Aritz Recalde, septiembre 2015
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A la derrota militar
y política, le sigue la cultural
En el año 1982 se produjo una derrota militar
argentina en la guerra de las Islas Malvinas y el Atlántico Sur. Ese mismo año
se había demostrado errónea la estrategia política de la Junta Militar y los
británicos consiguieron el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, de la OTAN
o de Chile, aislando a nuestro país. Argentina obtuvo el sustento de varios gobiernos
de la región, sin poder revertir la estrategia colonialista británica.
Habiendo alcanzado el éxito militar y
político, el gobierno inglés se propuso remachar su dominio sobre las Malvinas
a partir de un rotundo y definitivo triunfo cultural. Con esta finalidad, el
imperialismo británico desarrolló una estrategia ideológica orientada, principalmente, a persuadir a los sectores
medios argentinos.
Este mecanismo de sugestión neocolonial ya
había sido utilizado por Inglaterra en el siglo XIX y como resultado de esta
operación, varios políticos e intelectuales argentinos apoyaron públicamente la
agresión militar europea en nuestro continente. La embestida de Inglaterra y de
Francia de 1845 fue acompañada por Domingo Faustino Sarmiento, que publicó el Facundo con el objetivo de derribar a Juan
Manuel de Rosas y de favorecer la ocupación militar extranjera. Algo similar
ocurrió en el año 1838 en el contexto de la guerra con Francia, que fue apoyada
públicamente por Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela o por Esteban
Echeverría, entre otros. Esteban Echeverría mencionó en el Dogma Socialista sin parecer sentir contradicción ideológica o al
menos vergüenza alguna, que ellos operaron políticamente a Juan Lavalle para
que acompañe la armada enemiga francesa.
En la historia de todos los pueblos del mundo
existen personajes locales al servicio del extranjero (cipayos). Lo extraño del
caso argentino, es que estos personeros alcanzaron lugares predominantes en la
política del país y en la organización de su cultura. Echeverría tiene
monumentos con su nombre y Sarmiento es considerado el “padre de la escuela pública”.
Haciendo analogías, es como si el pueblo de los EUA homenajeara con algarabía al
grupo intelectual que ideó o que impulsó al piloto de avión que destruyó las Torres
Gemelas en 2001 o los que bombardearon Pearl Harbor de 1941. Sarmiento alcanzó
la presidencia del país y nadie le enrostró que apoyó a las fuerzas extranjeras
británicas en 1845 o a las brasileñas en 1852. Es como si los franceses a la
salida de la Segunda Guerra Mundial, elijan de presidente a un aliado confeso del
enemigo alemán o japonés. Difícilmente un país con conciencia nacional cometa
semejante agravio a su historia y a sus mártires que lucharon defendiendo el
territorio contra el ejército opresor. Parece una realidad habitual que los
Estados doblegados política y culturalmente por las potencias coloniales,
rindan tributo a los “aliados de sus enemigos”. Esa deformación política y
cultural se hizo sistema de pensamiento, programa de cátedra universitaria y
línea editorial del periodismo.
A la salida de la guerra de Malvinas del año
1982, los británicos se propusieron aplicar el mismo programa ideológico
utilizado desde 1852, cuando cayó Juan Manuel de Rosas. Los argentinos debían
ser doblegados culturalmente, impidiendo la conformación de una conciencia
nacional. Con esa finalidad los colonialistas ingleses y sus aliados
norteamericanos, agitaron una concepción que postula lo siguiente:
a-
La
guerra de Malvinas no es una manifestación del colonialismo europeo mundial,
sino que simplemente se originó en los excesos de Leopoldo Galtieri y de un
nacionalismo autoritario y retrogrado argentino. La política colonial del imperialismo,
deja lugar a un relato psicológico y subjetivo que responsabiliza a la Junta
Militar argentina.
b-
No
existió en el año 1982 en nuestra población un sentimiento nacional y una
voluntad de defender el territorio, incluso por medio de las armas. La historia
derrotista de la desmalvinización, postula que las movilizaciones de apoyo a la
guerra de 1982, son el producto de una mera “operación ideológica” ejercida por
la dictadura argentina.
c-
No
hubo una batalla entre ejércitos en el contexto de la guerra, sino que se
enfrentaron “chicos” (argentinos) y “soldados” (ingleses). Se dan dos
operaciones ideológicas conjuntas. Por un lado, la acción militar de nuestro
país es borrada y pese a que el saldo de bajas del enemigo es considerable. Se
da por hecho que la Argentina no puede ni siquiera pensar un enfrentamiento
militar o de resistencia a la prepotencia colonial. Para la ideología de la
desmalvinización no es posible que exista un sentimiento nacional de defensa de
nuestro suelo. Por otro lado, se busca humanizar al enemigo militar que causó
las 649 víctimas y cientos de heridos, que cometió crímenes de guerra (hundimiento
del Crucero Belgrano con 323 muertos argentinos) o que obligó a nuestros
soldados a morir extrayendo minas. No son poco los argentinos que en lugar de
denunciar los crímenes de guerra ingleses, sostienen que sus tropas eran “amigables”
y que les daban alimento y “cariño” a los “chicos de la guerra”. El victimario
se hace víctima y pareciere que los asesinos ingleses, en realidad, venían a
traer la “civilización” y la “libertad” a Malvinas.
·
¿Qué buscan los
argumentos de la desmalvinización?
a-
Buscan
impedir que la clase política Argentina haga un análisis geopolítico nacionalista
y soberano del tema Malvinas. Se trata de ocultar la voluntad expresa del
imperialismo británico y norteamericano de mantener y de profundizar la
ocupación de Sudamérica y del Atlántico Sur. En su lugar, la opinión pública
local debe fustigar meramente a la Junta Militar y no al criminal extranjero y a
su acción expansiva mundial. Resultado de la estrategia neocolonial, no se
analizan las agresiones de la OTAN y de las potencias occidentales contra
nuestro país y no se estudia el accionar del imperialismo británico y de sus
operadores en el continente.
La política exterior del ex presidente Carlos
Menem es un síntoma, trágico, de la derrota cultural y política del país.
Durante su mandato, se firmó en España en el año 1990 una Declaración conjunta de las delegaciones de la Argentina y
del Reino Unido. Resultado de la Declaración las partes avanzarían
en un acuerdo de “Promoción y Protección de Inversiones”: los ingleses no sólo
se quedarían con las Malvinas, sino también con las empresas privatizadas
argentinas. El texto permitió a los ingleses obtener permisos de pesca y
derechos de explotación comercial. Por si ya no fuera poco lo que lograban con
ese tratado, los británicos consiguieron que la Argentina esté obligada a
informar sobre el movimiento de las Fuerzas Militares de nuestro país. Tal cual
se observa en el proceso actual de militarización de las islas, queda claro en
los hechos de que no existió “reciprocidad” en este humillante tratado.
Para la dirigencia menemista los ingleses ya
no eran colonialistas, sino buenos socios inversores. Ocurrió lo mismo que a la
salida de Rosas: los asesinos europeos eran absueltos de su responsabilidad y
teníamos que pedir disculpas por haber defendido nuestro suelo. Bajo ésta
ideología de la desmalvinización y poco tiempo después, argentinos y británicos
se unieron en la Guerra del Golfo: “el
colonialismo inglés había terminado y ambas naciones combatirían juntas a la
barbarie en el nuevo orden mundial”.
b-
Se
proponen eliminar la voluntad de defensa del territorio y con ello, debilitar
nuestra conciencia nacional. Quieren desconocer la hostilidad manifiesta del hombre
argentino frente al extranjero agresor.
Ambos reflejos nacionalistas son tan viejos
como nuestra Independencia y ello posibilitó que actualmente no seamos una
colonia española, inglesa o francesa. Se esconde o se presenta como un
“absurdo”, la voluntad expresa del pueblo de defender su suelo y sus recursos. La
desmalvinización supone una escritura de la historia que relativiza o esconde las
resistencias del pueblo a las invasiones inglesas de 1808, de las Malvinas de
1833 o contra la agresión europea de 1845. Por el contrario, se hace apología de
la ideología del “afrancesado” Bernardino Rivadavia y del “pro británico” Bartolomé
Mitre.
La ideología de la desmalvinización se
asienta en el supuesto de que nuestro país es pacifista y que repudia la
violencia. Paradójicamente, varios de los mismos sectores que postulan que la
defensa del suelo que movilizó miles de personas a favor de la guerra es un
“absurdo” o una “invención demagógica”, apoyaron la muerte de personas detrás
de otras causas como el “socialismo” o la “libertad”. No son pocos los que se
escandalizan con la decisión de muchos jóvenes de combatir en Malvinas,
mientras que consideran “heroico” la muerte de de miles de guerrilleros que
lucharon por el “marxismo” o por el “socialismo”. Parece lógico que la juventud
deje su vida en la guerrilla en los montes tucumanos, que acompañe las acciones
armadas en todo el continente cayendo en selvas desconocidas y no así, que
alguien esté dispuesto a enfrentar a los ingleses para defender la soberanía
territorial.
No son pocos los que fustigan la voluntad de
ir a la guerra contra Inglaterra en 1982 y se honran haber luchado por
“libertad” cuando acompañaron el bombardeo de Buenos Aires de 1955. A los sucesos
tenebrosos de los meses de junio y septiembre de 1955, los llamaron “Revolución
Libertadora” y a los jóvenes terroristas de los Comandos Civiles, “patriotas
idealistas”. Es bueno destacar, que entre el bombardeo de junio de 1955 y los 27 fusilados del año
1956, murieron más argentinos que en combate en 1982 (no cuento el crimen de
guerra del crucero General Belgrano, donde no hubo enfrentamiento ya que se
estaba fuera del teatro de operaciones).
Los promotores de la desmalvinización, no
aplican la misma severidad historiográfica para evaluar el conjunto de las
guerras en las cuales intervino la Argentina. No son pocas las escuelas y
universidades donde se enseña que la Batalla de Caseros y la Guerra del
Paraguay son actos de “libertad”. Poco y nada se dice que murieron miles y
miles de argentinos y sudamericanos. Solamente en la Guerra del Paraguay se
calculan 40.000 bajas argentinas y casi un millón de habitantes del país que
fue brutalmente agredido. Escasos son los análisis de la Batalla de Caseros donde
los ejércitos del Brasil, de Mitre y de Urquiza, derrocaron a Rosas. No existe
registro de la cantidad de muertos y ninguno analizó la participación de los
jóvenes en los enfrentamientos. No se mencionan a los miles y miles de “chicos
de la guerra” que murieron en conflictos internos absurdos y humillantes contra
países hermanos.
·
Algunas preguntas aun
abiertas
¿Una mala
conducción militar le quita legitimidad a la decisión del pueblo de combatir
por su tierra?
Bartolomé Mitre fue un pésimo conductor militar
en Paraguay y llevó a una guerra fratricida al pueblo argentino. Es bueno
destacar, que también Mitre como Galtieri, entabló una sangrienta acción militar
contra el pueblo argentino. Son escasos o nulos, los estudios históricos que lo
juzguen críticamente como a Galtieri. Posiblemente y para nuestra dirigencia de
ideología racista, Mitre estuvo justificado en que asesinó paraguayos y no se
atrevió a enfrentar al europeo que “venía a civilizarnos”.
La conducción militar de la guerrilla
argentina llevó, casi sin excepciones, a la derrota y a la muerte a sus cuadros
y a militantes.
Hay un caso interesante para analizar y es el
del registro cultural e histórico de las guerras del Pacifico y del Chaco
protagonizadas por Bolivia. En ambos casos se produjeron derrotas que tuvieron
origen, entre otras cuestiones, en la pésima conducción militar y en la
decadencia de la dirigencia política del país. Los bolivianos consideran a sus
soldados patriotas y a su dirigencia la juzgaron críticamente como incapaz e
incluso, como traidora de sus intereses nacionales. La sociedad boliviana, a
diferencia de un sector de la argentina, no siente vergüenza de la guerra ni de
la voluntad de sus soldados de luchar por su suelo.
¿La
diferencia militar de los Estados enfrentados, invalida la decisión de muchos
argentinos de ir a Malvinas?
No son pocos los que consideran ilógico la decisión
de muchos argentinos de combatir, por el hecho de que los ingleses tenían
superioridad militar. Lo mismo ocurría en 1806, en la Independencia iniciada en
1816 o en las defensas contra las agresiones de 1838 o de 1845.
Esta misma realidad, no impidió el
surgimiento de organizaciones revolucionarias en el siglo XX en todo el continente.
·
Reflexión final
Leopoldo Galtieri es un dictador genocida y
es el responsable de la pésima conducción militar que trajo aparejada la derrota
de la guerra. Más allá de esta realidad, sostenemos que la desmalvinización cultural
es una operación ideológica del imperialismo británico y de los EUA. La guerra
de Malvinas reflejó una voluntad nacional histórica de defensa del territorio y
la soberanía, sin la cual hoy seriamos una colonia extranjera.
Tal cual mencionó el Papa Francisco, actualmente
el mundo va a la Tercera Guerra Mundial por el control del territorio, los
mercados y los recursos naturales. El enfrentamiento se da en los planos
económicos, políticos y militares. En el terreno cultural la lucha es implacable.
Las potencias con el manejo del cine, las cadenas de información o las
universidades, hacen de su manejo terrorista del mundo un acto de civilización.
Los países y pueblos agredidos son presentados como la causa originaria de la
violencia y no como las víctimas de un sistema injusto y opresivo.
Actualmente, los británicos y su socio EUA,
continúan con las acciones colonialistas en Iberoamérica, en Europa, en Asía y en
África. Debe quedar claro que las Malvinas son un “piso colonial” y no un
“techo” y si Sudamérica no consolida su conciencia antiimperialista, será
agredida por las potencias extranjeras que ambicionan nuestros territorios y
recursos, incluyendo los de la Antártida.
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