En el sistema universitario argentino
coexisten varias opiniones acerca de los criterios de valoración y de
reconocimiento académico. Estos distintos puntos de vista se expresan al
momento de efectuar un concurso docente, de requerir recursos para investigar,
en la instancia de evaluación universitaria o al momento de acreditar una
carrera frente a la CONEAU.
A continuación vamos a comentar los rasgos
fundamentales de las perspectivas cientificista y la del nacionalismo popular.
El
cientificismo, los papelodromos y las “agencias calificadoras de riesgo”
“Nuestras
universidades forman ingenieros, matemáticos, químicos, biólogos, que rara vez
harán descubrimientos científicos y cuando los hagan lo único que podrán hacer
con ellos es venderle la patente a una corporación norteamericana. Porque
nuestra relación de dependencia, la misma que fijó el límite de nuestro
desarrollo económico en el cumplimiento óptimo del papel de abastecedores de
materias primas, también nos fijó el límite cultural, y le asignó a nuestros
universitarios el rol subalterno de servidores de la tecnología extranjera”.
Salvador Ferla
Los investigadores y las calificadoras
de riesgo
El sistema de investigación argentino
funciona aplicando parámetros cientificistas y como sostuvo Oscar Varsavsky “en pocos campos es nuestra dependencia
cultural más notable que en éste, y menos percibida”.
Los parámetros cientificistas se expresan al
momento de evaluar a los investigadores en la instancia de la “categorización”. Para organizar el proceso de
categorización se crearon ámbitos que funcionan a la manera de “calificadoras de riesgo de investigación”.
En muchos casos, funcionan como las “calificadoras
de riesgo financieras” que caratulan a los países con letras (pasando por
la A y la D) y con signos (++). Los países con la letra D son “no solventes”
y el sistema financiero les sube el costo del dinero o directamente les bloquea
los créditos. Las agencias científicas son similares y organizan a los
investigadores en una escala que va de la categoría “I” a la “V ”. Los primeros adquieren un
poder considerable dentro del sistema evaluando carreras y distribuyendo
recursos. Los investigadores “no categorizados” son conceptuados como “no
solventes”, para intervenir en varios circuitos de tomas de decisiones del
sistema científico argentino.
El docente investigador cientificista obtiene
el título de “papelodromo”, que demuestra su capacidad para juntar papeles.
Desde su ingreso al sistema hasta su jubilación, su vida transcurre dentro de
la misma universidad en una carrera de acumulación de certificados. No va a
importar si como resultado de su trabajo se genera algún cambio o aporte
social, económico o cultural considerable. La finalidad de su actividad se
centra en reunir los certificados para ascender en la universidad.
Para acceder a la máxima categoría de la
categorización se deben respetar las pautas del sistema cientificista. De
manera similar a los concursos docentes, para acceder a la máxima puntuación se
deben reunir créditos conseguidos en el paso por el mismo sistema. Juntar
papeles de congresos y cursos internos de la universidad es una tarea
principalísima y los jóvenes se vuelven verdaderos “papelodromos”. Para
acumular créditos académicos se deben evaluar proyectos académicos dentro de la
universidad, participar en jurados y apoyar a tesistas de la misma institución.
La publicación en revistas extranjeras con referato es fundamental en la carrera
del “papelodromo”.
En el plano de la docencia en últimas décadas
se está profundizando una tendencia a que los poseedores de la máxima categoría
de investigador, se desempeñen solamente en los niveles de posgrado. Los
docentes investigadores con mayores categorías están abandonando la función
principal de la universidad, que es la docencia a nivel de grado.
En el universo del cientificismo importa poco
si el conocimiento generado tiene impacto social, si las tesis de los egresados
derivan en innovaciones tecnológicas o si las investigaciones son apropiadas
por el Estado y la sociedad que las financia y las justifica. Oscar Varsavsky
mencionó que “cientificista es el
investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a
preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los
problemas políticos, y se entrega de lleno a su carrera, aceptando para ella
las normas y valores de los grandes centros internacionales”.
El investigador modelo promovido por las “calificadoras de riesgo de investigación”
tiene el siguiente perfil:
-
trabaja
con agendas de temas internos de la institución, sin necesidad de buscarle
aplicación efectiva en la
sociedad. Las agencias disciplinan y censuran la posibilidad
de desarrollo de una ciencia alternativa que no se ajuste a sus parámetros. Los
temas de la universidad suelen están definidos por los centros de poder mundial
que introducen tendencias o como dijo Salvador Ferla, fijan un “límite cultural”.
-
realiza
su tarea desconectado del mundo productivo y social nacional.
-
tiene
escaso o nulo impacto lo que pública, ya que lo orienta hacia el mismo sistema
científico para obtener el crédito de la “revista con referato”.
El sistema de actualización de las Categorías
es escasamente dinámico y no permite una renovación fácil y permanente. Por el
contrario y de manera similar a las “calificadoras de riego financieras”,
tiende a mantener una lógica corporativa y cerrada. Tal cual aseveró Oscar
Varsavsky, la “élite científica” y la
“burocracia asignan importancia –y
fondos- a los temas de investigación”. Las calificadoras de investigación
de manera parecida a las financieras, disciplinan a los miembros y los
distancian de los grandes problemas nacionales. Los investigadores se vuelven
expertos papelodromos y dedican toda una vida a desarrollar temas que solamente
leen ellos, su tutor y la agencia calificadora.
La dificultad principal de ésta concepción es
que los miembros de la
“Categoría I ”, suelen ser quienes evalúan carreras de
“interés público”. Según el artículo 43 de la Ley de Educación Superior estos
títulos ponen en “riesgo de modo directo
la salud, la seguridad, los derechos, los bienes o la información de los
habitantes”. Las “agencias calificadoras de riesgo de investigación” otorgan
el poder para definir parámetros académicos a individuos con escasa práctica
profesional e irrelevante intervención social. Como un resultado de ello, los
papelodromos impugnan la posibilidad de desarrollo de una ciencia y de una
investigación nacional aplicada a la resolución de problemas. En su lugar,
impulsan una perspectiva libresca y teoricista, asentada en parámetros propios
de la universidad y no del mundo productivo, social o político nacional.
Por ejemplo, ¿qué debe saber un evaluador de
una carrera de ingeniería?, ¿es preferible que tenga desempeño laboral en el
mundo profesional o que solamente conozca el tema por los libros?, ¿es un
requisito que sus investigaciones se efectúen en gabinetes de empresas o
solamente en una cátedra?, ¿es valorable su tarea de formador en el sistema
productivo o debe atenderse meramente su paso en la universidad?, ¿deben
apreciare sus aplicaciones tecnológicas concretas o sus publicaciones en una
revista con referato extranjero?.
Bajo las lógicas de las agencias calificadoras de riesgo de investigación, se pueden
producir distorsiones en la distribución de recursos y de competencias
académicas. Por ejemplo, al momento de un concurso docente en una asignatura de
ingeniería, si se presenta un candidato que “inventó un auto que funciona a
agua” y en paralelo un papelodromo que publicó un artículo (le dicen “paper”)
en una “revista científica extranjera con referato sobre el auto que funciona a
agua”, le van a dar el cargo a éste último. En el universo del derecho
constitucional tiene más posibilidades de ser “Categoría I” un papelodromo que
participó en congresos universitarios sobre constituciones de Europa y de Estados
Unidos y que reunió los certificados, que un Congresal Constituyente que investigó,
estudió, redactó y aprobó el texto constitucional argentino.
¿Qué debe saber un docente
universitario al momento del concurso?
Los concursos docentes son de antecedentes y
de oposición. Entre los primeros, la tradición cientificista postula que debe
reconocerse al aspirante el haber obtenido los créditos del propio sistema científico
y universitario. Entre los antecedentes destacados se pueden mencionar:
-
participar
en congresos y jornadas organizados por la propia universidad.
-
publicar
en revistas con “referato” del mismo tipo de institución y preferiblemente del
extranjero.
-
efectuar
especializaciones, maestrías, doctorados, posdoctorados en una carrera que no
encuentra otro objetivo que juntar créditos académicos.
Para alcanzar la meta cientificista los
aspirantes dedican tiempo completo a acumular los reconocimientos de la misma
institución, desentendiéndose de la realidad externa a las casas de altos
estudios. Arturo Jauretche se refirió a éste proceso y mencionó que “el desiderátum entonces es una Universidad
aséptica, depurada de toda preocupación vinculada con el destino de la
comunidad y por consecuencia, de la nación, a la que da expertos despreocupados
de los fines de la técnica y el resultado de su aplicación”. Resultante de
ello, el docente universitario que accede
al cargo suele reiterar el siguiente perfil:
-
escaso
conocimiento real del objeto sobre el cual trabaja, al cual accedió por
intermedio de la academia y no de la práctica profesional y social concreta.
-
dificultades
para relacionarse con actores externos a la universidad al manejar solamente
los códigos propios del sistema. Este inconveniente se agrava en el contacto
con los alumnos ingresantes que manipulan otros saberes.
-
dedica
la mayor parte de su vida a comentar revistas o investigaciones de la misma universidad
y en menor medida, a interpelar y cambiar la realidad.
-
raramente
interviene políticamente en la sociedad para dedicarse exclusivamente a
acumular certificados. Desarrolla tareas solidarias y públicas solamente si
consigue acreditarlas “académicamente”.
Los parámetros de los evaluadores de
la CONEAU
A la hora de avaluar instituciones o de
acreditar carreras, la CONEAU se encuentra atravesada por la tensión entre
tradiciones universitarias. Parte importante de los parámetros que aplican son
cientificistas y reiteran la lógica de las “calificadoras de riesgo de
investigación” y de los “papelodromos”. Al momento de avaluar Carreras Nuevas
de posgrado o de acreditar una en funcionamiento se aplican los parámetros que
mencionamos anteriormente. Resultante de ello, se corre el riesgo de promover
unidades de docencia y de investigación caracterizadas por:
-
profesores
con escaso conocimiento o nula intervención en el mundo profesional y del
trabajo.
-
investigadores
de “teorías” y en menor medida actores capaces de hacer innovación, de resolver
problemas y de intervenir concretamente en el mundo social y productivo.
Buena parte de estos problemas se hacen más complejos
por el hecho de que la Ley de Educación Superior otorgó la definición de los
parámetros y los contenidos mínimos del sistema, al Ministerio de Educación y
al Consejo de Universidades. El Ministerio y el Consejo están a cargo de
definir parámetros en las carreras de interés público (artículo 42) y los
estándares de la CONEAU (artículo 45 y 46 b).
Distinto sería si los parámetros y los estándares
fueran establecidos en conjunto con los organismos públicos y por el mundo
productivo y del trabajo. Por ejemplo, ¿los técnicos del Ministerio de Salud no
deberían intervenir en la definición de los parámetros para evaluar medicina o
enfermería?; el Ministerio de Industria que impulsa el desarrollo del software
argentino ¿no podría intervenir en los estándares para evaluar carreras de
sistemas?.
La CONEAU se compone de miembros
universitarios y de otros que son promovidos por las Cámaras legislativas del
Congreso, incluyendo con ello la opinión de los representantes de la democracia
de masas. Ésta última tarea podría completarse creando comisiones asesoras del
Estado y del mundo del trabajo y la producción, que contribuyan a la organización
de nuevos parámetros y estándares.
El
nacionalismo popular cultural y científico
“La
misión de la Universidad no es perpetuar el sistema sino contribuir a
transformarlo. Y ésta no es misión de profesores que con un ojo miran a la
oligarquía y al poder burocrático del Estado y con el otro a Europa, sino
educadores con conciencia nacional”. Juan
José Hernández Arregui
Frente al cientificismo, los papelodromos y
las calificadoras de riesgo de investigación, el nacionalismo cultural y
científico ofrece un sistema alternativo. Las bases de la propuesta le otorgan
a la ciencia una función central en el modelo de desarrollo nacional. La
finalidad académica, cultural y científica es la de dotar al país de poder
nacional de decisión y la ciencia es un medio y no un objetivo en sí mismo.
Cambia positivamente la perspectiva del académico cuando persigue finalidades
que superan el mero desarrollo individual y se ligan a un proyecto de
desarrollo colectivo.
Las soberanía de las decisiones de inversión
y de planificación de la ciencia y de la
tecnología, no recaen meramente en el mercado como postula la tradición liberal
y tampoco solamente en la opiniones del cogobierno como impulsa la perspectiva
cientificista y reformista. Es la democracia de masas por intermedio del Estado
y las organizaciones libres del pueblo, la encargada de definir los parámetros
y los objetivos del sistema científico y tecnológico. La relación entre la
universidad, el Estado y el mundo productivo se hace estrecha y las carteras científicas
y universitarias van en consonancia con las políticas de desarrollo nacional.
¿Qué
debe saber un docente universitario al momento del concurso?
Para el nacionalismo popular a la hora de
acreditar recorridos académicos, deben contemplarse las trayectorias
profesionales y de intervención concreta de los científicos y profesores sobre
el mundo de la producción, la cultura y el trabajo.
El capital de conocimiento práctico y
productivo adquirido por los docentes, es estratégico al momento del proceso de
la enseñanza. La
producción de innovación, la participación en programas sociales y en prácticas
productivas y comunitarias, son cuestiones fundamentales para la práctica
docente y el proceso de transmisión del conocimiento.
Los investigadores y el poder nacional
“Un
pueblo sin un nivel elevado de Ciencia y Tecnología no es independiente.
Tampoco lo es si ve el mundo con ojos extranjeros y no tiene una cultura
propia”.
Consejo Tecnológico del Movimiento
Nacional Peronista, año 1973
Para el nacionalismo el objetivo de las
investigaciones no es el de acumular créditos internos del sistema, sino que se
propone desarrollar la soberanía cultural y tecnológica del país. Las agendas y
los temas de investigación se orientan a los planes nacionales del Estado y se
articulan con el mundo productivo. Para garantizar esta función el Consejo
Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista mencionó que era necesario “formular una política científica nacional” que
determine “cuáles áreas de la
investigación y el desarrollo técnico debe apoyar para alcanzar la metas
establecidas, así como distribuir su presupuesto según el orden de
prioridades”.
Las revistas internacionales y los referatos
endogámicos son desplazados por la pertinencia social, el impacto público y la
resolución de problemas regionales y nacionales. Según los puntos de vista del Consejo
Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista “la investigación científica de nuestra propia realidad debe estar en
manos argentinas. Esta es una condición indispensable de independencia y
supervivencia nacional”.
Para el nacionalismo, los investigadores del
sistema universitario tienen que poseer una práctica profesional, social, comunitaria
y política adquirida. La producción de innovación, de tecnología y la
experiencia en la empresa social o privada, son parte fundamental de la
formación en investigación.
Los proyectos de investigación universitaria
tienen que resultar en un bien social y productivo de utilidad para el país que
los financia. La investigación científica requiere una técnica y además, debe
disponer de una ética nacionalista y de un compromiso popular.
Los parámetros de los evaluadores de
la CONEAU
Para el nacionalismo y a diferencia de lo que
opina un sector del reformismo, es necesaria la CONEAU. La evaluación
externa forma parte de un ejercicio propio de la democracia de masas, que
obliga a los funcionarios públicos a rendir cuentas frente a la sociedad.
Por otro lado, la definición de parámetros comunes dentro del
sistema es un paso importante para garantizar la unidad científica
iberoamericana. Sin organismos como la CONEAU es inviable la necesaria y
estratégica articulación dentro de las universidades del continente.
Por
En el punto de vista del nacionalismo los
estándares y los parámetros para regular el interés público y para evaluar
carreras e instituciones, dejan de ser
definidos por el mismo sistema universitario para organizarse a partir
de los organismos resultantes de la democracia de masas y del mundo productivo.
Por ejemplo, quién debería definir el “riesgo de modo directo en la salud” sino
es el Ministerio de salud?; ¿el
ministerio de Planificación Federal no debería intervenir en la escritura de
los parámetros para evaluar la “seguridad” en las ingenierías en construcciones
o en arquitectural?. En la definición de estándares en las ciencias sociales
para garantizar los “derechos” de los habitantes, no podría intervenir el
Ministerio de Desarrollo Social?,
Finalmente y a modo
de cierre consideramos oportuno reiterar la opinión de Amílcar Herrera quien
estableció que “en un mundo que lo puede
modificar prácticamente todo, con sólo utilizar los conocimientos generales por
la revolución intelectual más profunda de la historia, el atraso reside más en
la mente de los hombres que en las condiciones externas”.
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