Desde el año 2003 a la fecha el gobierno
nacional abrió quince universidades públicas, a lo largo y a lo ancho de la República Argentina. La
última década, conjuntamente al Plan Taquini de fines de los años sesenta, es
la etapa de expansión universitaria más importante de la historia del país. Varias
de las nuevas instituciones están ubicadas en el conurbano bonaerense, como es
el caso de las instituciones radicadas en Moreno, Avellaneda, Florencio Varela
(Jauretche), José C. Paz, Merlo (Oeste) o Hurlingham. Otras
fueron inauguradas en diversas provincias como es el caso de Tierra del Fuego, San
Luis (Comechingones), Rio Negro, Chaco o Santa Fe (Rafaela). Para afrontar la
ampliación del sistema universitario, la inversión del Estado aumentó de $ 1.900
millones en el año 2003 a
$ 39.000 millones en 2015.
La expansión del sistema
universitario argentino se organiza sobre los principios del modelo
universitario del nacionalismo popular, que fue inaugurado por la revolución
justicialista y que ofició como una complementación y superación del programa
reformista de 1918.
Una universidad nacional llamada “Arturo
Jauretche”
“Entre intelectual y argentino, voto por lo
segundo. Y con todo”. Arturo Jauretche
Pese a que no trabajó como docente o
funcionario universitario, en sus libros y artículos se refirió en diversas
oportunidades a la
institución. En su óptica, la universidad tenía que cumplir
tres funciones fundamentales. La primera, era la de conformar una ciencia
nacional capaz de resolver los problemas de los argentinos, ya que en su punto
de vista “La incapacidad para ver el
mundo desde nosotros mismos ha sido sistemáticamente cultivada en nuestro
país.” El segundo elemento fundamental de la universidad, era el de
permitir el ascenso social, ya que en sus palabras “La
Enseñanza Superior cumple entre nosotros la función de
resolver el problema económico de los hijos de la minorías y parte de las
clases medias y extraer, accidentalmente, algunos elementos calificados del
seno del pueblo para incorporarlos. Carece de finalidades sociales más amplias
y lógicamente, carece de finalidad nacional”. Finalmente, Jauretche postuló
que la institución tenía que educar en valores, consolidando los principios
éticos de la justicia social y de la soberanía nacional y afirmó enfáticamente que “es necesario una moral nacional que es lo que se llama
patriotismo”.
La universidad como medio de ascenso
e igualación social
La universidad americana desde su
origen, fue un instrumento para perpetuar las desigualdades de raza (indios o
negros no ingresaban), de género (las mujeres no estudiaban), nacionales
(inicialmente era para españoles), de clase y étnicas. Luego de producida la Independencia
los liberales profundizaron buena parte de estas concepciones y las
instituciones siguieron siendo elitistas y no ingresaban los grupos de bajos
recursos. Esta realidad fue modificada parcialmente por la UCR, que impulsó que
estudien los sectores medios.
Recién con la Revolución Justicialista ,
la universidad fue postulada como un medio de igualación social. En el año 1949
el gobierno nacional suprimió los aranceles y los cursos de ingreso
universitarios y se crearon becas. Dos años antes, la revolución había
sancionado la ley de voto femenino que favoreció el ingreso de las mujeres a la
vida política y cultural. La gratuidad indujo la participación de estudiantes
latinoamericanos de países limítrofes y de la región. Desde los
años cincuenta la universidad argentina se caracteriza por el ingreso popular y
de los ciudadanos latinoamericanos e
impulsa la igualdad de género. Actualmente, la apertura de nuevas universidades
en todo el país y en particular en el conurbano bonaerense, favorecen dicha
tendencia. Como postuló Jauretche, la universidad argentina y a diferencia de
lo que ocurre en buena parte del mundo, continúa siendo gratuita tendiendo a
que la educación sea un medio de ascenso e igualación social.
Los derechos de los trabajadores docentes
y técnico administrativos
La reforma de 1918 intervino la
universidad y expulsó a buena parte de los docentes y funcionarios conservadores,
quienes se desempeñan laboralmente a la manera de un “planta permanente”. En su
lugar, el reformismo postuló los concursos y los miembros de la universidad
priorizaron su condición de “científicos”, antes que “trabajadores”. Los
docentes perdieron la estabilidad en sus cargos y quedaron sujetos a la
competencia permanente de los concursos.
Luego de décadas de luchas obreras,
con el peronismo los trabajadores alcanzaron los derechos sociales a la
estabilidad laboral, la salud, el esparcimiento, la educación, la vivienda o
las jubilaciones. En el terreno universitario, todas las instituciones
recibieron un aumento considerable de presupuesto que se reflejó en obras de
infraestructura, en la mejora salarial y de las condiciones de trabajo. En el
año 1946 el presupuesto universitario era de 48 millones de pesos moneda
nacional y al año 1954 había aumentado a 400 millones. Los docentes
universitarios consiguieron que las leyes nacionales, les reconozcan los
históricos derechos a la dedicación exclusiva en el cargo y a la Carrera Docente. La
Carrera Docente permitió articular la dimensión académica docente (formación
permanente e ingreso por concurso), con la estabilidad del derecho al trabajo (permanencia
en funciones y esquema de ascenso en el cargo).
Resultado de las acciones del
proyecto político iniciado en 2003, los trabajadores docentes y técnico
administrativo gozan de los derechos conseguidos en los años cincuenta. En el
año 2005 los trabajadores técnicos y administrativos firmaron el histórico
Convenio Colectivo y desde 2009 los docentes universitarios tenemos la
movilidad jubilatoria del 82%.
La regionalización de las carreras e
investigaciones
Tal cual mencionó Jauretche, para el
nacionalismo popular la universidad tiene como función fundamental la
conformación de una ciencia aplicada a la resolución de nuestros problemas.
Ello conlleva la apuesta a la conformación de una matriz científica y
tecnológica nacional. Dicha determinación contradice la tendencia liberal y
reformista a reproducir las teorías y las agendas de investigación propias de
EUA o de Europa. La revolución justicialista regionalizó la universidad y
promovió la apertura de carreras y la formulación de agendas de investigación
tendientes a resolver los problemas nacionales y populares. La ciencia
argentina consolidó proyectos de innovación tecnológica aplicados a la
producción de autos, aviones, medicamentos o energía atómica.
Las nuevas universidades están
aplicando las concepciones del nacionalismo universitario y las careras que se
abren no son mera copia o reproducción de tendencias occidentales (carreras
tradicionales), sino que surgen a partir de identificar temas – problemas
locales. La regionalización y nacionalización de la ciencia argentina, permite
que el Estado impulsé programas de becas a las carreras estratégicas y que
financie líneas de investigación de áreas de vacancia. Desde el año 2003 el
debate sobre la autonomía universitaria pasó a un segundo plano y actualmente las
instituciones son pilares fundamentales de los programas nacionales de
desarrollo, como es el caso de YPF o la Televisión Digital.
Como resultado de la planificación
nacional de la ciencia y de la tecnología, hoy nuestro país produce satélites,
genera energía atómica, desarrolla contenidos educativos de calidad en la TV
pública y nuestros investigadores acompañan los programas de desarrollo
estratégico.
Si el nacionalismo popular
universitario se impone definitivamente en nuestro país, la Argentina va a
estar en condiciones de alcanzar la soberanía cultural y tecnológica, base de
la independencia económica y de la industrialización. Sin
soberanía científica y sin industrialización, la Argentina será dependiente
políticamente, postergando toda posibilidad de bienestar social de los
pueblos.
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