Aritz
Recalde, noviembre 2016
El mundo despide a una de las figuras
políticas más importantes del siglo XX. Junto a Juan Domingo Perón, Fidel
Castro (1926-2016) fue el dirigente quien más profundamente influyó en los
debates políticos de Iberoamérica del último siglo. En muchos aspectos su
figura es única y es la resultante de fusionar diversas tradiciones ideológicas
y políticas que fueron variando en la vertiginosa, extensa y convulsionada
historia personal y regional que le tocó vivir.
Siendo hijo de un terrateniente, Fidel
estudió en el colegio La Salle y luego con los jesuitas en un país de raigambre
cultural religiosa. En su paso por la Universidad de La Habana, obtuvo el
título de abogado y profundizó su conocimiento de la historia y de la
literatura marxista.
En su juventud militó en la universidad y en el
Partido Ortodoxo, donde hizo campaña contra la injusticia social y para
terminar con la corrupción política. Su agitada biografía lo encontró actuando
en la academia, asaltando el cuartel Moncada (1953) o realizando su propia
defensa letrada frente a un tribunal donde anunció que “la historia me absolverá”. Beneficiado por una amnistía viajó a
México y se abocó a retomar la lucha contra la dictadura y organizó el Movimiento 26 de Julio, consolidó una
milicia y desembarcó en su país con un grupo de activistas en el yate Granma
(1956). Ésta última acción recibió una estrepitosa derrota y ello no impidió que
la decena de sobrevivientes organice una guerrilla en la Sierra Maestra y que en
el año 1959 derriben a Fulgencio Batista. En la última ofensiva militar
rebelde, 300 milicianos derrotaron a un ejército profesional de 10.000
soldados. Tenía tan sólo 33 años y en su corta vida había redactado volantes
estudiantiles, organizado un movimiento político de masas, impulsado Radio
Rebelde para comunicarse con el pueblo y combatido en la guerrilla.
Siendo una de las grandes celebridades políticas
mundiales, entabló relaciones con los principales líderes sociales y religiosos
del planeta. Polémico y frontal, desenvolvió diversas relaciones y acalorados
debates con figuras encumbradas de la cultura y del deporte como Jean Paul
Sartre, Julio Cortázar o Diego armando Maradona. Posiblemente, sea la polémica
acerca de la detención del escritor Heberto Padilla, el momento más álgido de
una relación entre Fidel y los intelectuales de su país y del mundo. La
Revolución Cubana, críticas y debates de por medio, fue un laboratorio cultural
y afloraron emblemáticos espacios de producción y de divulgación literaria y
artística, como la Casa de las Américas
o los ámbitos periodísticos como Prensa
Latina en el cual participaron los argentinos Rodolfo Walsh, Ricardo
Masetti y Rogelio García Lupo.
Fidel Castro y el conjunto del pueblo cubano
atravesaron todo tipo de dificultades en un siglo de guerras mundiales y de revoluciones
anticoloniales. A la independencia de España del año 1898 le siguió una
administración con tutela norteamericana, que incluyó la sanción de una
Constitución que le daba intervención a EUA en los asuntos internos cubanos. En
las primeras décadas del siglo XX la política del país fue inestable y
transcurrió entre conflictos sociales, huelgas como la del año 1933 que
contribuyeron a la caída de Gerardo Machado, levantamientos militares o
conspiraciones civiles. Los enfrentamientos políticos derivaron en la represión
y en el asesinato de dirigentes como fue el caso de Antonio Guiteras (1935) o
del estudiante Rubén Batista (1953).
Ya producida la Revolución y bajo una fuerte presión
norteamericana, Cuba entabló una alianza geopolítica con la Unión Soviética que
le permitió colocar sus productos de exportación (azúcar) y recibir petróleo y
maquinaria industrial y agrícola. El pequeño país cuya dimensión es la de una
provincia argentina y que los EUA consideraban su patio trasero y su plataforma
para el turismo sexual, tomó una decisión soberana. John William Cooke mencionó
que “lo que estaba en discusión para los
pueblos latinoamericanos no era el comunismo, o si el gobierno de Castro era
comunista, filocumunista, pseudocomunista, sino el principio de
autodeterminación de los países del continente para hacer lo que se les dé la
gana y buscar la solución que mejor les parezca”. A partir de dicha
decisión, tanto los Republicanos (Eisenhower) como los Demócratas (Kennedy) y
sin excepciones, ni contemplaciones, impulsaron embargos comerciales y
agresiones armadas como la producida en Playa Girón (1961). No
es casualidad por ello, que en pleno siglo XXI George Bush acusó a Cuba de
formar parte del “eje del mal” junto
a Irak, Libia o Siria y financió la “Comisión
de Asistencia a una Cuba Libre” que apoyó grupos opositores y reforzó el
bloqueo. Una década después y con tropas norteamericanas mediante, Irak, Libia,
Siria fueron destruidos por una salvaje guerra.
La desarticulación de la Unión Soviética a
fines de los años ochenta, obligó a Cuba a ingresar a los mercados mundiales en
el marco de un bloqueo económico y político norteamericano. El país se vio
inmiscuido en una etapa dramática en temimos sociales recordada como el “periodo especial”. A partir de acá, el
país impulsó el turismo que le originó divisas y también nuevos desafíos
culturales y políticos que a la fecha siguen sin resolverse.
El ascenso presidencial de Hugo Chávez (1998)
y de los nacionalismos regionales le dio oxígeno al proceso cubano, que
encontró nuevos aliados políticos, económicos y sociales. Durante la última década el Partido Comunista
Cubano impulsó reformas en el marco de los “Lineamientos
de la Política Económica y Social”, que favorecen la creación de un mercado
y de una actividad económica privada y mixta.
El
legado de Fidel
Fidel fue un nacionalista que siempre exigió el efectivo cumplimiento del derecho
a la autodeterminación política y cultural de Cuba. Durante sus gestiones la
isla construyó una identidad propia y diferenciable, como parte de una
simbiosis de las tradiciones hispánicas, afroamericanas, norteamericanas y
soviéticas. Cuba ejerció el derecho a la identidad e impulsó activamente su
música, su literatura y su deporte como parte de los rasgos centrales de su ser
nacional. Tanto la influencia liberal de los EUA, como la impronta soviética
cristalizada en leyes, regulaciones o en tecnología, nunca borraron la
originalidad cultural del país. Su registro historiográfico oficial articuló
las tradiciones nacionales de José Martí y de la idiosincrasia de origen
hispánica, con los aportes del marxismo.
En el plano político Castro gobernó
ejerciendo un carisma y una personalidad excepcionales. En este terreno, como
en el cultural y pese a aplicar un sistema de Partido Único similar al
soviético, no fueron eliminados los rasgos nacionales. En Cuba hay elecciones
periódicas en todos los niveles de gobierno y sin desconocer que existe un
control estatal central de muchas actividades, la sociedad civil conserva
vitalidad y las organizaciones libres del pueblo participan de la vida
política. Actualmente Cuba es gobernada por una nueva generación que remplazó a
los titulares de la revolución del año 1959 y que aplica los principios de la
Constitución de 1976 y de la Ley electoral de 1992. El proceso político fue
institucionalizando un sistema para la organización popular del gobierno y la
administración de los asuntos públicos. La Revolución Cubana sancionó la
división de poderes legislativos (Asambleas), ejecutivos (Consejo de Estado) y
judiciales (Tribunal Supremo Popular).
Sin estas particularidades de Fidel y de la
Revolución, posiblemente, el proceso político iniciado hace décadas habría
fracasado como ocurrió en buena parte de los regímenes comunistas europeos. Es
el pueblo cubano quien derribó la dictadura de Batista y quién tomó la decisión
de practicar dicho sistema político y difícilmente pueda ser evaluado
fácilmente en torno de las críticas de los titulares de países europeos que aún
tienen monarquías vitalicias (España), reelecciones indefinidas (Alemania) o de
Estados que actúan en un “bipartidismo de formas” que responde más al poder
económico que a la voluntad popular (EUA). Este sistema político que tiene
aciertos y limitaciones, promotores y opositores, le otorgó estabilidad al
régimen de gobierno en un contexto iberoamericano caracterizado por los
frecuentes golpes de Estado, las ejecuciones masivas de dirigentes sociales,
las crisis de gobernabilidad y los innumerables levantamientos populares seguidos
de violentas represiones.
Fidel Castro fue un dirigente antiimperialista y si bien entabló una alianza
estratégica con la Unión Soviética, ello no impidió que el país desarrolle una
línea de política internacional propia en diversos aspectos. Su ideología lo
condujo a combatir la injerencia norteamericana y europea en su país y también en
Iberoamérica, en África o en Asia.
Siendo un joven miembro de la Federación de
Estudiantes Universitarios, viajó a la Argentina para contactarse con miembros
de la Revolución Justicialista y conseguir apoyo para la creación de la antiimperialista
Confederación Latinoamericana de
Estudiantes. Con sostén financiero del peronismo, Castro estuvo en Colombia
en el año 1948 en el contexto de la creación de la Organización de Estados
Americanos. En la patria de Bolívar denunció la ocupación ilegal británica de
las Islas Malvinas. Los vínculos entre el peronismo y Cuba se mantuvieron y en junio del año 1960 Juan Perón sostuvo proféticamente que ambas
revoluciones antimperialistas luchaban “por
idénticas causas” y “a nosotros nos
llamaron fascistas en 1943, nazis en 1946 y comunistas en 1955, sin que
fuéramos otra cosa que buenos argentinos deseosos de liberar a nuestro país (…)
no escapa al menos advertido que el noventa por ciento de los pueblos
latinoamericanos están con Cuba y con Fidel, no sólo porque tiene razón, sino
también porque enfrenta valientemente a los eternos enemigos de sus pueblos.”
En esta
misma tesitura, en el año 1974 el gobierno de Héctor Cámpora suspendió el
bloqueo comercial a la Isla.
Luego del triunfo de la Revolución en el año 1959,
Cuba se tornó en un ámbito de reunión, de capacitación y de apoyo a las
acciones de resistencia al imperialismo mundial. Fidel promovió activamente las
acciones del Movimiento de Países No alineados
y del Grupo de los 77. Desde mediados
de los años sesenta el país recibió contingentes políticos de todos los
continentes, ya que según palabras de John William Cooke emitidas desde la
Habana, “esta es la Meca revolucionaria y
todos vienen a beber en el manantial”.
Como parte de su lucha anticolonial, Fidel
envió apoyo al África y soldados cubanos combatieron o capacitaron milicianos en
Angola y en el Congo.
Durante los años noventa Castro impulsó en soledad
una prédica contraria al neoliberalismo, mientras que en paralelo Cuba exigió
la democratización de la Organización de las Naciones Unidas.
Fidel fue un impulsor permanente de la unidad iberoamericana. Tal cual
adelantamos, ya desde joven estuvo abocado a la consolidación de federaciones
universitarias regionales. Durante los años sesenta Cuba apoyó a diversas
organizaciones políticas del continente, muchas de ellas de carácter
guerrillero. En los años setenta acompañó la asunción del gobierno de Salvador
Allende y el ascenso del sandinismo en Nicaragua. Su intervención fue
fundamental en la Revolución Bolivariana que comandó Hugo Chávez y Fidel contribuyó
al ascenso de los nacionalismos boliviano y ecuatoriano y a la apertura de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
nuestra América (ALBA). La ALBA impulsó intercambios de profesionales y de recursos
humanos y materiales que derivaron en programas de alfabetización, de atención
de la salud o de intercambio científico.
Fidel Castro fue un humanista y trabajó por la emancipación social de los trabajadores
y de sus familias. La tarea no fue fácil en un país pobre y dependiente que
debió suplir su atraso económico y la inexistencia de grandes recursos
naturales, con el desarrollo del capital humano y la ciencia. Ya desde su
formación cristiana juvenil, el líder cubano desarrolló un profundo sentido
social de la política que reforzó a partir de su conocimiento de la sufriente
realidad del país. Los importantes avances cubanos en la lucha contra la
mortalidad infantil, en la democratización de la educación, en el acceso masivo
al deporte o a la salud, son reconocidos por sus admiradores y también por sus
detractores.
Es innegable que Fidel, como todos los
líderes políticos, tuvo aciertos y cometió errores. En una etapa violenta del
continente caracterizada por golpes de Estado y dictaduras, los cubanos
impulsaron los métodos de la lucha armada y en la mayoría de los casos el saldo
político para la región fue negativo. Si bien en una etapa Castro abogó por la
formación de guerrillas, ello no impidió que en los últimos años La Habana sea
el marco para la firma de los Tratados de Paz de Colombia.
Los norteamericanos intentaron matarlo en
decenas de atentados dentro y fuera de Cuba y no pudieron amedrentar su
voluntad. Le impusieron al país bloqueos económicos, prohibiciones políticas y
agresiones comerciales de todo tipo, sin por ello conseguir que el pueblo
abandone a su líder. Muchas veces barajaron los precios del azúcar o del níquel
y los flujos del turismo fluctuaron y pese a eso, Fidel y su sueño siguieron
firmes. La política cubana fue difamada mediáticamente por las grandes cadenas
de noticias mundiales y pese a las oposiciones internas y externas que existen,
el régimen siguió contando con el apoyo mayoritario su pueblo. Éste último y
desde ahora en adelante, será el protagonista de decidir qué hacer del presente
y del futuro de la Revolución. Fidel ya dejó su legado.
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