclaman paritarias y la defensa del puesto laboral. Las
organizaciones populares exigen la aplicación de la ley de emergencia social y su
inclusión definitiva en el universo del trabajo formal. Hay fuertes internas
entre los sindicatos de servicios, industriales o estatales que se vieron
perjudicados de disímil manera por el programa económico de CAMBIEMOS. La existencia de estas tensiones expresadas
en sugerencias o reclamos de mayor combatividad, no invalidan el acto y tampoco
la capacidad de la conducción de la CGT de convocar a una protesta.
Los que movilizamos con nuestro sindicato
tenemos delegados elegidos democráticamente y fuimos al acto sin manifestar
rupturas contra el Triunvirato como postulan los diarios de derecha o de izquierda.
Hay debates y luchas internas, pero hay
que descartar que la marcha fue una manifestación de las “bases contra la
conducción”. Esa idea está en la cabeza de algunos pocos dirigentes y
periodistas, no en los cientos de miles que salimos el día 7.
El debate sobre la huelga general es parte de
esta discusión y como en toda la historia argentina, hay posiciones combativas,
dialoguistas y entreguistas. Si bien muchos consideramos que hay que endurecer
la resistencia política y gremial contra el Gobierno Nacional, no se puede sostener que la movilización
fue un fracaso por no ponerle una fecha a la medida. Del vamos, todos los
que marchamos “paramos media jornada”. Asimismo, la efectividad de una huelga
no es tema solamente del Triunvirato o de la Corriente Federal (que se
manifestó a favor), sino que incluye otros
interlocutores como el Movimiento Sindical Argentino (MASA) que no está en CGT
y que adhirió pero no movilizó el 7 de marzo.
Las
luchas de poder de la CGT existieron siempre y no están centradas meramente en
el debate del paro. La
ocupación del palco por algunos pocos trabajadores es un problema de
organización y de seguridad del acto, no una muestra de rechazo masivo al Triunvirato.
Los reclamos de la huelga forman parte del debate y no expresan un estado “revolucionario
de las bases que se proponen suprimir a todos los dirigentes”. La marcha fue contra CAMBIEMOS, no contra
la conducción de la CGT como postulan algunos diarios. Tampoco se puede
desconocer que una huelga general no es un programa o una alternativa de
gobierno. Los sindicatos docentes fuimos al paro en reiteradas ocasiones en
2016 y en 2017, sin por ello resolver los problemas salariales y menos aún los políticos
de fondo. La dirigencia partidaria y social debería preocuparse más por sus
propias incapacidades, que por pedir a la CGT las soluciones para la Argentina
que ellos no están ofreciendo.
Será la misma central gremial la encargada de
decidir la continuidad o no del Triunvirato y no se va a ir por los canticos de
un sector de la movilización. La unidad
actual de una parte de la CGT costó esfuerzo y el puente trazado con las
organizaciones sociales es histórico y sería absurdo destruirlo por disentir en
un tema (por importante que sea la huelga). La mayoría de los afiliados no
estamos dispuestos a rifar los avances en la estructuración de una central
unificada, para pasar el mando a una conducción con retorica de combate y sin
representatividad como está sugiriendo el progresismo. Perón fue claro cuando sostuvo que los
dirigentes salen de la misma organización y “el que elija el pueblo, ese es mi candidato (…) flaco servicio haría si
yo me pusiera a digitar quiénes han de ser los hombres”.
·
¿Existe una división entre
combativos y burócratas?.
Hace un año CAMBIEMOS triunfó electoralmente en
las provincias de Buenos Aires, Jujuy o Mendoza. Muchos de los trabajadores en
actividad y desocupados votaron a la fórmula Macri – Michetti que triunfó en
Córdoba, San Luis o en Santa Fe. Esta realidad -aunque no guste-, es un dato no
menor a la hora de exigir combatividad gremial.
Muchos actores que hoy piden intransigencia a
los sindicatos, no actuaron de esa misma manera en las elecciones del año 2015.
Un sector del FPV prácticamente no militó y le entregó el gobierno a la derecha
neoliberal sin demasiada resistencia. No fue lo que ocurrió en Iberoamérica y Lula
se movió activamente para que gane Dilma en Brasil en una disputa sumamente ajustada.
Chávez se encargó antes de morir de que Nicolás Maduro sea el Presidente de
Venezuela. Múgica acompañó el triunfo del Frente Amplio y la asunción de Tabaré
con el cual tenía diferencias. Correa está al frente de la disputa electoral en
Ecuador y adelantó que va a pelear hasta el último voto para que triunfe
Alianza País. En Argentina hubo una inusitada calma, un escaso apoyo a Scioli y
la campaña electoral careció de organización y tuvo más apoyo en la militancia
de base, que en la dirigencia. El mismo día del conteo de votos de las
presidenciales hubo dos bunker de campaña dentro del FPV. Todos deberían hacer
un baño de humildad o al menos como lo sostuvo Perón, podrían reconocer que “el fracaso es una de las grandes lecciones
que da la vida”. En su defecto y como postuló Jauretche, seriamos los expertos
en el “animémonos y vayan”.
Parte importante de la dirigencia política
argentina que se dice opositora oficia como el marco de gobernabilidad de
CAMBIEMOS, votando las leyes y ocupando áreas de gobierno nacional y provincial.
En buena medida, pareciere que las
ambivalencias de la CGT son una réplica de las prácticas de la dirigencia
partidaria que le reclama a “los gordos” la guerra social a CAMBIEMOS. No sólo a la CGT hay que pedirle
combatividad y coherencia ya que el conjunto de la clase dirigente está en
crisis. Decía Perón que el conductor debe ser un “maestro y debe enseñar por el ejemplo”: esa responsabilidad es
transversal a todo el mundo. Una
huelga general sin una dirigencia y sin programa político de oposición radical
y propositiva, poco hará frente a un gobierno liberal que sigue teniendo apoyo
en la opinión pública y apuntalamiento mediático, judicial y financiero.
Una de las manifestaciones de la inexistencia
actual de una dirigencia es la apología permanente a los auto-convocados y la sobrestimación la militancia de clase media en
redes sociales. Estos grupos de cibernautas reproducen una ingenua noción
política y aún no dimensionaron que la oligarquía y la Embajada norteamericana son
los que gobiernan la Argentina. Se llena la Avenida Belgrano de trabajadores organizados
y disciplinados y salen los librepensadores en facebook o algún medio
televisivo o grafico a denunciar la burocracia, a convocar al “paro por
internet” y a pedir la destitución de los dirigentes elegidos por sus
organizaciones. Aunque el pensamiento progresista insista en la potencialidad política
del individuo liberal independiente, ya lo dijo Perón “la improvisación no puede ser un método”.
El
rechazo al mundo sindical conduce al enfrentamiento político interno y a la
imposibilidad de unificar un frente nacional. El país ya conoció este problema en los
años setenta y la derecha lo sabe y es por ello que habla del “copamiento del
palco” por parte de la izquierda y el kirchnerimo. La prensa conservadora
levanta estas consignas para enfrentar a los actores que necesitan unirse para
no ser dominados. La subestimación del sindicalismo se torna tendencia y en la
importante movilización de mujeres del 8 de marzo, había carteles sosteniendo
que las chicas de clase media tenían “más ovarios que la CGT”. Absurdos,
irrespetuosos e incensarios comentarios, que por suerte, no se reproducen desde
la CGT que no agrede a las otras manifestaciones sociales. Todas esas internas
no ayudan en nada, crean falsos enconos y contribuyen a fortalecer a la derecha
en el poder.
En la compleja CGT hay burócratas, combativos,
tibios o participacioncitas de la misma manera que en los municipios, las
universidades, las legislaturas o en las unidades básicas. Con aciertos y errores, la Central participó
de la sanción de la Ley de emergencia social, consiguió aumentar el piso de
muchas paritarias y reformó la ley de impuesto a las ganancias. Cuando el
Movimiento Obrero tenga una organización superadora a la actual y que concentre
y movilice más trabajadores que el 7 de marzo, cambiará a sus dirigentes. A los
que sueñan destronar el Triunvirato con tapas de diario y operaciones de
Partido hay que recordarles las palabras de Perón “que los dirigentes que se pueden hacer a dedo dan muy mal resultado (…)
los conductores no se hacen por decreto”.
Se debe
mantener la unidad de la CGT y sus vínculos con los Movimientos Populares. En
el plano de la lucha anti-macrista, la movilización
fue un avance fundamental y el Triunvirato canalizó la demanda que ninguna
fuerza política puede desplegar. El paro general se hará más tarde o más
temprano y está bien que las organizaciones que así lo consideren lo exijan. Lo
que no es correcto es la vocación de destrucción de la unidad alcanzada y la
subestimación de la movilización y del poder gremial. Hay que ocuparse de la construcción de frente
nacional y sin los sindicatos el camino es incierto. La dirigencia política
podría acusar menos y construir más y como dijo Perón “el conductor no lleva a nadie, a él lo siguen, sino no es conductor”.
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