El sociólogo dialogó con AGENCIAPACO URONDO y ofreció diversas reflexiones sobre la
vigencia del pensamiento
nacional.
Por Juan Borges
A raíz de la presentación de su
libro "Pensadores del nacionalismo popular”, editado por Editorial del
Pensamiento Nacional CEES, el sociólogo Aritz Recalde dialogó con AGENCIA PACO
URONDO y ofreció diversas reflexiones sobre la vigencia del pensamiento
nacional. Además, cuestionó diferentes concepciones del progresismo. "El
progresismo es una ideología urbana, cosmopolita, individualista y de clase
media. El progresismo comete el error de considerar a la cultura y a la forma
de vida rural y federal de las provincias como una expresión de atraso. Con esa
ideología retoman consciente o inconscientemente la tesis de la “civilización y
la barbarie” de Sarmiento", describió.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo
podríamos definir al pensamiento nacional?
Aritz Recalde: El pensamiento
nacional es una corriente intelectual que analiza los problemas argentinos y
mundiales desde una perspectiva nacionalista. No se es pensador nacional por
origen de nacimiento y se puede ser hijo de nuestra tierra y adherir a la
ideología liberal o marxista clásica. Tampoco se refiere a una disciplina
académica particular y en esa corriente hubo y hay historiadores, filósofos,
periodistas, abogados, sociólogos o pensadores oriundos del mundo militar y de
la política. Tampoco el tema nacional se puede explicar por una ideología y
existe tanto un nacionalismo de izquierda en pensadores como Abelardo Ramos o
Hernández Arregui, como un nacionalismo de filiación hispanista, como puede
profesar José María Rosa.
La nación es el gran concepto
ordenador y pensar en nacional es el gran desafío. Una nación incluye un
territorio y un pueblo unidos a partir de una cultura compartida. Hay nación si
existe una base económica que genere las condiciones de sustentabilidad de ese
pueblo. La comunidad se reúne en base a un principio de solidaridad social y a
una unidad de destino movilizadora. La nación es, siempre, un mandato de la
historia y cada generación carga con las tradiciones, valores y causas que lo
precedieron. La nación es pasado, es presente y es futuro. Para que la nación
cultural, económica e histórica exista, debe fundarse un proyecto político que
movilice al pueblo organizado y que funde un Estado soberano.
APU: ¿Cómo se enlazan las
banderas del peronismo con el pensamiento nacional?
AR: Nuestro pensamiento es
nacional y además es popular. El pueblo el sujeto fundamental e irremplazable
del proceso nacional. Para Perón la grandeza nacional va de la mano de la
“felicidad del pueblo” y la independencia económica está directamente
relacionada con la justicia social. En este punto el pensamiento nacional se
diferencia del liberalismo que entiende que la burguesía es el sujeto de la
historia. También es distinto al marxismo que ve en una sola clase, la clase
obrera, el motor de la acción política.
El pueblo es una confluencia de
clases económicas y es una entidad cultural e histórica. John William Cooke,
Antonio Cafiero y Juan Perón explicaron la forma en la cual la Argentina
organizó su proyecto político. Perón resalta que el justicialismo fue un
Movimiento y no meramente un partido y los sectores fundamentales del proceso
político eran los grupos nacionalistas de las FFAA, el sindicalismo, el
empresariado nacional y los cuadros de la iglesia. Cooke estudió en detalle la
modificación de los comportamientos de ese bloque histórico desde 1955 y mostró
cómo una nación se forja como una unidad de destino en tensiones. En el seno de
la nación si bien hay acuerdos, también hay disputas. Cafiero se refirió en
varios escritos a los temas de la concertación social y de la doctrina
nacional. Los tres reflexionaron sobre la dinámica de la organización política
nacional y concluyeron que no será una mera imitación, ni tampoco el resultado
de ningún vasallaje impuesto desde el extranjero.
El tema del territorio es central
en el pensamiento nacional. El patriotismo es el sentimiento emocional de
afecto a la tierra de los padres. Para defender el suelo, que es el espacio
vital de la nación, todos los pueblos se movilizan. Sin patriotismo
difícilmente existirá una nación, que verá desmembrarse a su territorio en
varias partes que serán apropiadas directa o indirectamente por el extranjero.
APU:¿Qué vigencia mantienen los
pensadores trabajados en su nuevo libro?
AR: El libro tiene ocho capítulos
que recorren la vida y el ideario de siete autores del nacionalismo popular que
son el ecuatoriano José María Velasco Ibarra, Alberto Baldrich, el ruso
Alexander Duguin, Juan Perón, José María Rosa, el mexicano José Vasconcelos y
el dominicano Juan Bosch.
Más allá de que escriben desde
contextos y perspectivas diferentes, todos ellos tienen puntos de encuentro.
Defendieron la independencia económica de sus países y su antimperialismo
económico los enfrentó a los norteamericanos y a sus grupos de presión. La
crítica de Bosch a la industria de la guerra es sumamente actual. Todos esos
pensadores consideran que es la cultura el gran ordenador humano y eso los
lleva a analizar en detalle el tema de las religiones y los valores. Sus obras
toman distancia de los materialismos de origen liberal y marxista que creen que
el egoísmo consumista y el odio de clase mueven la historia. En realidad, los
pueblos tienen identidades, valores y formas de vida que ponen en juego y a
partir de las cuales se movilizan. Estos autores son continentalistas y
coinciden en que Suramérica tiene las condiciones para construir una gran
nación federal.
Luego cada uno de ellos tiene su
vigencia particular. Vasconcelos trabajó por la unidad intelectual de
Hispanoamérica y ese mandato sigue vigente como legado. En base al ideario y a
la obra de Bosch hoy funciona el sistema de partidos de la Republica
Dominicana. Duguin es una figura fundamental del debate político contemporáneo.
Perón forjó el Movimiento político más actual de Suramérica de los últimos
setenta años, junto a la Revolución Cubana. Velasco Ibarra fue un gran
transformador del Ecuador y buena parte de su ideario se continuó con Rafael
Correa. José María Rosa realizó una de las obras historiográficas más
importantes del país y junto a Guillermo Furlong, Ernesto Palacio y Vicente
Sierra, conformaron una forma de ver y entender la historia nacional. Baldrich
es uno de los fundadores de la actual sociología argentina.
APU: ¿Cuáles considera que son
los debates presentes entre el Pensamiento Nacional y el llamado progresismo
cultural?
A-R: El progresismo es una
ideología urbana, cosmopolita, individualista y de clase media. El progresismo
comete el error de considerar a la cultura y a la forma de vida rural y federal
de las provincias como una expresión de atraso. Con esa ideología retoman
consciente o inconscientemente la tesis de la “civilización y la barbarie” de
Sarmiento. Hoy reconvierten la idea de la barbarie en la noción de derecha y a
la civilización en la categoría de izquierda. Hay una subestimación del lugar
de la tradición y de los valores y los progresistas no creen que exista una
nación cultural o un mandato histórico de un pueblo. En su lugar, impulsan la
fundación de un nuevo orden asentado en la racionalidad de izquierda liberal
importada de Europa y de los demócratas norteamericanos.
El progresismo niega la
importancia de la conciencia histórica y es cosmopolita, es actualidad, es
efímero y es negación del pasado y de la tradición. El justicialismo se identificó
en la corriente histórica de San Martin, Rosas, Yrigoyen y Perón. El
progresismo es modernidad cultural, es una corriente política desarraigada de
la historia y sin mandato cultural nacional a cumplir. Muchos progresistas
incluso directamente, caracterizan al nacionalismo como fascismo y al legado de
la historia como cultura retardataria.
Los progresistas atacan la
tradición y la costumbre por ser una supuesta ideología conservadora y ellos
vendrían a “moldear” y a modernizar los países. Su supuesta racionalidad
esconde una ideología de matriz potencialmente autoritaria, que obliga a todos
los pueblos y a las naciones del mundo a ser liberales de izquierda. En nombre
de la supuesta racionalidad universal, niegan la historia y buscan o imponer
sus valores como supuestamente superiores. En nombre del progresismo
norteamericano, se puede bombardear oriente medio para supuestamente liberarlos
del islam.
APU: ¿Qué otra diferencia
considera que surgen entre estas dos visiones?
AR: El nacionalismo popular bregó
históricamente por la independencia económica y es antimperialista y está
dispuesto a hacer las reformas estructurales que garanticen la subsistencia de
la comunidad nacional. Para el progresismo por el contrario, la liberación es
principalmente cultural y se debe derribar el mandato del pasado. Como dijo
Antonio Cafiero, el progresismo es de “izquierda liberal” en cultura y moderado
y conservador en economía. El enemigo político fundamental del nacionalismo son
las corporaciones, los Estados expansionistas y todos aquellos grupos que
impidan la justicia social, la afirmación territorial, la independencia
económica y el derecho a la identidad nacional. El progresismo es liberal e
individualista y el nacionalismo popular es comunitarista. El progresista cree
que el ser del hombre es la acumulación de poder individual, sea poder
económico o un cargo político. El nacionalista cree que el ser del hombre se
realiza en la comunidad y por eso respeta los valores de cada pueblo concernientes
a la familia y a las costumbres.
La ideología progresista
dificulta la política de masas. Esa ideología puede ser competitiva solamente
en algunas ciudades y no así a nivel nacional y suramericano. El nacionalismo
cree en la política de concertación social y el progresismo destaca más los
acuerdos de partidos. El nacionalismo postula la meta de la solidaridad social
y la unidad de destino en tensiones.
APU: ¿Es posible reconstruir la
comunidad organizada impulsada por Juan Domingo Perón?
AR: La comunidad organizada fue
un sistema de civilización alternativo al comunismo y al capitalismo. El sujeto
de la historia era la organización libre del pueblo reunida en torno a valores,
a una comunidad, y no meramente a instituciones jurídicas y es por eso que el
justicialismo no habló de “sociedad” organizada y si de “comunidad organizada”.
Fue una alternativa de civilización frente al liberalismo consumista y al
autoritarismo del Estado soviético. El justicialismo apoyó la formación de un
hombre de base moral, que actuaba comprometido con su comunidad haciendo del
principio de solidaridad social el eje de su prédica. Como bien lo caracterizó
Antonio Cafiero, el justicialismo fue parte de la reacción antiliberal del
siglo XX y asumió los valores morales de la doctrina social de la iglesia.
Además, la comunidad Organizada
era un sistema de poder en el cual la decisión política estaba en la
organización libre del pueblo. Los ministros de economía de Perón como Gelbard
o Miranda eran empresarios nacionales organizados. Perón le dio muchísimo poder
a los sindicatos, caracterizados por él como columna vertebral de su espacio,
al que definió como un Movimiento y no un partido. El Movimiento actuaba como
una federación de agrupaciones libres. Perón institucionalizó esta doctrina en
la Constitución de 1949. Llevó esta idea a las relaciones internacionales con
el continentalismo y con la Tercera Posición.
Además de posible, hoy es
necesario reconstruir al hombre argentino y clarificar el tipo de democracia a
la cual aspiramos. El egoísmo del liberalismo acrecentó las desigualdades y
facilitó la destrucción económica y moral. El nihilismo del neoliberalismo
instaló la ideología del descarte como un hecho supuestamente normal e
insuperable. Hoy el hombre se volvió lobo del hombre y en los barrios populares
se vive en estado de anomia y de violencia.
APU: ¿Cuál podría ser una agenda
para dar una batalla cultural contra los propagandistas del neoliberalismo?
AR: Los neoliberales tienen un
periodismo de partido, como es el caso de Canal 13 o TN. También tienen
periodismo doctrinario que ordena el debate público y que forma a la elite en
el mediano plazo. Posiblemente, entre los más lúcidos pensadores liberales
actuales está Carlos Pagni, que hace honor al diario La Nación que siempre dijo
de ser un diario de doctrina. La diferencia entre la prensa de partido y la
doctrinaria es fundamental. La primera es táctica y se centra en el juego
electoral de corto plazo. La segunda es estratégica y forma a la elite que
piensa, siente y actúa en el mediano y el largo plazo.
El justicialismo convirtió su
aparato periodístico en un instrumento de partido que cambia su línea editorial
en función de la coyuntura. Cada día está más borrosa la identidad del campo
nacional en temas estratégicos como el sistema financiero, el programa de
desarrollo, la política cultural y social o la política de defensa. El campo
nacional no tiene un ámbito de formación y de reclutamiento de elites como sí
lo dispone el liberalismo que utiliza sus fundaciones, las corporaciones, las
universidades privadas y el periodismo de doctrina.
A mi modo de ver, falta un ámbito
de formación de una doctrina nacional de mediano y largo plazo. Esa tarea no la
cumplen la mayoría de las universidades y tampoco la prensa progresista y menos
aún los partidos que son más agentes electorales que usinas de debate.
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