viernes, 13 de junio de 2014

HAY QUE VOLVER A LOS CLÁSICOS: ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO NACIONAL

CUADERNO DE TRABAJO N° 14 DEL CENTRO DE ESTUDIOS HERNÁNDEZ ARREGUI 
 Aritz Recalde
Junio 2014
 “Somos un episodio en la larga lucha por la Liberación integral del país. Si caemos, otros nos sustituirán. Nada se pierde del todo. La memoria de los pueblos tiene recovecos muy recónditos.Raúl Scalabrini Ortiz
 “Pensar en nacional es, pues, en una semicolonia como la Argentina, pensar revolucionariamente, cuestionando el orden impuesto por el Imperialismo, que no sólo es injusto y humillante sino que además, impide toda posibilidad de progreso histórico, es decir, cierra el paso a una auténtica Democracia participativa, al ascenso cultural y a las profundas transformaciones.”  Norberto Galasso
 La corriente ideológica y política del Pensamiento Nacional tiene una innegable vigencia en el Siglo XXI. Para aseverar nuestra hipótesis nos referiremos a dos cuestiones centrales:
 Primera: los intelectuales del Pensamiento Nacional aportan un diagnóstico sumamente actual de los problemas estructurales de la Dependencia del país y de la Región.
 Segunda: el Pensamiento Nacional ofrece una agenda de propuestas para la resolución de los problemas estructurales del país y de las Organizaciones Libres del Pueblo.


I. Diagnóstico de nuestra Dependencia
 “Los Pueblos fuertes no temen su propia realidad.” Raúl Scalabrini Ortiz
 “La falsedad histórica debilita a una Nación.” José Luis Muñoz Azpiri

Más allá de las diferencias y matices existentes entre los intelectuales del Pensamiento Nacional, todos ellos comparten la hipótesis de que un país que enajena su Soberanía económica y cultural, está condenado a ser una semicolonia en el plano político y un Estado desigual en el terreno social.

Raúl Scalabrini Ortiz y la Dependencia económica
 “Inversiones extranjeras (…) ellas son útiles sólo cuando representan la evolución capitalista, y no la imperialista, que es su negación cumpliendo dos objetivos básicos: gravitación interna para orientar la política, y gravitación económica para orientar la producción hacia formas convenientes a la metrópoli.” Arturo Jauretche

Raúl Scalabrini Ortiz demostró a partir de minuciosas investigaciones el hecho perjudicial que trajo aparejada la posesión del capital trasnacional de los servicios públicos y de las instituciones de administración del crédito y de la moneda. Para el autor, y en relación con la opinión del epígrafe de Jauretche, el capital extranjero efectuó un manejo imperialista de los servicios públicos y de la economía nacional. La posesión extranjera de nuestros recursos benefició a las potencias de origen del capital, en desmedro de nuestros intereses estratégicos como país. En particular, Scalabrini Ortiz mencionó que era pernicioso para la Argentina el control extranjero de:

A- Servicios públicos como los Ferrocarriles. Estos medios de transporte “han actuado en la Argentina como en tierra conquistada.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 24) Para el autor “el ferrocarril fue el mecanismo esencial de esa política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha llamado imperialismo económico.” (Scalabrini Ortiz, 1983: 16)
B- El Petróleo. El recurso natural ya era ambicionado en el período que escribe Scalabrini Ortiz por los Estados Unidos y desde su punto de vista “la última riqueza que aún pertenecía al pueblo argentino está en peligro: la enajenación de las reserva petrolíferas está ya en trámite.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 39)

C- El Banco Central y los medios de crédito y moneda. Scalabrini Ortiz analizó el rol del Banco de la Provincia de Buenos Aires impulsado por Bernardino Rivadavia y concluyó que “estuvo siempre bajo el contralor de Inglaterra (…) fue desde el primer momento un enemigo de las industrias y aun del comercio local.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 55 y 62) Esa lógica de funcionamiento se profundizó en el siglo XX y el Banco Central creado en el año 1935 fue definido por Scalabrini como “el Banco del imperialismo” que se gestó “en la sombra para menoscabo de nuestra soberanía.” (Scalabrini Ortiz,, 1972: 31)

D- El Comercio Exterior. En palabras de Scalabrini Ortiz: “la comercialización está acaparada por cuatro firmas que responden en orientación a esa política imperialista (…) Hemos cedido al extranjero los Puertos, los servicios sanitarios, los ferrocarriles.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 24 y 130)

El manejo extranjero de los principales resortes estructurales de la economía como son los servicios públicos, los Bancos o la energía, se complementó con la utilización política e ideológica del endeudamiento externo que “fue empleado de inmediato como un instrumento psicológico favorable a todas las pretensiones inglesas.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 88) El autor analizó el empréstito que adquirió el país en el año 1824 y consideró que su objetivo era el de “retener el desarrollo de los pueblos” y “el endeudamiento hacia Inglaterra es una obra finísima de la extraordinaria inteligencia política británica.” (Scalabrini Ortiz, 2012: 349) La vigencia actual del pensamiento del autor se amplifica aún más desde el momento que estableció que “endeudar un país a favor de otro, hasta las cercanías de su capacidad productiva, es encadenarlo a la rueda sin fin del interés compuesto (…) tarde o temprano el acreedor absorbe al deudor.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 111)

La entrega económica de la Patria fue organizada a través de un sistema de regulaciones legales que benefició intereses externos. Las leyes argentinas fueron formuladas por representantes nativos serviles a los grupos de poder foráneo. Scalabrini Ortiz destacó el origen dependiente de la Constitución del año 1853 que estaba al “servicio del capital extranjero” (Scalabrini Ortiz, 1972:112), de la ley de “coordinación de transporte” tendiente a proteger a las empresas inglesas y de la legislación de regulación del petróleo en los años ´30. Denunció terminantemente que para cumplir esta tarea, el Estado argentino fue administrado por abogados y por representantes de las corporaciones extranjeras, cuya labor de entrega recibía un blindaje mediático desde el “Periodismo, instrumento de la dominación británica.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 248)

Arturo Jauretche y la Dependencia cultural

A nada llegamos mientras nuestra historia nos oculte la realidad de nuestro actual colonialismo.” José María Rosa

“La transformación del sujeto ha recibido en la historia de la humanidad diversas denominaciones hasta llegar a nuestro tiempo, en que se habla de un “lavado de cerebros” o, certeramente, de una “colonización pedagógica.” Fermín Chávez

En varios de sus libros, Arturo Jauretche explicó con detalle el proceso de organización de las instituciones culturales del país. En su punto de vista, se produjo una extranjerización del sistema de producción y de distribución de bienes materiales (tecnología) y simbólicos (educación, valores, etc.) que conforman la cultura. Denominó al proceso de formación cultural dependiente como una “colonización pedagógica”, tendiente a impedir la formación de una identidad nacional propia. El imperialismo cultural que explicitó Jauretche, formó parte de la división mundial del trabajo y su finalidad fue la de acompañar las acciones económicas, políticas y militares de las potencias europeas y norteamericana. En palabras del autor “Grupos capitalistas tienen en sus manos la Universidad, la Escuela, el libro, el Periodismo y la radiofonía. No necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes (…) un Director de un trust eléctrico, o de cualquier otro trust, tiene hoy en sus manos el control de todas las noticias, de todos los editoriales, de todos los comentarios  periodísticos.” (Jauretche, 2002: 211)

Para Jauretche, en los Estados del Tercermundo las potencias dominantes actuando en complicidad con la oligarquía local, organizan los valores culturales de un país. Falsifican la historia que se enseña en instituciones y que se rubrica en denominaciones de calles o de plazas, edificando héroes y denostando a dirigentes con la finalidad de “impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Así hemos carecido de realismo.” (Jauretche, 1959: 15) Jauretche entiende que estos mismos grupos de poder, controlan los Medios de información y de opinión más importantes del país. Los dueños de la prensa autodenominada “libre”, censuran o generan una autocensura entre sus miembros, con el objetivo de que éstos no cuestionen las acciones e intereses materiales y políticos de sus anunciantes. En los países dependientes, los publicistas se vinculan a “grandes intereses económicos extra nacionales” y es por ello, que la prensa prestigia a los Proyectos de país que sirven a las corporaciones y critica a los que representan a los sectores populares. Cooke llegó a la misma conclusión de Jauretche cuando mencionó que “Considero que la prensa comercial vinculada al imperialismo es uno de los mayores peligros para los países que luchan por su liberación.” (Recalde, 2009: 67)

La presión mediática tiene alcances internos y además, actúa a nivel internacional. Tal es así, que Jauretche sostuvo sobre la influencia política de prensa mundial que “lo importante para un gobernante argentino no es lo que opina el país sobre él, sino lo que opinan esos “cagatintas” rentados a divisas fuertes.” (Jauretche, 2004: 163) El nacionalismo cultural en la óptica de Jauretche, se expresó como el derecho de los pueblos a practicar y a ejercer su propia identidad frente al accionar del imperialismo que se presenta como supuestamente “universal.” La Nación es al mismo tiempo una identidad que unifica a una comunidad frente a las potencias extranjeras y es, además, la representación de una diversidad cultural, histórica y étnica en constante construcción, conflicto y elaboración. 

II. ¿Qué hacer?
 “Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un Movimiento de Liberación adquiere eficacia necesaria para luchar con éxito.John William Cooke

Tal como afirmamos previamente, el Pensamiento Nacional postuló propuestas y acciones concretas para transformar la realidad dependiente. A continuación, vamos a comentar únicamente y de manera sucinta algunas de ellas.
 El sujeto de los cambios de la historia
José María Rosa explicó que a lo largo de la historia nacional fue el pueblo mestizo el sujeto transformador y revolucionario. Su punto de vista se distanció de buena parte de la intelectualidad liberal, que sostuvo que el progreso político en el país solamente era posible sustituyendo razas, extirpando culturas y exterminado a las clases populares. En este sentido, José María Rosa no exagera cuando afirma que “la falta de fe en la Argentina es la gran falla de ciertos personajes que se mueven en la historia oficial. Parece que todo nuestro pasado ha sido un esfuerzo constante de desargentinizar la Argentina.” (Rosa, 1967: 14) Nuestras clases altas y sus intelectuales, sostuvieron que el inmigrante extranjero y los representantes europeizados de la oligarquía, eran los únicos portadores de la “civilización.” Alberdi postuló “civilizar es poblar” el país con extranjeros, Sarmiento teorizó sobre el “conflicto y la armonía de las razas en América” y Mitre impulsó guerras de policía y genocidios contra poblaciones enteras, como fue la acción militar la Triple Alianza contra el Paraguay. Aquí se consolidaron los valores del racismo y del clasismo que caracterizaron a la cultura de la clase alta y a parte importante de los grupos medios. José María Rosa, por el contrario, mencionó que no hay posibilidad de cambio social revolucionario sin la movilización de las masas populares detrás del objetivo nacional. Su interpretación de que el pueblo es el sujeto de la revolución lo distanció de otros historiadores revisionistas. En su debate con Julio Irazusta en torno a la figura de Juan Manuel de Rosas, mencionó “yo veo en él la expresión de un país esencialmente popular, y que debe volver a serlo para retomar el camino de su grandeza. Julio ve solamente un ejemplo de gobernante patriótico, inteligente y honesto.” (Hernández, 1978: 69) Esta misma hipótesis manejó Eduardo Astesano quien mencionó que “Rosas gobierna con el pueblo y lo representa. Lo que define la obra democrática es el interés por el pueblo. Rosas pensó siempre en el pobre: en el indio, en el gaucho y el negro.” (Astesano, 1974: 39) La masa del pueblo tenía que unirse con los sectores medios de la juventud y es por eso que José María Rosa mencionó que “uno de los errores fundamentales de Rosas –quizás el más grave- fue no haberse atraído a esa juventud de 1837. Alberdi, Echeverría, Gutiérrez, Mármol, Vicente López (…) Rosas debió acercarlos, instruirlos, hacerlos sus secretarios, sus confidentes, quitarles lo afrancesado y absurdo que había en sus pensamientos.” (Hernández, 1978: 69) De la unidad del pueblo trabajador y mestizo y de sus intelectuales, dependía el desarrollo independiente del país. A partir de este punto de partida, Rosa sostiene que la clase dirigente debe conocer, respetar y movilizar al pueblo detrás de los objetivos nacionales. Dicha finalidad tiene que partir de la aceptación de la realidad cultural, histórica y política de los sectores populares del país y es por eso que el autor va a reivindicar las figuras políticas de Juan Manuel de Rosas, de Gervasio de Artigas o de Solano López, a los que consideró caudillos y dirigentes protagonistas de una genuina expresión de la Democracia y de la Soberanía popular. Con esa matriz de pensamiento, Rosa pudo interpretar al Peronismo como una representación original y potente de los intereses populares y nacionales.    

Existieron y existen en la actualidad, interpretaciones sociológicas distintas a las de José María Rosa y a las de otros exponentes del Pensamiento Nacional. Desde matrices de pensamiento con anclaje biológico, se acusó al pueblo movilizado en el Siglo XIX de ser una barbarie atrasada resultante de sus rasgos españoles, indios, negros o mestizos. De manera similar, frente al surgimiento del Peronismo y del protagonismo de las masas en el Siglo XX, los intelectuales desarrollaron una batería de conceptos peyorativos y se lo definió como un Movimiento “autoritario”, como un “aluvión zoológico” o como un proceso político “tradicional - no moderno.” Siempre que aparece el pueblo en la política, la clase dominante reacciona y moviliza a sus intelectuales para que le den “racionalidad científica” a su oposición de poder. El debate de los especialistas o los periodistas, es presentado como un análisis académico, cuando en realidad es una operación política. Algo similar a lo transcurrido en los Siglos XIX y XX, sucede en pleno Siglo XXI: frente a procesos políticos de cambio social y de movilización popular en Venezuela, en Brasil, en Bolivia o en la Argentina, los intelectuales insisten con las categorías de “populismo”, de “autoritarismo” y de “república avasallada.” Para no caer en estos errores, es recomendable una relectura de la obra de José María Rosa y de los intelectuales del Nacionalismo popular, quienes permiten comprender la forma concreta que adquiere el accionar del pueblo en la historia.

Manuel Ugarte y la Geopolítica latinoamericana
  “América latina para los latinoamericanos.” Manuel Ugarte

“La realización de la Unidad política latinoamericana será el corolario natural de nuestra época y el nuevo punto de partida para un desarrollo triunfal de la cultura americana, nutrida en su suelo y, por eso mismo, universal.” Jorge Abelardo Ramos

En su prolífera obra, Manuel Ugarte conformó una teoría de la Geopolítica iberoamericana. Su producción favorece la interpretación de la relación pasada, presente y futura de los Estados del Sur con las potencias imperialistas. Ugarte destacó que las metrópolis son las que definen los lineamientos centrales para precisar y practicar las relaciones internacionales. Los latinoamericanos importamos éstas ideas y es por eso que carecimos de un programa de Integración regional propio. Frente a la ausencia de una doctrina política para la Unidad de Iberoamérica, el imperialismo británico y luego el norteamericano, impulsaron la división del Continente en distintos países que fueron separados por guerras y por divisiones políticas innecesarias. Para garantizar la tarea de imposición de agenda de política exterior, en los países atrasados se conformó una clase dirigente que miró a Europa y que le dio la espalda a los pueblos y a los Estados iberoamericanos. Por mucho tiempo, los dirigentes políticos del Continente fueron incapaces de consolidar un Proyecto de integración en conjunto y vivieron según Ugarte “obsesionados por la Patria chica.” El autor manifestó en el año 1927, que la falta de una visión geopolítica regional favoreció que las compañías extranjeras se apoderen de las “minas, los monopolios, las concesiones y los empréstitos.” A partir de dicha intromisión se produjeron “conflictos, tutelas y desembarcos, haciendo patrias paralíticas que sólo pueden andar con muletas extranjeras.” (Ugarte, 1996: 155) Ugarte demostró que la debilidad de las Patrias chicas y de una dirigencia sin vocación americanista, fortaleció la acción imperialista de los EUA que se expandió sobre Texas, California y Nuevo México, mientras asediaba a Cuba con la Enmienda Platt y se apoderaba del Canal de Panamá. 

Juan José Hernández Arregui postuló en el año 1972 que Iberoamérica “reúne todas las condiciones de una Nación total, continuidad geográfica y sobre todo lingüística.” (Hernández Arregui, 1972: 264) Muchas de sus ideas habían sido elaboradas por Ugarte, quien estaba convencido de que el Continente era una Nación ya que tenía una cultura, una historia, un territorio y una proliferación de razas en común. Iberoamérica es potencialmente un mercado y una economía que pueden alcanzar altos grados de autarquía en relación al sistema mundo. A la potencialidad económica y la uniformidad cultural, había que dotarlas de una conciencia política iberoamericana. Además y como cuestión central, Ugarte considera que la Unidad iberoamericana es el único freno posible a la política imperialista internacional. Nos unen los puntos en común internos y, principalmente, deberían fortalecernos las diferencias objetivas de intereses con la geopolítica expansionista. Para aseverar su argumento, Ugarte mencionó que “en política internacional no hay una verdad, sino tantas verdades como intereses internacionales están en pugna; y no hemos de hacer al imperialismo el reproche pueril de aprovechar las oportunidades que se le ofrecen.” (Ugarte, 1962: 357) Para Ugarte la Integración iberoamericana era un tema impostergable y se trataba de “reaccionar o sucumbir” frente al imperialismo. Con esta finalidad, el autor realizó diversos llamados a la Unidad Continental: “Basta de concesiones abusivas, de empréstitos aventurados, de contratos dolosos, de desórdenes endémicos, y de pueriles pleitos fronterizos. Ya hemos arrojado buena parte de nuestro porvenir por todas las ventanas de la locura. Que se levante el espíritu nacional como en las grandes épocas. Que cada cual piense, más que en sí mismo, en la salvación del conjunto. Opongamos al imperialismo una política seria, una gestión financiera perspicaz, una coordinación estrecha de nuestras repúblicas. Remontemos hasta el origen de la común historia. Volvamos a encender los ideales de Bolívar, de San Martín, de Hidalgo, de Morazán. Superioricemos nuestra vida. Salvemos la herencia de la latinidad en el Nuevo Mundo.”  (Ugarte, 1996: 159)

Juan José Hernández Arregui: defender la Patria es industrializarla

“Una Nación que acepta la teoría librecambista de otra no es una Nación, pues está favoreciendo, al desguarnecer su propio mercado, a la industria extranjera, y en consecuencia, frenando su propio desarrollo industrial, base de toda independencia nacional.” Juan José Hernández Arregui


Juan José Hernández Arregui es el analista del Nacionalismo popular más importante de la historia argentina del Siglo XX. En su punto de vista, no existe una Nación efectivamente soberana si previamente no se organiza una política sólida de afirmación. A partir de acá, estableció sin titubeos en Imperialismo y Cultura Arregui que: “Sin industrialización no hay Independencia económica base de la Soberanía nacional.” (Hernández Arregui, 1957: 326) En su perspectiva, la industrialización demandaba la aplicación de una política de recuperación nacional de los factores económicos estratégicos manejados por el extranjero. En la misma línea de Scalabrini Ortiz, para Hernández Arregui el Estado nacional tenía que rescatar de manos de las empresas foráneas el control de los recursos financieros, los servicios públicos y la energía.  
Hay que volver a los clásicos
 “El pensamiento latinoamericano no puede ser sino ser revolucionario. En cuanto deja de serlo se niega a sí mismo, porque admite como inmutable la situación que nos oprime.”  John William Cooke

Según adelantamos, consideramos que las obras de los fundadores del Pensamiento Nacional siguen profundamente vigentes. En varios aspectos, es innegable que gran parte de los problemas sobre los cuales teorizaron no han sido resueltos aun y ello les otorga vigencia. La agenda y la actividad política de la última década, lejos de relativizar los puntos de vista del Pensamiento Nacional, los exaltaron demostrando su vitalidad. Luego de más de dos décadas de Neoliberalismo, las Organizaciones Libres del Pueblo a lo largo de Iberoamérica interpelaron críticamente la acción imperialista en el terreno económico. En sintonía con los postulados de Scalabrini Ortiz, los países de Iberoamérica ejecutaron nacionalizaciones de empresas de energía y de servicios públicos. En algunos países, las nacionalizaciones fueron más radicales que en otros y en varios casos, la propiedad estatal ocupó mayores funciones. El objetivo actual de las nacionalizaciones y como aseveró Jauretche, busca evitar la acción de las metrópolis tendiente a la “gravitación interna para orientar la política” y a la “gravitación económica para orientar la producción hacia formas convenientes a la metrópoli.”

Sin negar las diferencias actuales e históricas entre los países, en innegable que buena parte de la dirigencia latinoamericana del Siglo XXI coincidió con Scalabrini Ortiz en el hecho negativo que conllevó la administración del sistema financiero mundial por Organismos como el FMI. En el año 1972,  Hernández Arregui lo había adelantado cuando aseveró que “un plan de transformación de la economía exige, de entrada, la ruptura de la Dependencia con los Organismos financieros internacionales y privados extranjeros. Y en consecuencia, un retorno a la política de nacionalizaciones de la época de Perón.” (Hernández Arregui, 1972: 241) En línea con el punto de vista de Jauretche, el Continente sudamericano está refundado su identidad nacional. Venezuela es una República “Bolivariana” desde Hugo Chávez, y Bolivia es un Estado orgullosamente Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario con Evo Morales y los campesinos movilizados. La creación del Canal Telesur o la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Argentina, le otorgan vitalidad al diagnóstico de Jauretche.  En conformidad con José María Rosa, son los pueblos latinoamericanos los que se levantan contra el Neoliberalismo y los que van construyendo, poco a poco, las bases de nuevos sistemas sociales post neoliberales. En nuestras Patrias, el pueblo fue protagonista clave en la salida de De la Rúa en el año 2001 en Agentina, en la nacionalización del agua en Bolivia o en todo el proceso de transformación de Venezuela. La UNASUR y la CELAC son las realizaciones políticas e institucionales más evidentes y trascendentes en la Unidad continental de los últimos dos siglos y demuestran que Manuel Ugarte tenía razón. Finalmente, y como estipuló Hernández Arregui, la Segunda y Definitiva Independencia sigue estando ligada al proceso de reindustrialización en marcha en los distintos países.  

Los padres fundadores hicieron escuela y contribuyeron a la conformación de una cultura política sin la cual las transformaciones actuales serían impensables, y más: serían imposibles. Las nuevas generaciones tienen que volver a los clásicos para seguir “pensando en nacional” como profesa el intelectual más importante de la actualidad, el historiador Norberto Galasso. Tal cual aseveró el maestro: “Para cambiar la realidad, es imprescindible conocerla. Para ello, hay que pensar, a secas. Hondo y alto. Pensar y actuar. Sólo así haremos un camino nuevo.” (Galasso, 1985: 271)

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