Aritz
Recalde, 12 de julio 2020
Para enfrentar un problema y poder resolverlo,
el primer paso que hay que dar es el de plantearlo correctamente. El debate actual sobre el Coronavirus está
siendo atravesado, cada día con más fuerza, por la desafortunada “grieta”
partidaria. De un lado a otro hay acusaciones cruzadas. Por un lado, los
críticos de la Cuarentena son acusados de “contra-oficialismo”, mientras que,
por el otro, aparecen manifestaciones que caracterizan las propuestas del
Gobierno Nacional como parte de una mera estrategia política, carente de toda justificación
sanitaria.
Para profundizar la grieta, crecen las
especulaciones respecto de qué ocurriría actualmente si el que estuviera a
cargo del gobierno fuera Mauricio Macri, vaticinando catástrofes espantosas. Frente
a esto, desde la otra vereda se asegura que, si ellos fueran los que
gestionaran el Estado, el problema ya se hubiera resuelto fácilmente, casi por
arte de magia. Ambas interpretaciones
son incomprobables, de manera que se vuelven innecesarias y dañinas para el
debate general.
Desde mi punto de vista, erran los
fanáticos de ambos lados de la grieta y, frente a tamaña crisis e
incertidumbre, no es momento profundizar la división de los argentinos. El país requiere un debate abierto y plural,
que contemple opiniones diferentes, y eso supone escuchar y respetar al otro, e
incluso revisar y rectificar la política pública de ser necesario. No hay una
sola manera de enfrentar al Coronavirus y eso queda claro si uno ve a otros
países de la región y del mundo, que aplicaron acciones diferentes. Asimismo,
el país requiere urgentemente que la dirigencia partidaria actúe
mancomunadamente, teniendo como objetivo la unidad nacional de todos los
argentinos.
¿Quién NO cumple la Cuarentena?
Para comprender profundamente la
complejidad de lo que está pasando es importante superar las visiones parciales.
Hay manifestaciones callejeras que se
expresan en contra de la Cuarentena y seguramente muchos de sus impulsores tienen
una postura partidaria al respecto, o los motiva una cuestión de ese estilo.
Sin embargo, independientemente de ello—y del uso que los medios de
comunicación quieren hacer de estas expresiones—, no se puede desconocer que en
esas manifestaciones conviven opiniones diferentes y no todas son simplemente
la mera expresión de los “agentes de la oposición”. Hay muchos argentinos disconformes
con la dinámica de la Cuarentena y caratularlos de “antioficialistas”, o
ubicarlos a un lado u otro de la grieta, no resulta productivo. El esfuerzo
debería estar en intentar separar las distintas motivaciones que unifican ese
posicionamiento y, sobre todo, tratar de interpretar
lo que los lleva a esa postura, teniendo en cuenta que las realidades del
país son variopintas.
Por otro lado, tenemos que ser
conscientes de que hoy los que realmente
violan la Cuarentena son los trabajadores empobrecidos y principalmente los de
la economía informal. Estos sectores
no tienen la alternativa de “quedarse en casa”, ya que si no salen a buscar el
mango no pueden darle de comer a sus hijos, o comprar remedios, ni pagar los
alquileres o los servicios básicos. Miles y miles de personas de la economía
informal y de los oficios están circulando pese a las medidas de aislamiento,
ya que si no lo hacen corren serio riesgo de enfermarse por el hambre y por la
miseria. Tienen que salir a hacer la “changa” o a revolver basura, ya que los
subsidios del Estado no son suficientes para solventarse, e incluso en muchos
casos no les llegan. Todo esto sin mencionar el hecho de que existe una cultura
del trabajo, que hace que millones de argentinos no estén dispuestos a vivir de
planes sociales.
Los pequeños comercios de las barriadas humildes tienen dos
alternativas: abren o conducen a toda su familia a la más humillante miseria, y
con eso la ponen en un serio riesgo sanitario. Los vendedores ambulantes gastan zapatos para conseguir el mango y poco
les importan las movilizaciones a favor o en contra de la Cuarentena de la
Ciudad de Buenos Aires. Posiblemente, ni se enteren de la acalorada discusión
que aparece en los medios de comunicación y que divide a la clase media. Muchos
de ellos votaron a Alberto Fernández y lo volverían a hacer, porque no se trata
de que sean anti oficialistas, o anti Cuarentena, sino de sus realidades y sus carencias
impostergables.
El Estado y la comunidad organizada tienen
que ayudarlos y para eso hay que saltar el laberinto del debate “anti” o “a favor”
de la Cuarentena o del Gobierno. Sería un gran error denunciarlos o reprimirlos
y en caso de hacerlo eso se volvería una causa perdida, ya que saldrían igual
tras meses de encierro y de privaciones.
La comunidad organizada, movida por principios de solidaridad social,
hoy rompe diariamente la Cuarentena y asiste a millones de argentinos
hambrientos y angustiados. Sin esa organización en movimiento y sin los
programas sociales del Gobierno, las barriadas humildes estarían sumergidas en
un enfrentamiento civil difícil de mensurar.
Hay
que proponer políticas concretas y plausibles para proteger a estos grupos
sociales. Gobernar en democracia es el arte y la voluntad de resolver problemas. La realidad no tiene que ver con el
ideal del gabinete y no se puede negar que millones de argentinos no pueden respetar
la dinámica actual de la Cuarentena.
El miedo como estrategia de
comunicación
Debido a lo inusual y novedoso del
Coronavirus surgieron lógicos temores en un contexto sin demasiadas certezas. Frente
a esa poco previsible realidad, políticos y comunicadores no hablan de otra
cosa que no sea de la muerte, ya sea de los casos concretos o de la muerte “potencial”
que, aseguran, devendrá como una plaga. Hay
una exagerada e insana campaña del miedo.
Pocas veces se hizo tanto hincapié en
la morbosidad y el terror comunicacional. La estrategia mediática no se explica
solamente por la cantidad de contagiados y de muertos. Todos los años fallecen
en Argentina más de 30.000 personas solamente por gripe y por neumonía y es
poco o nada lo que se dice. Más de 60 mil argentinos mueren por tumores y más
de 60 mil por enfermedades respiratorias cada año y no hay campañas mediáticas de
prevención, ni de cuidado, y mucho menos se divulgan permanentemente los partes
diarios y las cifras de esas muertes.
Los humildes, que no tienen obras
sociales, padecen la falta de atención y mueren por enfermedades que podrían
ser evitadas, ligadas al hambre y la pobreza. Pese a esto, no hay muchos
comunicadores consustanciados con la causa de la salud popular y el trabajo en
blanco protegido.
Por otro lado, decirle a un trabajador informal que no salga por el miedo a enfermarse
de Coronavirus tiene un límite. Para la gran mayoría de los trabajadores su
actividad es y será insana y siempre será parcial o altamente peligrosa. Corren
riesgos de accidente o enfermedad profesional los obreros de la construcción, los
repartidores de Uber, los pescadores, los operarios de las empresas metalúrgicas,
los basureros, los químicos y los policías del conurbano bonaerense. Hay
actividades, incluso, que reducen considerablemente la esperanza de vida, como
la minería tradicional.
En la economía informal todo esto se
exacerba, ya que frente a un accidente o una enfermedad no hay cobertura
sanitaria, ni asistencia paga contemplada. Para
el trabajador el debate real es entre el “peligro ya conocido” de su labor y el
“peligro potencial por conocer” del Coronavirus. Para matizar el riesgo que tiene el
trabajo o para reducir su impacto hay leyes protectoras y regímenes especiales,
aseguradoras y un sistema de pensiones. Lamentablemente, estos derechos
contemplan solo al trabajador formal, dejando alrededor del 40% de la
población, que vive de la economía informal, sin estos mecanismos
institucionales que prácticamente no existen.
El Gobierno Nacional hizo bien en “aplanar la curva” y preparar el sistema
de salud para atender casos de Coronavirus. Luego de casi cuatro meses de Cuarentena,
hay que empezar a organizar y concientizar a la comunidad para la vuelta al
trabajo y a las actividades de las familias. Para esto, los comunicadores
tienen que difundir un mensaje educativo, que contribuya a conformar una renovada
actitud para el cuidado de la salud y que favorezca a la organización
comunitaria. Hay que transmitir esperanza,
fe en que vamos a superar el problema y que para eso hay que tener un pueblo y
un gobierno organizados.
Además, los argentinos tenemos el
deber de debatir y concretar una solución real a los problemas sociales, de
empleo y sanitarios que son anteriores al Coronavirus, aunque hoy este último los
haya exacerbado.
La Cuarentena y los nuevos peligros
El Coronavirus existe y es un problema serio y eso debe quedar bien claro.
No negamos la utilidad de la Cuarentena, pero sabemos que tiene sus límites
emocionales, sanitarios, económicos y sociales y que trae otro gran número de
complicaciones que a la larga pueden ser catastróficas para la población.
Hay que tener conciencia de que llevamos
casi cuatro meses de desatención de los
recién nacidos, de las embarazadas y de la tercera edad y eso es muy
peligroso. El deficiente cuidado y seguimiento de los enfermos crónicos y de pacientes con males recientes, puede dejar
un daño irreversible en la población. Casi cuatro meses de sedentarismo, de mala alimentación y del aumento de la
automedicación complican aún más la situación. Esta realidad se da en el marco
de una sociedad angustiada, deprimida y
en no pocos casos desesperada. A este sombrío panorama se le suma la pobreza
e indigencia creciente y la deficiencia alimentaria y sanitaria que eso
origina.
En algunos meses más y de no revisarse
la dinámica de la actual Cuarentena, todo ese universo de caídos del sistema
económico, social y sanitario pueden ocupar las terapias intensivas arrastrados
por los nuevos problemas de salud. Allí además, posiblemente también se
contagien de coronavirus. El desafío actual e impostergable del Gobierno y del
pueblo es el de normalizar la atención primaria de la salud y de ir recuperando
los servicios sanitarios fundamentales.
La economía de la pospandemia
Proponer abrir la economía como si nada hubiera ocurrido es una irresponsabilidad.
Ahora, tampoco es muy serio sostener que tenemos que seguir con la actual Cuarentena
ya que en otros países del mundo la economía está en caída. Dicha
simplificación puede ahondar y empeorar aún más la dramática situación de
recesión generalizada de la producción.
El Gobierno tiene la obligación de
presentar su plan económico de corto y de largo plazo, tanto para las zonas sin
Cuarentena, así como para las que atraviesan distintas fases de la misma
(total, parcial, etc.). Las organizaciones libres del pueblo pueden proponer
soluciones para eso. Pueblo y gobierno
tienen que superar el exceso de diagnóstico y avanzar propositivamente en la implementación
de soluciones.
La unidad nacional para la
reconstrucción
La realidad cotidiana no encaja en la
dicotomía a favor o en contra de la Cuarentena. Necesitamos un pueblo libre, organizado y responsable
y no uno aterrorizado y gregario. Luego de meses de Cuarentena, se debe iniciar
una nueva etapa en la cual la conciencia y la responsabilidad de la gente y de la
organización comunitaria estén en el centro. Las campañas del miedo y los
controles permanentes a la circulación deben ir desapareciendo. No hacerlo es una forma de subestimar al pueblo
argentino y de creer que es una masa inconsciente, amorfa y temeraria.
Los representantes de la producción y
del trabajo tienen que unirse al gobierno y formular mancomunadamente el Plan
de la Reconstrucción.
La Comunidad Organizada superará este
desafío y como bien dijo Antonio Cafiero “Ningún
peronista de ley sabe lo que es renunciar a la esperanza”.
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