Aritz Recalde, diciembre 2022
El pueblo argentino no interpreta, ni vive el mundial de fútbol con los parámetros, grietas y odios propios de la política y de la ideología partidaria.
Con el fin de
boicotear la competencia los liberales anglosajones
bregaron por sacar del mundial a la selección de Rusia. Sostuvieron que debía
cancelarse el mundial por cuestiones de derechos humanos en Qatar e instalaron
el planteo de que los deportistas tenían que expedirse públicamente por el
jugador iraní juzgado en su país.
En la misma línea,
los progresistas anglosajones impugnaron el mundial por el rol que ocupa la
mujer en Qatar. Denunciaron el hecho de que era una competencia de hombres identificados
mayoritariamente como heterosexuales y divulgaron en los medios el supuesto
inconveniente de que no existan jugadores negros en nuestra selección.
Las operaciones
políticas alcanzaron ribetes fantásticos. Algunos fanáticos de la grieta incluso
culparon a Macri por la derrota del primer partido de la selección y lo
acusaron de mover influencias en la FIFA con esa finalidad. Durante la competencia
y luego de ella existieron peleas de ministros y dirigentes partidarios
distribuyendo culpas acerca de los desmanes del festejo.
Más allá de los
intentos de politizar el tema, quedó claro que en cuestiones de selección, al
pueblo no le importó ninguna de esas ideologías y peleas. Tal cuestión quedó
evidenciada en los masivos e históricos festejos.
En realidad, el
futbol es parte de nuestra tradición y se traspasa generación tras generación a
partir de la predica, centralmente familiar, de abuelos/padres/tíos.
Es una expresión de religiosidad
popular. Los jugadores de la selección tienen tatuado a Cristo, rosarios y a la
Virgen, rezan al entrar y al salir de la cancha y le agradecen a Dios (cuestión
imposible de entender para un progresista).
El futbol, junto al
boxeo, es de los pocos deportes donde los pobres compiten y pueden ascender
socialmente y en su ESTATUS (son modelos-ídolos a imitar). El humilde se ve representado en ese pobre
que salió de abajo y que llegó a lo alto (estereotipo maradoneano).
Al ser parte de la
cultura popular argentina, no es casualidad la evocación en los canticos de las
tribunas y en los vestuarios del tema Malvinas y el clásico “el que no salta es un inglés”. El sentimiento
nacionalista malvinero tiene vigencia y pese a que históricamente los progresistas
y liberales los quieren erradicar del ideario nacional.
El próximo mundial
será en EUA, México y Canadá. Seguramente, los progresistas y liberales no van
a denunciar la violación de los derechos humanos allí existentes, ya que los
anglosajones que instalan esas agendas usan solamente esas banderas contra sus
adversarios geopolíticos. La izquierda intentará criticar la política exterior
Norteamérica.
Nuevamente, el pueblo
les dará la espalda a los ideólogos y vivirá el mundial con la alegría, la pasión y la ilusión de siempre.
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