martes, 29 de septiembre de 2015

Relecturas de Malvinas


Aritz Recalde, septiembre 2015

·         A la derrota militar y política, le sigue la cultural
En el año 1982 se produjo una derrota militar argentina en la guerra de las Islas Malvinas y el Atlántico Sur. Ese mismo año se había demostrado errónea la estrategia política de la Junta Militar y los británicos consiguieron el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, de la OTAN o de Chile, aislando a nuestro país. Argentina obtuvo el sustento de varios gobiernos de la región, sin poder revertir la estrategia colonialista británica. 
Habiendo alcanzado el éxito militar y político, el gobierno inglés se propuso remachar su dominio sobre las Malvinas a partir de un rotundo y definitivo triunfo cultural. Con esta finalidad, el imperialismo británico desarrolló una estrategia ideológica  orientada, principalmente, a persuadir a los sectores medios argentinos.
Este mecanismo de sugestión neocolonial ya había sido utilizado por Inglaterra en el siglo XIX y como resultado de esta operación, varios políticos e intelectuales argentinos apoyaron públicamente la agresión militar europea en nuestro continente. La embestida de Inglaterra y de Francia de 1845 fue acompañada por Domingo Faustino Sarmiento, que publicó el Facundo con el objetivo de derribar a Juan Manuel de Rosas y de favorecer la ocupación militar extranjera. Algo similar ocurrió en el año 1838 en el contexto de la guerra con Francia, que fue apoyada públicamente por Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela o por Esteban Echeverría, entre otros. Esteban Echeverría mencionó en el Dogma Socialista sin parecer sentir contradicción ideológica o al menos vergüenza alguna, que ellos operaron políticamente a Juan Lavalle para que acompañe la armada enemiga francesa.
En la historia de todos los pueblos del mundo existen personajes locales al servicio del extranjero (cipayos). Lo extraño del caso argentino, es que estos personeros alcanzaron lugares predominantes en la política del país y en la organización de su cultura. Echeverría tiene monumentos con su nombre y Sarmiento es considerado el “padre de la escuela pública”. Haciendo analogías, es como si el pueblo de los EUA homenajeara con algarabía al grupo intelectual que ideó o que impulsó al piloto de avión que destruyó las Torres Gemelas en 2001 o los que bombardearon Pearl Harbor de 1941. Sarmiento alcanzó la presidencia del país y nadie le enrostró que apoyó a las fuerzas extranjeras británicas en 1845 o a las brasileñas en 1852. Es como si los franceses a la salida de la Segunda Guerra Mundial, elijan de presidente a un aliado confeso del enemigo alemán o japonés. Difícilmente un país con conciencia nacional cometa semejante agravio a su historia y a sus mártires que lucharon defendiendo el territorio contra el ejército opresor. Parece una realidad habitual que los Estados doblegados política y culturalmente por las potencias coloniales, rindan tributo a los “aliados de sus enemigos”. Esa deformación política y cultural se hizo sistema de pensamiento, programa de cátedra universitaria y línea editorial del periodismo.

A la salida de la guerra de Malvinas del año 1982, los británicos se propusieron aplicar el mismo programa ideológico utilizado desde 1852, cuando cayó Juan Manuel de Rosas. Los argentinos debían ser doblegados culturalmente, impidiendo la conformación de una conciencia nacional. Con esa finalidad los colonialistas ingleses y sus aliados norteamericanos, agitaron una concepción que postula lo siguiente:
a-     La guerra de Malvinas no es una manifestación del colonialismo europeo mundial, sino que simplemente se originó en los excesos de Leopoldo Galtieri y de un nacionalismo autoritario y retrogrado argentino. La política colonial del imperialismo, deja lugar a un relato psicológico y subjetivo que responsabiliza a la Junta Militar argentina.
b-    No existió en el año 1982 en nuestra población un sentimiento nacional y una voluntad de defender el territorio, incluso por medio de las armas. La historia derrotista de la desmalvinización, postula que las movilizaciones de apoyo a la guerra de 1982, son el producto de una mera “operación ideológica” ejercida por la dictadura argentina.
c-     No hubo una batalla entre ejércitos en el contexto de la guerra, sino que se enfrentaron “chicos” (argentinos) y “soldados” (ingleses). Se dan dos operaciones ideológicas conjuntas. Por un lado, la acción militar de nuestro país es borrada y pese a que el saldo de bajas del enemigo es considerable. Se da por hecho que la Argentina no puede ni siquiera pensar un enfrentamiento militar o de resistencia a la prepotencia colonial. Para la ideología de la desmalvinización no es posible que exista un sentimiento nacional de defensa de nuestro suelo. Por otro lado, se busca humanizar al enemigo militar que causó las 649 víctimas y cientos de heridos, que cometió crímenes de guerra (hundimiento del Crucero Belgrano con 323 muertos argentinos) o que obligó a nuestros soldados a morir extrayendo minas. No son poco los argentinos que en lugar de denunciar los crímenes de guerra ingleses, sostienen que sus tropas eran “amigables” y que les daban alimento y “cariño” a los “chicos de la guerra”. El victimario se hace víctima y pareciere que los asesinos ingleses, en realidad, venían a traer la “civilización” y la “libertad” a Malvinas.

·         ¿Qué buscan los argumentos de la desmalvinización?

a-     Buscan impedir que la clase política Argentina haga un análisis geopolítico nacionalista y soberano del tema Malvinas. Se trata de ocultar la voluntad expresa del imperialismo británico y norteamericano de mantener y de profundizar la ocupación de Sudamérica y del Atlántico Sur. En su lugar, la opinión pública local debe fustigar meramente a la Junta Militar y no al criminal extranjero y a su acción expansiva mundial. Resultado de la estrategia neocolonial, no se analizan las agresiones de la OTAN y de las potencias occidentales contra nuestro país y no se estudia el accionar del imperialismo británico y de sus operadores en el continente.  
La política exterior del ex presidente Carlos Menem es un síntoma, trágico, de la derrota cultural y política del país. Durante su mandato, se firmó en España en el año 1990 una Declaración conjunta de las delegaciones de la Argentina y del Reino Unido. Resultado de la Declaración las partes avanzarían en un acuerdo de “Promoción y Protección de Inversiones”: los ingleses no sólo se quedarían con las Malvinas, sino también con las empresas privatizadas argentinas. El texto permitió a los ingleses obtener permisos de pesca y derechos de explotación comercial. Por si ya no fuera poco lo que lograban con ese tratado, los británicos consiguieron que la Argentina esté obligada a informar sobre el movimiento de las Fuerzas Militares de nuestro país. Tal cual se observa en el proceso actual de militarización de las islas, queda claro en los hechos de que no existió “reciprocidad” en este humillante tratado.
Para la dirigencia menemista los ingleses ya no eran colonialistas, sino buenos socios inversores. Ocurrió lo mismo que a la salida de Rosas: los asesinos europeos eran absueltos de su responsabilidad y teníamos que pedir disculpas por haber defendido nuestro suelo. Bajo ésta ideología de la desmalvinización y poco tiempo después, argentinos y británicos se unieron en la Guerra del Golfo: “el colonialismo inglés había terminado y ambas naciones combatirían juntas a la barbarie en el nuevo orden mundial”.   

b-            Se proponen eliminar la voluntad de defensa del territorio y con ello, debilitar nuestra conciencia nacional. Quieren desconocer la hostilidad manifiesta del hombre argentino frente al extranjero agresor.
Ambos reflejos nacionalistas son tan viejos como nuestra Independencia y ello posibilitó que actualmente no seamos una colonia española, inglesa o francesa. Se esconde o se presenta como un “absurdo”, la voluntad expresa del pueblo de defender su suelo y sus recursos. La desmalvinización supone una escritura de la historia que relativiza o esconde las resistencias del pueblo a las invasiones inglesas de 1808, de las Malvinas de 1833 o contra la agresión europea de 1845. Por el contrario, se hace apología de la ideología del “afrancesado” Bernardino Rivadavia y del “pro británico” Bartolomé Mitre.
La ideología de la desmalvinización se asienta en el supuesto de que nuestro país es pacifista y que repudia la violencia. Paradójicamente, varios de los mismos sectores que postulan que la defensa del suelo que movilizó miles de personas a favor de la guerra es un “absurdo” o una “invención demagógica”, apoyaron la muerte de personas detrás de otras causas como el “socialismo” o la “libertad”. No son pocos los que se escandalizan con la decisión de muchos jóvenes de combatir en Malvinas, mientras que consideran “heroico” la muerte de de miles de guerrilleros que lucharon por el “marxismo” o por el “socialismo”. Parece lógico que la juventud deje su vida en la guerrilla en los montes tucumanos, que acompañe las acciones armadas en todo el continente cayendo en selvas desconocidas y no así, que alguien esté dispuesto a enfrentar a los ingleses para defender la soberanía territorial. 
No son pocos los que fustigan la voluntad de ir a la guerra contra Inglaterra en 1982 y se honran haber luchado por “libertad” cuando acompañaron el bombardeo de Buenos Aires de 1955. A los sucesos tenebrosos de los meses de junio y septiembre de 1955, los llamaron “Revolución Libertadora” y a los jóvenes terroristas de los Comandos Civiles, “patriotas idealistas”. Es bueno destacar, que entre el bombardeo  de junio de 1955 y los 27 fusilados del año 1956, murieron más argentinos que en combate en 1982 (no cuento el crimen de guerra del crucero General Belgrano, donde no hubo enfrentamiento ya que se estaba fuera del teatro de operaciones).
Los promotores de la desmalvinización, no aplican la misma severidad historiográfica para evaluar el conjunto de las guerras en las cuales intervino la Argentina. No son pocas las escuelas y universidades donde se enseña que la Batalla de Caseros y la Guerra del Paraguay son actos de “libertad”. Poco y nada se dice que murieron miles y miles de argentinos y sudamericanos. Solamente en la Guerra del Paraguay se calculan 40.000 bajas argentinas y casi un millón de habitantes del país que fue brutalmente agredido. Escasos son los análisis de la Batalla de Caseros donde los ejércitos del Brasil, de Mitre y de Urquiza, derrocaron a Rosas. No existe registro de la cantidad de muertos y ninguno analizó la participación de los jóvenes en los enfrentamientos. No se mencionan a los miles y miles de “chicos de la guerra” que murieron en conflictos internos absurdos y humillantes contra países hermanos.     

·         Algunas preguntas aun abiertas
¿Una mala conducción militar le quita legitimidad a la decisión del pueblo de combatir por su tierra?
Bartolomé Mitre fue un pésimo conductor militar en Paraguay y llevó a una guerra fratricida al pueblo argentino. Es bueno destacar, que también Mitre como Galtieri, entabló una sangrienta acción militar contra el pueblo argentino. Son escasos o nulos, los estudios históricos que lo juzguen críticamente como a Galtieri. Posiblemente y para nuestra dirigencia de ideología racista, Mitre estuvo justificado en que asesinó paraguayos y no se atrevió a enfrentar al europeo que “venía a civilizarnos”.
La conducción militar de la guerrilla argentina llevó, casi sin excepciones, a la derrota y a la muerte a sus cuadros y a militantes.
Hay un caso interesante para analizar y es el del registro cultural e histórico de las guerras del Pacifico y del Chaco protagonizadas por Bolivia. En ambos casos se produjeron derrotas que tuvieron origen, entre otras cuestiones, en la pésima conducción militar y en la decadencia de la dirigencia política del país. Los bolivianos consideran a sus soldados patriotas y a su dirigencia la juzgaron críticamente como incapaz e incluso, como traidora de sus intereses nacionales. La sociedad boliviana, a diferencia de un sector de la argentina, no siente vergüenza de la guerra ni de la voluntad de sus soldados de luchar por su suelo.

¿La diferencia militar de los Estados enfrentados, invalida la decisión de muchos argentinos de ir a Malvinas?
No son pocos los que consideran ilógico la decisión de muchos argentinos de combatir, por el hecho de que los ingleses tenían superioridad militar. Lo mismo ocurría en 1806, en la Independencia iniciada en 1816 o en las defensas contra las agresiones de 1838 o de 1845.
Esta misma realidad, no impidió el surgimiento de organizaciones revolucionarias en el siglo XX en todo el continente.

·         Reflexión final
Leopoldo Galtieri es un dictador genocida y es el responsable de la pésima conducción militar que trajo aparejada la derrota de la guerra. Más allá de esta realidad, sostenemos que la desmalvinización cultural es una operación ideológica del imperialismo británico y de los EUA. La guerra de Malvinas reflejó una voluntad nacional histórica de defensa del territorio y la soberanía, sin la cual hoy seriamos una colonia extranjera.

Tal cual mencionó el Papa Francisco, actualmente el mundo va a la Tercera Guerra Mundial por el control del territorio, los mercados y los recursos naturales. El enfrentamiento se da en los planos económicos, políticos y militares. En el terreno cultural la lucha es implacable. Las potencias con el manejo del cine, las cadenas de información o las universidades, hacen de su manejo terrorista del mundo un acto de civilización. Los países y pueblos agredidos son presentados como la causa originaria de la violencia y no como las víctimas de un sistema injusto y opresivo.  

Actualmente, los británicos y su socio EUA, continúan con las acciones colonialistas en Iberoamérica, en Europa, en Asía y en África. Debe quedar claro que las Malvinas son un “piso colonial” y no un “techo” y si Sudamérica no consolida su conciencia antiimperialista, será agredida por las potencias extranjeras que ambicionan nuestros territorios y recursos, incluyendo los de la Antártida.




No hay comentarios:

Políticas obreras del gobernador Manuel Fresco

  Aritz Recalde [1] ,   2024  “Èsta es la democracia social que practica el Gobierno de Buenos Aires, ésta es la democracia social, que es...