Aritz Recalde, noviembre 2017
En las
últimas décadas se viene produciendo una modificación de los ámbitos de
formación y de distribución del conocimiento. Los espacios tradicionales de organización
de la cultura, como la familia, las instituciones barriales (clubes deportivos,
asociaciones de fomento, etc.-), las escuelas y la iglesia, están perdiendo
centralidad frente la televisión e Internet.
Los
partidos políticos y los sindicatos vienen reduciendo su histórica función de
capacitación ideológica de los dirigentes y cada día, con más fuerza, la agenda
de gobierno está siendo impuesta por los medios de comunicación concentrados.
Estos últimos, actúan en alianza con los grupos económicos, el Poder Judicial y
los servicios de inteligencia del Estado. El histórico lugar que tuvo la prensa
gráfica en la formación ideológica de las elites y de las clases medias está
siendo remplazado por la información que circula en las redes sociales y en los
nuevos formatos televisivos ligados al espectáculo.
El fetichismo tecnológico
Para
intentar comprender algunas de las posibles derivaciones de este proceso de
transición cultural, consideramos oportuno poner en discusión dos cuestiones.
La
utopía tecnológica. Habitualmente se cree que las nuevas
tecnologías y en particular Internet, están liberando a la humanidad de las
ataduras informacionales de otras épocas. Hay analistas que postulan que se
terminaron las estructuras y las jerarquías en la circulación y en el acceso a
los datos. Internet habría eliminado los límites al conocimiento y los
cibernautas ejercerían un proceso horizontal y protagónico de adquisición del
saber universal. En realidad, la comunidad se enfrenta a un mecanismo de
control y de banalización de la cultura que está reduciendo la capacidad
crítica y reflexiva de las personas. La definición misma de “red social” es
engañosa, ya que no existe verdadera horizontalidad, sino que los principales
circuitos de información y cultura están regulados por corporaciones locales y
extranjeras. Como resultado de su accionar, está aumentando el poder cultural
de la elite política y económica, en paralelo a la reducción de la capacidad de
discernimiento de la masa popular.
La
pérdida de la centralidad educativa que ejercían la familia, la dirigencia
sindical, el cura, el profesor o el maestro, impiden que los receptores
adquieran la capacidad crítica necesaria para entender cabalmente lo que leen y
consumen en Internet y particularmente en las redes sociales. Ello supone un
riesgo para el individuo y su familia, que quedan a merced de delitos informáticos
o sexuales. En el plano emocional, las redes sociales producen adicciones,
angustias, ansiedades y pueden originar trastornos severos de personalidad. Su
consumo exacerbado disminuye la capacidad crítica y dificulta la conformación
de un pensamiento riguroso y sistemático. Las nuevas tecnologías de la
comunicación y del entretenimiento en manos de corporaciones están conformando
un estado mental enfermizo que exacerba
el individualismo, el aislamiento y el consumismo. Estas últimas
características se convierten en los parámetros culturales y de vida para
generaciones de jóvenes, que abandonaron todo tipo de proyecto social,
colectivo o patriótico, para remplazarlo por la identidad banalizada y el
consumo de la red. Hace tiempo que la educación pública está en crisis y ese
vacío es ocupado por contenidos en las redes, conllevando el peligro de demoler
la identidad nacional y los valores que hacen al mantenimiento del orden
social.
Las
redes infunden odios y temores colectivos que debilitan considerablemente la
posibilidad de construir una comunidad política organizada. Se impulsa la
acción irracional y la apología del método de la venganza mediatizada y el
escándalo público. El bombardeo informacional, dirigido desde las corporaciones
locales y foráneas, instala falsas agendas públicas y pone en serio riesgo la
democracia y la soberanía nacional.
El
supuesto de universalidad y de normalidad del funcionamiento de la TV e Internet
en Iberoamérica. El mundo actual está en una férrea lucha por
los recursos naturales y por los mercados y esa contienda se desenvuelve en el
plano cultural y comunicacional. Justamente por eso, no es casualidad que las
naciones en disputa organicen sus propios sistemas y aplicativos de
comunicación e Internet y que impulsen regulaciones con sentido nacional y
social como ocurre en China, Rusia o en la Comunidad Europea.
El sistema
de comunicación audiovisual de Iberoamérica no es el único posible, sino que es
el resultante de una situación transitoria de lucha de poderes. En nombre de la
libertad del periodismo y de Internet, en nuestro continente se esconde una
subordinación neocolonial con los EUA, país con el cual tenemos una dependencia
tecnológica, cultural y de contenidos.
La televisión e Internet en vías de
reemplazar a las organizaciones libres del pueblo y al Estado
El
sistema de medios de la República Argentina.
Los
servicios de comunicación audiovisual funcionan de manera oligárquica,
extranjerizante y oligopólica.
Son
OLIGÁRQUICOS por su condición de propiedad y sus titulares integran grandes
empresas vinculadas al poder económico y político. Por mucho tiempo la ley
22.285/80 impidió la titularidad de radios y de televisión a las cooperativas,
dejando ese derecho meramente a las empresas comerciales. En Argentina los
principales medios de comunicación son propiedad de grandes conglomerados económicos,
de manera similar a lo que ocurre en Chile (El Mercurio), en Venezuela
(Cisneros) o en Brasil (Globo). Además, los medios son oligárquicos por su
línea editorial y se han opuesto históricamente a los gobiernos de raigambre
popular de Yrigoyen, de Perón o de Kirchner. Algo similar ocurre en toda
Iberoamérica y los medios hostigan con su línea editorial a los dirigentes
políticos con vocación de reforma económica y social.
Los
servicios de comunicación audiovisual son EXTRANJERIZANTES en su propiedad y en
los contenidos que difunden. En la Argentina la Televisión surgió desde el
Estado (Canal 7). En la misma etapa se inauguró la agencia de noticias pública
(TELAM) y se sancionó una ley regulación de medios con regulación nacionalista
(14.241/53). Desde el año 1955 en adelante, se inició un proceso de
norteamericanización de la televisión en acuerdo con los nuevos grupos privados
locales. Estos últimos, firmaron convenios con empresas de los EUA y el canal 9
surgió con la NBC, el 11 con la ABC y el 13 con el grupo Goar Mestre. Para
detener esta tendencia, la ley 22.285/80 impidió que los medios de comunicación
sean adquiridos por grupos extranjeros.
Carlos
Menem impulsó una política de desnacionalización del periodismo por intermedio
de reformas normativas y de la firma de tratados de inversiones. Los
conglomerados internacionales se quedaron con canales y radios, como fue el
caso del entonces grupo español que adquirió Canal 11 (TELEFE). La reciente
realineación geopolítica de CAMBIEMOS con los EUA, favoreció el hecho de que
los norteamericanos se apropien de los derechos de televisación del futbol de
primera división (Fox – Turner) y del canal TELEFE (Viacom). No es casualidad
que Macri haya sacado de la grilla de la TV Digital a TELESUR y permitido el
ingreso de la TV francesa (France 24), en un acto de censura de la comunicadora
sudamericana y de subordinación a la división internacional del trabajo y de la
cultura.
Los
servicios de comunicación audiovisual se organizan en un grupo reducido de
OLIGOPOLIOS. En los años noventa se flexibilizó la normativa para fusionar la
propiedad de los medios gráficos y audiovisuales. Se expandió de 4 a 24 el
número de licencias de cada prestador de radio y de televisión, permitiendo a
unos pocos conglomerados empresarios administrar la información y la cultura a
lo largo y a lo ancho de la Argentina.
La ley
26.522/09 intentó revertir la tendencia a la concentración oligopólica, para
impulsar la pluralidad de voces. Por exigencia de las grandes empresas de
medios, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue derogada
parcialmente por el DNyU 267/15. Éste último instrumento legal, prorrogó por 10
años las licencias de los grandes grupos, derogó la cláusula antimonopolio
-pese a su constitucionalidad establecida por la Corte Suprema- y eliminó el
tope de las licencias que puede adquirir cada prestador. En nombre de la
libertad de mercado, el Gobierno Nacional intervino activamente para favorecer
a Clarín y a los grupos oligopólicos trasnacionales. Con la finalidad de
garantizar el poder de los CEOS y la parcialidad en la regulación de la
comunicación, el DNyU 267/15 eliminó el AFCA y creó en su lugar el ENACOM, que
es controlado por mayoría de miembros en representación del Poder Ejecutivo de
La Nación.
Internet
y los sistemas de control total
El uso
que hacemos los argentinos de Internet y de sus aplicaciones depende,
tecnológicamente y en contenido, de los EUA.
Los programas de buscadores de datos más utilizados (Google, Yahoo,
etc.), las redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter, etc.-), los servicios
de mensajería (WhatsApp, etc.-) o los repositorios de videos (Youtube) son
producidos y administrados por empresas de los EUA en acuerdo con su gobierno.
Un pequeño número de corporaciones radicadas en Silicon Valley y en unas pocas
ciudades de los EUA, monopolizan el software (Microsoft) y regulan qué vamos a
encontrar en los buscadores de información o de música de las computadoras,
teléfonos celulares o tablets.
Con la
masificación de uso de Internet sin regulación pública, desapareció el concepto
tradicional de la vida privada de las personas. Las empresas y los gobiernos
captan y ordenan las creencias religiosas, las tendencias sexuales, las
ideologías, los hábitos de consumo y la ubicación geográfica de los individuos.
Nunca en toda la historia de la humanidad, se tuvo la capacidad de reunir tanta
información privada, sin más regulación y finalidad que la ambición comercial y
el deseo político de dominio de algunos Estados.
Las
empresas norteamericanas que administran los circuitos de internet, reúnen la
información privada que es utilizada con fines comerciales y de control
ideológico y político. La seguridad interna y la política exterior de los EUA
se ponen en juego en Internet y no hay casualidad alguna en el hecho de que la
red social Twitter haya censurado a la cadena rusa de Noticia RT y a Sputnik.
Además, y de manera más sutil, hay diversos mecanismos para que las empresas
ordenen la información que circula y que se lee en Internet. Google tiene un
importante poder para regular y modificar algoritmos de los motores de
búsqueda, llevando a los lectores a encontrar la información que la empresa y
el gobierno de los EUA consideran oportuna.
El uso
de internet y de las redes sociales que las corporaciones realizan, están
violando los derechos del individuo liberal, al estar reuniendo datos, estudiando
perfiles y utilizando todas las acciones particulares y las opiniones de las
personas. Ya es obsoleto el postulado de la Constitución Nacional argentina que
sostiene que “las acciones privadas de
los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la
autoridad de los magistrados”. En nuestro país los buscadores de
información conducen compulsivamente a los lectores a las plataformas de
Clarín, Infobae y La Nación. Estas empresas les imponen la agenda publica a los
usuarios y su poder está amplificado con la inclusión de accesos directos obligatorios
en la telefonía celular o tablets, conformando una red comunicacional
oligopólica y direccionada políticamente.
La
utilización partidaria de la comunicación e Internet
En el
marco del debilitamiento de los partidos políticos y de las instituciones de la
sociedad civil, la actividad de Internet y de los medios de comunicación
audiovisual se tornó fundamental. Las corporaciones económicas y los dirigentes
partidarios contratan consultoras y fundaciones para analizar tendencias,
expectativas o el estado emocional de la opinión pública. Internet y las redes
sociales son insumos fundamentales y el conocimiento de los sujetos reunido por
los instrumentos tecnológicos, es varias veces más detallado que el resultante
de realizar una encuesta. Sabiendo qué opinan, sienten y esperan las familias,
clases o grupos humanos, las nuevas tecnologías permiten individualizar los
mensajes e interpelar a la masa popular.
Las
personas en su paso por Internet dejan rastros, conversaciones y datos. La
información es utilizada para imponerle al individuo un mensaje personalizado
en sus redes, casillas de correo o mensajería. Google y las redes sociales
estudian a los individuos y son sociólogos y psicólogos para analizar
comportamiento y pedagogos, artistas y comunicadores para imponerles ideología.
Las empresas que regulan las nuevas tecnologías le imponen al individuo un
mensaje que es irradiado en paralelo en la TV, las computadoras, la radio, tablets
o los teléfonos celulares. Un mismo discurso es presentado en diversos formatos
informativos, deportivos o de entretenimiento, tendiendo a una especie de
dictadura comunicacional de alto impacto y prácticamente imposible de evitar
para el individuo de a pie.
Los
servicios de inteligencia del Estado y las empresas de Internet reúnen, venden
o utilizan esa información para diagramar las campañas, extorsionar a la clase
política o para manipular estados de ánimo colectivo. En el momento de definir
la estrategia electoral, hay dos grandes universos de grupos sociales a
interpelar ideológicamente. Por un lado, está el universo de los sujetos
“politizados” o convencidos de seguir a un dirigente, un partido o a una idea.
Haciendo reduccionismo, este sector puede involucrar alrededor del 30 al 40% de
los electores. Con la prensa y con las nuevas tecnologías, a esta porción de
electores se intenta radicalizarlo, desmovilizarlo o confundirlo, según el
espacio de donde provenga la comunicación.
Por
otro lado, están los individuos “desinformados” o sin posición partidaria
claramente definida. A este grupo que suele definirse como ajeno o distante a
la política, lo interpelan por intermedio de canales de comunicación no
estructurados o de formato informativo clásico. El consumo de entretenimiento y
las redes sociales permiten movilizarlo emocionalmente, sin que el sujeto lo
perciba racionalmente. La comunicación de las redes o el espectáculo infunde empatías,
temores, angustias, resentimientos o expectativas. En estos casos, la imagen y
la emoción bombardeados constantemente al sujeto a través de internet, pesan
más que la razón política (programas de gobierno o ideologías partidarias).
El
asesor de CAMBIEMOS, Jaime Duran Barba, trabajó con destreza la estrategia de
construcción de la imagen presidencial en redes e Internet. La tarea del
gobernante consiste en gestionar los intereses de las elites económicas y con
esa finalidad hay que justificar los proyectos de desigualdad
institucionalizada como los únicos posibles. En su óptica, vale más la
credibilidad del dirigente que su plataforma de gobierno y esta cuestión se
construye mostrando a sus familiares realizando gestos con personas comunes y
mascotas o “actuando” escenas de la vida cotidiana del candidato. Esta campaña esconde
los intereses de poder que representa el Partido político y evita debatir el
trasfondo de las medidas que se proponen implementar los candidatos. Barba argumenta
que la política es un campo de construcción de “esperanza” o de instalación de
temas de “conversación” y que deben dejarse en un segundo plano los proyectos
de país, las ideologías y las disputas de intereses. Al momento de ganar una
elección, la emoción supera ampliamente a la razón.
Organizaciones libres del pueblo o
neoliberalismo
De
profundizarse el panorama político y cultural mencionado, la estructura mental
y actitudinal de las nuevas generaciones está en serio riesgo. El orden social
puede ser suplantado por un inestable estado de crisis política permanente, motorizado
por odios mediatizados y por una carencia total de sentido colectivo,
patriótico y nacional de la vida humana.
Frente
a ese panorama, deberíamos reconstruir la escuela pública reforzando el
cumplimiento de normas sociales y el sacrificio personal, difundiendo valores humanos
solidarios y una concepción nacional y patriótica de la existencia.
La
comunidad para pervivir en el convulsionado sistema político internacional
actual, necesita potenciar a los clubes de barrio, a las iglesias, a los
partidos políticos y a los sindicatos. Solamente con un pueblo consiente y
organizado, se generarán las condiciones políticas para la necesaria regulación
social y nacional de Internet y de la comunicación que garanticen la pluralidad
de voces y la elevación cultural y ética del pueblo.
1 comentario:
Excelente análisis que propone un fundamental desafío que nos atraviesa a todos. Romper con esos moldes como prerequisito para alcanzar la liberación de los pueblos.
Publicar un comentario