Juan Bautista Alberdi y el Brasil
Aritz Recalde, Febrero 2016
Proyecto de
Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño”,
UNAJ – Secretaría de
Política Universitaria.
Juan
Bautista Alberdi (Tucumán 1810 – Francia 1884) desarrolló una extensa obra
sobre temas institucionales, políticos, filosóficos o históricos. Lejos de ser
un analista imparcial de los sucesos acaecidos en su época, el autor se
involucró activamente en el devenir político de su tiempo desde su condición de
periodista, ensayista, encargado de negocios de la Confederación en Inglaterra
y Francia o de diputado. Su obra está estrechamente relacionada con su
trayectoria política y no en pocas cuestiones, Alberdi modificó sustancialmente
sus puntos de vista en los disímiles contextos en los cuales interactuó y tal
cual manifestó Juan José Hernández Arregui, el pensamiento de Alberdi “es dispar según las etapas de su vida”
(Arregui 2004: 102).
La
geopolítica de la Cuenca del Plata ocupó un espacio importante de sus
investigaciones. En este contexto, no fueron pocos los artículos, libros y
opiniones en los cuales estudió las relaciones históricas, actuales y futuras
con el Imperio del Brasil. Tal cual vamos a analizar en el texto, Alberdi describió
el comportamiento político del Brasil en relación a las siguientes variables:
- Composición
racial de su población y clima.
- Ampliación
de su superficie territorial y control de vías navegables de la Cuenca del
Plata.
- Injerencia
política y militar en Uruguay y el Paraguay.
- Relaciones
con los Estados Unidos y las Potencias europeas.
Los Alberdi/s, Las Bases y el colonialismo europeo
La
diversidad de su producción tanto durante su vida y principalmente luego de su
deceso, fue parte de apropiaciones y de reinterpretaciones parciales e
interesadas. Inmediatamente a la batalla de Pavón del año 1861, las clases
dominantes porteñas ejercieron un predominio fundamental sobre el conjunto del
país y cuestión importante, fueron las encargadas de fundar los principales
rasgos de la cultura oficial de la República Argentina. Para el caso de
Alberdi, ésta última operación implicó la canonización de algunas de sus obras
como son Las Bases, en relación a
textos como “Grandes y pequeños hombres
del plata” o “Fragmento preliminar al
estudio del Derecho”.
No por
casualidad, su trabajo más difundido fueron Las
Bases. Este texto fue escrito desde Valparaíso, Chile, luego de salir del
país en el año 1838 con destino a Montevideo[1]. Su extensa pasadía por el
exterior del país, incluyó la ciudad de Montevideo, Europa, Estados Unidos, Rio
de Janeiro o Chile. En el año 1837 poco tiempo antes de viajar al extranjero,
publicó Fragmento preliminar al Estudio
del derecho, realizando varias loas a Juan Manuel Rosas[2] a quien caracterizó como “representante que descansa sobre la buena
fe, sobre el corazón del pueblo. Y por pueblo no entendemos aquí a la clase
pensadora, la clase propietaria únicamente, sino también la universalidad, la
mayoría, la multitud, la plebe (…) no sería el despotismo de un hombre, sino el
despotismo de un pueblo” (Alberdi 1920: 36-37).
Pese a
las opiniones del Fragmento preliminar,
el autor destacó que prefirió salir del país ya que con Juan Manuel de Rosas no
hubiera “podido publicar las Bases, en
que propuse dar a los extranjeros todos los derechos civiles y sociales del
ciudadano extranjero” (Alberdi 1953: 55). El antiimperialismo de Rosas
expresado en su negativa a entregar la economía y la administración a las
potencias extranjeras, estuvo entre sus motivos principales para autoexiliarse.
Alberdi
acompañó las agresiones militares de Francia contra el país de 1838 y según se
destacó en los “Apuntes Biográficos” introductorios a la edición de sus Obras Completas,
el General Lavalle lo designó secretario de campaña y lo tuvo a su lado “en las entrevistas que diariamente tenía con
los marinos franceses” (Alberdi 1886: XXI). Lo mismo haría en el conflicto
con Brasil en 1852 y con la contienda frente la escuadra anglo francesa de 1845
y en ambos casos apoyó a al ocupante foráneo. El autor reconoce que en el año
1852 en la antesala de la batalla de Caseros, “Francia iba a abandonar toda esperanza de libertad fluvial en los
afluentes del Plata (tratado Lepredour) cuando las provincias argentinas
vencieron el americanismo de Buenos Aires (…) las provincias abrieron sus ríos
para recibir en su seno la civilización de la Europa” (Alberdi 1964: 56). Bartolomé
Mitre, Justo José de Urquiza y el Imperio del Brasil iban a derribar el
programa americanista, para entregar la economía argentina a Inglaterra y a
Francia.
En el
año 1845 Alberdi publicó en el diario El
Mercurio un texto a favor de la ocupación anglo francesa. Entre las
justificaciones que dio para apoyar al agresor foráneo, estuvo que los
ocupantes garantizarían el remplazo de las razas barbarás que seguían a Juan
Manuel de Rosas. Manifestó con un dejo de ironía que Buenos Aires y Montevideo
“van a tener paz y progreso, al favor de
auxilios prestados por ingleses, franceses y brasileiros, en lugar del glorioso
apoyo que los hermanos pehuenches, prestan al actual Gobierno de Buenos Aires!
(…) gloria eterna al general Rosas, que nunca quiso tratos con ingleses ni
franceses; y que siempre que necesitó aliados para apoyar su americano y
glorioso sistema, los buscó en las nobilísimas razas que moran en los desiertos
más meridionales de América”. Alberdi insistió a lo largo de su obra, en la
necesidad de se produzca la ocupación militar a favor de Inglaterra, de Francia
o incluso del Imperio Brasileiro, con la finalidad de “ligarse a los pueblos más civilizados de la tierra, para asuntos de
civilización y no a los indígenas, como el General Rosas” (Alberdi 1953:
109-110).
Inicialmente,
se podría suponer que la notoriedad de Las
Bases tuvo que ver con el hecho de que
algunas de sus propuestas integraron la Constitución Nacional de 1853[3]. El argumento es
discutible ya que y por ejemplo, en el contexto de su promulgación Buenos Aires
desconoció al gobierno nacional de Justo José de Urquiza e inició una etapa
secesionista que incluyó la sanción de una constitución propia en 1854. Sin
negar la importancia institucional que adquirió con el transcurso del tiempo
éste documento, consideramos que hay otras causas más importantes por las
cuales una extensa, diversa y polémica producción como la de Alberdi, se
presentó ligada meramente a uno de sus trabajos, desconociendo o al menos
subestimando a otros.
El
texto de Las Bases fue formulado por
Alberdi en su estadía en Valparaíso. Durante buena parte del gobierno de Juan
Manuel de Rosas, Chile ofició como un ámbito de articulación de la oposición al
gobierno argentino. El país trasandino cobijó además de Alberdi, a Domingo
Faustino Sarmiento quién publicó El
Facundo en el año 1845 con la decisión manifiesta de apoyar a los franceses
e ingleses, en la invasión militar a Buenos Aires en las costas del Paraná. En
carta a Alberdi del 16 de septiembre de 1852, Sarmiento caracterizó a Las Bases como “la bandera de todos los hombres de corazón”.
Poco
tiempo después, ambos intelectuales iniciaron caminos políticos diferentes y
enfrentados. El tucumano apoyó a Urquiza y a la Confederación reunida en Santa
Fe y Sarmiento estrechó sus vínculos a Bartolomé Mitre y a los unitarios
porteños. Si las agresiones militares de Francia o de Inglaterra contra el país
en época de Juan Manuel de Rosas los mantuvo unidos, el reparto de poder
político interno a la caída del Restaurador
de Leyes los distanció crudamente. Entre sus diversas publicaciones
acusatorias, Alberdi atribuyó a Sarmiento hacer del “terror” un medio de
gobierno y de haber escrito la “teoría
del despotismo argentino y del crimen político” (Alberdi 1964: 20 y 24). Su
antiguo aliado para derrotar al “tirano Rosas” en alianza con Francia en 1838 o
con Brasil en 1852, se había vuelto el representante despótico de la economía
porteña y un teórico carente de realidad. Alberdi le cuestionó que había caracterizado
como “barbarie” a los obreros rurales o gauchos de la campaña, que eran los
legítimos productores de la “riqueza
rural, que es toda la riqueza del país” y con la cual se “paga la riqueza manufacturada que la Europa
le vende para llevar la vida civilizada y europea” (Alberdi 1964: 26 y 77).
El tucumano destacó como una cualidad de las poblaciones rurales y de los “barbaros de las provincias”, la apertura
comercial frente a Europa y su vocación de forjar una alianza militar con el
extranjero para derribar a Rosas (Alberdi 1964: 56).
Más
allá de sus luchas y enfrentamientos, Sarmiento y el Alberdi de Las Bases, conformaron la matriz
ideológica oficial del país a la caída de Juan Manuel de Rosas. De manera
resumida, a la salida de la batalla de Caseros Alberdi postuló para la
organización del país:
·
Un programa liberal en lo económico.
“El
liberalismo inglés no impidió el progreso material de Inglaterra y EEUU; y al
mismo tiempo cadaveró al León Hispánico (…) lo atrasó; o subdesarrolló como
ahora se dice”.
Leonardo Castellani
En su
estadía en Valparaíso Alberdi ejerció el bufete de abogados, representando a
sectores económicos locales y extranjeros. Según un estudio de Juan Pablo
Oliver, el texto de Las Bases reunía
una serie de editoriales periodísticas de defensa de intereses mercantiles y
estaba dirigido a “asegurar a algunos de
sus clientes ingleses que alentaban extender sus empresas allende los Andes,
determinadas bases o garantías económico - comerciales que les evitaran las
obligaciones, cargas, impedimentos estatales” (Oliver 1970: 16).
En el
preámbulo a Las Bases de 1852
insistió en su obstinada posición librecambista, al punto de criticar el
proteccionismo inicial de los Estados Unidos y de la Francia napoleónica. El
autor reconoce que la revolución francesa “desconoció
y persiguió la libertad de comercio (…) la convención hizo de las aduanas un
arma de guerra, dirigida especialmente contra Inglaterra (…) la industria
europea se acostumbró a vivir de protección, de tarifas y prohibiciones”
(Alberdi 1928: 41). En relación a los norteamericanos mencionó que habían
impulsado la defensa del país contra los extranjeros adoptando una “política destinada a proteger su industria y su marina contra la
concurrencia exterior, por medio de exclusiones y tarifas” (Alberdi 1928:
42). Alberdi destacó que ambos esquemas proteccionistas eran meramente
coyunturales y que los países americanos que los habían reproducido cometieron
un grave error, que tenía que ser modificado de raíz.
El
país debía importar la manufactura extranjera, exportando los productos
agropecuarios que demandaba Europa. Además y tema central, la economía de libre
mercado era el instrumento ideal para la importación de hombres blancos y
anglosajones (inmigración). Alberdi subrayó que si la organización de la
población es una ciencia “no es otra cosa
que la economía política” (Alberdi 1928: 19).
·
Un proyecto racista y represivo en el
plano político.
“En el
Plata, como en el resto de América, no hay más que una división del hombre
americano: el indígena, es decir salvaje y el europeo de raza y de extracción,
que representa la civilización cristiana”. Juan B. Alberdi (1964: 54)
En la
edición de Las Bases del año 1873
Alberdi introdujo unas “páginas explicativas” escritas desde París. Allí
destacó que “civilizar es poblar” en
la medida de que se importen (inmigración) representantes de la “Europa más adelantada en libertad y en
industria”. Había que evitar el ingreso de chinos, indios asiáticos,
africanos y otomanos ya que “el buen
trigo puede nacer del mal trigo, pero no de la cebada (…) poblar puede ser
apestar, embrutecer, esclavizar, según que la población trasplantada o
inmigrada, en vez de ser civilizada, sea atrasada, pobre, corrompida”
(Alberdi 1928: 15). Su descrédito acerca de las posibilidades de desarrollo de
los asiáticos, africanos u otomanos, lejos de ser una invención de Alberdi, era
una reproducción lineal del neocolonialismo francés y británico. Ambas
potencias estaban ocupando militarmente diversas posiciones a lo largo y ancho
del planeta y en paralelo a la guerra y el saqueo colonial, fueron organizando
una justificación que presentaron como “científica” y “racional”.
Alberdi
mencionó que las “coyunturas” proteccionistas de Francia o Estados Unidos, influyeron en nuestros países y ello conllevó
un pernicioso sistema de prohibiciones y de cercenamiento de los derechos a la
ciudadanía plena y al comercio sin límites de los extranjeros. En su análisis
de las Constituciones de Chile, Perú, Colombia, Méjico o Uruguay mencionó
negativamente que no garantizaban el pleno acceso al poder político y económico
a los ciudadanos extranjeros. Alberdi reconoció el acierto de Bernardino
Rivadavia de no participar del Congreso de Panamá convocado por Bolívar, ya “que favoreciéndolo aniquilaba desde el
origen sus miras de inmigración europea y de estrechamiento de este continente
con el antiguo” (Alberdi 1928:
57-58).
Su
descreimiento de las capacidades del pueblo americano para alcanzar la
civilización, lo condujo a proponer restricciones políticas según origen de clase
y de etnia. En “Derecho público
Provincial” propuso
que “las
constituciones que busquen la paz deben encerrar el poder electoral en el
pueblo inteligente. El hombre de pueblo ínfimo vende su voto a la demagogia, y
sin saber elegir sólo sirve de máquina electoral
y de instrumento automático de desorden”. Los
sectores populares iban intervenir meramente en cuestiones de gestión
administrativa, dejando los aspectos políticos restringidos a “condiciones de moralidad, de fortuna y de
aptitud, que garanticen pureza”. El
voto universal podría ser aplicado meramente a nivel municipal y en ámbitos
políticos superiores era necesario el “voto
indirecto” y
calificado (Alberdi 1917: 109-110).
·
Una ideología europeísta y neocolonial en
el aspecto cultural.
Las
Bases contienen y difunden una
ideología neocolonial, que es la resultante del expansionismo británico y
francés a nivel planetario. Como resultado de esta ideología, se organizó un
sistema político, económico e institucional favorable a la oligarquía argentina
y a las potencias en ascenso en la nueva división mundial del trabajo.
Para
Alberdi el camino hacia la civilización tenía que organizarse importando de
Europa los hombres que iban a reproducir las leyes, las costumbres o las
teorías económicas[4].
Había que suprimir las diversas etnias indígenas y el bagaje de la cultura
hispánica criolla, para importar en su lugar la tradición inglesa y francesa
civilizada.
Brasil: un gobierno europeo y monárquico
administrando directamente la política americana.
En su
libro “La monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica” publicado en 1867, Alberdi argumentó
que Brasil disponía de dos características fundamentales del buen gobierno, que
eran tener una dirigencia con tradición étnica y racial europea y el hecho de
organizarse bajo la forma monárquica. En esa obra destacó que “El Rey de Portugal se trasladó al Brasil y
gracias á la actitud que allí tomó, consiguió dejar un trono que salvó la
libertad, la independencia y el orden de esa parte del nuevo mundo, con gran
ventaja del Portugal mismo que lo ocupó con unos de sus príncipes, se evitó una
guerra (…) El Portugal tuvo la sensatez de poner en obra el consejo que el
Conde de Aranda diera en vano à Carlos III en un tiempo que América no era
todavía responsable de su conducta” (Alberdi 1970: 158).
Según
se lee en la cita, Alberdi reivindicó las propuestas del Conde de Aranda que
fueron realizadas a Carlos III. El autor destacó que en el año 1783 Aranda le
propuso al monarca impulsar la fórmula de “príncipes
regentes”, que favorecieran “la independencia completa de América, y su
distribución entre los príncipes erigidos en Reyes, con ciertas condiciones
remunerativas, compatibles con la independencia entera”. Estos gobernantes
tenían que reconocer como emperador y jefe supremo a Carlos III y debían
casarse con princesas españolas (Alberdi 1970: 94 y 270).
Según
Alberdi, la Argentina había iniciado antes que Brasil la propuesta de formar
protectorados europeos de corte monárquico y la proposición del Conde Aranda
había sido “aclimatada en Buenos Aires,
más temprano que en Brasil (…) En 1814, Belgrano y Rivadavia trajeron por
misión à Europa, la negociación del concurso de España è Inglaterra para el
establecimiento de una monarquía constitucional en el Plata. El Congreso de Tucumán,
tuvo en 1816, la misma idea. La tuvieron los hombres de Buenos Aires en 1819.
La tuvo San Martín en 1821 y 1822 en Lima” (Alberdi
1970: 227). La conceptualización que hace Alberdi de José de San Martín[5] a quien define por tener
ideas monárquicas, puede ser aceptada. Por el contrario, lejos estuvo el
eminente militar de compartir las actitudes políticas del tucumano referidas a
la agresión francesa del país. El General héroe de la Independencia nunca apoyó
la ocupación militar extranjera, sea de la bandera que fuera. Mientras Alberdi
impulsaba entusiastamente a Francia, San Martín le escribió a Rosas desde Grand
Bourg el 5 de agosto de 1838, mencionando que estaba al tanto del bloqueo y que
era su “deber de americano” defender
a la Confederación. El General se ponía voluntariamente a las órdenes del
Restaurador de Leyes. Poco tiempo después, San Martín retomaba su
correspondencia con Rosas y en el mes de junio del año 1839 le escribió
irritado que “lo que no puedo concebir es
el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al
extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la
que sufríamos en tiempo de dominación española”. Oponiéndose a la nueva
agresión inglesa y francesa de 1845, carteó al mandatario argentino en enero de
1846 sosteniendo que pese a su mal estado de salud, “me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecer mis servicios
(como lo hice a usted en el primer bloqueo por la Francia) servicios que aunque
conozco sería inútiles, sin embargo demostrarías que en la injustísima agresión
y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tenía
aún un viejo defensor de su honra y su independencia” (Chávez 1991).
La
monarquía en Sudamérica
En “La
monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica”, el
autor se propuso reivindicar ese sistema sobre otras experiencias como eran la
república y el federalismo. Tal cual manifestó Juan Pablo Oliver en el Estudio
Preliminar a ese trabajo, Alberdi estaba influenciado por el drama que
conllevaron los enfrentamientos anárquicos producidos en Argentina, en
Colombia, en Chile o también aquel desatado como producto de la guerra civil de
los Estados Unidos.
Al
descreimiento de las capacidades de la republica de garantizar el orden,
Alberdi le sumó una potencial “ayuda” e intervención de las monarquías
extranjeras. Oliver destacó que el tucumano viajó por Europa entre 1855 y 1864
entablando relaciones con las Cortes y fue “recibido por Napoleón III, la
Reina Victoria de Inglaterra, Isabel II de España, S. S. Pío Nono, soberanos
que constituían “la Civilización” por antonomasia” (Oliver 1970: 28).
Alberdi argumentó que la monarquía europea iba a generar condiciones para el
orden y la estabilidad, cuestiones necesarias para construir la “civilización”
en América.
Alberdi
sostiene que la instalación de la Corona Portuguesa en Sudamérica había evitado
la guerra que caracterizó a las independencias españolas y consolidó un sistema
de gobierno estable y “El Brasil ha
debido á la monarquía lo que nosotros no hemos podido obtener de la república
(…) el Paraguay, como el Brasil, completó su independencia sin revolución, ni
guerra” (Alberdi 1970: 193 y 508).
El
tucumano citó como antecedentes americanos de monarquías a México, a Brasil, a
Cuba, a Puerto Rico, a las Antillas o la Guayana (francesa, inglesa y
holandesa). Un caso particular, es la inclusión que hizo el autor de las islas
Malvinas como “países monárquicos”, dando por hecho la ilegal ocupación
colonial británica (Alberdi 1970: 261).
La
mención a México como un antecedente monárquico a tener en cuenta, es
emblemática de la ideología geopolítica del autor. Aduciendo una deuda impaga,
México había sido agredido militarmente en el año 1862 por una alianza entre
Inglaterra, España y Francia. En dicho contexto, Napoleón III coronó a
Maximiliano de Habsburgo como monarca del país y según Alberdi “la campaña de la Francia en Méjico, puede
merecer todos los reproches; pero es justo que reconozcan que no es guerra de
conquista por la Europa, no es una lucha de independencia por parte de América,
como se pretende por un sofisma natural (…) una intervención de la Europa que
tuviera por resultado fortificar los gobiernos de América y poner fin á la vida
de revoluciones, que lleva ya cincuenta años continuos, no podrá dejar de ser
un beneficio (…) Méjico recibe su regeneración de un poder europeo”
(Alberdi 1970: 129, 405 y 508).
Según
argumenta Juan Pablo Oliver, en los años sesenta al momento de publicar esta
obra, Alberdi tenía la intención de coronar un emperador francés en la
Argentina. Su férrea defensa de la monarquía a la que inscribió como parte de
los programas de San Martín, Bolívar o Manuel Belgrano, tenía que servir como
punta de lanza para iniciar un protectorado extranjero, ya que el tucumano
sostuvo que si “Napoleón I libró á Sud
América de su antiguo gobierno: á Napoleón III toca ayudarle á darse el
gobierno independiente” (Alberdi 1970: 263).
A
diferencia del tratamiento favorable del colonialismo de Inglaterra y Francia,
en 1867 definió a la actitud expansiva de Portugal como “enfermiza”, cuestión
que también aplicó a su réplica brasileña. Las agresiones del Imperio a sus
vecinos los desacreditaban y ello implicó debilitar la posibilidad de replicar
las monarquías en toda América. Brasil contribuía “como la antigua monarquía española á desacreditar la buena monarquía
constitucional. Los brasileros son los yankees negros de la República
Argentina; un amago á su integridad, como los Estados Unidos a Méjico”
(Alberdi 1970: 238-239).
La expansión territorial del Brasil
“El Brasil
es y será para los Estados de origen español, en América, lo que fue la corona
de Portugal para con la corona de España, cuando los dividía, no el principio
político, sino la aspiración á extender los límites de su imperio respectivo en
el suelo americano”. J.
B. Alberdi (1970: 481).
Alberdi
destacó que la relación entre Brasil y nuestro país había sido de rivalidad e
incluyó disputas políticas, diplomáticas y enfrentamientos militares. El autor
mencionó que “el Virreinato de Buenos
Aires fue constituido por España para contener las usurpaciones portuguesas”
(Alberdi 1946: 40). Buena parte de estas contiendas, habían consolidando un
sentimiento que Alberdi denominó una “antipatía tradicional, entre las
familias española y portuguesa” (Alberdi
1970: 238).
Alberdi
analizó la geopolítica de Brasil en la Cuenca del Plata con mayor objetividad y
menor parcialidad que lo realizado sobre los intereses ingleses y franceses. En
“El Brasil ante la democracia de
América”, el autor argumentó que ese país mantuvo siempre vivo su intento
de extender las fronteras por la vía militar o diplomática. El Imperio del
Brasil luchaba por apropiarse de la tierra, los ríos navegables, los bienes
materiales y los hombres blancos de las ex colonias españolas.
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