Aritz
Recalde – Luciana Contissa, septiembre 2018
Ya
en los años cincuenta, John William Cooke mencionó que las cadenas
periodísticas, las agencias noticiosas y los diarios de nuestro país funcionaban
como “ramificaciones imperialistas en
América Latina”. En el año 1966, el pensador fue categórico y destacó que “la televisión está directamente en manos
norteamericanas” y que “el pueblo
goza de libertad de prensa, que consiste en la libertad de comprar la prensa
del régimen”.
La
concentración y la extranjerización de medios de la que habló Cooke,
caracterizan al funcionamiento de internet en la actualidad. El servicio lo
proveen compañías radicadas en Silicon Valley, y llega a la Argentina a través
de cables submarinos que ingresan por la localidad de las Toninas, Provincia de
Buenos Aires. El mercado de transporte y distribución que abastece los
tubos, cables, fibra óptica, routers
y centros de datos, está controlado por las mismas empresas propietarias de las
instalaciones de las telecomunicaciones. Un reducido grupo de corporaciones extranjeras
son dueñas de los cables de fibra óptica que proveen el servicio[1]. Tres empresas tienen,
prácticamente, el monopolio de la provisión de internet: dos extranjeras (Speedy
de Telefónica y Arnet de Telecom) y un grupo nacional (Fibertel de Clarín, que
actualmente es operado por Telecom Argentina).
Internet
opera con plataformas de empresas norteamericanas, y el mercado de generación
de contenidos también se encuentra mayoritariamente fuera de la Argentina. Las
dueñas del sistema operativo de nuestras computadoras (Microsoft, Apple) y de
nuestros celulares (Android, Windows Mobile, Iphone) son compañías
norteamericanas. Las redes sociales que utilizamos (Facebook, Instagram,
WhatsApp) y los buscadores de información, como Google, tienen la misma
nacionalidad. Ésta última corporación monopoliza el funcionamiento de la
tecnología de navegación y obliga a los usuarios a utilizar sus servicios en celulares
y tablets que operen con Android (Google Play, Google Play Music, Google Drive,
Google Fotos, Gmail, Google Maps, etc.)
Si
bien internet reúne información de una extensa, diversa y compleja red de
usuarios y de bases de datos, la ordena y la re-direcciona con buscadores mayoritariamente
norteamericanos y el principal de ellos es Google. Esta empresa aplica,
modifica y renueva algoritmos que llevan a los usuarios a encontrar, centralmente,
algunos portales y datos y a desestimar otros. La información se origina en una
estructura similar a una red, pero la búsqueda no es horizontal y hay un grupo
reducido de corporaciones que “ordenan” qué leer y qué ver y, sobre todo, qué
no.
¿El fin
de las libertades individuales?
Las
empresas que operan para que internet funcione reúnen toda la información de los
usuarios y la almacenan en diversos nodos y esa inmensa base de datos culmina
en los archivos de Silicon Valley en los Estados Unidos. El derecho a la
privacidad individual se está perdiendo y las corporaciones implementan un
sistema de seguimiento y de registro total del movimiento de las personas
(GPS), de sus gustos, de sus conversaciones (audios y textos en aplicaciones de
celulares, opiniones en las redes sociales), de las ideologías, los consumos (tarjetas,
mercados de pago en línea, etc.) o de las orientaciones sexuales. Toda esta
información es utilizada comercial y políticamente sin conocimiento cabal de
los usuarios de internet. En algunos casos parece no haber conciencia real del
peligro que esto origina y cabe preguntarnos, ¿será que el uso de la tecnología
es el costo que estamos dispuestos a pagar por la pérdida de la libertad?
El
desarrollo de la big data permite utilizar
la información y construir mensajes de manera inteligente. El modelo de consumidor
tradicional de información que lee un periódico o escucha un informativo, es
remplazado por un esquema construido y direccionado por una maquina, que te
dice “qué” vas a recibir según “tu” perfil (construido a la vez por el registro
o rastro que va dejando el usuario en
la red).
La no intervención supone apoyar la
extranjerización de internet
Los
gobiernos sudamericanos carecen de un programa coherente de regulación y de
organización de los flujos de datos y ello está debilitando la soberanía
cultural y política de los países. El pensador argentino Arturo Enrique Sampay ya
había planteado que la “no intervención
del Estado” significa “dejar libres
las manos a los distintos grupos en sus conflictos sociales y económicos (…) la
no intervención implica la intervención a favor del más fuerte”. En la
actualidad y en nombre de la libertad de expresión y comunicación, las
corporaciones norteamericanas nos imponen un neocolonialismo cultural,
comercial y político.
Una
institución norteamericana sin fines de lucro, Internet
Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN), administra la
asignación de dominio y los identificadores de IP (número de personalización de
cada dispositivo). El gobierno de los Estados Unidos sancionó leyes y
regulaciones que los habilitan a utilizar la información de internet para
controlar a los habitantes de otros países. Lo justifican en nombre de la lucha
contra el terrorismo (la famosa seguridad nacional que dio origen a internet),
pero en realidad es un instrumento de control geopolítico[2].
Para
revertir en parte esta tendencia, en el año 2011 el Ministerio de Planificación
Federal (MINPLAN) y la Empresa Argentina
de Soluciones Satelitales (ARSAT), impulsaron el proyecto de “Argentina Conectada” con la finalidad de
que el Estado Argentino se convierta en un nuevo proveedor de internet. En 2014
el Gobierno sancionó la Ley 27.078 “Argentina
Digital, Tecnologías de la Información y las Comunicaciones” y el artículo
1 de la norma sostuvo: “Declárase de
interés público el desarrollo de las Tecnologías de la Información y las
Comunicaciones, las Telecomunicaciones, y sus recursos asociados, estableciendo
y garantizando la completa neutralidad de las redes”.
El
gobierno de CAMBIEMOS está desandando la legislación anterior y adolece de una
política soberana en la materia, permitiendo que los grupos norteamericanos que
organizan los flujos de datos de internet nos impongan su proyecto político,
económico y cultural neocolonial.
Internet y la disputa geopolítica
mundial
El
enfrentamiento entre los Estados adquiere una dinámica comercial, política,
militar y también comunicacional. En este marco, no es casualidad que los
países con vocación nacionalista estén construyendo sus propios cables de fibra
óptica, sus proveedores de internet o de contenidos y que fabriquen aplicativos
y plataformas.
El
manejo norteamericano de Internet le otorga a sus empresas un lugar privilegiado
en el mercado. Por un lado, canalizan los fondos de la publicidad y nos cobran
los servicios y aplicativos propios de la red. Además, con la información que
reúnen construyen consumidores y los llevan a adquirir los productos de las mismas
corporaciones. De no modificarse la tendencia, el sistema actual de internet
puede debilitar la industria nacional sudamericana.
Si la
región no consolida una política soberana en la materia, se pone en serio
riesgo la identidad nacional. Asimismo, el manejo político de internet que
realizan las corporaciones y el gobierno de los Estados Unidos, están
cercenando el sistema democrático. De no revertirse esta situación, los
argentinos vamos a tener que redactar un nuevo artículo 22 de la Constitución
nacional, uno que diga que “El pueblo no
delibera ni gobierna, sino por medio de Internet y la TV y de los
representantes y autoridades creadas por esas corporaciones”.
[1] Telxius (de Telefónica) y Level 3 son propietarias de
la mayoría de cables submarinos que proveen servicio de Internet en Argentina.
Además, esas empresas controlan el 72% del mercado mundial junto con Telecom,
entre otras.
[2] Es de público conocimiento que los servicios de
inteligencia de Estados Unidos espiaron las comunicaciones de la alemana Ángela
Merkel y de la ex presidenta del Brasil Dilma Rousseff.
No hay comentarios:
Publicar un comentario