Uno
de los rasgos fundamentales del neoliberalismo, fue que postuló la desaparición
del nacionalismo en Iberoamérica para afirmar, en su lugar, el derecho de las
potencias occidentales a imponernos su sistema social. En este contexto, perdía
vigencia toda posibilidad de que nuestro país proponga un modelo nacional de
desarrollo. Los gobiernos tenían que destruir su Estado y transferir su
soberanía económica, política y cultural al FMI, al Banco Mundial, a los EUA o
a Europa y sus multinacionales. Los
intereses particulares de las potencias fueron postulados como universales. Con
el neoliberalismo, cambiaba el sentido histórico de las palabras soberanía, independencia, Nación o justicia social. Malvender las empresas
públicas y estratégicas con las privatizaciones, era una manera de “ingresar al
primer mundo.” Cerrar miles de PYMES como resultado de la apertura económica y
la desregulación, era una forma de “modernizarse.” La extranjerización de los
planes de estudio de las escuelas o de los contenidos de la TV y el abandono
del programa científico argentino, eran una supuesta tendencia natural de la “aldea
global.” Bajar salarios y eliminar los derechos laborales, se presentaba como
un recurso para “atraer inversores.” El
resultado final de este sistema y de sus justificaciones fue la catástrofe
económica y social argentina del año 2001, en paralelo al enriquecimiento de
los titulares de las empresas y gobiernos extranjeros.
El
documento Modelo Argentino para el
Proyecto Nacional de Juan Perón, representa una impugnación de los puntos
de vista políticos, ideológicos, económicos y sociales del neoliberalismo. Las
bases de la iniciativa se presentaron el 1 de mayo del año 1974, en el contexto
de la apertura de las Sesiones del Congreso Nacional. Allí, el mandatario mencionó
que la Argentina necesitaba conformar, dilucidar e institucionalizar un “Proyecto Nacional.” Para alcanzar la
meta, Perón propuso a los legisladores los principios vectores de un “Modelo Argentino”, que no llegó a
presentarse en su versión definitiva hasta el año 1976, como resultado de la
muerte temprana del Presidente el 1 de julio de 1974. Perón mencionó en su discurso que el mundo
estaba atravesando una “época de cambio
revolucionario y de reacomodamientos” y la Argentina luego de turbulentos ciclos
de dictaduras y enfrentamientos, había iniciado la “Reconstrucción Nacional.” En tal sentido, realizó una convocatoria amplia
a la unidad de clases empresarias y trabajadoras (Pacto Social) y a la acción
mancomunada de los Partidos políticos de la Argentina. Perón
aseveró que si fracasaba la convocatoria a la unidad nacional, el año 2000 nos
podría encontrar “sometidos a cualquier
imperialismo.” Había que optar entre el “neocolonialismo o la liberación.” Ésta última definición era una categoría
política, económica, sociocultural, científico tecnológica, ecológica e
institucional. En el plano político, el país tenía que alcanzar mayores grados
de “decisión nacional.” Con esta
finalidad, el pueblo debía organizarse en una Comunidad Nacional fortificada
por vínculos de solidaridad y conciencia social. El individuo participaría en
las organizaciones libres del pueblo (de trabajadores, intelectuales, empresarios,
religiosos, etc.) y éstas se sumarían a la vida política nacional a través de
los Partidos y de otros ámbitos como el Consejo
para el Proyecto Nacional. Perón manifestó que el Partido Político “para que ejerza una acción eficiente,
requiere no solamente del valor numérico de sus integrantes, sino también de
una base ideológica explícitamente establecida. Tal aspecto podrá evidenciarse
a través de una clara plataforma política, que no será otra lo que el Partido
conciba como Proyecto Nacional.” En la Comunidad Nacional
los trabajadores cumplían una tarea fundamental y los objetivos de sus
organizaciones según el Modelo “consisten
en la participación plena, la colaboración institucionalizada en la elaboración
del Proyecto Nacional y su instrumentación en la tarea del desarrollo del país.”
En el plano económico, Perón postuló que
había que industrializar el país y
aseveró que “hay que tener siempre
presente que aquella Nación que pierde el control de su economía, pierde su
soberanía.” Para el Presidente la planificación era imprescindible y con
esa finalidad el gobierno organizaría un sistema económico mixto, en el cual el
Estado cumpliría una función empresarial estratégica. Las políticas públicas no
eran meramente un “vehículo para
alimentar una desocupación disfrazada.” El gobierno apostaba al ahorro y al
trabajo nacional, con el objetivo de ampliar los márgenes de poder de decisión
sobre la “explotación, uso y
comercialización de sus recursos.” Perón sostuvo taxativamente que el capital
extranjero tenía que “tomarse como un
complemento y no como un factor determinante e irremplazable.” En el
aspecto sociocultural, el Modelo impulsó la justicia social distributiva. El
país alcanzaría el pleno empleo, incluyendo la participación obrera en la
distribución del producto del trabajo. Perón mencionó que no era correcto
hablar de los “impactantes índices de
crecimiento global, si no van acompañados de una más equitativa distribución
personal y funcional de los ingresos, que termine definitivamente con su concentración
en reducidos núcleos o elites.” El Estado iba a ser el garante de la
justicia social, sancionando y haciendo cumplir las leyes protectoras del
empleo, la familia, la juventud o la ancianidad, integrando el territorio de
manera federal. En el ámbito científico y tecnológico, manifestó que el país
estaba exportando capacidad intelectual en paralelo a que importaba onerosamente
tecnología en maquinarias y procesos industriales. El sistema científico estaba
concentrado en algunos centros urbanos, era dependiente del extranjero,
funcionaba en compartimientos estancos y carecía de una planificación nacional
coherente y unitaria. La superación de dichas limitaciones, era para Perón un
tema estratégico atendiendo que “sin base
científico tecnológica propia y
suficiente, la liberación se hace también imposible.” En el plano ecológico,
denunció que las “llamadas sociedades de
consumo son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo.” En este
sistema económico irracional, el Tercer Mundo aportaba los recursos naturales a
los países tecnológicamente avanzados. Producto del accionar del despilfarro la
humanidad “mata el oxígeno que respira,
el agua que bebe y el suelo que le da de comer.” Perón destacó que la
solución no era meramente argentina, sino que era una cuestión que tenía que
movilizar al conjunto de países del mundo. Finalmente, postuló que la Argentina
necesitaba un gobierno y un Estado fuertes y eficientes a la vez. Ello
implicaría superar la ideología liberal del “Estado mínimo”, en paralelo a que
se construiría una “administración
pública vigorosa y creativa.” Según adelantó, el Estado no era meramente un
factor de empleo y es por eso que “construir
las instituciones primero y conferirle funciones después ha dado lugar al
nacimiento de burocracias que, sin objetivos claros, concluyen siendo un fin en
sí mismas y sirviendo sólo a la autoconservación.”
El
punto de vista de Perón tiene una actualidad plena, tal cual lo demuestran los
programas políticos de afirmación nacionalista de la última década en Bolivia,
Argentina o Venezuela. La posibilidad de profundizar los principios del Modelo Argentino estará dada por la
voluntad y capacidad política de las organizaciones libres del pueblo.
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