Proyecto de
Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño
en el período 2003 -2011” ,
UNAJ – Secretaría de
Política Universitaria.
“Brasil,
que vivió siempre mirando a Europa y a Estados Unidos, de espaldas a América
del Sur y de espaldas, en realidad, a África, gracias a una política externa
audaz y propositiva, hace menos de un mes firmáramos, en la ciudad de Cusco, en
Perú, la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones (…) después de
crear la base para la
Comunidad Sudamericana de Naciones, resolvimos girar hacia
África, para la tan querida África, con quien Brasil tiene una deuda
histórica”.
Inácio Lula da Silva
En el
mundo actual caracterizado por fuertes tensiones sociales, financieras y
militares, la estabilidad política y económica del continente sudamericano depende
estrechamente del rol que cumple Brasil.
Brasil
potencia económica sudamericana y mundial
Brasil
tiene una superficie cercana a los 8.500 millones de km2 y se ubica como la
sexta economía mundial. Según datos de la CEPAL, en el año 2013 acumuló un PBI
anual de 2.261.555 millones de dólares y ello implicó
el 37,6 % del PBI del conjunto de la región.
Dentro
de la potencia iberoamericana, existen marcadas diferencias de desarrollo
económico y social entre sus 27 estados y sus 200 millones de habitantes. Coexisten
en el país regiones con bajos niveles de desarrollo humano, con otras con una
economía más adelantada. Según palabras de Marco Aurelio García “la desigualdad no sólo expresaba en los
números fríos de las estadísticas sociales, sino que también aparecían las
diferencias entre centro Sur rico y el Norte Nordeste pobre o miserable”
(Saer – García 2010: 174). Contrastando con las regiones del norte más pobre
del Brasil, San Pablo concentra una población cercana a los 40 millones de
habitantes y allí radica el conglomerado industrial y tecnológico más
importante del país. En San Pablo se encuentra la bolsa de valores más grande
del continente sudamericano (BOVESPA).
El
país conformó una estructura productiva abierta al mercado mundial desde el año
1808. Durante los siglos XIX y los inicios del XX, consolidó un perfil
agroexportador que atravesó las etapas del café, del caucho, del cacao o del
azúcar. Según un informe de la CEPAL, en el año 2013 los principales productos
de exportación del Brasil son el mineral de hierro
(13,6 %), la soja (9,5), el petróleo crudo (5,4%) y el azúcar (3,8%). Ocupan un
lugar importante la producción y la exportación de carne[1],
de maíz y de aves.
Además
de un Estado agroexportador, el país es parte de un importante proceso de
industrialización que ya acumula varias décadas. En el siglo XX fueron Getúlio
Vargas y el Partido Trabalhista del Brasil (PTB), quienes impulsaron más conscientemente
la industrialización del país. El mandatario promovió la creación de la petrolera PETROBRAS
y del Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDE). Desde una perspectiva
desarrollista cercana al argentino Arturo Frondizi, el presidente Juscelino
Kubitscek y su vice Joao Goulart (ex PTB) continuaron el programa de crecimiento
productivo del país. El país desarrolló importantes logros y tiene empresas de envergadura
a nivel internacional como son EMBRAER o
PETROBRAS. La compañía aeronáutica es la tercera en la jerarquía mundial. De la
mano de PETROBRAS Brasil declaró la autonomía energética en el año 2006. La
CEPAL menciona que en el año 2013 dentro de los principales productos
industriales que exporta Brasil, se encuentran los barcos (3,2%) y los
automotores (2,2%).
¿Es
posible un gobierno de izquierda en una potencia económica capitalista?
“El
gobierno de Lula representaba una nueva expresión del campo popular, que tuvo
en los gobiernos de Getúlio Vargas y de Joao Goulart sus antecedentes más
próximos. Gobiernos de coalición de clases, pluriclasistas, que asumieron
proyectos de unidad y desarrollo nacional, con una gran atención sobre las
políticas sociales”.
Emir Sader
Dentro
de la nación lusitana no hay una sola perspectiva que defina las tareas y los
objetivos que tiene que desempeñar el país. Las divergencias se originan en
posiciones de clase e ideológicas y se expresan en el plano de la política
interna y de la acción internacional. Actualmente en Brasil coexisten las
tensiones políticas entre sus clases dominantes tradicionales y las diversas
expresiones sociales emergentes desde mediados del siglo XX. Desde el año 2003 Brasil
es gobernado por una coalición política de izquierda, en el contexto de un país
que tiene una clase dominante históricamente de derecha y conservadora. El
Partido de los Trabajadores (PT) de donde provienen Inácio Lula Da Silva y
Dilma Ruseff, surgió en el año 1980 como resultante de una confluencia entre los
siguientes sectores sociales:
- grupos
sindicales que se organizaron en la Central Única de los Trabajadores (CUT);
- campesinos
vinculados al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST);
- organizaciones
religiosas en un país con una importante desarrollo de la Teología de la
Liberación y de las Comunidades Eclesiásticas de Base;
- agrupaciones
de izquierda y grupos medios universitarios.
La disputa
existente entre una izquierda de base popular en ascenso y la tradicional clase
dominante brasileña, se expresó hacia el mismo seno del partido de gobierno. En
el año 2003 Lula Da Silva encabezó la fórmula electoral en un acuerdo con el
vicepresidente José Alencar, de procedencia empresarial (textil) y de militancia
en el Partido Liberal. Esta relación política inestable y conflictiva entre una
izquierda y una clase dominante conservadora, es el reflejo de una nación en la
que conviven una fuerza social con reivindicaciones emancipadoras, con un
empresariado concentrado y poderoso con vocación expansiva y reacio a
distribuir la riqueza y el poder social adquirido.
Del
subimperialismo brasileño a factor estabilizador regional
Brasil
es el Estado de Iberoamérica que más cabalmente aplicó una política de
expansión de su territorio. El país amplió su superficie considerablemente en
relación a las fronteras del antiguo imperio portugués. No exageró Arturo
Jauretche cuando mencionó que “Brasil
crece en la industria y en el mapa a medida que nosotros nos achicamos”
(Jauretche 1957). Siguiendo con el punto de vista de Jauretche es innegable que
“toda la historia del Brasil es una dura
y continuada lucha por el espacio” (Jauretche, 2008: 136).
Desde
la época colonial, pasando del imperio a la República, Brasil desarrolló una
política exterior de vocación nacional expansiva. En el siglo XIX influyó en la
organización de la Cuenca del Plata acelerando la separación del Uruguay de las
fronteras del antiguo Virreinato del Rio de la Plata, derrocó a Juan Manuel de
Rosas combatiendo en Caseros e intervino activamente en la Guerra del Paraguay
destruyendo a su adversario económico, militar y político Solano López.
Fue
un aliado de Inglaterra en la antesala de su independencia y luego de los
Estados Unidos durante buena parte del siglo XX. Según Jauretche “mientras nuestras llamadas élites niegan la
existencia de los factores imperialistas, Itamaraty tiene plena conciencia de
ellos y los cuenta como factores operantes (…) Brasil ha jugado a favor de esos
intereses, pero sacando ventajas propias, porque los conoce (…) la colaboración
prestada por el Brasil a los imperialistas ha tenido precio y siempre a
expensas nuestras; su política ha sido de paralelismo negociado y nunca de
sometimiento incondicional ni de adhesión a principios abstractos” (Jauretche
2008: 141).
Con
honrosas excepciones, en Brasil se conformó una clase política escasamente
consustanciada con la unidad continental. Tampoco existió una vocación
manifiesta de acercamiento con la Argentina y por el contrario, la potencia
lusitana entabló históricas rivalidades acentuando las disputas entre las
antiguas potencias España y Portugal.
A
contrapelo de la actitud tradicional de la diplomacia brasileña, el Barón de
Río Branco impulsó un pacto pacifista con la Argentina. Resultante
de su gestión, Branco suponía que Argentina, Brasil y Chile (ABC) iban a
profundizar acuerdos comerciales reforzando una unidad que consideró necesaria
e impostergable.
A
mediados del siglo XX la posibilidad de un nuevo tratado del ABC, fue impulsado
por Juan Domingo Perón, por Getulio Vargas y por Carlos Ibáñez del Campo en
representación de la nación trasandina. Según el punto de vista de Perón,
fueron las presiones de los grupos dominantes del Brasil quienes impidieron el
acuerdo de integración. En palabras del presidente argentino la posibilidad de
unidad había chocado con “Itamaraty que
constituye una institución supergubernamental” (Perón 1968: 92).
Desde
mediados del siglo XX y como afirmó Jauretche, sus acciones traducían los
intereses de las clases dominantes brasileñas en sintonía con la política
exterior de los EUA. Esta incapacidad manifiesta de las dirigencias políticas
sudamericanas de actuar de manera mancomunada, favoreció las rivalidades y las
disputas y Brasil fue en muchos casos, un factor de desestabilización de la política
regional.
Actualmente,
Brasil se presenta como una potencia mundial de segundo orden y su política
exterior se orienta:
- hacia
Iberoamérica, oficiando como el eje de aglutinación fundamental del MERCOSUR y de
la UNASUR;
- hacia
el continente africano, reforzando sus relaciones políticas y comerciales con
un continente con el que tiene cercanía geográfica y racial[2];
- hacia
el Asia, integrando un acuerdo con Rusia, India y China -al que luego se sumó
Sudáfrica - (BRICS).
El
crecimiento económico, político y militar[3]
del Brasil, le está permitiendo poner en debate la división mundial del trabajo.
El país está interviniendo activamente en los foros internacionales y exige un
lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, cuestiona la
composición de los organismos financieros internacionales como son el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Es a partir de acá, que Brasil
canceló su deuda con el FMI por decisión de Lula y no ingresó a organismos del
Banco Mundial (BM) como el CIADI.
En
el siglo XXI Iberoamérica puede dejar de ser el “patio trasero de los EUA”, para conformarse como el área de
influencia directa del Brasil. La decisión de Brasil de enfrentar el tratado de
apertura comercial impulsado por los Estados Unidos (ALCA), es sintomático del
lugar que pretende jugar el país en las nuevas relaciones con la potencia del
norte.
La
asunción de Lula en el gobierno desde el año 2003, trajo aparejada una apuesta sustancial
del Brasil a la unidad regional. Del Barón de Río Branco a la fecha, el PT es
la expresión política más claramente integracionista de la historia del Brasil.
En la actualidad Brasil[4]
es el principal aliado comercial de la República Argentina
y ambos países trabajan en conjunto para la producción del vehiculo militar
Gaucho y en otras iniciativas como la Alianza Estratégica en Industria
Aeronáutica (AEIA), que incluyó el acuerdo para la
producción del avión de carga KC - 390 (Embraer y FAdeA). Según el actual
Embajador del Brasil en la Argentina, existen más 120 sucursales de empresas
brasileñas en nuestro país que generan 40.000 empleos y un stock de inversiones
de 17.000 millones de dólares (Vieira Vargas 2014: 58).
A lo
largo del tiempo se demostró que el alto nivel de desarrollo relativo del
Brasil con el resto del continente, puede derivar en políticas hegemonistas. Es
en este aspecto, en donde la conducción política del PT puede oficiar como un
contrapeso de las exigencias de las clases dominantes del mismo Brasil, que son
poco permeables a la integración regional. Según Aurelio García “Brasil hizo una opción clara. No quiere ser
un país próspero en medio de un conjunto de países pobres y desesperanzados
sobre su propio futuro” (Saer – García 2010: 184). Las clases políticas del
continente pueden alcanzar acuerdos para el desarrollo de iniciativas productivas,
que le otorguen a los distintos países y pueblos beneficios concretos en
términos de ingreso, de empleo y de desarrollo. De la mano del PT se está avanzando
en la certeza de que la política de integración regional, no puede quedar sujeta
solamente a los objetivos de las corporaciones.
Del
imperio esclavista a la era social
Conjuntamente
al resto de los países fundados a partir del colonialismo Europeo, Brasil reprodujo
dos tipos de divisiones:
- racial:
el Estado sostuvo un sistema económico esclavista hasta el año 1888 y durante
el siglo XX reprodujo una matriz racista de la distribución del poder;
- clasista: Brasil fue y sigue siendo uno de los
Estados más desiguales en términos sociales del planeta.
Gran
parte de los primeros derechos sociales sancionados en el siglo XX, fueron promovidos
por Getulio Vargas en una alianza entre los militares y la burguesía industrial.
Más allá de los avances sociales producto de las dos gestiones del presidente
Vargas o del crecimiento económico del país entre los años 1964 y 1985 que es recordado
como el “milagro brasilero”, Brasil no pudo evitar que gran parte del pueblo
pobre viva de milagro.
El
ingreso del PT a la realidad del Brasil en los años ochenta, viene a revertir
ambas desigualdades. Lula ingresó a la política de la mano de la acción
sindical y adquirió protagonismo en las huelgas y movilizaciones que
transcurren entre los años 1977
a 1980. La primera manifestación masiva se produjo en el
año 1977 en la “campaña de recomposición
salarial”, en 1978 el sindicalismo impulsó la operación de “brazos caídos” y en 1979 se promovieron
huelgas con la intervención de más de 3 millones de obreros.
La
construcción política del PT impulsó el
Foro Social de Porto Alegre, que ofició
como uno de los ámbitos mundiales más trascendentes para la formulación y la
divulgación de una agenda de reforma social y de predica política antiimperialista.
Desde
su gestión presidencial el PT viene aplicando una agenda de reformas sociales,
en el contexto de un modelo económico que alcanzó tasas de crecimiento del 5,1 % entre 2003 y
2008 y del 2,7 % entre los años 2009 y 2012 (O´Farrell y Villafañe 2013: 109).
Las
políticas de Lula da Silva y de Dilma Ruseff permitieron una mejora en el empleo.
El desempleo se redujo del 9,7 % en 2003 al 5,3 % en el año 2010, como
resultante de que se generaron 14 millones de trabajos. Aumentó el salario
mínimo en valores reales un 50 % entre los años 2002 y 2010 (Singer 2013: 82). Muchos
de los nuevos puestos de trabajo nacieron en la economía privada y otros fueron
el resultante de la obra pública. Solamente en el último mundial de futbol, el
Estado invirtió alrededor de 14.000 millones de dólares y el Programa Mi Casa Mi Vida se propone construir un
millón de viviendas.
La
gestión del PT favoreció la mejora de las condiciones de vida de los sectores históricamente
marginados del país. Salieron 40 millones de brasileros de la línea de pobreza
a partir de los programas Bolsa Familia[5]
o Hambre Cero. La malnutrición infantil disminuyó un 43 % durante la primera
gestión de Lula. El primer presidente del PT impulsó el programa de becas
universitarias ProUni orientadas en un 40 % a brasileños negros e indígenas.
El
gobierno amplió el crédito para las familias de bajos recursos y para la PYMES.
Del 2003 a la fecha 42 millones de brasileños accedieron a la clase media
(Vieira Vargas 2014: 55).
Las
cuentas pendientes
El
gran desafío al que se enfrenta el PT tiene que ver con consolidar a Brasil
como una potencia mundial, afianzando la integración sudamericana y permitiendo
la emancipación social, cultural y política del pueblo. La profundización del proyecto industrial
forma parte de la agenda de una potencia de segundo orden, que ambiciona jugar
un rol central en el mundo.
El
PT alcanzó el poder como parte de los reclamos históricos del pueblo brasileño.
Muchas de las reivindicaciones de las organizaciones campesinas y políticas,
encontraron receptividad en la agenda de gobierno iniciada en el año 2003. Los
indicadores de empleo, de vivienda o de acceso a la tierra, mejoraron
considerablemente en relación a los proyectos neoliberales aplicados en las
décadas del ochenta y del noventa.
Sin
desconocer los logros alcanzados, son muchas las cuentas pendientes. Brasil,
como buena parte de Sudamérica, tiene un sistema impositivo regresivo y
mantiene una estructura económica concentrada poco permeable a la distribución
de la riqueza.
En
el plano social sigue existiendo una inmensa desigualdad en la distribución del
ingreso entre clases y geografías del mismo Brasil. Estas diferencias que
perpetúan situaciones de pobreza, de falta de acceso a la tierra y de
indigencia de sectores importantes de la sociedad, generan condiciones para el
aumento de la violencia y del accionar del crimen organizado.
De
la capacidad de Brasil de resolver estos desafíos y de contribuir al desarrollo
sustentable y a la estabilidad política de Sudamérica, dependerá su propio
destino. La conformación de un continente dividido políticamente, atrasado
económicamente y empobrecido socialmente, conducirá al subdesarrollo
estructural de Sudamérica incluyendo al mismo Brasil.
Bibliografía
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el mapa a medida que nosotros nos achicamos, Revista Que, N 156, Buenos
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(2010) Brasil entre el paso y el futuro,
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(2013) Los sentidos del lulismo ¿será el
lulismo un reformismo débil?, Revista del Trabajo, Año 9, N 11, Buenos
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Viera Vargas Everton
(2014) La Argentina y América del Sur en
la inserción internacional del Brasil, GESTAR, Año 4, N 13, Buenos Aires.
[1] Brasil es el primer
productor y exportador mundial de carne bovina y de cuero (30 % del mercado
mundial).
[2] Brasil tiene la mayor
población negra fuera de África. Según el Censo de 2010 97 millones de
habitantes son negros o mulatos sobre un total de 190 millones (Explorador
2013: 3).
[3] El presupuesto
militar de Brasil supera a la sumatoria del resto de los países Sudamericanos
(Explorador 2013: 51).
[4]
China es el principal aliado comercial de Brasil, Estados Unidos es el segundo y
la Argentina el tercero (Vieira Vargas 2014: 59).
[5] Bolsa Familia reunió
y profundizó los objetivos de los programas Bolsa Escola, Bolsa Alimentacao o
Auxilió Gas. En 2010 alcanzó a 13 millones de familias y la inversión implicó
el 0,4 del PBI de Brasil (O´Farrell y Villafañe 2013: 118)
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