Aritz
Recalde, noviembre 2017
“Cuando
Perón no esté, ¿qué significará ser peronista? Cada uno dará su respuesta
propia, y esas respuestas no nos unirán sino que nos separarán.” John William Cooke
Desde su origen el peronismo fue un espacio
político plural y frentista y reflejó en buena medida, las contradicciones de
la sociedad argentina. Dicha complejidad se estructuró en torno de un vértice
representado por Juan Perón, quién trabajó por conformar un Movimiento político
más que un Partido electoral. El
Movimiento funcionó como una federación de organizaciones libres del pueblo
(OLP), que construían un programa de recuperación nacional y de
emancipación social compartido. Las OLP funcionaban
de manera autónoma y cada una de ellas tenía funciones y dinámicas propias.
Con la finalidad de traducir fuerza social en representación
institucional, la Revolución creó una herramienta electoral de base sindical:
el Partido Laborista. A dicha organización se sumaron fuerzas partidarias
aliadas y dirigentes de diversas extracciones ideológicas. Con éstos últimos en
el año 1947 Perón fundó el Partido Unido de la Revolución Nacional, herramienta
electoral que siempre mantuvo la centralidad de los trabajadores propia del
laborismo.
El mandatario distribuyó los roles y los espacios
de poder dentro del Movimiento a partir de diferenciaciones de clase, de
género, etaria y funcional.
Peronismo y clases sociales
El peronismo fue un Movimiento pluriclasista y
le otorgó lugares de representación institucional y política al empresariado
nacional y a los sindicatos de trabajadores. Estos últimos eran considerados la
“columna vertebral” siendo el objeto y el sujeto de las políticas de la
Revolución. Perón les asignó a los representantes del sindicalismo la
Cancillería (Atilio Bramuglia), el Ministerio de Interior (Ángel Borlenghi), el
Ministerio de Trabajo y Previsión (José Freire), lugares en todas las embajadas
y un tercio de los cargos legislativos, entre otros ámbitos. El empresariado
nacional manejó la cartera de Hacienda (Miguel Miranda) y obtuvo importantes
beneficios financieros (Banco Industrial), comerciales (IAPI) y de impulso de
la actividad productiva.
Perón al
momento de distribuir el poder interno del Movimiento, consideró que el centro
de las decisiones tenían que estar en manos de la clase obrera. El mandatario tuvo como
un interlocutor permanente a la CGT y abogó por la participación directa del
obrero en la actividad política. Con la finalidad de garantizar su pleno poder,
impulsó activamente la unidad del
sindicalismo y si bien tuvo internas coyunturales con algún dirigente (Luis
Gay o Augusto Vandor) se cuidó de no debilitar la Central gremial y en sus tres
gobiernos la CGT estuvo unificada.
Durante los años ochenta y noventa, el sindicalismo perdió poder de decisión dentro
del peronismo y fue erosionada su influencia en la política de la Argentina.
La desindustrialización del país mermó el número de afiliados sindicales y
debilitó su capacidad de negociación. Por otro lado, el espacio político de la
Renovación Peronista cuestionó y eliminó la asignación del “tercio” sindical en
el reparto de cargos de listas internas. En este contexto, la rama política del
Movimiento adquirió mayor protagonismo en relación a la rama sindical. En la
provincia de Buenos Aires el gremialismo fue desplazado por una nueva red de
trabajo social barrial dependiente de intendentes o del gobernador: las
“manzaneras”. Los cambios económicos del país y aquellos derivados del propio
peronismo, le modificaron el perfil social y organizativo a un espacio político
de origen industrial y sindical.
El menemismo
cambió radicalmente la composición social del peronismo, al transferirle las
decisiones fundamentales del país al capital extranjero y a la oligarquía interna. Durante su
mandato existió un sindicalismo oficialista que justificó las privatizaciones
de empresas, a cambio de acciones y participación en las nuevas administraciones.
Además, un sector importante de los trabajadores resistió al neoliberalismo en
expresiones de la economía formal (CGT- MTA o CTA) y de la informal
(organizaciones sociales).
Desde el año 2003 en adelante el importante proceso de crecimiento del PBI (se
duplicó en una década), el fortalecimiento del mercado interno de consumo, la
intervención económica estatal y el paulatino proceso de sustitución de
importaciones, favorecieron la creación de nuevos empleos. Resultado del patrón
de desarrollo, aumentó exponencialmente el número de trabajadores y de afiliados
de varios sindicatos. Si bien el proyecto
de país fue positivo para un sector importante de la clase obrera, el gobierno
nacional no consideró al sindicalismo como un interlocutor directo o
privilegiado y menos aún como parte central del reparto de espacios de poder.
En particular durante los últimos años, Cristina Fernández apostó a conformar
una herramienta política sustentada en la dimensión etaria (juventud) y no necesariamente
de clase.
Las organizaciones sociales (trabajo informal) fueron
un actor central de la resistencia al neoliberalismo de los años noventa. Buena
parte de ellas, acompañaron la convocatoria del Frente Para la Victoria en el
año 2003 y Néstor Kirchner fue el articulador de la diversidad de actores y de dirigentes
sociales. Buena parte de estas organizaciones consiguieron mejorar sus
condiciones de ingreso con medidas como la AUH o las cooperativas. En este
caso, como con la CGT, los dirigentes sociales
no se conformaron como un articulador político central del gobierno, que siguió
apoyado en la rama política o en la rama juvenil del Movimiento.
La relación entre la conducción política
nacional, la CGT y las organizaciones sociales no estuvo exenta de dificultades
durante el último mandato presidencial. En general, Cristina Fernández no
reconoce como interlocutores a las construcciones políticas existentes y no se
apoya en las OLP para la construcción de poder, sino que apuesta a consolidar
lo que considera es una “fuerza propia”. Dicha cuestión hoy está reflejada en
que el sector mayoritario de la CGT y de las organizaciones sociales como la
CTEP, no están encuadradas bajo la conducción de la ex Presidenta.
Peronismo y género
Durante la Revolución Justicialista las mujeres
alcanzaron representatividad institucional con la ley de voto femenino del año
1947. Además, la mujer ocupó lugares de protagonismo político al punto de que
Eva Duarte ofició como la representante del gobierno frente a la CGT. Fue tal
su importancia, que la central sindical la impulsó como vicepresidenta de los
argentinos. Dicho protagonismo político concreto de la mujer en la Revolución, allanó
el camino para las asunciones presidenciales posteriores de Isabel Martínez y
de Cristina Kirchner. Ambas fueron las primeras mandatarias de la historia
argentina y no es casualidad que las dos salieron del peronismo.
La Revolución Justicialista impulsó que un tercio
de los cargos legislativos del Movimiento fueran para la mujer, adelantándose a
la legislación actual que impulsa pisos mínimos de participación femenina y que
avanza hacia la igualdad de representación.
Durante la última década, el peronismo
kirchnerista avanzó en el reconocimiento de derechos de una minoría sexual con
la sanción de la igualdad de género y con el matrimonio igualitario. Como parte
de la mutación cultural del peronismo, actualmente hay sectores kirchneristas que
se identifican más con las políticas de género o de derechos humanos, que con
los históricos aspectos de reforma social y de participación sindical de los
trabajadores.
Peronismo y juventud
En los años cincuenta la Revolución impulsó la
organización masiva de la juventud. Con esta finalidad, creó la Unión de
Estudiantes Secundarios (UES) y la Confederación General Universitaria (CGU),
antecedentes de otras decenas de agrupaciones que proliferarían en los sesenta
y setenta como la JUP, ANDE o las juventudes sindicales. Si bien en los años
cincuenta la UES y la CGU aplicaban programas sociales del Estado y
participaban de la política nacional, será
en el tercer gobierno justicialista cuando ingresan orgánicamente al
Movimiento. Su nueva participación dentro del peronismo incluyó la asignación
de cargos públicos y desde el año 1973 al clásico reparto de lugares en el
Estado entre clases sociales (rama sindical), genero (rama femenina) y por
función (rama partidaria), se le agregaría la rama juvenil.
Con activa participación en la resistencia
peronista desde fines de los años setenta, la juventud ocupó un lugar
importante en el debate público. Sectores de su conducción se propusieron
disputar espacios de poder con el conjunto del Justicialismo, incluyendo
debates con los sindicatos, con Perón y con su vicepresidenta. Las tensiones entre
los sectores internos del Movimiento, derivaron en rupturas como la producida
en el acto del 1 de mayo del año 1974 o con el pase a la clandestinidad de un
sector de la juventud durante el mandato presidencial de Isabel Martínez.
Desde el
año 2003 la juventud adquirió mayor protagonismo y dentro de los
municipios o en los diversos espacios partidarios empezaron a crearse áreas
para su inclusión formal. A partir del año 2011 Cristina Fernandez consideró que
el peronismo tenía que organizarse, primordialmente, en torno de la cuestión
etaria y la juventud ocupó lugares centrales del dispositivo político. La
conducción inició una estrategia de construcción de poder centrada en la
inclusión masiva de la juventud de clase media en el gobierno. La reciente inserción
al peronismo de la militancia juvenil se realizó desde un encuadramiento mayoritariamente
estatal, a diferencia de los años setenta cuando su participación era
fundamentalmente social y de base.
El peronismo y su rama política
La Revolución consideró como interlocutores y
otorgó representatividad institucional a diversos actores con poder social.
Principalmente, les concedió responsabilidades y funciones políticas y de
gestión a la iglesia y a los militares. Además y cuestión central, el Justicialismo le otorgó un tercio de los
lugares de gobierno a la rama política compuesta por dirigentes de procedencia en
la UCR, conservadores, socialistas, comunistas o socialcristianos. Sin
negar la diversidad social de orígenes, la herramienta electoral del peronismo
nació, fundamentalmente, desde los sindicatos y no es casualidad por eso que en
el año 1973 el líder del Movimiento les concedió varias vice gobernaciones a la
CGT, además de lugares en las legislaturas y ministerios.
Desde el origen del peronismo existieron
tensiones entre la rama política y la sindical y muchas de ellas afloraron
públicamente en los años setenta. John William Cooke lo teorizó con lucidez y
postuló una crítica al accionar de la rama política luego del golpe del año
1955.
Como adelantamos, la rama política adquirió
mayor preponderancia desde los años ochenta y noventa y actualmente reúne a un
importante número de legisladores, intendentes y gobernadores.
¿Qué es
el peronismo, a quién representa y quién lo conduce?
El peronismo clásico era un Movimiento
pluriclasista, pero buena parte de sus decisiones estaban en manos de la rama
sindical (CGT). La Revolución trabajó incansablemente por la unidad de los
trabajadores y por la formación doctrinaria de sus cuadros. Durante los años ochenta
y los noventa el peronismo se apoyó, fundamentalmente, en la rama política.
El kirchnerismo es un espacio originado,
fundamentalmente, en la rama política del peronismo y evolucionó hacia la
juventud. Al momento del último armado electoral, Cristina Fernandez subordinó a
un segundo plano al sindicalismo y a la mayoría de la rama política del
Movimiento. El balance electoral de la estrategia fue magro para el peronismo,
que perdió intendencias, provincias y el gobierno nacional a manos de
CAMBIEMOS. La dinámica de construcción política actual de Cristina Fernández parece
acentuar la tendencia de los últimos cuatros años y se apoya en la rama
juvenil, en resabios de la experiencia de “Unidos y Organizados” y en sectores
de gremios principalmente estatales (CTA). La realización de actos políticos en
las universidades es expresivo de la mutación social e ideológica del
kirchnerismo, que elige como interlocutor privilegiado a la clase media. En los
años cincuenta el teatro de la política eran los sindicatos y las
organizaciones libres del pueblo propias de la clase trabajadora y en menor
medida, los actos de Perón o Eva eran efectuados en instituciones típicamente
de clase media.
Actualmente el peronismo enfrenta una crisis de
conducción política, originada en buena medida, en una dificultad para definir
cuál el sujeto social que lo compone. Si éste último aspecto fuera aclarado,
posiblemente sería más simple determinar cuáles son los objetivos del
Movimiento para los próximos años. ¿El peronismo debería reconstruir su
estrategia sindical o tiene que evolucionar en un partido socialdemócrata?, ¿el
Justicialismo tiene que hacer eje en su composición de clase o debe privilegiar
la condición etaria de sus miembros?, ¿el Movimiento retomará el concepto de
federación de organizaciones libres del pueblo (comunidad organizada) o
derivará en un partido tradicional?.
Juan Perón ofreció un modelo de Movimiento
Nacional. Actualmente y dentro de la diversidad política de la región, la
revolución boliviana que conduce Evo Morales impulsa una herramienta política
similar al peronismo histórico. El MAS representa a las organizaciones libres
del pueblo sobre las cuales recaen las principales decisiones políticas del
país. Las OLP tienen autonomía funcional y le otorgan a la masa social soluciones
diarias y al gobierno nacional le marcan una agenda política.
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