CUADERNO
DE TRABAJO N° 14 DEL CENTRO DE ESTUDIOS HERNÁNDEZ ARREGUI
Aritz Recalde
Junio 2014
“Somos
un episodio en la larga lucha por la Liberación integral del país. Si caemos,
otros nos sustituirán. Nada se pierde del todo. La memoria de los pueblos tiene
recovecos muy recónditos.” Raúl Scalabrini
Ortiz
“Pensar
en nacional es, pues, en una semicolonia como la Argentina, pensar
revolucionariamente, cuestionando el orden impuesto por el Imperialismo, que no
sólo es injusto y humillante sino que además, impide toda posibilidad de
progreso histórico, es decir, cierra el paso a una auténtica Democracia
participativa, al ascenso cultural y a las profundas transformaciones.” Norberto
Galasso
La
corriente ideológica y política del Pensamiento Nacional tiene una innegable
vigencia en el Siglo XXI. Para aseverar nuestra hipótesis nos referiremos a dos
cuestiones centrales:
Primera:
los intelectuales del Pensamiento Nacional aportan un diagnóstico sumamente
actual de los problemas estructurales de la Dependencia del país y de la Región.
Segunda:
el Pensamiento Nacional ofrece una agenda de propuestas para la resolución de
los problemas estructurales del país y de las Organizaciones Libres del Pueblo.
I.
Diagnóstico de nuestra Dependencia
“Los
Pueblos fuertes no temen su propia realidad.” Raúl
Scalabrini Ortiz
“La
falsedad histórica debilita a una Nación.” José
Luis Muñoz Azpiri
Más
allá de las diferencias y matices existentes entre los intelectuales del
Pensamiento Nacional, todos ellos comparten la hipótesis de que un país que
enajena su Soberanía económica y cultural, está condenado a ser una semicolonia
en el plano político y un Estado desigual en el terreno social.
Raúl Scalabrini Ortiz y la Dependencia
económica
“Inversiones
extranjeras (…) ellas son útiles sólo cuando representan la evolución
capitalista, y no la imperialista, que es su negación cumpliendo dos objetivos
básicos: gravitación interna para orientar la política, y gravitación económica
para orientar la producción hacia formas convenientes a la metrópoli.” Arturo Jauretche
Raúl
Scalabrini Ortiz demostró a partir de minuciosas investigaciones el hecho
perjudicial que trajo aparejada la posesión del capital trasnacional de los
servicios públicos y de las instituciones de administración del crédito y de la
moneda. Para el autor, y en relación con la opinión del epígrafe de Jauretche, el
capital extranjero efectuó un manejo imperialista de los servicios públicos y
de la economía nacional. La posesión extranjera de nuestros recursos benefició
a las potencias de origen del capital, en desmedro de nuestros intereses estratégicos
como país. En particular, Scalabrini Ortiz mencionó que era pernicioso para la
Argentina el control extranjero de:
A- Servicios públicos como los Ferrocarriles.
Estos medios de transporte “han actuado
en la Argentina como en tierra conquistada.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 24) Para
el autor “el ferrocarril fue el mecanismo
esencial de esa política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha
llamado imperialismo económico.” (Scalabrini Ortiz, 1983: 16)
B- El Petróleo.
El recurso natural ya era ambicionado en el período que escribe Scalabrini Ortiz
por los Estados Unidos y desde su punto de vista “la última riqueza que aún pertenecía al pueblo argentino está en
peligro: la enajenación de las reserva petrolíferas está ya en trámite.”
(Scalabrini Ortiz, 2004: 39)
C- El Banco Central y los medios de
crédito y moneda. Scalabrini Ortiz analizó el rol del Banco
de la Provincia de Buenos Aires impulsado por Bernardino Rivadavia y concluyó
que “estuvo siempre bajo el contralor de
Inglaterra (…) fue desde el primer momento un enemigo de las industrias y aun
del comercio local.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 55 y 62) Esa lógica de funcionamiento se profundizó en el siglo XX y el
Banco Central creado en el año 1935 fue definido por Scalabrini como “el Banco del imperialismo” que se gestó
“en la sombra para menoscabo de nuestra
soberanía.” (Scalabrini Ortiz,, 1972: 31)
D- El Comercio Exterior.
En palabras de Scalabrini Ortiz: “la comercialización
está acaparada por cuatro firmas que responden en orientación a esa política
imperialista (…) Hemos cedido al extranjero los Puertos, los servicios
sanitarios, los ferrocarriles.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 24 y 130)
El
manejo extranjero de los principales resortes estructurales de la economía como
son los servicios públicos, los Bancos o la energía, se complementó con la
utilización política e ideológica del endeudamiento externo que “fue empleado de inmediato como un
instrumento psicológico favorable a todas las pretensiones inglesas.”
(Scalabrini Ortiz, 2004: 88) El autor analizó el empréstito que adquirió el
país en el año 1824 y consideró que su objetivo era el de “retener el desarrollo de los pueblos” y “el endeudamiento hacia Inglaterra es una obra finísima de la
extraordinaria inteligencia política británica.” (Scalabrini Ortiz, 2012:
349) La vigencia actual del pensamiento del autor se amplifica aún más desde el
momento que estableció que “endeudar un
país a favor de otro, hasta las cercanías de su capacidad productiva, es
encadenarlo a la rueda sin fin del interés compuesto (…) tarde o temprano el
acreedor absorbe al deudor.” (Scalabrini Ortiz, 2004: 111)
La
entrega económica de la Patria fue organizada a través de un sistema de
regulaciones legales que benefició intereses externos. Las leyes argentinas
fueron formuladas por representantes nativos serviles a los grupos de poder
foráneo. Scalabrini Ortiz destacó el origen dependiente de la Constitución del
año 1853 que estaba al “servicio del
capital extranjero” (Scalabrini Ortiz, 1972:112), de la ley de “coordinación de transporte” tendiente a
proteger a las empresas inglesas y de la legislación de regulación del petróleo
en los años ´30. Denunció terminantemente que para cumplir esta tarea, el
Estado argentino fue administrado por abogados y por representantes de las corporaciones
extranjeras, cuya labor de entrega recibía un blindaje mediático desde el “Periodismo, instrumento de la dominación británica.”
(Scalabrini Ortiz, 2004: 248)
Arturo
Jauretche y la Dependencia cultural
“A
nada llegamos mientras nuestra historia nos oculte la realidad de nuestro
actual colonialismo.” José María
Rosa
“La
transformación del sujeto ha recibido en la historia de la humanidad diversas
denominaciones hasta llegar a nuestro tiempo, en que se habla de un “lavado de
cerebros” o, certeramente, de una “colonización pedagógica.” Fermín Chávez
En
varios de sus libros, Arturo Jauretche explicó con detalle el proceso de organización
de las instituciones culturales del país. En su punto de vista, se produjo una extranjerización
del sistema de producción y de distribución de bienes materiales (tecnología) y
simbólicos (educación, valores, etc.) que conforman la cultura. Denominó al
proceso de formación cultural dependiente como una “colonización pedagógica”, tendiente a impedir la formación de una
identidad nacional propia. El imperialismo cultural que explicitó Jauretche,
formó parte de la división mundial del trabajo y su finalidad fue la de acompañar
las acciones económicas, políticas y militares de las potencias europeas y
norteamericana. En palabras del autor “Grupos
capitalistas tienen en sus manos la Universidad, la Escuela, el libro, el Periodismo
y la radiofonía. No
necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que
le son inconvenientes (…) un Director de un trust eléctrico, o de cualquier
otro trust, tiene hoy en sus manos el control de todas las noticias, de todos
los editoriales, de todos los comentarios
periodísticos.” (Jauretche, 2002: 211)
Para
Jauretche, en los Estados del Tercermundo las potencias dominantes actuando en
complicidad con la oligarquía local, organizan los valores culturales de un
país. Falsifican la historia que se enseña en instituciones y que se rubrica en
denominaciones de calles o de plazas, edificando héroes y denostando a dirigentes
con la finalidad de “impedir, a través de
la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud
para concebir y realizar una política nacional. Así hemos carecido de realismo.”
(Jauretche, 1959: 15) Jauretche entiende que estos mismos grupos de poder,
controlan los Medios de información y de opinión más importantes del país. Los dueños
de la prensa autodenominada “libre”, censuran o generan una autocensura entre
sus miembros, con el objetivo de que éstos no cuestionen las acciones e
intereses materiales y políticos de sus anunciantes. En los países dependientes,
los publicistas se vinculan a “grandes
intereses económicos extra nacionales” y es por ello, que la prensa
prestigia a los Proyectos de país que sirven a las corporaciones y critica a
los que representan a los sectores populares. Cooke llegó a la misma conclusión
de Jauretche cuando mencionó que “Considero que la prensa comercial vinculada al
imperialismo es uno de los mayores peligros para los países que luchan por su
liberación.” (Recalde,
2009: 67)
La
presión mediática tiene alcances internos y además, actúa a nivel internacional.
Tal es así, que Jauretche sostuvo sobre la influencia política de prensa
mundial que “lo importante para un
gobernante argentino no es lo que opina el país sobre él, sino lo que opinan
esos “cagatintas” rentados a divisas fuertes.” (Jauretche, 2004: 163) El
nacionalismo cultural en la óptica de Jauretche, se expresó como el derecho de
los pueblos a practicar y a ejercer su propia identidad frente al accionar del
imperialismo que se presenta como supuestamente “universal.” La Nación es al
mismo tiempo una identidad que unifica a una comunidad frente a las potencias
extranjeras y es, además, la representación de una diversidad cultural,
histórica y étnica en constante construcción, conflicto y elaboración.
II.
¿Qué hacer?
“Un clima de rebeldías individuales puede durar
indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la
rebeldía está coordinada y encauzada en un Movimiento de Liberación adquiere
eficacia necesaria para luchar con éxito.” John William Cooke
Tal
como afirmamos previamente, el Pensamiento Nacional postuló propuestas y
acciones concretas para transformar la realidad dependiente. A continuación,
vamos a comentar únicamente y de manera sucinta algunas de ellas.
El sujeto de los cambios de la
historia
José
María Rosa explicó que a lo largo de la historia nacional fue el pueblo mestizo
el sujeto transformador y revolucionario. Su punto de vista se distanció de
buena parte de la intelectualidad liberal, que sostuvo que el progreso político
en el país solamente era posible sustituyendo razas, extirpando culturas y
exterminado a las clases populares. En este sentido, José María Rosa no exagera
cuando afirma que “la falta de fe en la
Argentina es la gran falla de ciertos personajes que se mueven en la historia
oficial. Parece que todo nuestro pasado ha sido un esfuerzo constante de
desargentinizar la Argentina.” (Rosa, 1967: 14) Nuestras clases altas y sus
intelectuales, sostuvieron que el inmigrante extranjero y los representantes
europeizados de la oligarquía, eran los únicos portadores de la “civilización.”
Alberdi postuló “civilizar es poblar” el país con extranjeros, Sarmiento
teorizó sobre el “conflicto y la armonía de las razas en América” y Mitre
impulsó guerras de policía y genocidios contra poblaciones enteras, como fue la
acción militar la Triple
Alianza contra el Paraguay. Aquí se consolidaron los valores
del racismo y del clasismo que caracterizaron a la cultura de la clase alta y a
parte importante de los grupos medios. José María Rosa, por el contrario, mencionó
que no hay posibilidad de cambio social revolucionario sin la movilización de
las masas populares detrás del objetivo nacional. Su interpretación de que el
pueblo es el sujeto de la revolución lo distanció de otros historiadores
revisionistas. En su debate con Julio Irazusta en torno a la figura de Juan
Manuel de Rosas, mencionó “yo veo en él
la expresión de un país esencialmente popular, y que debe volver a serlo para
retomar el camino de su grandeza. Julio ve solamente un ejemplo de gobernante
patriótico, inteligente y honesto.” (Hernández, 1978: 69) Esta misma
hipótesis manejó Eduardo Astesano quien mencionó que “Rosas gobierna con el pueblo y lo representa. Lo que define la obra
democrática es el interés por el pueblo. Rosas pensó siempre en el pobre: en el
indio, en el gaucho y el negro.” (Astesano, 1974: 39) La masa del pueblo
tenía que unirse con los sectores medios de la juventud y es por eso que José
María Rosa mencionó que “uno de los
errores fundamentales de Rosas –quizás el más grave- fue no haberse atraído a
esa juventud de 1837. Alberdi, Echeverría, Gutiérrez, Mármol, Vicente López (…)
Rosas debió acercarlos, instruirlos, hacerlos sus secretarios, sus confidentes,
quitarles lo afrancesado y absurdo que había en sus pensamientos.”
(Hernández, 1978: 69) De la unidad del pueblo trabajador y mestizo y de sus
intelectuales, dependía el desarrollo independiente del país. A partir de este
punto de partida, Rosa sostiene que la clase dirigente debe conocer, respetar y
movilizar al pueblo detrás de los objetivos nacionales. Dicha finalidad tiene
que partir de la aceptación de la realidad cultural, histórica y política de
los sectores populares del país y es por eso que el autor va a reivindicar las
figuras políticas de Juan Manuel de Rosas, de Gervasio de Artigas o de Solano
López, a los que consideró caudillos y dirigentes protagonistas de una genuina
expresión de la Democracia y de la Soberanía popular. Con esa matriz de
pensamiento, Rosa pudo interpretar al Peronismo como una representación original
y potente de los intereses populares y nacionales.
Existieron
y existen en la actualidad, interpretaciones sociológicas distintas a las de
José María Rosa y a las de otros exponentes del Pensamiento Nacional. Desde
matrices de pensamiento con anclaje biológico, se acusó al pueblo movilizado en
el Siglo XIX de ser una barbarie atrasada resultante de sus rasgos españoles, indios,
negros o mestizos. De manera similar, frente al surgimiento del Peronismo y del
protagonismo de las masas en el Siglo XX, los intelectuales desarrollaron una
batería de conceptos peyorativos y se lo definió como un Movimiento “autoritario”,
como un “aluvión zoológico” o como un proceso político “tradicional - no
moderno.” Siempre que aparece el pueblo
en la política, la clase dominante reacciona y moviliza a sus intelectuales para
que le den “racionalidad científica” a su oposición de poder. El debate de los especialistas
o los periodistas, es presentado como un análisis académico, cuando en realidad
es una operación política. Algo similar a lo transcurrido en los Siglos XIX
y XX, sucede en pleno Siglo XXI: frente a procesos políticos de cambio social y
de movilización popular en Venezuela, en Brasil, en Bolivia o en la Argentina, los
intelectuales insisten con las categorías de “populismo”, de “autoritarismo” y de
“república avasallada.” Para no caer en estos errores, es recomendable una relectura
de la obra de José María Rosa y de los intelectuales del Nacionalismo popular, quienes
permiten comprender la forma concreta que adquiere el accionar del pueblo en la
historia.
Manuel
Ugarte y la Geopolítica latinoamericana
“América latina para los latinoamericanos.” Manuel Ugarte
“La
realización de la Unidad política latinoamericana será el corolario natural de
nuestra época y el nuevo punto de partida para un desarrollo triunfal de la
cultura americana, nutrida en su suelo y, por eso mismo, universal.” Jorge Abelardo Ramos
En
su prolífera obra, Manuel Ugarte conformó una teoría de la Geopolítica iberoamericana.
Su producción favorece la interpretación de la relación pasada, presente y
futura de los Estados del Sur con las potencias imperialistas. Ugarte destacó
que las metrópolis son las que definen los lineamientos centrales para precisar
y practicar las relaciones internacionales. Los latinoamericanos importamos éstas
ideas y es por eso que carecimos de un programa de Integración regional propio.
Frente a la ausencia de una doctrina política para la Unidad de Iberoamérica, el
imperialismo británico y luego el norteamericano, impulsaron la división del Continente
en distintos países que fueron separados por guerras y por divisiones políticas
innecesarias. Para garantizar la tarea de imposición de agenda de política
exterior, en los países atrasados se conformó una clase dirigente que miró a
Europa y que le dio la espalda a los pueblos y a los Estados iberoamericanos. Por
mucho tiempo, los dirigentes políticos del Continente fueron incapaces de consolidar
un Proyecto de integración en conjunto y vivieron según Ugarte “obsesionados por la Patria chica.” El
autor manifestó en el año 1927, que la falta de una visión geopolítica regional
favoreció que las compañías extranjeras se apoderen de las “minas, los monopolios, las concesiones y los
empréstitos.” A partir de dicha intromisión se produjeron “conflictos, tutelas y desembarcos, haciendo
patrias paralíticas que sólo pueden andar con muletas extranjeras.” (Ugarte,
1996: 155) Ugarte demostró que la debilidad de las Patrias chicas y de una
dirigencia sin vocación americanista, fortaleció la acción imperialista de los
EUA que se expandió sobre Texas, California y Nuevo México, mientras asediaba a
Cuba con la Enmienda Platt y se apoderaba del Canal de Panamá.
Juan
José Hernández Arregui postuló en el año 1972 que Iberoamérica “reúne todas las condiciones de una Nación
total, continuidad geográfica y sobre todo lingüística.” (Hernández Arregui,
1972: 264) Muchas de sus ideas habían sido elaboradas por Ugarte, quien estaba
convencido de que el Continente era una Nación ya que tenía una cultura, una
historia, un territorio y una proliferación de razas en común. Iberoamérica es potencialmente
un mercado y una economía que pueden alcanzar altos grados de autarquía en
relación al sistema mundo. A la potencialidad económica y la uniformidad
cultural, había que dotarlas de una conciencia política iberoamericana. Además
y como cuestión central, Ugarte considera que la Unidad iberoamericana es el
único freno posible a la política imperialista internacional. Nos unen los
puntos en común internos y, principalmente, deberían fortalecernos las
diferencias objetivas de intereses con la geopolítica expansionista. Para
aseverar su argumento, Ugarte mencionó que “en
política internacional no hay una verdad, sino tantas verdades como intereses
internacionales están en pugna; y no hemos de hacer al imperialismo el reproche
pueril de aprovechar las oportunidades que se le ofrecen.” (Ugarte, 1962:
357) Para Ugarte la Integración iberoamericana era un tema impostergable y se
trataba de “reaccionar o sucumbir” frente
al imperialismo. Con esta finalidad, el autor realizó diversos llamados a la
Unidad Continental: “Basta de concesiones
abusivas, de empréstitos aventurados, de contratos dolosos, de desórdenes endémicos,
y de pueriles pleitos fronterizos. Ya hemos arrojado buena parte de nuestro
porvenir por todas las ventanas de la locura. Que se levante el espíritu nacional como
en las grandes épocas. Que cada cual piense, más que en sí mismo, en la
salvación del conjunto. Opongamos al imperialismo una política seria, una gestión
financiera perspicaz, una coordinación estrecha de nuestras repúblicas. Remontemos
hasta el origen de la común historia. Volvamos a encender los ideales de
Bolívar, de San Martín, de Hidalgo, de Morazán. Superioricemos nuestra vida.
Salvemos la herencia de la latinidad en el Nuevo Mundo.” (Ugarte, 1996: 159)
Juan
José Hernández Arregui: defender la Patria es industrializarla
“Una
Nación que acepta la teoría librecambista de otra no es una Nación, pues está
favoreciendo, al desguarnecer su propio mercado, a la industria extranjera, y
en consecuencia, frenando su propio desarrollo industrial, base de toda
independencia nacional.” Juan José Hernández Arregui
Juan
José Hernández Arregui es el analista del Nacionalismo popular más importante
de la historia argentina del Siglo XX. En su punto de vista, no existe una Nación
efectivamente soberana si previamente no se organiza una política sólida de
afirmación. A partir de acá, estableció sin titubeos en Imperialismo y Cultura Arregui que: “Sin industrialización no hay Independencia económica base de la Soberanía
nacional.” (Hernández Arregui, 1957: 326) En su perspectiva, la industrialización demandaba la aplicación de
una política de recuperación nacional de los factores económicos estratégicos
manejados por el extranjero. En la misma línea de Scalabrini Ortiz, para Hernández
Arregui el Estado nacional tenía que rescatar de manos de las empresas foráneas
el control de los recursos financieros, los servicios públicos y la
energía.
Hay
que volver a los clásicos
“El pensamiento latinoamericano no puede ser sino
ser revolucionario. En cuanto deja de serlo se niega a sí mismo, porque admite
como inmutable la situación que nos oprime.”
John William Cooke
Según
adelantamos, consideramos que las obras de los fundadores del Pensamiento
Nacional siguen profundamente vigentes. En varios aspectos, es innegable que
gran parte de los problemas sobre los cuales teorizaron no han sido resueltos aun
y ello les otorga vigencia. La agenda y la actividad política de la última
década, lejos de relativizar los puntos de vista del Pensamiento Nacional, los exaltaron
demostrando su vitalidad. Luego de más de dos décadas de Neoliberalismo, las
Organizaciones Libres del Pueblo a lo largo de Iberoamérica interpelaron
críticamente la acción imperialista en el terreno económico. En sintonía con los
postulados de Scalabrini Ortiz, los países de Iberoamérica ejecutaron
nacionalizaciones de empresas de energía y de servicios públicos. En algunos
países, las nacionalizaciones fueron más radicales que en otros y en varios
casos, la propiedad estatal ocupó mayores funciones. El objetivo actual de las
nacionalizaciones y como aseveró Jauretche, busca evitar la acción de las
metrópolis tendiente a la “gravitación
interna para orientar la política” y a la “gravitación económica para orientar la producción hacia formas
convenientes a la metrópoli.”
Sin
negar las diferencias actuales e históricas entre los países, en innegable que
buena parte de la dirigencia latinoamericana del Siglo XXI coincidió con
Scalabrini Ortiz en el hecho negativo que conllevó la administración del sistema
financiero mundial por Organismos como el FMI. En el año 1972, Hernández Arregui lo había adelantado cuando
aseveró que “un plan de transformación de
la economía exige, de entrada, la ruptura de la Dependencia con los Organismos
financieros internacionales y privados extranjeros. Y en consecuencia, un
retorno a la política de nacionalizaciones de la época de Perón.”
(Hernández Arregui, 1972: 241) En línea con el punto de vista de Jauretche, el
Continente sudamericano está refundado su identidad nacional. Venezuela es una
República “Bolivariana” desde Hugo Chávez, y Bolivia es un Estado
orgullosamente “Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario” con Evo Morales y los campesinos
movilizados. La creación del Canal Telesur o la sanción de la Ley de Servicios
de Comunicación Audiovisual en la Argentina, le otorgan vitalidad al diagnóstico
de Jauretche. En conformidad con José
María Rosa, son los pueblos latinoamericanos los que se levantan contra el
Neoliberalismo y los que van construyendo, poco a poco, las bases de nuevos
sistemas sociales post neoliberales. En nuestras Patrias, el pueblo fue protagonista
clave en la salida de De la Rúa en el año 2001 en Agentina, en la
nacionalización del agua en Bolivia o en todo el proceso de transformación de
Venezuela. La UNASUR y la CELAC son las realizaciones políticas e
institucionales más evidentes y trascendentes en la Unidad continental de los
últimos dos siglos y demuestran que Manuel Ugarte tenía razón. Finalmente, y
como estipuló Hernández Arregui, la Segunda y Definitiva Independencia sigue
estando ligada al proceso de reindustrialización en marcha en los distintos
países.
Los
padres fundadores hicieron escuela y contribuyeron a la conformación de una
cultura política sin la cual las transformaciones actuales serían impensables,
y más: serían imposibles. Las nuevas generaciones tienen que volver a los
clásicos para seguir “pensando en nacional” como profesa el intelectual más
importante de la actualidad, el historiador Norberto Galasso. Tal cual aseveró
el maestro: “Para cambiar la realidad, es
imprescindible conocerla. Para ello, hay que pensar, a secas. Hondo y alto.
Pensar y actuar. Sólo así haremos un camino nuevo.” (Galasso, 1985: 271)
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